Estados Unidos tiene tres grandes referentes de poder: 1) el complejo militar-industrial-tecnológico-financiero y teórico-cultural; 2) articulados estrechamente a ello, el Ejército, la Guardia Nacional, las policías y agencias de inteligencia para la seguridad, el Congreso y la Presidencia de la República (administración pública federal); y 3) la estructura de fuerzas estatales-regionales organizadas, partidos políticos y organizaciones sociales. Éste es el universo de poder de la República americana, a la que Raymond Aron llamó la “República imperial” [1]. El desarrollo interno más la política exterior se sustentan en todo esto. No podríamos explicar nada si no partimos explícita o implícitamente de esta inmensa base institucional política-social y teórico- ideológica.
Esa nación establece sus disertaciones teóricas, políticas, estratégicas y de doctrina en dos documentos fundamentales que se emiten, cada cuatro años, a solicitud del Congreso: a) una Estrategia de Seguridad Nacional, y b) una Estrategia de Defensa Nacional, por parte del Pentágono [2]. Ambos, tienen una relación intrínseca de carácter orgánico, son indisociables en su lógica conceptual y filosófica.
El Informe sobre la Estrategia de Seguridad Nacional es sobre la concepción y doctrina estratégica. El último documento es el que se emitió en 2022 por la administración de Joe Biden. Para tratar de captar su evolución, continuidades y cambios, podemos remontarnos a los documentos emitidos en las administraciones de Barak Obama y Donald Trump, pero aún estos, en sus diferencias sustantivas, tienen antecedentes fundamentales: en la década de 1970 – durante la Guerra Fría– la doctrina estratégica de Estados Unidos se basaba en el supuesto de una contienda total contra el enemigo identificado en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, el Pacto de Varsovia y el CAME, así como la ideología y la cultura que de ella se desprendía desde el comunismo, que era la filosofía oficial del Estado de la URSS.
En América Latina esa contienda de poder cristalizó en dos doctrinas sucesivas: la antisubversiva de la escuela militar francesa, aplicada en la década de 1940 en América Latina, en Indochina y en Argelia; y luego, en las décadas de 1950-1980, tuvo vigencia la doctrina de contrainsurgencia de las academias de Estados Unidos, hasta llegar a West Point [3]. Como sistema de los Estados contrainsurgentes en América Latina, esencialmente las dictaduras militares, se establecieron las Doctrinas de Seguridad Nacional. En México, por ejemplo, se reprodujo a partir de los regímenes autoritarios de la posguerra, con la capacitación y entrenamiento del Ejército Mexicano y los organismos de inteligencia civil, como la Dirección Federal de Seguridad y el Servicio Secreto, más la inteligencia militar, esencialmente, el Estado Mayor presidencial [4].
En todos los casos, en México y en América Latina sus símiles fueron responsables de las “guerras sucias” como vía para derrotar la insurgencia política, social y armada en el subcontinente, mayormente a partir de la Revolución Cubana. Fue la época de las “guerras de baja intensidad”, parte de la doctrina de seguridad nacional ejecutada no sólo en América Latina, sino en todo el mundo. En Europa, mediante el Programa Gladio y la Red Stand Behind [5], cristalizaron la doctrina de la Seguridad Nacional de Estados Unidos y las otras potencias occidentales.
El uso ideológico del terrorismo
La Guerra Fría la ganó Occidente a partir de la “caída del muro de Berlín” y la “implosión de la URSS”, luego del golpe de Estado contra Mijaíl Gorbachov y la creación de la Comunidad de Estados Independientes (CEI) –liderada por un personaje oscuro y siniestro como Boris Yeltsin–; todo ello, apoyado por los países occidentales que llegaron a pensar que la Federación de Rusia podía transitar hacia un Estado liberal y a un modelo económico de mercados libres y libre competencia con apertura externa. No fue así, los despropósitos de Boris Yeltsin, acompañados por occidente, nos llevan directamente al régimen de Vladimir Putin. Incluso, hubo el tiempo de un G-8 que incluyó a Rusia, para integrarla a las políticas generales de pacificación y estabilización de la OTAN –había que vigilar de cerca el enorme arsenal nuclear–, pero también fracasó.
