Han disminuido las informaciones acerca del narcotráfico, pero aumentado las declaraciones de cómo, supuestamente, se enfrenta ese flagelo. Claro, en ocasiones los horrores no se pueden silenciar, como en Jalisco, donde se han encontrado más de 50 muertos en un sitio inesperado.
También nos enteramos, ya sea por las redes sociales o algunas fotos, de los lujos con los que viven los hijos de Rafael Caro Quintero; el de Ismael Zambada, el Mayo –que de inmediato fue enviado a Estados Unidos–, y los de Joaquín Guzmán, el Chapo. En estos casos, los millones de dólares no fueron decomisados y los descendientes de criminales se pasean a sus anchas entre la aristocracia.
Pero eso sí, los funcionarios actuales dicen que no hay muchos problemas en el país en cuanto a violencia; que muy pronto se restaurará la legalidad en zonas o estados donde los mafiosos someten a las poblaciones, y que las llamadas autodefensas no tendrán cabida en el mapa social ya que la ley “tenemos que acatarla todos”.
Singular manera de creer que engañan con las declaraciones que hemos escuchado desde hace muchos sexenios. El asunto es viejo, tanto como la proliferación de burócratas metidos en las drogas y otros negocitos, como el que fuera procurador general, Enrique Álvarez del Castillo, quienes gobernaron Sinaloa (Leopoldo Sánchez Celis y Antonio Toledo Corro), y hasta el héroe olímpico, el general Humberto Mariles. De todo, como en botica.
Y justamente, cuando hay una batalla entre quienes ya no quieren someterse a los criminales y ven, con molestia, que las autoridades de cualquier tipo no defienden los intereses sociales y por lo tanto se organizan para defenderse –algo que ve con beneplácito Javier Sicilia, un luchador pacífico y ejemplar–, surge nuevamente la voz de un desautorizado en toda la línea: Felipe Calderón Hinojosa.
El becario de la Universidad de Harvard, que ha recibido una buena cantidad de galardones del país que más se beneficia con el narcotráfico y la nación que desea legalizar la mariguana por ser un negocio rentable, Estados Unidos, hizo declaraciones en Asunción, Paraguay.
Antes el ex había sido locutor de una carrera automovilística y luego de un juego de la pelota caliente (no confundir con la cocaína en bola). Lo que mostró, una vez más, que le interesa más el deporte que la gobernabilidad, algo que padecimos 6 años.
¿Qué dijo el autollamado hijo desobediente?
Una serie de tonterías, contradicciones, lugares comunes y, para inquietar a Peña Nieto, consejos para el sucesor.
Felipe expresó: “La acción contra el crimen debe enfocarse no sólo en la cuestión de la legalización de las drogas, sino en la sofisticación de los grupos criminales que se están adueñando de las instituciones” (sic desprevenida).
Nadie que haya leído al especialista Luis Astorga podría decir tal despropósito.
Las instituciones han estado al servicio de una buena cantidad de malosos. Por eso uno puede asegurar que la fuga de Joaquín Guzmán, el Chapo, se llevó a cabo no como apareció en el boletín de la Procuraduría General de la República, sino como lo relata un testigo de primera mano: J Jesús Lemus en su libro Los malditos (Grijalbo); es decir, con el apoyo de los carceleros y la Policía Federal en Puente Grande.
Tampoco es un descubrimiento que Rafael Caro Quintero salió no por errores de la justicia, sino debido a que la operación de los órganos judiciales dejaron hacer y dejaron pasar muchas cuestiones para que el capo emigrara y, lo más sorprendente, ¡es hora que no se le localiza!, sin importar los sofisticados programas de espionaje de nuestro vecino del Norte, que en ocasiones hace alharacas para cubrir el expediente…
Si se necesitaran otros ejemplos de negligencia, cooperación con personajes oscuros y ausencia de justicia, debería llamarle el señor Calderón a dos de sus leales que protegió en demasía: Genaro García Luna y Maricela Morales.
Por eso no tiene sentido lo que también afirmó Felipe: “La droga puede ser legal e ilegal, pero si la policía está asociada a los criminales, usted va a seguir teniendo problemas”.
Y no lo tiene, porque en territorios donde se despenalizó la mariguana: Holanda, parte de Estados Unidos y Uruguay, los adquirientes la consumen sin problemas. ¿Por qué entonces en México no? Muy fácil, debido a que las instituciones, de Los Pinos para abajo, no tienen contrapesos, no aceptan la gestión ciudadana, no hacen su labor transparentemente, no permiten supervisiones, como sucedió en el sexenio anterior en Petróleos Mexicanos, Luz y Fuerza del Centro y el Sindicato Mexicano de Electricistas y muchas otras oficinas que estaban al arbitrio del “señor presidente” y sus compadres.
Donde no se midió Calderón fue que al preguntarle acerca de los 70 mil muertos de su sexenio –fueron más, como todos sabemos– dijera que “la violencia no fue producto de la acción del gobierno, sino de las pugnas entre los grupos criminales por su expansión territorial”. Lo que descalifica a muchos que reclamaron las acciones del Ejército y la Marina contra ciudadanos inermes, protege a sus colaboradores que siguieron a pie juntillas sus órdenes y, lo peor, muestra que el Estado mexicano fue rebasado desde entonces para meter al orden a esos delincuentes que podían hacer de las suyas ante un gobierno débil, fallido, de caricatura o simplemente impotente para ejercer sus funciones.
¿Alguien contratará a este ignorante de la ciencia política, la estrategia militar y la concepción del Estado para alguna charla?
*Periodista