Cambio en ciclos de lluvia, sequías y heladas matan cultivos en CDMX

Cambio en ciclos de lluvia, sequías y heladas matan cultivos en CDMX

Foto: Alejandro Sánchez

El cambio en los ciclos de lluvia, las sequías prolongadas, las heladas y otras anormalidades en los fenómenos meteorológicos, asociadas al calentamiento global, aniquilan los cultivos de las zonas rurales en la Ciudad de México. Ejemplo de ello es lo que ocurre en la localidad de Tulyehualco, Xochimilco, donde familias productoras de amaranto ya resienten la crisis climática, a la que se suma el hecho de que las nuevas generaciones carecen de interés para trabajar la tierra. Con esta entrega, Contralínea inicia la publicación de una serie de cuatro reportajes sobre los estragos del cambio climático en el campo

Primera parte. Un paraíso de colores: así es la tienda de amaranto que tiene Apolo Franco Xolalpa, ubicada en la alcaldía Xochimilco. En los estantes de madera que forman una media luna, y detrás de los cristales, se observa una variedad de dulces mexicanos a base de ese alimento: obleas, alegrías, churritos y panques. En el techo cuelga una hilera de papel picado y, en una esquina del local se alza una ofrenda de distintos niveles, llenos de frutas, velas y pan de muerto.

No obstante, la alegría que irradia el lugar contrasta con la pena que enfrentan las cosechas de amaranto, mermadas por el cambio en los ciclos de lluvia. Las pérdidas ya se resienten, explican Apolo y su primo, Camilo Morales Granados, productores de esta planta en la localidad de Tulyehualco, Xochimilco.

Que las lluvias empiecen o terminen en épocas diferentes a sus ciclos frecuentes impacta en el crecimiento de los cultivos o incluso acaba matándolos. Esto ocurre a causa del cambio climático, explica Ricardo Menéndez Gámiz, doctor en problemas económico-agroindustriales, diseño y evaluación de políticas públicas rurales por la Universidad de Chapingo.

“Esos efectos del cambio climático nos mueven la aleatoriedad de los eventos meteorológicos. Entonces, lo que antes pasaba de manera muy regular, ahora nos sucede de una forma un poco más errática”, agrega el experto en entrevista con Contralínea.

El análisis teórico se corrobora en los terrenos de siembra. El productor de amaranto Camilo Morales recuerda que, antes, los tiempos ya estaban muy programados: “generalmente eran muy estables las situaciones climáticas, entonces, sabíamos en qué momento empezar a sembrar, en qué momento cosechar y en qué momento trabajar la tierra. Ahorita, con el cambio climático, es incierto. Ha habido periodos de sequía muy prolongados y pues ni el amaranto, ni ninguna de las otras especies que sembramos en el cerro se han logrado cosechar”.

Foto: Alejandro Sánchez

En CDMX la siembra es de temporal

Los afectados por este movimiento en los ciclos de lluvia son varios, porque los agricultores de la Ciudad de México se caracterizan por ser productores de temporal, es decir, sus cosechas se rigen con el clima, explica en entrevista la titular de la Secretaría del Medio Ambiente (Sedema) de la capital, Julia Álvarez Icaza.

La funcionaria y activista contra los transgénicos agrega: “normalmente, sólo los grandes y muy focalizados productores llegan a tener tecnificación en el riego, pero la mayoría de los productores dependen de las condiciones climáticas. Entonces, esto los posiciona en un lugar de muchísima vulnerabilidad frente a otros productores que tienen otras características de producción”.

De acuerdo con el Censo Agropecuario 2022, realizado por el Instituto Nacional de Geografía y Estadística (Inegi), el 92.7 por ciento de la superficie destinada a actividades agrícolas en la Ciudad de México –que representan 15 mil 883 hectáreas– son cultivos de temporal.