Durante la posguerra fría, surgió la doctrina de la “pausa estratégica” en el gobierno de Bill Clinton. Entonces, Estados Unidos ejercía un poder hegemónico incontrastable, absoluto, llamado “la etapa de la Unipolaridad”. Se acompañó de un nuevo concepto: EU no era ya “la potencia hegemónica” sino “la potencia indispensable”, a la cual le alcanzó esa condición para desmembrar al Estado Federativo de Yugoeslavia y balcanizar la región. Ése es uno de los hechos que más menciona Putin, de cómo afectó Occidente las raíces eslavas de los habitantes de la zona, sin tomar en cuenta a la Federación de Rusia, que tenía múltiples problemas. Los “ataques” a las Torres Gemelas abrieron un cambio importante en la “doctrina de seguridad nacional” de Estados Unidos durante el gobierno de George Walter Bush: el enemigo identificado ahora no era ya el comunismo, ni la insurgencia social en distintas regiones, con una ideología diferenciada, sino “el terrorismo yihadista”. Ante esta amenaza, la disyuntiva era “seguridad o libertad”.
Pero nunca se olvidaron de los antiguos opositores, los del cambio social progresista (las izquierdas) –armado y pacífico– y en una operación ideológica única, se integró a “las izquierdas” armadas y a los grupos de la “yihad islámica” en un solo concepto que los incluía a todos: “el terrorismo internacional”. Y ante el auge del crimen trasnacional organizado, se acuñó otro concepto concentrador: el “narco terrorismo internacional”, constructo ideológico inherente al enfoque militar estratégico de la “unipolaridad”, actualizado, que integró distintos niveles de intervención militar de EU en las diferentes regiones del planeta: las “guerras de intervención y estabilización”, más los “ataques preventivos”.
En todos los casos, se trataba de una doctrina militar para resguardar la seguridad nacional jurídicamente llamada “de extraterritorialidad”, que avasallaba la soberanía nacional y prolongaba la etapa de la “unipolaridad”, en el contexto de una crisis económica recesiva en el mundo desarrollado.
Surgieron también las “prisiones clandestinas masivas de terroristas” llamadas “centros de máxima seguridad”, como los de Bahía de Guantánamo (Cuba), Abu Ghraib o Bagram –centros de prisión y tortura masiva en Irak y Afganistán–, donde se practicó indiscriminadamente el “terrorismo de Estado”. La Convención de Ginebra y la Convención contra la Tortura, Malos Tratos, Penas Crueles, Inhumanas y Degradantes de la ONU dormía en Nueva York “el sueño de los justos”. [6]
Todos estos encarcelados eran “prisioneros de guerra” de EU. Habían sido detenidos en el contexto de una guerra declarada por el gobierno al frente de dicho Estado, pero al mantenerlos “detenidos” en otros territorios sin considerarlos tampoco “delincuentes” imputados de delito alguno por una autoridad nacional competente, se evadía así toda esta responsabilidad jurídica de un acto de detención masiva de ciudadanos de otros Estados en prisiones clandestinas. Un galimatías, cuyo eje era la fuerza y la brutalidad jurídica bajo un manto ideológico. Imagínense: el documento sobre Estrategia para la Seguridad Nacional de 2007 –de George W Bush– planteaba como uno de sus postulados centrales “acabar con la tiranía en el mundo” [7]. Tan fue así, que se elaboró una lista de “Estados canalla”, identificados como “terroristas y promotores del terrorismo”, que dio cobertura política-ideológica al derrocamiento de Mohamar El Gadafi, entre otros, y cuya lista persiste a la fecha e incluye a Venezuela, Irán y Cuba.
No obstante –y a pesar de la vigencia reimpulsada de la “unipolaridad”–, distintos textos e informes hablan ya de una etapa de debilitamiento importante de la hegemonía estadunidense. Entre ellos, el libro de Zbigniew Brzezinski: El gran tablero mundial [8] [9]. Hay varios planteamientos sobre esa condición histórica, y uno muy representativo es el de Alfred W Mc Coy, quien reunió un grupo de trabajo de 140 historiadores (en 2010) para analizar el futuro de Estados Unidos “como potencia imperial”. Estos son de los análisis más serios que se han expuesto sobre el tema, porque muchos de los aspectos de su formulación y valoraciones son ampliamente vigentes en nuestros días, muy visionarios y cercanos al desarrollo ulterior de los procesos que abordan relativos a cuatro temas cruciales: decadencia económica, crisis del petróleo, problemática militar y Tercera Guerra Mundial [10].
