La Habana, Cuba. Primero fue una dura película para adultos protagonizada por un niño, luego el primer largometraje cubano animado en tercera dimensión (3D), y ahora un osado acercamiento a la ciencia ficción. La realidad del cine cubano hace recordar la célebre frase de Galileo: “Sin embargo, se mueve”.
Conducta (Ernesto Daranas), Meñique (Ernesto Padrón) y Omega 3 (Eduardo del Llano) son, hasta ahora, los grandes hitos del cine cubano en 2014. Filmes cuyo mayor mérito ha sido atreverse a romper esquemas y a diversificar las propuestas del séptimo arte.
Sus postulados evidencian el interés de los cineastas cubanos por desmarcarse de lugares comunes y clichés temáticos entronizados en la producción fílmica nacional: la comedia fácil, los tópicos de las maneras de sobrevivir, el folclorismo barato y el sexo per se.
Para algunos, Conducta es la película cubana más relevante desde el clásico Fresa y Chocolate (1994). El propio Daranas asegura a Prensa Latina que su filme es un llamado de urgencia a recuperar valores que se van perdiendo, y el público se ha identificado mucho.
Por su parte, Meñique rescata a un personaje que marcó a diversas generaciones de cubanos, y cuyas aventuras son lecciones de ingenio y virtud escritas por José Martí, héroe nacional de Cuba. Quizá el gran mérito de esta versión fílmica fue, precisamente, atreverse a encararla sin temerle a su magnitud.
“Esto no es Shreck, ni aspira a serlo: es una historia universal y cubana, que marca un antes y un después en la animación hecha en Cuba”, estimó Padrón, un veterano historietista que supo enamorar a artistas consagrados en este viejo sueño que ya es realidad.
La tercera propuesta, Omega 3, responde a los cánones del cine de ciencia ficción, un raro acercamiento a este género en una cinematografía demasiado regodeada en las miserias cotidianas.
Defensor de su obra, Del Llano reconoce además los proyectos de otros cineastas, como Carlos Lechuga, que planea una película seria de vampiros, o Daranas, quien prepara una comedia de época.
Vale recordar que, hace unos años, el cine cubano se adentró en el género zombi con Juan de los muertos, sobre una supuesta invasión de muertos-vivientes en La Habana, y una cuadrilla de inadaptados que en lugar de huir del problema trató de sacarle provecho.
Si a eso sumamos el pujante movimiento del cine independiente, la Muestra Anual de Jóvenes Realizadores y el festival de Cine Pobre de Gibara, resulta evidente el dinamismo de una generación empeñada en contar su realidad desde el séptimo arte.
Esto trae aparejado además un esperanzador rescate del hábito de ir al cine en Cuba, perdido por el deterioro de las salas, cierta caída en la producción tras la crisis económica de la década de 1990 y el auge de la piratería, fenómeno del que tampoco escapan los cubanos.
Algunos cineastas lo ven con indignación pero resignados: Eduardo del Llano adelanta que tratará de filtrar una copia de buena calidad para que, al menos, la vean con nitidez. Una iniciativa que parece cosa surrealista o, muy a tono, pura ciencia ficción tropical.
Charly Morales Valido/Prensa Latina
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