Desde hace años, en Colombia se padece una crisis política y de hegemonía, derivada de gobiernos corporativos y fascistas, que han logrado satanizar como enemigo interno a los comunistas. Esto ha hecho posible el clima de terror oficial y el exterminio físico de organizaciones políticas. El poder político, en manos de una “mafia” de familiares y amigos
En su larga lucha teórica y práctica contra el fascismo, Gramsci deja escrito en varios textos dispersos los elementos constitutivos de lo que considera el fascismo italiano, matriz de los demás fascismos europeos y posteriormente extraeuropeos. Aventuraré (corriendo el riesgo de la simplificación) algunas de esas características en las que coincide con otras tesis leninistas, sin que se agote esta apasionante discusión siempre tan actual.
Para Gramsci, el fascismo es un complejo formado por una amalgama de fuerzas sociales intermedias y de clases sociales, que surge en el seno de la burguesía monopolista (imperialista) como una solución totalizadora y de compromiso que une la política y la economía, con el fin de enfrentar una crisis económica internacional, resolver mediante la violencia física y armada las dificultades en la producción y el intercambio de mercancías y, pulverizar al movimiento obrero.
Si la lucha de clases ha precipitado la crisis económica, política y de hegemonía, amenazando el poder burgués, ella recurre a la coerción total, la represión y la muerte para restablecer su dominación y reorganizar la producción y la sociedad, convirtiendo este aspecto coercitivo en lo dominante; para lo cual, aprovecha el aparecimiento de un demagogo providencial que exacerba con una propaganda efectista y una simbología simple, los sentimientos de ira y frustración por la situación crítica que existe especialmente en las clases subalternas de la pequeña burguesía urbana y rural, en los “estratos más bajos de la clase obrera” y el lumpenproletariat. Así mismo, frente al internacionalismo espontáneo de los obreros, el fascismo incita el localismo más atrasado y el nacionalismo más irracional y feroz.
Paralelamente a sus reflexiones sobre el fascismo, el dirigente comunista y proletario Gramsci elaboró el concepto histórico social bastante innovador de Revolución Pasiva, con el cual caracteriza los cambios lentos, graduales y acumulativos, no rupturistas, inducidos durante generaciones y desde las alturas del poder en una sociedad burguesa como la italiana, tanto en la esfera económica como la institucional, con el fin de evitar una verdadera revolución social, y explicar el fascismo como un caso típico de Revolución Pasiva.
Con esta introducción y pensando en la sociedad colombiana intentaré también dar brevemente algunos elementos históricos que permitan entender el fascismo colombiano actual.
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Concluida en Colombia la guerra de los mil días (1902) con un tratado sellado entre los gamonales militares liberales y conservadores en un buque de guerra de los Estados Unidos, y con el cual Colombia legalizó la dependencia neocolonial de nuestro país al imperialismo emergente en los Estados Unidos, viene un periodo que se pudiera llamar hoy como el postconflicto de los mil días, que concluye con la siempre presente masacre de las bananeras en 1928 y la caída de la corrupta hegemonía conservadora en las elecciones de 1930. Los hechos más relevantes de este periodo son: la desmembración de la provincia de Panamá y el pago por parte de los EEUU de 22 millones de dólares a los gobiernos corruptos de Colombia como “reparación de víctima”. Las venganzas brutales de los gamonales militares conservadores con sus homólogos liberales, expropiación de tierras, fusilamientos, etcétera. El surgimiento de un embrionario partido socialista y revolucionario bajo las influencias de la revolución bolchevique en Rusia y en oposición dialéctica, el surgimiento de núcleos intelectuales de pensamiento fascista orientados por el pensamiento del fascismo europeo, en especial el nacional catolicismo español y las intrigas del Nuncio Apostólico en Bogotá para continuar impulsando las tesis anti bolcheviques de la Acción Católica propaladas por las bulas del Estado Vaticano y que concluyen con la división del obispado colombiano ente los seguidores de Guillermo Valencia y los del gamonal militar conservador Vásquez Cobo, y con la derrota electoral del conservatismo en 1930, sin que esto hubiese significado el apocalipsis que profetizaban los monseñores.
