Trump y el secesionismo

Trump y el secesionismo

Guerras por petróleo
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Los neoconservadores pretendían realizar una “revolución mundial” exportando su “democracia” mediante la guerra. Trump interrumpió todo respaldo estadunidense a los separatismos, pero mantiene una ambigua posición sobre las secesiones y los asuntos internos de otros países. Secesión sí, pero sólo al servicio del saqueo organizado

Thierry Meyssan/Red Voltaire

Damasco, Siria. Durante los últimos años, la estadunidense Agencia Central de Inteligencia (CIA) ha respaldado movimientos secesionistas a favor de los luos en Kenya, de los kurdos en Irak y de los catalanes en España. Esas poblaciones, que esperaban alcanzar la creación artificial de nuevos Estados independientes, se han visto abandonadas por Estados Unidos desde que Donald Trump llegó a la Casa Blanca y se hallan ahora al borde del colapso.

Estados Unidos siempre ha tenido una visión cambiante del derecho de los pueblos a disponer de sí mismos.

En 1861, Washington no toleró que los estados del sur pretendieran seguir viviendo como una Confederación mientras que los del norte tenían intenciones de imponer una Federación con derechos de aduana y un banco central único. Desde el momento mismo de su llegada a la Casa Blanca, el presidente Abraham Lincoln reprimió la secesión. Si bien la cuestión de la esclavitud se convirtió en una cuestión moral que identificaba a cada bando, eso sucedió sólo durante el desarrollo de la guerra –ya iniciada por aquella otra razón– entre nordistas y sudistas. Hoy resulta fácil olvidar el millón de muertos que costó aquella guerra y condenar a los confederados como racistas, cuando en realidad la cuestión de la esclavitud no se tenía en cuenta en aquel momento, lo cual se demuestra en el hecho que también había Estados esclavistas en el bando de los nordistas.

En el momento de la construcción del canal de Panamá, justo antes de la Primera Guerra Mundial, Washington inventó un pueblo panameño, apoyó aquel movimiento separatista contra Colombia, y Estados Unidos fue el primer país que reconoció la independencia de Panamá. Washington instaló entonces allí una importante base militar y se apropió de facto de los trabajos del Canal en las mismas narices de los inversionistas franceses. En cuanto a la seudoindependencia, el presidente panameño Omar Torrijos –que renegoció en 1977 la soberanía panameña sobre el Canal interoceánico– nunca llegó a verla ya que murió en un extraño accidente aéreo. Tampoco llegó a verla el jefe del estado mayor, el general Manuel Noriega, porque Washington decidió deshacerse de él después de la guerra sucia estadunidense contra los sandinistas nicaragüenses, acusándolo de tráfico de drogas, e invadió Panamá en 1989. Durante la invasión estadunidense, denominada Causa Justa por el Pentágono, el general Noriega fue hecho prisionero por las tropas de Estados Unidos y Panamá fue devastado.

El hecho es que Washington carece de autoridad moral en materia de derecho de los pueblos a disponer de sí mismos.

Kenya: sobre el “uso correcto” del racismo

Kenya sólo cuenta 53 años de independencia. A pesar de la gran influencia de su partido comunista durante la lucha por la independencia, la organización de la población sigue siendo de carácter tribal. Debido a ello, el conflicto entre el presidente saliente Uhuru Kenyatta y su eterno rival Raila Odinga es, en primer lugar, una cuestión de rivalidad entre los kikuyus (22 por ciento de la población) y los luos (13 por ciento de la población). Pero al aliarse con los kalenyins, los luos pueden obtener el apoyo de un 24 por ciento de los electores. Durante los últimos años, ambos bandos han logrado obtener la mayoría en diferentes momentos, debido a las fluctuaciones de la efímera alianza entre luos y kalenyins. Históricamente son principalmente los kikuyus quienes lograron la independencia del país y enfrentaron, en la década de 1950, la increíble barbarie de la represión británica [1]. Fueron también los kikuyus quienes obtuvieron la presidencia en 1964, en la persona de Jomo Kenyatta. Este último nombró primer ministro a un líder luo, Oginga Odinga, que se había implicado a su lado en la lucha contra el apartheid y contra el acaparamiento de tierras por parte de los colonos. Pero aquel tándem no funcionó y hoy, medio siglo después, el país se halla inmerso en un conflicto que perdura desde aquella época y en el que ahora se enfrentan los hijos de aquellos líderes.