Sobre la gran potencia americana, los 140 historiadores convocados Mc Coy concluyeron cuatro posibles escenarios para el futuro de EU, antes de 2025. Esos cuatro escenarios se basaron en el comportamiento de variables sustanciales (la económica, la energético-tecnológica, la militar y la estratégica) y se resumen de la siguiente forma:
- Decadencia económica. Existen tres amenazas principales a la posición dominante de Estados Unidos en la economía global: la pérdida de influencia económica debido a la disminución de su parte en el comercio mundial, la decadencia de la innovación tecnológica estadunidense y el fin del estatus privilegiado del dólar como moneda mundial de reserva. En 2009, EU llegó al punto más bajo entre 40 naciones estudiadas por la Fundación de Tecnología & Innovación de la Información en cuanto al “cambio” en “competitividad global basada en innovación”.
- Crisis del petróleo y situación actual. “China se convirtió en el primer consumidor de energía (…), una posición que EU ha mantenido durante más de un siglo. El especialista en energía Michael T Klare ha argumentado que este cambio significa que China “fijará el ritmo de nuestro futuro global”. En 2025, Irán y Rusia controlarán casi la mitad de todo el suministro de gas natural del mundo, lo que potencialmente les dará una inmensa influencia sobre una Europa hambrienta de energía. Si se agregan a la mezcla las reservas de petróleo, en sólo 15 años, como ha advertido el Consejo Nacional de Inteligencia, dos países –Rusia e Irán– podrían “aparecer como elementos esenciales en el campo de la energía” (…) Mientras tanto, China invierte innumerables miles de millones en la construcción de un gasoducto masivo trans-asiático y en el financiamiento de la explotación por Irán del mayor yacimiento de gas natural del mundo en South Pars, en el Golfo Pérsico.
- Desventura militar. “A medida que se debilita su poder, los imperios caen a menudo en imprudentes aventuras militares. Este fenómeno es conocido entre historiadores del imperio como “micro militarismo” e involucra esfuerzos psicológicamente compensatorios para salvar el escozor de la retirada ocupando nuevos territorios, por breve y catastrófico que sea. Estas operaciones, irracionales incluso desde un punto de vista imperial, producen frecuentemente gastos que desangran la economía o humillantes derrotas que sólo aceleran la pérdida de poder (…) exponiéndose a desastres grandes y pequeños”, a lo que se agrega que “se multiplican las posibles combinaciones para una desastrosa crisis militar en el extranjero.” Señalamos nosotros: esa crisis militar puede haber sido consumada teniendo como escenario a Siria y luego a Ucrania, en ambos episodios históricos, con la intervención del ejército ruso.
- Tercera Guerra Mundial. Con sus crecientes recursos, Pekín reivindica un vasto arco marítimo desde Corea a Indonesia, dominado desde hace tiempo por la Armada de EU (…), después que Washington expresó un “interés nacional” del Mar del Sur de China y realizó ejercicios navales allí para reforzar esa afirmación, el Global Times oficial de Pekín respondió airadamente, diciendo: “el combate de lucha libre entre EU y China por el tema del Mar del Sur de China ha aumentado las apuestas sobre quién será el verdadero gobernante del planeta. China parece determinada a competir por la dominación” de lo que el Pentágono llama “el espectro de la información en todas las dimensiones del espacio de batalla moderno”. Para frenar a China y extender su posición militar en el globo, Washington se propone construir una nueva red digital de robótica aérea y espacial, capacidades avanzadas de guerra cibernética y de vigilancia electrónica (…). En 2020 (…) el Pentágono lanzará un escudo de tres niveles de drones espaciales –que llega de la estratósfera a la exosfera, armado de misiles ágiles, vinculados por un sistema satelital modular elástico, y operado mediante una vigilancia telescópica total”. Y: “el Pentágono hizo historia. Amplió las operaciones de drones a la exosfera al lanzar silenciosamente el transbordador espacial sin tripulación X-37B a una órbita baja a 410 kilómetros sobre el planeta. El X-37B es el primero de una nueva generación de vehículos sin tripulación que marcará la militarización total del espacio, creando un campo para futuras guerras, diferente de lo visto anteriormente”. La más moderna de las guerras.