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En 1930, se da una intensa lucha ideológica y política llamada la revancha liberal, incluso con enfrentamientos armados entre los sectores clérico-militares-conservadores y el sector progresista del partido liberal en coincidencia con el naciente sector socialista que apoyaba una modernización de la economía colombiana, de la política y de la tenencia de la tierra, lo cual fue presentado por sus adversarios como la hecatombe apocalíptica. Este convulso periodo se cierra con el triunfo de las fuerzas conservadoras y falangistas en las elecciones de 1946 y con otra masacre inolvidable: el magnicidio del líder popular JE Gaitán, el bogotazo de 1948 y la represión oficial falangista contra los gaitanistas, socialistas junto con otras fuerzas de izquierda, que desembocó en una verdadera guerra civil bipartidista llamada la violencia del medio siglo o revancha conservadora, terminada con el pacto en las alturas entre el nacional católico (falangista) Laureano Gómez y el virrey de Estados Unidos en Colombia el liberal Lleras Camargo, quienes firman el pacto de 1957 para crear el reparto minucioso por mitades iguales del presupuesto nacional.
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Creado el régimen bipartidista del frente Nacional y la modernización del ejército colombiano mediante el pacto del Teatro Patria de 1957, se conforma un nuevo Bloque de Poder dominante cuya característica es también la modernización económica dependiente de la economía estadunidense, y el desarrollo del capitalismo en el campo junto con la obsesión por preservar el orden público por medio de las armas. En 1964 bajo la presidencia del borrachín Guillermo León Valencia, gamonal conservador admirador del caudillo español Franco, se inician una serie de ofensivas militares para erradicar los últimos vestigios de guerrillas liberales en Marquetalia que dan origen a las comunistas FARC, en el Carare donde surgen las Guevaristas del ELN y en el alto Sinú las del maoísta EPL; frente a las cuales el Estado emplea todos los medios de lucha en busca de su derrota, logrando alcanzar con algunas de ellas pactos de desmovilización. La principal característica de este periodo es el avance en el desarrollo del capitalismo y del mercado en todo el territorio nacional junto con la consolidación de la contrainsurgencia como doctrina estatal, que, en 1.968, durante el gobierno de Lleras Restrepo legaliza por decreto a los para militares, dando paso a una estrategia abierta de eliminación física masiva de dirigentes obreros y sociales de extracción comunista principalmente. Durante este largo y complejo período, se realiza en 1991 la Constituyente tri partita de Conservadores, Liberales y desmovilizados de las guerrillas nacionalistas del M19, que redacta una Constitución aperturista bajo los criterios del consenso neoliberal de Washington y trasnacionaliza la economía colombiana, y obvio, la clase dominante incluidos los renuentes terratenientes tradicionales, pero dejando intacta la estrategia contrainsurgente. Los paramilitares que se tornan semi legales, arrecian la eliminación física de dirigentes de izquierda y comunistas.
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Es también durante este periodo, cuando el narco tráfico que había iniciado su actividad en los primeros años de la década de 1970, con la exportación de marihuana acumulando enormes capitales en dólares, entra con inusitada fuerza una década después, y ya para mediados de la de 1980, prácticamente es una fuerza dominante de la economía y la sociedad colombianas. Es entonces cuando entra en conflicto con las autoridades antinarcóticos de los Estados Unidos y por ende con las colombianas y, con las guerrillas que no habían firmado acuerdos de paz y permanecían en armas como la FARC y el ELN por los territorios donde estas se encontraban y donde se cultivaba la coca, y se hacia el primer refinamiento del alcaloide. En algunas partes hay acuerdos para pagar el “impuesto del gramaje”; mientras que en otras zonas más pobladas se fusionan con los para militares oficiales para combatirlas, dando origen a una nueva versión política y militar de la contrainsurgencia Estatal: los narcos paramilitares; y dando origen a un nuevo avance en el disciplinamiento social y la reestructuración económica y social.
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Así llegamos a la última etapa de la revolución pasiva que legaliza el fascismo colombiano en 2002, una vez ha fracasado el proceso de paz del Caguán y el Estado colombiano en su conjunto ha aceptado ejecutar el Plan Colombia diseñado en Washington en 1997 durante el gobierno Pastrana: Los llamados narco paramilitares de Colombia son el terror del Estado ejercido por más de cuatro décadas en el marco de un régimen caracterizado como “democracia genocida”, por el sacerdote jesuita y sociólogo Javier Giraldo, y su legalización en 2002, no ha sido más que la consolidación definitiva del poder de un Estado Fascista en Colombia, para imponer definitivamente por medios extraeconómicos (guerra contrainsurgente) el libre mercado, la depredación de la naturaleza y los humanos, y propagar la pobreza de la globalización o mundialización neoliberal creada en el denominado “consenso de Washington” de 1989.
Es como lo dijera Dimitrov en 1935 mostrando el aspecto central del fascismo naciente: El poder del capital financiero imperialista: “la dictadura terrorista abierta y sanguinaria de los elementos más reaccionarios, más chovinistas y más imperialistas del capital financiero”.
