Los cuentos del Estado. Así llamamos a las historias que se inventaron autoridades para fabricar culpables. Por miless ocurrieron durante los años del viejo régimen. Personas que no tenían nada que ver en la comision de algún delito terminaban “confesando” un hecho en el que jamás participaron.
En este espacio de Contralínea hemos documentado tantos casos que podemos hablar de un modus operandi de las autoridades ministeriales y judiciales. La mayoría de los chivos expiatorios en los que se cebó el Estado mexicano y varios medios de comunicación tienen una condición: son pobres y carecen de influencias políticas. En algunos casos, participaban en organizaciones sociales con demandas políticas de izquierda.
Documentamos en esta esntrega con mayor profusión un caso del que ya nos habíamos referido. Se trata del de Noé Robles Hernández, injustamente preso hasta nuestros días. La historia se ha reconstruido de entrevistas con la víctima y del Dictamen Me?dico Especializado para Determinar Probable Tortura, Tratos Crueles, Inhumanos y Degradantes, documento que se inclye en la causa penal 6/2019-V, antes 157/2015-II.
“Qué onda con este hijo de su puta madre. Este güey va a cantar, nosotros hacemos cantar hasta las piedras, ya lo estamos aflojando…”
No le muestran orden, ni le dicen el motivo de la detención. Narra Noé:
“…Sacan armas de fuego, me apuntan. Yo les digo que bajen las armas, que por qué me apuntan, que quiénes son. Cuando ya están muy cerca de mí y me someten, uno de ellos me toma por la ropa, me tira al suelo y lo primero que me dice es: ‘Hasta que te agarramos, pinche Cua Cua. Y me pregunta: ‘¿Por qué mataste a Martí? Yo le contesto: ‘Yo no maté a nadie’. Me pega con el cañón de la pistola en el ojo y me esposan hacia atrás…”
Señala que entonces lo levantan en vilo hacia la esquina donde habían previamente detenido a su cuñado. Antes de llegar a la esquina aparecen decenas de policías encapuchados, uniformados, con armas largas. Se apean de vehículos, camionetas, con el logotipo de la Policía Federal y se paran sobre la calle La Mora. Lo suben a una de las camionetas.
Una vez en el vehículo oficial comienza la intimidación sicológica. Le muestran fotos de su familia y le dicen que tienen a todos ubicados. La camioneta se enfila rumbo la ciudad de Cuernavaca, Morelos.
El policía que intimida a Noé le dice que conoce a su madre y a su familia en general. Se dirige a él con toda familiaridad, como si lo conociera, como si fuera un amigo. Otros oficiales le dicen que “ya valió madres”, que va rumbo a la cárcel. No es golpeado en estos momentos.
“Llegando a la autopista se vuelven a parar y me cuestionan que dónde está [Abel Silva] Petriciolet. ‘¿Dónde está Petriciolet?’. Les repito que no lo conozco, entonces me dicen que yo con Petriciolet y otros habíamos sido parte de la banda de Los Tiras. Pero yo en todo momento lo negaba, pues no es verdad. Aparte de que no conocía a las dos personas que me mostraron, no sabía ni entendía en ese momento a quién se referían como Petriciolet.”
Noé señala que se separan de él unos 4 minutos. Estaba sorprendido, impactado y con miedo. Pensaba en las fotografías de los integrantes de su familia que le habían mostrado y en las amaenazas de que ellos “pagarían las consecuencias”: que le quitarían a sus hijos, encarcelar a su abuela, hermanas…
Le preguntan por Abel. Responde que no conoce a ningún Abel. Lo llevan a una casa donde le muestran unas fotos y le dicen tiene que decir que pertenecía a una banda de secuestradores. Noé no alcanza a dimensionar que está siendo sometido a la creacion de pruebas ilícitas en su contra.
“Llegamos a una especie de fraccionamiento y uno de la camioneta que iba adelante le dijo a la persona que cuida y abre el portón que abriera. Abrió y entramos a una especie de privado. Llegando a la penúltima o antepenúltima casa se pararon, en un domicilio, una casa. Reventaron la puerta de herrería. A a la de madera no más le dieron una patada y entraron. Cuando sale uno de los oficiales le dice: ‘Comandante, mire lo que encontramos’. Y le enseña unas fotografías. Eran como para credencial, de esas grandes a color. El comandante me dice: ‘¿No que no estaba aquí?’. Y me las da, yo veo y reconozco al de la fotografía, el de la fotografía era Abel, una persona que había sido mi vecino hacía mucho tiempo en la colonia donde yo crecí, San Lorenzo Tezonco, Iztapalapa.”
