La decisión del magnate-presidente, Donald Trump, de ordenar el regreso de más de 2 mil soldados estadunidenses que combatían en Siria dejó perplejo al mundo político. En efecto, el secretario de Defensa de ese país, James Mattis, presentó su renuncia luego de calificar la retirada de las tropas como un “error estratégico”.
Comienzan a evidenciarse algunas fisuras dentro del gobierno de la Casa Blanca, pues mientras los generales y altos mandos militares rechazaron con vehemencia la decisión del presidente Trump, los rangos medios y bajos del ejército celebraron el anuncio. Analistas coinciden en asegurar que el repliegue de las Fuerzas Armadas en Siria obedece a una estrategia mediática del presidente para apaciguar el caldeado ambiente interno. Nada tiene que ver como lo manifestó el propio Trump que “Estados Unidos venció a ISIS y que, por tanto, su misión en el Oriente Medio estaba concluida”. De hecho, sucede todo lo contrario: las fuerzas rebeldes han tomado un segundo aire y se preparan para una arremetida en la República árabe. Quizás la razón fundamental es que Estados Unidos quiere evitar una humillación similar a Vietnam, aún más si se considera el poderío antiaéreo ruso. Con todo, la retirada de las tropas estadunidenses puede abrir una ventana de oportunidad para una salida negociada de las confrontaciones.
De hecho, la guerra en Siria es uno de los conflictos actuales más virulentos si se toma en consideración el número de actores involucrados, los delicados equilibrios de poder y sobre todo la cantidad de muertes y daños físicos ocasionados. Así, se calcula que en casi 9 años de confrontaciones (2011-2019), más de 500 mil personas han perdido la vida, de los cuales cerca del 43 por ciento son civiles y dentro de ellos miles de niños.
Este panorama muestra lo complejo de la situación, ya que además de las diversas facciones en combate y de las truculentas alianzas, cada día se suman nuevos actores e intereses que parecen complicar aún más la situación. Y a pesar de que Estados Unidos haya anunciado su retiro de Siria, no debe descartarse que esto pueda ser un artilugio para continuar la guerra por otros frentes.
Dentro del transcurso de la guerra, varios grupos (legales e ilegales) se han unido paulatinamente a los bandos en confrontación; otros prestan ayuda humanitaria como es supuestamente el caso de los “cascos blancos”. Esta organización creada a principios de 2013 como una “fuerza humanitaria alternativa”, actúa en los territorios afectados por la violencia en Siria y sus fronteras. Su objetivo es prestar ayuda a las víctimas y rescatar a los inocentes que se encuentren en fuego cruzado. Con más de 3 mil 700 voluntarios, los “casos blancos” participan en actividades de rescate como lo manifiesta su principal responsable, Raed Saleh. La organización ha adquirido un amplio reconocimiento internacional luego de ser nominada al Nobel de paz en 2016 y de haber conseguido, por su supuesta labor humanitaria, el “Nobel alternativo” de la fundación sueca RigthLivehood.
A pesar de su prestigio, pocas veces se difunde el verdadero origen de los “cascos blancos”. En los albores de 2013, el exoficial del ejército británico James Le Mesurier, comenzó a entrenar a los primeros “defensores civiles” en Turquía. Por esa razón, en contravía de la opinión occidental mayoritaria, el origen de la Guardia Civil Siria tiene una clara influencia militar. De hecho, Le Mesurier sirvió en la infantería de su país durante campañas en Bosnia, Kosovo e Irlanda del Norte para luego realizar consultorías en temas de seguridad y contraterrorismo en Estados Unidos, Gran Bretaña y Emiratos Árabes Unidos. De esa manera, el padrino de los “cascos blancos” hace parte de uno de los actores activos en el conflicto y es un agente que sigue sirviendo a los intereses de su nación.
De ahí que resulte inverosímil creer que los “cascos blancos” son una fuerza humanitaria y “neutral” en el conflicto. Por el contrario, son una organización apoyada no sólo por los gobiernos occidentales que la financian económicamente sino además por la academia de artes de Estados Unidos que en 2017 le otorgó un premio Óscar a un documental que enaltecía de manera exagerada y poco crítica a la mal llamada organización humanitaria. Esta sobreexposición en los medios masivos ha provocado que los “cascos blancos” se hayan transformado rápidamente en los héroes del conflicto. Sin embargo, en varios videoclips han que quedado delatados como auténticos actores y productores de falsos rescates. Por ese motivo, la organización ha devenido en una empresa audiovisual que, amparándose en supuestas acciones humanitarias, oculta una clara tendencia política que favorece los intereses de las grandes potencias occidentales involucradas en Siria. No debe perderse de vista también que la página web de los “cascos blancos” pertenece al grupo de abogados TheSyriaCampaign, registrada en el Reino Unido.
