El Imperialismo global recurre a la guerra interimperialista para resolver la crisis producida por sus grandes contradicciones en el mundo.
Siempre he recurrido a la imagen de Venezuela y Colombia como dos hermanas siamesas unidas por la columna vertebral y, por consiguiente, cada una mirando hacia distinto lado. Sin embargo, las múltiples contradicciones histórico-sociales que se remontan a la lucha anticolonial de Bolívar, Santander y Páez, y al ascenso al Poder de los respectivos bloques históricos burgués-terrateniente en cada uno de los nuevos Estados surgidos, tuvo características propias, disímiles y complejas difíciles de narrar someramente, pero que en lo esencial coincidieron durante siglos en afianzar las dos formas inseparables de explotación y opresión características del capitalismo dependiente en desarrollo en la región. Contradicciones que nunca llegaron a tener las características antagónicas alcanzadas actualmente, sino más bien de sinergia secular en dicho desarrollo.
Es en 1998, a raíz de la elección del comandante Hugo Chávez a la Presidencia de Venezuela con su clara visión popular, integracionista y anticolonialista del mundo inspirada en la palabra y obra del libertador Simón Bolívar, que subvirtió claramente el secular dominio y explotación del Imperialismo anglosajón en el llamado patio trasero de Estados Unidos, cuando la contradicción empieza a caminar hacia una insolubilidad, ya claramente planteada en 1997, un año antes de su elección, en el conocido y muy citado Informe Santafé IV. Latinoamérica hoy. 1997, donde los sectores más reaccionarios estadunidenses fijan los lineamientos más importantes de su política exterior hacia el mundo, especialmente para Latinoamérica, y en donde sin eufemismos se ubica al Bolivarismo y al comandante Hugo Chávez como incompatibles, y como una muy seria amenaza para Estados Unidos y su política internacional (ver documento: www.clarissa.it/…/scarica.php?…20040331185340SANTA_FE_I).
En Colombia se daban los albores del proceso de paz del Caguán entre las FARC-EP y el gobierno de Pastrana apoyado por el gobierno Clinton en Estados Unidos, el que desembocó en su fracaso y en la pavimentación del camino al Poder a Uribe Vélez en las elecciones presidenciales del 2002. De ahí en adelante, la belicosidad de Colombia hacia Venezuela, impuesta por los sucesivos gobiernos estadunidenses a los sucesivos gobiernos cipayos colombianos, no hizo sino aumentar paulatinamente; no sólo en agravios e injurias sino también en los hechos, como se puede comprobar en un simple repaso de las relaciones bilaterales entre los dos países hermanos hasta el día de hoy.
Uno de los efectos más perversos y destructores fue la creación por el equipo de propaganda goebbelsiana del uribismo (recordemos el Estado de Opinión de José Obdulio, el primo de Pablo Escobar) de la “matriz mediática del castrochavismo”, diseminada profusamente por todo el mundo hispanohablante e incluso replicado por el franquismo español, pero que en Colombia se convirtió en una aplastante ideología oficial que, incluso, llegó a hegemonizar a la mayoría de la llamada “izquierda colombiana” y a sus candidatos presidenciales en las pasadas elecciones presidenciales de 2018, y cuyo sustento ideológico consiste en que el Bloque de Poder Dominante (BPCi) en Colombia, del cual forma parte el gobierno de Estados Unidos, sabe muy bien –y así lo impuso con todo su peso cínico en el imaginario social– que cada paso exitoso o logro del gobierno venezolano en evitar o superar la desestabilización y el cerco político, económico, diplomático y militar que se le ha tendido, es altamente contraproductivo para sus intereses imperialistas en Colombia. Este es entonces el carácter “antagónico e insoluble” al que ha llegado la contradicción entre los gobiernos de Venezuela y el cipayaje colombiano: uno u otro.
Pero miremos un poco más lejos. Es una ley tendencial que el Imperialismo global recurre a la guerra interimperialista para resolver la crisis producida por sus grandes contradicciones en el mundo en disputa con la otras potencias imperialistas de cada época. Tendencia actual que se ha agudizado a partir de la demoledora crisis capitalista iniciada en 2008 y de la cual hoy, 10 diez años después, no se ha salido.