“Seguridad nacional” de EU y el factor Trump
El cambio quizá más importante en la concepción de la seguridad nacional y la doctrina militar estratégica en la administración de Barak Obama (2015), la resumimos en ocho puntos, de los cuales extraigo lo principal: 1) el renacimiento del concepto del “pivote estratégico”, el cual, decía entonces dicho documento, se había desplazado a Asia Oriental. La formulación original lo ubicaba en Eurasia); 2) la identificación de China como el nuevo gran “enemigo a vencer”; 3) en consecuencia, la política estratégica de EU consistirá en volcar todos los esfuerzos estratégicos para contener el avance de China en Asia, especialmente en Asia oriental; 4) mediante el reforzamiento de las alianzas con países de la región y –como dijo el presidente Obama– para “impedir que China fije las normas del comercio mundial”. La guerra comercial-económica y tecnológica actual con China tiene estos origines, surgió entones la propuesta del Acuerdo Transpacífico con la exclusión de China. Este enfoque, aminoró la agresividad de las concepciones estadunidenses que invocaban la seguridad nacional y los peligros para el Estado de EU. [11]
Hacia finales de 2017, se operó otro cambio de enfoque y sustento de teoría y doctrina muy importante, en momentos del primer gobierno de Donald Trump, cuando se emitió el documento sobre la Nueva Estrategia de Seguridad Nacional (que sustituyó a la de 2015). Este nuevo enfoque sostenía que EU se encontraba inmerso en un mundo híper competitivo y que debía comenzar su adaptación reconstruyendo sus fortalezas internas, apoyado en cuatro ejes fundamentales: 1) proteger el territorio y la forma de vida de los estadunidenses; 2) favorecer por todos los medios la prosperidad del país; 3) preservar la paz mediante el uso de la fuerza; y 4) reconstruir la imagen y prestigio de EU en el mundo con base en las tres premisas anteriores. Nació así la consigna de “America first”
En suma, dicha consigna contenía los medios e instrumentos a ser usados para ello: competitividad, seguridad económica, capacidades militares nucleares, seguridad y competencia cibernética y competencia geopolítica entre potencias. Pero, singularmente, un enfoque estratégico como éste planteaba también, frente al tradicional expansionismo estadunidense como atributo del ejercicio de la hegemonía, una retracción y concentración al interior de las fronteras nacionales. Dentro de esta tesis, se planteó la opción de revisar la participación de EU en la OTAN y el tema del financiamiento de la misma. Ya como presidente, Trump tachó el expansionismo de EU como “peligroso y causante de muchos de los problemas presentes”, y suavizó el discurso político confrontante con Rusia y China. Recordemos que también debilitó las tensiones con Corea del Norte. Al rechazar el expansionismo, en política exterior fue conciliador.
Donald Trump se presentó como un “presidente disruptivo” en materia de seguridad nacional frente a la tradicional forma de abordarla, incluso, para darle coherencia a este planteamiento, al Consejo de Seguridad Nacional llegó un nuevo consejero de nombre H R Mac Master, con un equipo que preservó en estos enfoques. Elevó a categoría de seguridad nacional el tema de la inmigración indocumentada y también el narcotráfico transnacional. Además, ofreció un Plan Colombia para México operado por fuerzas de élite de EU. Fue rechazado. [12]
En el documento al respecto de 2022, el presidente Joe Biden estableció un vínculo entre la renovación de las fortalezas internas y la política exterior, la posición de EU en el mundo, buscó un enfoque integrado y coherente, priorizando la competencia estratégica con China en el ámbito global económico y político, e identificó a Rusia como un gran e importante desafío, pero geográficamente localizado. Es evidente que hubo una enorme subvaloración respecto de esta potencia global en emergencia, si bien es verdad que enfatizó igualmente la importancia o amenazas de orden trasnacional (cambio climático, lucha contra las pandemias, seguridad alimentaria, terrorismo, y no proliferación de armas nucleares), pero cooperando con China para enfrentar estas amenazas globales; no obstante, reconoció también la dificultad de construir espacios de cooperación, tanto con China como con Rusia, en estos y otros temas.