Todo intento de dar a esa rivalidad una lectura política alcanza rápidamente sus límites dado el hecho que ambos bandos han cambiado repetidamente de opiniones y de alianza. Lo único que no ha cambiado es su diferencia étnica. Ninguna democracia puede funcionar dentro de una sociedad basada en criterios tribales o étnicos y se necesita al menos un siglo para pasar de la simple fidelidad a un clan a una responsabilidad personal. Es necesario, por tanto, que cada cual vea a Kenya como lo que realmente es: una sociedad en plena transición donde no pueden funcionar a plenitud ni las reglas étnicas, ni las reglas de la democracia.

En 2005, el presidente kikiyu establece una alianza con China. En respuesta, la CIA respalda a su oponente luo. La CIA descubre entonces que un miembro del Senado estadunidense es descendiente de un luo y que el padre de ese congresista estadunidense había sido el consejero de Oginga Odinga. Así que la CIA organiza un viaje de ese senador a Kenya para que respalde a Raila Odinga. En lo que constituye un acto flagrante de injerencia en la vida política local, el senador por Illinois Barack Obama participa en una serie de mítines electorales con Raila en 2006, afirmando incluso ser su primo [2].

Como Estados Unidos organizó una gran provocación enviando a los luos SMS racistas en el momento de la proclamación de los resultados de la elección presidencial y todo aquello desembocó en enfrentamientos que arrojaron como saldo más 1 mil muertos y 300 mil personas desplazadas, toda la operación fue borrada de las memorias.

Cercana al Pentágono, Cambridge Analytica (CA), que participó en la campaña de Ted Cruz por la investidura republicana para la elección presidencial estadunidense de 2016, también estuvo al servicio Uhuru Kenyatta durante sus campañas presidenciales en 2013 y 2017, o sea en momentos en que Steve Bannon era –por poco tiempo– accionista de esa firma [3]. Odinga, por su parte, recurrió a Aristotle Inc, compañía que pudiera estar vinculada al asesinato de Chris Msando, el número 2 del servicio informático de la comisión electoral, abatido por desconocidos el 29 de julio [4].

En todo caso, gracias al desorden reinante en el servicio de informática de la comisión electoral, Raila Odinga logró que se anulara la elección presidencial de 2017 y se negó a presentarse al convocarse el nuevo escrutinio. La idea consistía en iniciar una secesión en tierras de los luos. Odinga reivindicaría entonces la anexión de los territorios luos del oeste y del centro de África en nombre del trabajo realizado en el pasado por su padre, el Ker (líder espiritual) de los luos, Oginga Odinga.

Pero esta vez la embajada de Estados Unidos se mantuvo alejada de su antiguo protegido. Después de haber boicoteado el segundo escrutinio de la elección presidencial, Raila Odinga, al verse súbitamente abandonado, acaba de exigir una nueva anulación y un tercer escrutinio.

Kurdistán: como en Israel y Rhodesia, “independencia” para los colonos

En el marco de su rediseño del Oriente Medio ampliado, el Pentágono se había planteado, desde el 11 de septiembre de 2001, desmembrar Irak en 3 Estados separados, uno de los cuales estaría reservado a la población kurda. Una variante de esa idea se impuso después de la proposición del Council on Foreign Relations, en 2006, de convertir Irak en una federación con tres regiones autónomas [5]. Ese proyecto fue llevado al Senado estadunidense, de manera bipartidista, por el senador demócrata Joe Biden y el republicano Sam Brownback. Pero el estado mayor israelí empujó para que esas tres entidades fuesen independientes, para poder instalar en ellas sus misiles precisamente en la frontera del norte de Siria y en la frontera oeste de Irán.

El término “kurdo” designa a un pueblo nómada que vivió moviéndose por todo el Oriente Medio. En el siglo XIX, algunos de esos nómadas se estabilizaron en la actual Turquía, en una región donde se hicieron mayoritarios. Durante la operación “Tormenta del Desierto”, en 1991, Estados Unidos y el Reino Unido impusieron dos zonas de exclusión aérea. Una de ellas se convirtió en refugio de los kurdos que se oponían al presidente iraquí Saddam Hussein. Como la sociedad iraquí está organizada de manera tribal, los kurdos sunitas seguían a la familia Barzani mientras que los kurdos chiítas seguían a la familia Talabani y los kurdos yazidíes seguían al Baba Cheikh (líder espiritual). Con el reagrupamiento de esa población en la zona de exclusión aérea, surgió una rivalidad entre los Barzani y los Talabani. Los Barzani recurrieron al presidente Saddam Hussein para deshacerse de los Talabani, pero Saddam Hussein tenía otros planes. En todo caso, con la caída de Saddam, en 2003, Estados Unidos puso a los Barzani a la cabeza de la región que desde entonces se dio en llamar “Kurdistán iraquí”.