Desde la crisis de Cuba en 1962, nunca antes el mundo había estado ante un cataclismo nuclear como en la reciente crisis atómica de Corea, y en la prolongación de la horrorosa guerra en Siria y alrededores que se pretende llevar hasta Irán. Se camina en la cuerda floja, con avances y retrocesos y se hacen experimentos de múltiples variables de guerras de baja y mediana intensidad, antes de llegar a la Guerra de Gran Intensidad (GGI) o atómica, y el Estado y Gobierno estadounidense parecen decididos a utilizar todas las formas de lucha para no perder su hegemonía global o a compartirla un sistema “multipolar”.
El escenario más reciente es que al parecer los gobiernos de las dos Coreas están dando pasos serios para evitar la escalada bélica y los países concernidos en la guerra de Siria, sin la presencia de Estados Unidos, al parecer han acordado darle un final “pactado” a dicha guerra y evitar una confrontación militar a gran escala para definir su final, con lo cual hay que poner la mira en otro punto más fácil, manejable y doméstico, donde la influencia de otras potencias no sea tan marcada, intensa o peligrosa. Digamos, en el patio trasero.
Pero además, hay otra experiencia repetitiva y muy deletérea en la política imperialista de Estados Unidos: la de desatar una guerra lejana exitosa poco antes de unas elecciones presidenciales con el fin de recoger la opinión y los votos “nacionalistas” que con ella se obtengan. Hay innumerables ejemplos de ello. También hay ejemplos de guerras lejanas provocadas además de las ganancias económicas, con el segundo objetivo de desviar la atención pública de los problemas judiciales en los que pueda estar involucrado el presidente de turno. El caso de Bill Clinton quien, además de las guerras de Kosovo y Bosnia, desató la guerra de Irak para salir del affaire de la felación Lewinsky, es ejemplar. Y este ejemplo político adquiere características dramáticas en el caso del actual presidente Trump pues, si pierde las elecciones legislativas en el próximo noviembre y la mayoría republicana en la Cámara, es muy probable que se le inicie un impeachment (juicio) que lo sacaría definitivamente de la Casa Blanca. En breve: Trump necesita una guerrita manejable y rápida que le aporte créditos no sólo políticos sino además de ganancias económicas también geoestratégicas como por ejemplo el petróleo y el lago de Maracaibo.
Ese es precisamente el final del cerco que el analista Marco Teruggi en su artículo de Telesur recuerda citando lo dicho por el agente “JJ Rendón en una reciente entrevista, donde afirmó que la única posibilidad de derrocar al gobierno de Maduro es a través de una intervención” –según él, quirúrgica, limpia, veloz– (https://www.telesurtv.net/opinion/Con-el-arma-cargada-por-que-no-han-intervenido-20180920-0022.html). Lo que coincide, en lo fundamental, con lo analizado en el Portal Misión Verdad, especialmente en el articulo: http://misionverdad.com/la-guerra-en-venezuela/intereses-y-razones-por-las-que-colombia-busca-prender-un-conflicto-con.
¿Qué los detiene a pesar de tener todo listo, pregunta Teruggi?
No es la visible la falta de unidad en el Bloque de Poder dominante en Colombia. Por el contrario, la evidencia muestra una plena coincidencia entre ellos e incluso sectores de la izquierda dominados por el apabullante cuento ideológico del castrochavismo. También coinciden con el secretario de la Organización de Estados Americanos (OEA), Almagro, y cuentan con los refuerzos de Vivanco de Human Rights Watch, y con la omnipotencia militar y difícilmente derrotarle de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Lo que Chuki Santos llamaría “tener los astros alineados”.
Pienso que deben estar pensando en las proféticas palabras del mariscal Clausewitz: “En la guerra la única ley que opera es la del azar” y, en el qué tanto de esa guerra, que posiblemente sea de resistencia popular diluida, se va a librar en territorio colombiano. En suma, como lo sentencia el conocido refrán: que cualquiera puede iniciar una guerra, pero no sabe cómo terminará… En eso deben estar pensando.
Alberto Pinzón Sánchez*
*Médico, antropólogo y ensayista colombiano
[ANÁLISIS][INTERNACIONAL]
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