Un punto destacado es que, a pesar de la enorme complejidad y tensión acumulada a la fecha con la Federación de Rusia por su invasión a Ucrania, ello no ha alterado la pieza central del documento mencionado: la competencia geoeconómica con China, que ambos documentos, la ESN y la EDN, identifican como primera prioridad a desarrollarse en lo que llaman “una década decisiva” en la que enfrentan dos retos estratégicos para los cuales deben movilizar todos sus activos, sus fortalezas: la competencia económica estratégica con China, su único verdadero retador, por su capacidad sistémica para alterar el modelo de poder internacional, ya que desea controlar toda la región Indo-Pacífico, lo que cambiaría el equilibrio global; y Rusia que sigue representando un desafío sistémico europeo inmediato para EU y sus aliados, más allá de Ucrania y Europa del Este.
Es decir, la disyuntiva estadunidense se produce al nivel global entre dos necesidades imperiosas: la competencia estratégica y la cooperación internacional ante amenazas comunes, pero con dos retadores estratégicos.
El futuro de EU con el regreso de Trump
Ahora bien: la oferta central en campaña de Donald Trump fue: poner en práctica distintas propuestas que quedaron pendientes en su primer mandato, y revertir otras de su sucesor. Sobre lo primero, prometió abatir la inmigración terminando de construir el muro en la frontera sur con México, expulsar a todos los indocumentados, aplicar aranceles a las exportaciones y aumentar la producción de energéticos. Sobre lo segundo, propuso revocar la agenda de su sucesor sobre cambio climático, restricciones sobre armas, y protección para personas transgénero.
En el tema de inmigración indocumentada, el republicano habló de reforzar la seguridad nacional: “transferiremos porciones masivas de la aplicación de la ley federal a la aplicación de la ley de inmigración, incluidas partes de la DEA, ATF, FBI y DHS”. También prometió realizar la operación de deportación más grande en la historia de EU (después de haber propuesto en su mandato “tarjetas verdes” para los graduados en Estados Unidos), y cancelar las visas “para los simpatizantes de Hamas”.
Acerca de las organizaciones criminales, Donald Trump planteó que en este segundo periodo –que arrancará a mediados de enero de 2025– “pediría al Congreso que garantice que los traficantes de drogas y de personas puedan recibir la pena de muerte por sus ‘actos atroces’”. Y prometió “acabar” con los cárteles de la droga imponiéndoles embargos navales, cortando el acceso de los cárteles a los sistemas financieros globales y utilizando fuerzas especiales dentro del Departamento de Defensa para dañar a los líderes de las organizaciones.
Entre sus compromisos también está el de terminar “la horrible guerra de Rusia y Ucrania”. Además de su estrategia para detener las “guerras interminables” al prometer eliminar a los “belicistas”, los “fraudes” y los “fallos en los altos rangos de nuestro gobierno”, y reemplazarlos por funcionarios de seguridad nacional que defendieran los intereses de Estados Unidos. Nada ordenado y sistemático [13]. Lo que es un hecho es que la administración de Donald Trump gestionará los dos grandes riesgos globales.
El proyecto de Trump es más agresivo, aunque conciliador en el orden global. Aunque mantendrá su apoyo irrestricto a Israel. Y aunque el republicano planteó la necesidad de un ataque total contra Irán, luego de ser electo, rectificó y buscó al embajador iraní. Hoy, Medio Oriente y Europa Oriental son zonas de alto riesgo para detonar un conflicto regional generalizado o internacional que desborde hacia una contienda mundial. La política de EU debe ajustarse en ambos escenarios bélicos con sus aliados.