Durante la guerra contra Siria, la CIA utilizó el Kurdistán iraquí principalmente para abastecer con armas a los yihadistas. En 2014, cuando la CIA organizó el califato, autorizó a los Barzani a aprovechar la confusión para conquistar nuevos territorios. Los Barzani ampliaron así su feudo en 80 por ciento, anexando zonas pobladas por árabes musulmanes y cristianos. De paso, los Barzani también permitieron que los yihadistas masacraran y esclavizaran a los kurdos yazidíes.

Cuando, en un giro de 180 grados en relación con la política imperialista de Estados Unidos, el presidente Trump decidió liquidar el Emirato Islámico (Daesh) y su ejército se dedicó verdaderamente a esa tarea, las poblaciones no kurdas que vivían bajo el yugo de los Barzani reclamaron volver nuevamente a estar bajo la autoridad del gobierno central de Bagdad. El presidente Massud Barzani, quien para justificar su propia permanencia en el poder más allá de la expiración de su mandato afirmaba que era imposible hacer elecciones en plena guerra, organizó un referéndum de independencia. Su objetivo era regularizar su permanencia en el poder y lograr al mismo tiempo reconocimiento internacional para sus conquistas territoriales.

Durante la campaña que antecedió el referéndum, los Barzani aseguraron que disponían del respaldo de 80 países, entre ellos Estados Unidos y Francia, Estados todos que acudirían en ayuda del Kurdistán independiente si Irak y sus vecinos se negaban a reconocer su independencia. Los aliados de Barzani declararon públicamente que no era el momento adecuado para proclamar la independencia del Kurdistán iraquí, pero no desmintieron la posición que los Barzani les atribuían, con excepción de Israel que apoyó públicamente la independencia. Más sutiles, numerosos países enviaron representantes de alto nivel al Kurdistán iraquí, sugiriendo así –más con el gesto que con la palabra– que efectivamente apoyaban a los Barzani.

Pero cuando los Barzani, ya después del escrutinio “arreglado”, anunciaron que el 92 por ciento de los kurdos participantes apoyaba la independencia, y por ende la dictadura del clan Barzani, Irak, Turquía e Irán amenazaron con intervenir militarmente… sin que reaccionara ninguno de los 80 países que según decían los Barzani acudirían en su ayuda. ¿Por qué? Porque entre tanto el presidente Trump se opuso tanto al proyecto de partición de Irak como al reconocimiento de las conquistas territoriales de los kurdos iraquíes.

Así que el globo se desinfló abruptamente. Turquía e Irán se preparaban para invadir conjuntamente el nuevo Estado, pero se les adelantó la intervención del gobierno central iraquí. En 48 horas, las tropas de Bagdad liberaron los territorios que Erbil había anexado, de donde huyeron más de 100 mil colonos kurdos. Las fuerzas de Bagdad se abstuvieron de continuar su avance hacia Erbil, admitiendo con ello implícitamente la legitimidad de las reivindicaciones históricas del pueblo kurdo pero rechazando a la vez las pretensiones de los Barzani sobre un supuesto Kurdistán en territorio árabe.

Son muy numerosos los kurdos iraquíes que se negaron a apoyar la independencia del seudo Kurdistán. En primera fila estuvieron los yazidíes, que el 25 de julio crearon su propia provincia autónoma: Ezidikhan [6]. También la rechazaron los cantones de Germian y de Suleimaniyé, los más duramente reprimidos en tiempos de Saddam Hussein, que boicotearon el referéndum [7], así como los chiítas y la familia Talabani –que acogieron al general Qasem Soleimani, de los Guardianes de la Revolución iraníes, quien había llegado para preparar la liberación de los territorios árabes que habían anexado los Barzani– y finalmente colonos que se habían instalado en Kirkuk y que ahora se ven en una situación similar a la de los franceses que residían en Argelia cuando ese país alcanzó la independencia.

Aislado, Massud Barzani acaba de dimitir, probablemente a favor de su sobrino Nechirvan Barzani.

Cataluña: falsos secesionistas y verdaderos conspiradores

Muchos se imaginan que el independentismo catalán surgió al calor de la resistencia contra el fascismo. Es falso. El primer partido independentista catalán, Estat Català, se fundó en 1922, o sea justo antes de las dictaduras de Miguel Primo de Rivera y de Francisco Franco en España.

También imaginan que su fundador, Francesc Macià quería crear un Estado independiente que nunca había existido para salvar del fascismo la región de Barcelona. Es falso. Macià pretendía anexar Andorra, el sudeste de Francia y parte de la isla italiana de Cerdeña ya que, según él, “Cataluña” se hallaba bajo la opresión de Andorra, España, Francia e Italia.

