¿Qué amenaza al campo mexicano?

¿Qué amenaza al campo mexicano?

La sobreexplotación del campo a través del uso masivo de los abonos y fertilizantes contribuye a la degradación del suelo
FOTO: ISABEL MATEOS /CUARTOSCURO.COM

Sin duda, nos estamos enfrentando a una crisis climática que nos llena de incertidumbre a futuro. Mayormente, el cambio climático ha sido causado por actividades humanas –sobre todo, aquellas que explotan de manera desmedida los recursos naturales–. Y la escasez de agua es cada vez más frecuente, tanto en zonas urbanas como rurales.

Aunado a ello, la contaminación de este líquido ha ido creciendo. Hoy, encontramos pozos clausurados debido a la presencia de sustancias derivadas del petróleo. Además de representar un riesgo a la salud de los mexicanos, genera especulaciones sobre la forma en que tenemos acceso a los recursos y servicios básicos.

Para los campesinos y comunidades, esta crisis representa una serie de afectaciones a su trabajo. El calendario agrícola ya no es lo que era antes. Las alteraciones de las estaciones medioambientales han causado que el manejo de la tierra, los periodos de siembra y la producción de alimentos se vean mermados.

Además, deben lidiar con alteraciones en el clima como la falta de lluvias. Hay que tener en cuenta que el reparto de agua para sus producciones favorece a las empresas trasnacionales.

El agua no solamente es utilizada para la producción de alimentos. En algunos territorios, como Chiapas y Michoacán, es una fuente de energía hidráulica. Entonces, el acceso al líquido vital en el medio agropecuario está sujeto al mercado capitalista. Los grandes procesos de industrialización son cada vez más competitivos. Los mismos vulneran la economía campesina.

Dentro de los riesgos que enfrentan los campesinos, encontramos una disminución de la producción agrícola. Asimismo, los suelos se vuelven más infértiles por el uso de agroquímicos, siembra de monocultivos o despojo de tierras.

Son factores que perjudican las prácticas campesinas en distintas formas: desde la calidad de los productos, hasta la disminución de alimentos para autoconsumo. Estas circunstancias ponen en riesgo la seguridad alimentaria, la salud y el derecho al buen vivir.

La sobreexplotación de la tierra a través del uso masivo de los abonos y fertilizantes contribuye a la degradación del suelo, lo cual acentúa el incremento de zonas infértiles.

Quienes habitan y trabajan en el campo se han vuelto dependientes de fertilizantes y abonos agroindustriales, en su mayoría por intervenciones desde el Estado o por economía. Los químicos –utilizados para garantizar una mayor productividad en los cultivos– alteran los procesos naturales. Inhiben la existencia de minerales y bacterias necesarias para la producción de nutrientes en los alimentos.

¿El cambio climático es la única amenaza para las comunidades campesinas? Ante el incremento en las modificaciones socio-ambientales, se vuelve a atravesar una crisis, ahora desde la hiperglobalización. Dicho fenómeno involucra las grandes industrias y corporaciones capitalistas, quienes aprovechan su posición como ventaja ante el comercio nacional e internacional. Crean consumos monopolizados.

Empresas como Coca-Cola y Nestlé son expertas en mermar la vida campesina, no sólo desde el despojo de tierras y bienes naturales, sino también con la explotación de nuestros recursos hídricos. Con esto, privatizan el acceso al agua.

En los mercados globales, la industria transnacional busca reducir los costos de producción y aumentar los márgenes de ganancia. Prioriza beneficios propios por encima de las condiciones mundiales respecto a la crisis climática.

Lo que llamamos campesinado nos ha demostrado las distintas formas de resistir a la globalización, a pesar de que se augura su desaparición. Las prácticas –como la agricultura de conservación o la agroecología– han apostado por mantener producciones orgánicas y en armonía con la tierra. El resultado es que encontramos productos libres de pesticidas, fertilizantes y plaguicidas. Además, se mantienen minerales, sustratos y bacterias necesarias para conservar las tierras y su fertilidad.

Defender y preservar las zonas rurales, campesinas y, sobre todo, proteger a quienes labran la tierra implica defender el territorio y las formas de vida propias de cada campo.

Cuidar el agua, los ecosistemas y el medio ambiente, y continuar en la incidencia y defensa de los derechos humanos ante despojos, desplazamientos forzados o silenciosos, además de los atentados hacia activistas y defensores, reforzarán la búsqueda de vías de acción. De esa manera, se logrará la soberanía alimentaria apta para los mexicanos.

Itzel Dolores y Alitzel Díaz*

*Colaboradoras del Centro de Derechos Humanos Fray Francisco de Vitoria

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