Las refinerías y plantas petroquímicas, las zonas donde se roba hidrocarburos, las 13 mil 662 gasolineras que hay en el país y los puestos clandestinos de venta de huachicol expiden contaminantes altamente tóxicos, vinculados a enfermedades terminales, advierte el doctor Andrés Barreda. El investigador del Conahcyt señala que el daño a la salud también se da al interior de los hogares que resguardan recipientes con gasolina o diésel hurtados, donde el contacto de las personas –incluidos menores de edad– con los vapores y gases es directo. Entre los llamados infiernos ambientales o regiones de emergencia sanitaria y ambiental –donde se disparan los índices de mortandad por cánceres e insuficiencia renal– destaca el corredor huachicolero Puebla-Tlaxcala, la región de Tula (Hidalgo) y el norte del Istmo de Tehuantepec
Segunda parte. El llamado huachicol tiene rostro de infierno ambiental y ha llegado directamente a hogares de familias pobres que ven una “oportunidad” en el robo de hidrocarburos. El riesgo que corren no sólo es de terminar en la cárcel si son atrapados por la autoridad, o de morir en alguna explosión al momento de extraer ilegalmente el combustible o resguardarlo en sus casas, sino también es un riesgo de padecer enfermedades terminales, principalmente algún tipo de cáncer, por la constante aspiración de vapores y gases tóxicos.
Ello, porque los hidrocarburos –entre ellos la gasolina– están llenos de sustancias cancerígenas, advierte el doctor Andrés Barreda Marín. Alerta que las personas que trabajan en las gasolineras, en especial los despachadores, corren el mismo riesgo de enfermar de cáncer, padecimiento que si no se detecta a tiempo es mortal.
Por la toxicidad de los hidrocarburos, zonas de alta incidencia de tomas clandestinas –como el corredor Tlaxcala-Puebla– se ubican entre las regiones de emergencia sanitaria y ambiental (RESAS) que han mapeado investigadores del Consejo Nacional de Humanidades, Ciencia y Tecnología (Conahcyt). Y es que en esas áreas se padecen de forma constante derrames que afectan el suelo y los mantos freáticos. A esas regiones de huachicoleo se suman aquellas donde se asientan plantas vinculadas a la industria petrolera (refinerías, petroquímicas), como Tula, Hidalgo, y el norte del Istmo de Tehuantepec, Oaxaca.
En entrevista con Contralínea, el doctor Barreda Marín –integrante del grupo multidisciplinario de investigadores del Conahcyt que investigan los infiernos ambientales– advierte que “el huachicoleo es uno de los factores más graves de altísima contaminación, porque la gasolina que se estuvo robando y que todavía se continúa robando es altísimamente tóxica, y quienes la roban las tienen en sus casas, cerca de donde están los niños”.
El investigador explica que los lugares donde ocurren las ordeñas de ductos de Petróleos Mexicanos también son lugares donde ocurren continuos derrames, accidentes y explosiones que generan cargas de contaminación. Como ejemplo, cita el caso de la RESA ubicada entre Tlaxcala y Puebla: “es justamente la segunda región de huachicol de México, después del corazón de Hidalgo, y se suma a la extraordinaria contaminación de las industrias, del uso de agroquímicos, de la producción de sustancias tóxicas, es la cuarta mancha urbana de México, y podríamos decir que ese complejo urbano es la cuarta ciudad mega urbana del país”.
Barreda Marín indica que la sociedad debe hacer conciencia del fondo de este problema: “no estamos hablando de problemas ecológicos verdes, estamos hablando de problemas ecológicos que tienen que ver con la modernidad, que tienen que ver con el desarrollo de la industria, que tienen que ver con el desarrollo económico, pero que por la manera en que se concretó generan una enorme deuda con la salud de los trabajadores al interior de las fábricas, o al interior de los campos que usan los agroquímicos. O al interior de las estaciones de gasolina, con la gente que maneja la gasolina, [porque ese combustible] está llena de sustancias cancerígenas”.
Para el académico estudioso de la contaminación tóxica y sus implicaciones en la salud humana y medioambiental, en esas regiones “no hay derechos porque no hay información, y no hay información porque así se diseñó que no hubiera información. Y no es fácil hacerla porque los científicos tampoco se dedicaron a cumplir la responsabilidad de devolver a la sociedad aquello que recibieron de la sociedad, que es su educación y su formación en las universidades públicas de México”.
Los infiernos ambientales
Licenciado en economía, maestro en sociología y doctor en estudios latinoamericanos por la Universidad Nacional Autónoma de México, el investigador del Conahcyt explica que en México hay 60 regiones de emergencia sanitaria y ambiental, de las cuales en 30 se vive una verdadera emergencia humanitaria por el número de personas que sufren enfermedades terminales y el número de muertes asociadas a la contaminación industrial.
Añade que las RESAS son áreas donde convergen distintas fuentes contaminantes altamente tóxicas al mismo tiempo. Son zonas “donde la desregulación laboral y ambiental que se fue sedimentando a lo largo del neoliberalismo permitieron que no hubiera un proceso de contaminación, sino una convergencia de procesos diversos de diferentes orígenes”.