Noé explica que conoció a Abel Silva Petriciolet porque había tenido un puesto, de enseres para el hogar, como lavadoras. Pero no tenía amistad con él. Ni siquiera se sabía sus apellidos. “Lo veía pasar y lo saludaba: ‘Hola’, como cualquier vecino, pero no había una relación. Ahí fue cuando yo le dije al comandante: ‘Ah, sí lo conozco’. La respuesta fue: “¿Ves que sí lo conoces güey?’. Fue la única palabra que me dijo como grosería. Y siguió: ‘Bueno, tú junto con él y otros que te vamos a decir… vas a decir que eran parte de la banda de Los Tinas y que en la banda Los Tinas secuestraste a Laura Zapata junto con ellos y después junto con él formaste una banda que se va a hacer llamar la banda de Los Petriciolet’…”
En esos momentos suena el teléfono celular de Noé. Ya se lo habían quitado los policías pero se lo dan con la orden de que consteste la llamada. Quien llama es la señora que le renta la casa en Xochimilco. “Le digo: ‘Bueno’, y luego, luego, me dice: ‘Noé, qué está pasando, qué es lo que está pasando en mi casa, por qué está la policía’. Me quita el teléfono el comandante Alfonso Olmedo Villarreal y le digo: ‘Es la dueña de la casa’. Él me dijo que ya habían liberado las víctimas. Yo no entendía a qué se refería con eso. Entonces le dice por teléfono Olmedo a la señora: ‘No se preocupe, no se acerque. Nosotros la vamos a buscar. Por favor no se acerque a la casa. En su casa se estaba cometiendo un delito y nosotros le avisamos’. Y le cuelga.”
Empiezan entonces la tortura y los tratos denigrantes e inhumanos para que proporcione una confesión inculpatoria. Lo desnudan completamente y lo amarran de pies y manos. Lo comienzan asfixiar con una bolsa que le colocan en la cara. Quieren que confiese que pertenece a la banda de Los Tiras y Los Petriciolet. Le dicen en este moemtno también están torturando a miembros de su familia. Noé accede por un momento a decir lo que la comandante le pide, pero también le dicen que tiene que confesar la muerte de Fernando Martí. A ello no accede y lo comienzan a torturar con un trapo en la cara, vertiéndole agua para que se ahogue:
“…La comandante principalmente me dijo: ‘Vas a decir que junto con Abel y otros que después te diremos formaste la banda de Los Petriciolet y que ustedes secuestraron y mataron a Fernando Martí’. Les dije que no, que no iba a decir eso. Uno de ellos me puso una bolsa de plástico. La agarró por detrás. Yo estaba mal. Me empecé a mover y me pegaron en el estómago. Me empecé a ahogar, a asfixiar. Agarro aire y me vuelve a decir: “A ver, hijo de pinche madre, esto mismo le deben estar haciendo a tu familia porque ya nos metimos a la casa de Lencha, ya traemos a Lencha’. Mi abuela se llama Lorenza y yo de cariño le decía Lencha. ‘Ya traemos a Gabriela’. Y yo con aire les digo: ‘Yo no voy a decir eso, no voy a decir eso’. ‘¿Ah no, hijo de tu pinche madre?’ De nuevo me vuelven a poner la bolsa y me vuelven a dar el mismo procedimiento, a golpearme. Me pegaron en la boca del estómago. Eso lo hicieron cuatro o cinco veces…”
En medio de la tortura Noé les dice: “Sí está bien, está bien, ya”. Les dice que dirá que fue parte de la banda que quieran. La respuesta es: “No, puto. No queremos que digas de Los Tiras, culero. Queremos que digas que tú participaste en el secuestro y en el homicidio de Fernando Martí”. Les dice que no se echará esa culpa. Que no dira eso.
“Entonces cambian la forma de torturarme. Uno de los que estaba a mis espaldas me pone un trapo, tapándome la cara, la nariz y la boca. Los ojos los llevaba vendados. Y de repente empiezan a verter agua sobre mi rostro, sobre el trapo y empiezo a sentir que me muero…
“… Me agarra la comandante y me pega: ‘No te hagas pendejo, hijo de tu puta madre; te estamos diciendo que ese niño lo mataste tú, culero’… Se suben varios encima de mí y el gordo ese aplastándome las piernas. Otros tomándome los tobillos. Eran varios. La comandante estaba junto a mí. Seguía diciéndome: ‘Y tu mamá se va a morir, hijo de tu puta madre’. Ya en la última que me alcance a mover les dije: ‘Sí, sí, está bien; yo lo maté’. Me levantan: ‘Ya ves, güey, hijo de tu pinche madre’. Y me dan un zape. ‘Hijo de tu pinche madre, güey; tanto que nos hiciste batallar, culero. De todas maneras lo ibas a decir, culero’. Yo no hablaba, estaba aterrorizado, tenía mucho miedo…”
Lo llevan al centro de mando de la Policía Federal, en Iztapalapa, para que reconociera algunas personas:
“La pararon y me empiezan a decir: ‘¿Quién es este güey?’ ‘No, señor, no sé quién sea’. ‘No te hagas pendejo, güey, si tú lo conoces. ‘No sé quién sea, señor’. ‘A ver, ¿y este otro?’. Y así me pusieron varios.”