El amaranto es uno de esos cultivos de temporal, y se solía cultivar en las primeras precipitaciones del año. Sin embargo, Morales Granados indica que, “en la actualidad, nos hemos dado cuenta de que empieza a llover, sembramos como lo hacíamos tradicionalmente, y empezamos un periodo de sequía muy prolongado. Entonces lo que sembramos se vuelve a morir y tenemos que resembrar, a veces, con otro tipo de cultivo para mantener la tierra, de alguna manera, productiva”.

Ante tal panorama, Apolo Franco Xolalpa y Camilo Morales Granados exponen que han tratado de adaptarse: “a veces sembramos antes, a veces sembramos después”. La situación que viven se parece a un juego de azar, donde el futuro de las cosechas “depende de la suerte”.

Y es que en la capital hay otros factores que inciden en que los cultivos se den o se pierdan. “Aquí jugamos con otro problema: la presencia de heladas”, advierte el académico universitario Gustavo Mercado Mancera, quien es maestro y doctor en el uso, manejo y preservación de los recursos naturales por el CIBNOR, SC.

Este año, en la Facultad de Estudios Superiores Cuautitlán de la UNAM, plantel en el que se cultivan diferentes tipos de alimentos como parte de la carrera de ingeniería agrícola, el profesor observó que sí hubo una helada agrometeorológica; es decir, aunque no se tuvo una helada meteorológica, pues la temperatura del aire no disminuyó hasta los cero grados Celsius, llegó a los niveles críticos de 8 grados Celsius, lo cual terminó por dañar los plantíos.

La experiencia de esos cultivos en suelo universitario se replica en las áreas rurales de la Ciudad. El productor de Xochimilco, Apolo Franco Xolalpa, indica que vive en la incertidumbre sobre cuánto logrará cosechar, ya que, en esta temporada el amaranto apenas empezó a florear a inicios de noviembre. “Si cae una helada, por el tema del cambio climático, esa flor se muere y, obviamente, el rendimiento es menor al 50 por ciento. Si las cosas van bien [habrá] un rendimiento del 70 o 80 por ciento, que aun así es bajo a lo que antes producíamos”.

Foto: Alejandro Sánchez

Adaptarse, único camino viable

Para hacerle frente a las sequías, Camilo Morales Granados y Apolo Franco Xolalpa han tratado de cambiar el método de cultivo, así como modificar la manera en cómo siembran (si es en alta densidad o en corta densidad); esto, a manera de mantener la humedad en las tierras. Igualmente, dicen tener ollas de captación pluvial, pero que, al no llover, éstas no alcanzan su límite de llenado y son insuficientes.

Los productores de amaranto explican que toda la maleza que se genera en las áreas de cultivo es reintegrada a la misma tierra, con el fin de crear una capa que haga sombra, evitar el crecimiento de nueva hierba y preservar la humedad. Esta técnica, llamada acolchado, la aprendieron a través del programa Altépetl, coordinado por la Sedema.

La secretaria de Medio Ambiente, Julia Álvarez Icaza, detalla que otra estrategia impulsada por la institución es el de las barreras vivas: “son barreras ecosistémicas que se crean en torno a la producción agrícola para crear microclimas”.

Añade que también, desde la Sedema, “se ha promovido la rotación de cultivos y esto facilita que el suelo esté habilitado por los múltiples nutrientes que diversos cultivos le aportan al suelo y que puedan producirse en distintas temporadas del año”.

Eso mismo lo aplica actualmente Apolo Franco Xolalpa. Él rodea sus sembradíos de amaranto y maíz con árboles frutales, de tal manera que el aire sea retenido, que los cultivos no se caigan, que el suelo no se erosione tan rápido y que el agua pluvial no se desperdicie.

En su experiencia como agricultor, agrega que “el frijol es uno de los cultivos que más fijan nitrógeno en el suelo, y eso ya lo metemos cuando ya vemos que nuestras cosechas empiezan a mermar bastante. Entonces, le hacemos rotación de cultivo por frijol para meterle nitrógeno al suelo y, obviamente, podamos tener un mejor rendimiento del siguiente ciclo”.