En sus estudios científicos, el grupo multidisciplinario del Conahcyt que investiga la relación de la actividad industrial altamente contaminante con las enfermedades terminales y muertes por toxicidad, ha clasificado cuatro tipos de procesos altamente contaminantes que se toman en cuenta para definir cuáles son las RESAS y cuáles son regiones contaminadas pero no altamente tóxicas.
En el primer grupo se encuentran los procesos industriales que no se reducen a un solo tipo de contaminación, sino pueden ser 10 o más tipos dependiendo del número de fábricas, corredores o parques industriales asentados en la misma región.
El segundo corresponde a las dinámicas agroindustriales que emplean plaguicidas altamente peligrosos –peores que el glifosato–, y que se usan a discreción en infinidades zonas de agroexportación o de producción de alimentos para consumo interno.
El tercero es el de los procesos de contaminación de actividades extractivas, como las minas a cielo abierto que además de verter sus desechos tóxicos a los ríos, sobreexplotan el agua y contaminan el aire.
Y en el cuarto se encuentran los procesos de contaminación que generan las megaciudades. “México tiene muchas ciudades de más de 1 millón de habitantes, no tiene una o dos, tiene muchísimas. Y pues, en la Ciudad de México toda la mancha urbana es un área de 22 millones de habitantes, entonces evidentemente la masa de basura que genera, la masa de aguas negras que genera, la masa de contaminantes atmosféricos que general es brutal. Y ciudades como México, Monterrey, Guadalajara, las grandes ciudades tienden a concentrar sus desechos en determinadas áreas que son elegidas, y curiosamente se suelen sobreponer con áreas que ya están brutalmente devastadas por causas industriales”.
Al preguntarle si además de esas 60 RESAS, en el país habría centenas o miles de zonas contaminadas aunque no en una situación de emergencia humanitaria, el doctor Barreda Marín dice que sí. Y como ejemplo pone a Estados Unidos donde sí se reconoce el problema de los infiernos industriales: “a las peores zonas le llaman sitios superfund, y hablan casi de 2 mil, que probablemente son más pequeños que nuestras RESAS. Nuestras RESAS podrían incluir varios sitios superfund. Ahora, ellos hablan de zonas grises como zonas pardas, usan la palabra café: ellos lo llaman brownfield, de esas reconocen que tienen como medio millón en Estados Unidos, y te dan los mapas”.
El investigador añade que las autoridades estadunidenses reconocen que una estación de gasolina es una brownfield, por la forma en que se tira la gasolina y los aceites en el suelo. Esos tóxicos “tienden a irse al subsuelo y como se acumulan a lo largo de décadas, se forma un bulbo de suelo contaminado en un área de 1 kilómetro a la redonda. En México tenemos 14 mil estaciones de gasolina. Esas serían 14 mil brownfield”. De acuerdo con datos de la Comisión Reguladora de Energía, en el país hay 13 mil 662 gasolineras.
Otros procesos contaminantes
El doctor Barreda Marín señala que entre las zonas con condiciones muy graves por la contaminación tóxica están la frontera industrial entre Tlaxcala y Puebla y el norte del Istmo de Tehuantepec. De ésta última, indica que ahí aún se asienta lo que resta de la petroquímica mexicana, “que en su momento fue el complejo petroquímico más grande y más importante de toda América Latina y que se vio muy deteriorado durante el neoliberalismo, pero no sólo digamos económicamente en materia de inversión sino en materia de seguridad. Entonces, es un lugar de explosiones de ductos. Claro, fue evidentemente objeto de huachicoleo”.
Además de esta industria relacionada directamente con la explotación petrolera, aunada a la combustión de los autos, indica que las fábricas automotrices también generan muchísimas toxinas. “Volkswagen de México tiene un entierro de sustancias tóxicas terribles abajo de su propia planta. Enterrar las cosas en el subsuelo no es ninguna solución porque ahí contaminas los acuíferos, y ese entierro de basura en Volkswagen a orillas del río Atoyac, está muy cerca del río Atoyac”, denuncia.
Por ello, cuestiona: “¿en qué lugares de México hay entierros clandestinos de basura? No tenemos un mapa de esto. Pero, tenemos décadas de industrialización, nada más de industrialización de libre comercio 30 años. No hay informes de eso”.
Al preguntarle si en la capital del país hay alguna RESA, el doctor Barreda Marín señala: “no. La Ciudad de México no la consideramos”. Añade que ni siquiera está contemplada en las 30 RESAS de atención no tan urgente; a pesar de que sí existe contaminación de las aguas del subsuelo por las estaciones de gasolina, y de la atmósfera por la combustión de los automóviles; así como la presencia de aguas negras, procesos que generan toxicidad. Incluso, recuerda, entre las fuentes contaminantes también hay corredores industriales. Respecto de estos últimos, señala que en general las empresas altamente contaminantes están acostumbradas a la ganancia fácil.
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