Veamos entonces algo del aspecto económico y las relaciones de producción del Estado colombiano actual: El narco paramilitarismo estatal ha transformado tan violentamente en el lapso de los gobiernos de Pastrana, Uribe Vélez y Santos el paisaje social, económico y político de todo Colombia, mediante la acumulación de narco-capital surgido del despojo de millones de personas y de la naturaleza, que ha modificado completamente la sociedad colombiana actual de la siguiente manera:
En la esfera económica con nuevos renglones de explotación agroindustrial y minera, nuevas compañías aéreas, inversiones en sistemas de comunicación en varias ciudades intermedias y la introducción de sistemas de seguridad a través de la plataforma tecnológica de las telecomunicaciones y la informática. Ha ejecutado la más violenta contrarreforma agraria comparable a la que se hizo con la otra guerra, que eufemísticamente se ha llamado “la Violencia bipartidista del medio siglo” y de la cual surgió la estructura del Bloque de Poder contrainsurgente (BPC) dominante actualmente. Ha Potenciado la regionalización económica y ensanchando la frontera agrícola mediante la concentración irracional de la tenencia de la tierra útil para dedicarla a la rudimentaria ganadería de pastoreo y a cultivos empresariales trasnacionales de palma aceitera y otras plantaciones extensas; desplazando más de 6 millones de campesinos, indígenas y afrodescendientes, despojándolos de más de 6 millones de hectáreas de las mejores tierras cultivables del país, matando más de 1 millón de personas, estimulando la migración miserable a las ciudades y, la colonización de selvas protegidas para el cultivo de la coca; mientras en las grandes ciudades colombianas impuso el dominio implacable del “vivir del crédito”, la usura bancaria, la especulación rentística y la precarización laboral acompañada de un desempleo masivo, todo ello fuente de las ganancias y del engordamiento del omnipotente capital financiero trasnacional.
El análisis las nuevas capas sociales y clases que de allí ha surgido, muestra por un lado que en las ciudades, la oligarquía trasnacionalizada indistinguible (ya) de una burguesía mafiosa o lumpen, ha adoptado aceleradamente la ideología empresarial según el modelo global, convirtiendo a sus agentes principales en hombres McDonald de negocios, en importadores de capitales langosta; en financistas y banqueros, en lavadores de dinero, en industriales y empresarios urbanos, agroindustriales y agromineros, etcétera.
Mientras en el campo, las tradicionales relaciones del gamonal terrateniente con los campesinos y trabajadores del complejo rural urbano tradicional, se ha modificado radicalmente con el surgimiento de un “nuevo campesinado” más diverso, disímil y heterogéneo; conformado por una compleja y abigarrada constelación de diversas capas y clases sociales en movimiento, que abarca campesinos pobres, colonos, arrendatarios, peones y trabajadores agrarios, cosecheros, raspachines, artesanos de todo tipo, un gran sector de rebuscadores y vivanderos, así como de pequeños y medianos comerciantes y, de pequeña burguesía rural y semi urbana en desplazamiento, e incluso, un abundante grupo de desempleados en proceso de lumpenización donde la tenue línea de que separa lo legal de legal es imperceptible.
El pacto del Ralito entre el Estado colombiano gobernado por Uribe Vélez (AUV) con las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) en 2002 para “Refundar la Patria”, que incluyó el pacto de cúpulas para su desmonte “parcial” de algunas mafias paramilitares, si bien logró “extraditar a USA” a algunos de sus jefes (como narcos y no como paracos) y procesar benignamente a algunos peces gordos de la política y de la alta burocracia estatal, tanto nacional como departamental y municipal, pero no logró impedir que el capital narco paramilitar ya completamente lavado dentro del sistema económico formal de Colombia y el llamado sistema financiero nacional, siguiera fluyendo masivamente e irrigando todo el sistema económico de Colombia; como tampoco logró impedir que la simbiosis entre el amplio y abundante aparato de coerción del Estado colombiano y el narco paramilitarismo, tanto económico como ideológico, siguiera funcionando exitosamente para garantizar la acumulación continua del capital por el despojo, así como las condiciones de su seguridad.