Todas estas técnicas son fomentadas mediante las Comunidades de Aprendizaje Campesino (CAC), las cuales “son espacios de aprendizaje constante donde hay acompañamiento técnico especializado, pero también se pone al centro el conocimiento campesino”, explica la también abogada Álvarez Icaza. Respecto de esto último, advierte que por discriminación este conocimiento se desvaloriza, cuando es muy importante para las cosechas.

“Muchas veces se cree que, como es un conocimiento heredado de los abuelos, de los bisabuelos, y como no es un conocimiento estudiado en universidades, en escuelas, hay una concepción de que ese conocimiento no tiene ningún valor, aunque es ahí donde reside una buena parte del corazón y del sostén del campo mexicano”, recalca la secretaria capitalina.

Si bien las formas tradicionales son importantes, Camilo Morales Granados y Apolo Franco Xolalpa coinciden en que el gobierno de la Ciudad de México debe concentrarse en la tecnificación del campo, lo cual permitiría que los costos de producción bajen y las ganancias aumenten. De igual forma, comentan que han pensado modificar sus formas de plantar, ya que las que usan actualmente son muy caras, pero para eso necesitan una sembradora de precisión, la cual no tienen.

Apolo Xolalpa, quien además es representante del Sistema Producto Amaranto, explica que, entre toda la comunidad, se ha armado un paquete tecnológico que contempla no sólo la mecanización, sino también la investigación en nuevas especies de amaranto que sean más resistentes al cambio climático. Todo esto, en aras de que sembrar esta planta sea más redituable. Al respecto, Camilo Morales recalca que “no sólo se trata de mantener las tierras de cultivo, sino de hacerlas más productivas”.

Sobre el apoyo que han recibido por parte del gobierno, los dos productores de amaranto concuerdan que no es suficiente. Por ejemplo, Xolalpa refiere que al año les dan un carro de seis metros cúbicos de composta, que no alcanza para cubrir una parcela de 10 mil metros cuadrados. Explica que una hectárea de terreno ocupa más de 100 carros para hacerla más fértil aproximadamente.

Asimismo, indica que reciben árboles frutales, pero, en temporada de sequías, no les proporcionan agua y estos terminan secándose. “Si queremos lograr un proyecto completo, pues debemos de estar en todos los ciclos, ¿no? Si me vas a dar una plantita para sembrar, pues, cuando no haya agua, regálame una cubeta para echarle; yo me encargo de subirla, pero dámela”.

Foto: Alejandro Sánchez

Tecnificar el campo, esfuerzo monumental

Una de las posibles alternativas frente a la crisis climática podría ser la tecnificación del campo. Para poder tecnificar la agricultura se requieren varias técnicas, instrumentos y herramientas. Hay tecnologías que tienen que ver con la organización del trabajo, con la organización espacial, que se traducen en fierros y tubos, en equipos y sistemas, que tienen que ver con el riego, para la germinación de las plantas, para el cultivo, para labrar los suelos, etcétera, resalta el doctor e investigador Ricardo Menéndez.

En cuestión de maquinaria, la titular de la Sedema, Julia Álvarez Icaza, asegura que ha habido un esfuerzo muy importante en la Ciudad de México para poner al servicio de los productores tractores y motocultures adecuados a las condiciones de la pequeña producción capitalina, los cuales son prestados a partir de un mecanismo de coordinación.

No obstante, los productores de amaranto consultados por Contralínea consideran que el apoyo sigue siendo escaso. “Sí nos los proporcionan, pero hasta que se pueda dar la oportunidad, por no decir otra cosa. Entonces, no es lo mismo que tú tengas tus cosas [tu maquinaria], que puedas hacerlo en tiempo y forma para que no te gane la hierba, para que el amaranto se desarrolle mejor; a estar esperanzado a ver si te lo van a prestar”, expresa Apolo Franco Xolalpa.