Los mal llamados “guardias civiles” han jugado un doble papel en el conflicto en Siria. Por una parte, se han transformado en un medio eficaz para desprestigiar las acciones defensivas del gobierno de Bashar Al Assad y el ejército ruso y, por otra, han ocultado los vejámenes y graves afectaciones que han provocado las matanzas perpetradas por los gobiernos extranjeros, es decir, sus aliados. Toda esta pantomima se realiza mediante videos editados en los que se presentan como “salvadores humanitarios”. No obstante, han circulado una serie de videoclips en los que se evidencia su claro respaldo a la doctrina occidental lo que se transforma en ejercicios de provocación que profundizan el círculo de violencia, con lo cual, su aporte a la solución del conflicto ha sido casi nula.
Su discurso “neutral y antibelicista” no pasa de ser una estrategia para granjearse el apoyo de incautas empresas mediáticas de occidente. En videos han quedado registrado miembros de los “cascos blancos” con armas e incluso apoyando a facciones de grupos como Al Qaeda. No debe olvidarse que el principal financiador de la organización terrorista fue y ha sido el Pentágono. Entonces, bajo la cobertura y prestigio que da ser un “grupo de voluntarios que realiza acciones humanitarias”, los “cascos blancos” han ocultado terribles crímenes y han brindado apoyo a grupos que han causado daños irreparables a la población civil. Es curioso que la organización sólo opere en zonas controladas por el Frente Al Nusra (vinculado a Al Qaeda) y que múltiples organizaciones incluidos los Médicos Suecos por los Derechos Humanos hayan catalogado de falsos los procedimientos que observaron en un producto audiovisual elaborado por los “cascos blancos”. Todas estas evidencias dan muestra de las acciones acomodadas de la supuesta organización humanitaria.
Sumado a lo anterior cabe resaltar el apoyo que los “cascos blancos” han recibido de Estados como Israel. En efecto, luego de la falsa acusación en contra del gobierno sirio de utilizar armas químicas en Duma, al este de Damasco (algo que nunca pudo probarse), el falso grupo humanitario tuvo que huir del país demostrando de esa manera quiénes financiaban sus actividades de desprestigio y falsa propaganda. El primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, apoyó la evacuación de al menos 800 miembros de la organización y sus familias de Siria a Jordania, comprobando que los “cascos blancos” no son ningún grupo neutral o apolítico. Por el contrario, es evidente sirven a intereses particulares, pagados a sueldo por sus jefes que están en cómodas sillas en Washington, Londres y Ottawa.
La pregunta que salta a la vista es ¿qué nivel de independencia puede tener una supuesta organización humanitaria que es financiada por las grandes potencias del mundo? El principal donante de los “cascos blancos” es la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) que aportó más de 23 millones de dólares en 2015. Por su parte, el ministerio británico de relaciones exteriores reconoció un aporte de cerca de 3.5 millones de libras esterlinas para apoyar a la llamada defensa civil siria, lo que se suma a otros donantes de Japón y Dinamarca e incluso el magnate George Soros. Así pues, queda confirmado que los “cascos blancos” no son ninguna “fuerza humanitaria” sino que se asemejan más una clase de agitadores profesionales y productores de audiovisuales financiados por poderosos gobiernos que buscan cumplir con sus más bajos intereses, pasando por encima incluso del dolor de las víctimas.
La estrategia con este grupo es llevar el “conflicto por otras vías”, convertir la guerra en un espectáculo y presentar a occidente como “salvadores humanitarios”. Sin embargo, el efecto ha sido contrario a lo propuesto pues buscando atacar y desprestigiar a los gobiernos de Siria y Rusia, lo único que han conseguido es perder credibilidad de las acciones que realizan supuestamente de manera desinteresada. Lo curioso es que los “casos blancos” no han ayudado a las víctimas que apoyan el gobierno de Al Assad, por lo que su “acción humanitaria” es selectiva y discriminatoria. Con todo, lo único que la defensa civil siria ha podido hacer es profundizar las acciones belicistas en el territorio.
Para resumir lo antes dicho, es necesario decir que la autodenominada defensa civil siria no es una auténtica y genuina fuerza democrática comprometida con la solución al conflicto en Siria como los medios e incluso el cine la han querido presentar. Los “cascos blancos” tienen una cara oculta que se caracteriza por ser una organización infiltrada y financiada por gobiernos extranjeros que persiguen ganancias e intereses específicos que se basan en la prolongación del conflicto. La ambición de las grandes potencias occidentales lideradas por Estados Unidos y el Reino Unido demuestran una vez más que la guerra es un negocio lucrativo y que no les importa pasar por encima de las víctimas que hipócritamente dicen defender. Mientras tanto la población sigue en medio del fuego cruzado resistiendo las terribles consecuencias de una guerra que no parece llegar a su fin.
Rodrigo Ortega/Telesur
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