Ante las presiones y luego de la tortura, le dijeron: ‘¿Verdad que éste es Abel?’ Finalmente dijo que sí era Abel y que a otro que le presenytaron y que tampoco conocia era el jefe de la banda.
Tal “confesión” se realilzó sin abogado defensor y fue conseguida por medio de la tortura, la intimidación y la amenza de que torturarían a miembros de su familia.
“Ahí [en el cento de mando de la Policia Federal] me tuvieron toda la noche; fue donde me hicieron realizar el video de la supuesta confesión.”
Lo que siguió fue violar la presunción de inocencia. Presentaron a Noé ante los medios de comunicación para que lo cuestionaran sobre la muerte de Fernando Martí.
“Me regresan al cuarto, entra [Luis] Cárdenas [Palomino] y me dice: ‘Mira, güey, te voy a pasar ahí con unas personas. Te van a hacer una entrevista. Son unos medios de comunicación y ya sabes lo que le tienes que decir. ¿Sí sabes lo que le tienes que decir o no?’ ‘Sí’. ‘¿Qué les vas a decir?’ ‘Que yo los maté’. ‘Bueno, vamos muy bien, muy bien, campeón. Ahorita te voy a pasar para allá. ¿Estás bien? ¿Quieres un jugo o agua? ¿Quieres comer algo?’ ‘No quiero nada’.”
Las preguntas de los medios ya estaban acordadas. Noé se econtró con tres cámaras. Televisa y Tv Azteca, entre ellas. Además de las preguntas sobre el asesinato, le preguntaron sobre un personaje apodado el Apá. “Algo es importante, a mí me dijeron que yo tenía que decir que el Apá no era, que la Lore no era; que éramos ‘nosotros’, que éramos Abel, mi cuñado y yo el jefe”. Señala: “porque éramos los que ellos decían”.
La historia ya estaba enfilada: Abel, su cuñado como jefe, Noé, el Brazos Cortos, Francisco y el Flaco. Los policías y los medios de comunicación ya tenían su banda.
No sería todo. Noé fue trasladado a las oficinas de la entonces Subprocuraduría de Invetsigación en Delincuencia Organizada (SIEDO). Ahí fue obligado a declarar sin un abogado y sin que se certificara su integridad física. Como no quería “confesar” en repsrtidas ocasiones lo llevan al baño, donde es golpeado y amenazado con traer a miembros de su familia para conseguir una declaración inculpatoria.
Cada una de las violaciones a los derechos humanos por parte de las autoridades del Estado mexicano de forma sistematizada y reiterada para la investigación de delitos, violentan los principios de universalidad de los derechos humanos que se encuentran establecidos en nuestra Constitución y en los tratados internacionales ratificados por México. La ineptitud de los juzgadores ha provocado que Noé Robles Hernández, su cuñado y sus coacusados sigan en un proceso como víctimas de la fabricación de culpables. Tal situación les ha causado afectaciones en su proyecto de vida personal y en el de sus familias.
Es notable la falta o la ignorancia de las autoridades jurisdiccionales, quienes tienen la responsabilidad de velar por una clara y conforme interpretación de las disposiciones jurídicas. Lo anterior, cuando las autoridades de todo ámbito tienen la obligación promover, respetar, proteger y garantizar los derechos humanos de los gobernados.
Por todo lo anterio se propone una reparación integral del daño. Es justo que Noé Robles Hernández sea puesto en libertad; que las personas que lo torturaron sean sancionadas, y que la víctima u ofendido del delito que se le imputa a Noé consiga justicia pero no fabricando culpables sino por medio de la investigación por parte de las autoridades mexicanas y la aprehensión de los verdaderos culpables.
La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos ya dispone que las víctimas de violaciones a los derechos humanos o sus familiares, tienen derecho a la reparación adecuada del daño sufrido, la cual debe concretarse a través de medidas individuales tendientes a restituir, indemnizar y rehabilitar a la víctima, así como de medidas de satisfacción de alcance general y garantías de no repetición, mediante los procedimientos previstos legalmente para esos efectos. No se trata de una concesión graciosa, sino del cumplimiento de una obligación jurídica. Lo anterior deriva tanto del régimen previsto constitucionalmente como de los instrumentos internacionales ratificados por México y de los criterios de organismos internacionales, los cuales se manifiestan claramente en el sentido de que es un derecho efectivo de las personas agraviadas a nivel fundamental obtener una reparación proporcional a la gravedad de las violaciones y al daño sufrido. A Noé se le violaron los derechos a la libertad y seguridades personales, a la integridad personal y al debido proceso.
*Presidente de la Liga Mexicana por la Defensa de los Derechos Humanos
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