Muchos imaginan que los independentistas catalanes son pacifistas. Falso. En 1926, Francesc Macià intentó dar un golpe de Estado después de haber reclutado para ello un centenar de mercenarios italianos y haber reunido un ejército.

Muchos imaginan que los independentistas catalanes son históricamente de izquierda. Falso. En 1928, cuando Francesc Macià fundó en La Habana el Partido Separatista Revolucionario de Cataluña, lo hizo con ayuda del dictador proestadounidense cubano Gerardo Machado.

Los independentistas catalanes nunca han tenido apoyo de los Estados antiimperialistas. La Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) no los respaldó ni siquiera durante la guerra de España –a pesar de que Francesc Macià viajó a Moscú en busca de ayuda soviética y obtuvo entonces respaldo de Bujarin y Zinoviev. Su máximo resultado en ese sentido fue establecer alianzas con algunos miembros de la Segunda Internacional.

Proclamándose seguidor directamente de Macià, y no de su expatrón Jordi Pujol, y respaldando así implícitamente el proyecto de anexión de Andorra, y de una parte de Francia y de Italia, Carles Puigdemont nunca trató de disimular que tenía apoyo de los anglosajones. Como periodista, creó una publicación mensual para mantener a sus sponsors al tanto de la evolución de su lucha. Esa publicación no se redacta en catalán ni en español sino… en inglés, se llama Catalonia Today y su esposa, la rumana Marcela Topor, se convirtió en su redactora en jefe. Puigdemont dirige además asociaciones que promueven el independentismo catalán, pero no en España sino en el extranjero, con financiamiento del multimillonario George Soros [8].

Los independentistas catalanes, al igual que sus homólogos luos kenyanos y kurdos iraquíes, pasaron por alto el cambio de inquilino en la Casa Blanca. Apoyándose en el Parlament catalán, donde tienen la mayoría de los escaños, aunque obtuvieron una minoría de votos durante su elección, proclamaron la independencia luego del referéndum realizado el 1 de octubre de 2017. Creían poder contar con el respaldo de Estados Unidos y, por ende, con el apoyo de la Unión Europea. Pero el presidente Trump no los apoyó, como tampoco apoyó a los luos kenyanos ni a los kurdos iraquíes. Así que la Unión Europea se mantuvo en contra de su nuevo Estado.

Conclusión

Los ejemplos anteriormente mencionados de secesionismo no tienen absolutamente nada que ver con la descolonización que dio lugar al nacimiento del derecho de los pueblos a disponer de sí mismos. Por otra parte, se trata, en los tres casos, de Estados que sólo serían viables si anexaran otros territorios que no tienen nada que ver con ellos ni tienen aspiraciones independentistas, anexiones que ambicionan Raila Odinga y Carles Puidgdemont y que Massud Barzani había logrado concretar.

Está de moda decir que el presidente Trump es un enfermo mental, que apoya a los nostálgicos de la Confederación racista y que carece de política exterior. Sin embargo, podemos comprobar que por el momento ha logrado detener las operaciones de sus predecesores y mantener una relativa estabilidad en Kenya, en Irak y en España.

[Notas]

[1] Web of Deceit: Britain’s Real Foreign Policy, Mark Curtis, Random House, 2008.

[2] “La experiencia política africana de Barack Obama”, Thierry Meyssan, Red Voltaire, 10 de marzo de 2013.

[3] “Uhuru hires data firm behind Trump, Brexit victories”, Gideon Keter, The Star (Nairobi), 10 de mayo de 2017.

[4] “Canadian working with Kenya opposition party detained, to be deported”, The Globe and Mail, 5 de agosto de 2017. “An American working for the Kenyan opposition describes his harrowing abduction and deportation”, Robyn Dixon, Los Angeles Times, 10 de agosto de 2017.

[5] “Unity Through Autonomy in Iraq”, Joe Biden y Leslie H Gelb, The New York Times, 1 de mayo de 2006.

[6] “Establishment of the Provisional Government of Ezidikhan”, Voltaire Network, 25 de julio de 2017.

[7] “Le Kurdistan n’a pas besoin de grands propagandistes”, Aras Fahta y Marwan Kanie, Le Monde, 18 de mayo de 2017.

[8] “George Soros financió a la agencia de la paradiplomacia catalana”, Quico Sallés, La Vanguardia, 16 de agosto de 2016.

Thierry Meyssan/Red Voltaire

 

[BLOQUE: ANÁLISIS]

[SECCIÓN: INTERNACIONAL]

 

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