Todos estos factores –desde las sequías, los cambios en los ciclos de lluvias, hasta la falta de tecnificación– han provocado que los agricultores pierdan parte de sus cosechas. “El año pasado, muchos de nosotros sembramos dos veces, hasta tres veces, y la verdad es que tuvimos un rendimiento del 5, del 10 por ciento, a lo mucho, por terreno. Antes producíamos un promedio de 1 tonelada 200 [kilos], o 1 [tonelada] 300 por hectárea. Ahorita no le llegamos a los 800 kilos”, lamenta.

Tales pérdidas afectan a casi todo Tulyehualco debido a que, de acuerdo con Camilo Morales, gran parte de los pobladores dependen al ciento por ciento del amaranto en alguna de las cadenas productivas. “Algunos siembran y venden su semilla, los demás que compran la semilla la transforman (se procesa y se comercializa) y al final hay gente que nada más se dedica a comprar el producto terminado y a comercializar”.

En este sentido, Apolo Xolalpa afirma que “al empezar a haber este cambio climático, el rendimiento de la semilla es menos, de los cultivos es menos, y la gente empieza a abandonar el campo. ¿Por qué? Porque ya no es redituable”.

A esto, se le agrega el desinterés que tienen las nuevas generaciones hacia la agricultura. Por tal razón, el productor busca incentivar a sus hijos para, de esta manera, evitar el abandono que está sufriendo la siembra: “que sientan, obviamente, que esto les pertenece”. Para esto, explica, ha incorporado otro tipo de cultivos, como el aguacate y el limón, además del maíz, frijol y amaranto, con la intención de hacer más productivas sus tierras. Esto lo narra mientras señala los distintos alimentos que crecen en su terreno.

Foto: Alejandro Sánchez

Aquí, su parcela parece hablar mediante el zumbido de las abejas y el silbido del viento que golpea la hierba. De la tierra, cubierta de cáscara de huevo para hacerla más fértil, se elevan los árboles, arbustos y plantas. En el fondo está el amaranto, que se asemeja a peludas colas de gatos naranjas, pues aún les falta madurar. “Todo eso ha sido para tratar de que mis hijos sigan viniendo cuando yo no esté y que no lo vendan. A los chavos se les hace fácil [decir]: ‘pues lo vendo, ¿no? O sea, ¿para qué [lo mantengo]?’”

Rodeado por sus cultivos, agrega que a sus hijos les sueles contar una anécdota: “mi padre tiene dos años que murió. Mi padre fue el que, obviamente, nos heredó estas tierras. Cuando muere mi papá, él pide que lo incineremos y lo vengamos a dejar aquí. Y aquí venimos a tirar sus cenizas. Y siempre mi padre nos decía: ‘para que cuando pienses en venderlo, cabrón, digas ‘voy a vender a mi padre’. Entonces, mejor no lo vendemos”.

Y es que el trabajo en el campo no sólo significa una actividad económica. Para Valentina Franco Xolalpa representa la herencia generacional, así como un pretexto para que toda la familia se reúna en la zona cerril: “aquí nos juntamos los hermanos, los sobrinos, nuestros padres: es la unión familiar”.

A parte de trabajar el campo, Valentina es la organizadora de la 52 edición de la Feria de la Alegría y del Olvido, la cual se llevará a cabo en febrero del próximo año. Este evento también representa un intento por promover la siembra de amaranto. “Nosotros somos la cuarta generación, y ahora nuestros hijos, la quinta generación, ya dedicada a lo que es la producción del amaranto. Aquí en Tulyehualco, que es la cuna del amaranto, estamos tratando de recuperar –por usos y costumbres, por tradición, porque los abuelos, bisabuelos se dedicaban a la siembra– la zona cerril, o sea, todos los campos que tenemos”, cuenta.