Estados Unidos está muy lejos de una reconstrucción estructural de su hegemonía y ello presagia conflictos y confrontaciones en donde el tránsito hacia un nuevo Orden Mundial está plagado de incertidumbre, política, económica y militar. México debe actuar con mucha prudencia, pues es previsible otro episodio de guerra económica y la insistencia de aplicar un Plan Colombia operado por tropas de élite. Hacia allá se encamina la presión política sobre la declaratoria de las organizaciones criminales como “terroristas”, e incluso, revivir la intentona de bombardear regiones de México con bandera falsa en dónde están los laboratorios de fentanilo, especialmente en el norte del país (mayo, 2022, The New York Times y El País, según Mark Esper, exsecretario de Defensa de Trump); o podría contenerse, pero ¿a cambio de qué? de militarizar desde México las fronteras norte y sur.
En todo caso, habrá presión diplomática para México si se recrudece la confrontación con Rusia y China-Irán. En un escenario así, posiblemente se haga una solicitud para que México ingrese a la OTAN.
La elección presidencial se resolvió en favor de Donald Trump por un amplio margen. Lo que podemos esperar en términos generales en el ejercicio del poder de una segunda administración está claramente delimitado en las líneas maestras aquí planteadas. México no pude esperar mucho menos.
REFERENCIAS
[1] Aron, Reymond: “La República Imperial”, Editorial Alianza, 3ª impresión, 1981.
[2] U.S. Department of State, 12 de octubre, 2022. Ficha Informativa. Español https://www.state.gov/translations/spanish/ficha-informativa-estrategia-
[3] Petreus, H. David, General: Guía de Contrainsurgencia del Comandante de la Fuerza Multinacional-Irak. Military Review, 2009, https://www.armyupress.army.mil/Portals/7/military-review/Archives/Spanish/MilitaryReview_20090228_art003SPA.pdf
[4] Torres, Jorge: “Nazar, la Historia Secreta”, El hombre detrás de la Guerra Sucia. Editorial Random House Mondadori, 2007.
[5] Ezcurra, Ana María: “Intervención en América Latina”. Los conflictos de baja intensidad. IDEAS, 1ª Edición, 1998.
[6] Calveiro, Pilar: “Violencias de Estado”. Siglo XXI, Editores, 2012.
[7] Mendoza Martínez, Fabiola: “El Pensamiento Neoconservador y la Estrategia de Seguridad Nacional de EUA en la administración de George w. Bush”. Tesis de Licenciatura, FCPS, 2010. Repositorio de Tesis. https://repositorio.unam.mx/contenidos/el-pensamiento-neoconservador-y-la-estrategia-de-seguridad/
[8] Zbigniew, Brzezinski, El Gran Tablero Mundial” Versión en PDF, https://geopoltica.yolasite.com/resources/Textos_Geopolitica/Brzezinski/.
[9] Mac Kinder, John Halford Sir: “The Geographical Pivot of History”, Amazón, Febrero, 2020.
[10] McCoy, W Alfred: “La Decadencia y Caída del Imperio Estadounidense”. Rebelión, 11 de diciembre, 2010. https://rebelion.org/la-decadencia-y-caida-del-imperio-estadounidense/
[11] García Encina, Carlota: “La Estrategia de Seguridad Nacional de la Administración Trump”, Real Instituto Elcano, 9 de abril, 2018. ealinstitutoelcano.org/documento-de-trabajo/la-estrategia-de-seguridad-nacional-de-la-administracion-trump/
[12] Serrano Carreto, María del Carmen: “La Estrategia de Seguridad de AMLO ¿De la Pacificación a la Militarización? Revista IUS, No. 13, No. 44, Puebla, julio-diciembre, 2019.
[13] Martínez, Alonso: “Las Propuestas de Donald Trump, candidato del partido republicano”. El País, 4 de noviembre, 2024.
Jorge Retana Yarto*
*Licenciado en economía con especialidad en inteligencia para la seguridad nacional; maestro en administración pública; doctor en gerencia pública y política social. Tiene más de 25 años como docente de licenciatura y posgrado; exdirector de la Escuela de Inteligencia para la Seguridad Nacional, del CNI. Ensayo basado en la ponencia presentada en la Universidad Anáhuac, campus Querétaro, el 7 de noviembre de 2024. Escuela de Relaciones Internacionales.