En la esfera de la hegemonía veamos las más importantes características del fascismo colombiano:
Primero. No es sólo ese clima moral envenenado que rodea su implantación, del que habla Mariátegui, confirmado por la larga crisis de pudrición ética y moral del régimen establecido, ocultado o mejor develado medias y manipulado por el aparato de hegemonía dominante, y la propaganda de tipo “goebbelsiana” que todos los días y a todas horas muelen de manera infatigable los medios de comunicación oligárquicos y trasnacionales sobre la psicología de las capas medias urbanas y rurales; la pequeña burguesía y demás clases sociales subalternas, para generar esa base social amplia al régimen de dominación y explotación dominante, y, a un innombrable “elegido” por un poder ultraterrenal que es protegido mágicamente por un extraño efecto teflón; y quien como en los casos de los “caudillos” Franco (España) y Salazar (Portugal) no ha necesitado recurrir a realizar las millonarias manifestaciones de Mussolini o Hitler. Le han bastado la figuración mediática diaria en periódicos y emisoras, sus escándalos impunes, sus trinos estratégicamente reproducidos y sonados y, en época de elecciones las encuestas de popularidad.
Segundo. Podemos también observar, cómo a la larga y tórpida crisis política y de hegemonía, que se ha tratado de solucionar con una variedad criolla de unión de lo político con lo económico en un gobierno “corporativo y gremial”, claramente fascista.
Tercero. Cómo se logrado aglutinar exitosamente a la población subalterna en torno al odio irracional a cualquier opositor al régimen, previamente estigmatizado o satanizado como enemigo interno comunista, o terrorista, y que ha hecho posible el clima de terror oficial que hizo posible el exterminio físico de organizaciones políticas legales como la Unión Patriótica o la Marcha Patriótica y que facilitó la pulverización de la clase obrera organizada. Paso este que según los análisis clásicos del marxismo es considerado como fundamental para el triunfo del fascismo (diferente de los análisis hechos por los socialdemócratas que siempre tratan de ocultar este hecho de la lucha de clases).
Cuarto. El entrelazamiento de la política gubernamental con organizaciones religiosas tradicionales fascistas como el Opus Dei, y Tradición Familia y Propiedad, etcétera.
Quinto. La exaltación del patrioterismo nacionalista que genera un ánimo agresivo y un estado de zozobra en contra de los países vecinos, acusándolos permanentemente de ser los responsables de los problemas internos de Colombia.
Sexto. Cómo se gobierna con una mafia de familiares, de amigos y asociados que se posicionan unos y otros en los altos cargos gubernamentales y usan el poder gubernamental y la autoridad burocrática para proteger a sus amigos de la responsabilidad de rendir cuentas de sus enjuagues corruptos con los que se apropian descaradamente de los recursos y del tesoro nacional, así como burlan la justicia por sus crímenes de guerra (impunidad ciento por ciento asegurada).
Séptimo. Control total del aparato electoral que ha permitido y permite toda suerte de delitos electorales en favor de los candidatos puestos por el narco capital, la realización de elecciones fraudulentas, y estimula la creación de partidos electorales o de garaje. Así como ignora las amenazas a candidatos opositores e inclusive calla su asesinato, todo en el marco de un aparente régimen democrático y parlamentario (democracia genocida).
Octavo. Cómo se obliga al exilio (cuando no se les mata) a Intelectuales y escritores críticos opuestos a la verdad oficial y se trata de generar una atmósfera de “amnesia colectiva”, mediante la creación de una “neo lengua tecnocrática” difundida por todos los aparatos de hegemonía; hasta llegar al extremo de que las vocales A y O de la lengua castellana, han sido reemplazadas por el signo @, o por una equis.
Y en cuanto a la coerción, vemos:
Primero. Cómo se ha ido eliminado el sindicalismo democrático y clasista.
Segundo. Cómo se ha penalizado la protesta social o el derecho de huelga, para no detenerme en los demás derechos sindicales.
Tercero. Cómo se ha hostilizado a las organizaciones que defienden los Derechos Humanos y perseguido y eliminado a sus promotores y sus informes.
Cuarto. Cómo se ha convertido el Aparato Judicial y la propia Fiscalía en una agencia política y clientelista de la presidencia y las mafias políticas como la de Vargas Lleras actualmente.
Quinto. Cómo se ha militarizado la sociedad sobre un clima psicológico permanente de guerra y expansión del militarismo.
Y sexto, tal vez el más importante: cómo se ha fortalecido con inmensos recursos económicos propios y de los Estados Unidos/ OTAN, la máquina militarista y su correlato ideológico el militarismo, que consume el 5 por ciento del presupuesto de la nación y tiene 500 mil hombres armados más cerca de 4 millones de personas relacionadas con dicho aparato militar, y que ahora siguiendo el típico libreto del fascismo se convierte en una amenaza real para los países limítrofes que no compartan su modelo de sociedad, especialmente Venezuela, Nicaragua, y Ecuador al que piensa proteger.
Dígame estimados lectores: Si esto no es Fascismo, entonces ¿Qué es?
Alberto Pinzón Sánchez/Telesur
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