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El escenario adecuado para una tormenta perfecta

Potencialmente, México se encuentra en el escenario adecuado para una tormenta perfecta. Y la eventual revuelta social, cuyos síntomas se perciben a flor de piel en amplios núcleos de la población, será responsabilidad exclusiva del despotismo de los grupos de poder, los cuales se han convertido en los principales enemigos de la democratización de la nación y en la posibilidad de alcanzar una formación económico-social más justa, aún dentro de los límites que ofrece el capitalismo. Las fuentes de la ascendente cólera que someterá a fuertes tensiones al sistema y podrá en riesgo su estabilidad política, así como la tranquilidad de los sepulcros requerida por los empresarios para optimizar la sobreexplotación y la pauperización de sus esclavos asalariados y crear condiciones necesarias para maximizar su tasa de ganancia, pueden ubicarse en los niveles político, social y económico.

La especulación como principio y fin

En el principio, cuando llegó como un dios pendenciero por las artes del “haiga sido como haiga sido”, con el plumaje manchado entre las cloacas electorales por las cuales se vio obligado a cruzar antes de poder elevarse hasta las cumbres presidenciales, la tierra era caos y confusión y oscuridad, merced a la furia especulativa desatada por el “mercado” en contra del precio de las tortillas, el alimento básico de pobres y miserables. Observó el problema, si es que reparó en él, y no hizo nada. Le ganó la indiferencia. Es cierto que amenazó a los especuladores con terribles castigos. Pero apenas había usurpado el trono ya tenía cosas más importantes que hacer para afianzarse en el sitial. En ese momento la alimentación de las mayorías era irrelevante, como lo fue en todo el sexenio.

La mala reputación

No cabe duda que derrotas catastróficas, como la sufrida por los panistas durante las recientes elecciones presidenciales, suelen afectar la mollera, y los intentos por tratar de justificarlas, más que de explicarlas razonablemente, develan un entendimiento perturbado. Y los frustrados y patéticos esfuerzos por construir una coartada tragable, se tornan esquizofrénicos cuando la sobrecogedora sombra del principal responsable del desastre se proyecta amenazadoramente sobre de ellos y los obliga a incurrir en verdaderos desatinos.

El movimiento como antítesis y síntesis del cambio

El gran reto de las manifestaciones populares –entre ellas la del Yo Soy 132, estimuladas por el sucio proceso electoral– es cómo trascender ese ámbito de corto plazo sin hundirse en el desencanto disolvente que, eventualmente, puede provocar la calificación de las elecciones, la cual, torciéndole el cuello a la Constitución y a las leyes secundarias en la materia, forzará la legalización y la legitimación de la entronización de Enrique Peña Nieto.

El golpe de Estadooligárquico-peñanietista

Alguna vez Bertolt Brecht, dramaturgo y poeta alemán, escribió: “cuando el delito se multiplica, nadie quiere verlo”. “Cuando la verdad sea demasiado débil para defenderse tendrá que pasar al ataque”. “Al río que todo lo arranca lo llaman violento, pero nadie llama violento al lecho que lo oprime”. “Las revoluciones se producen, generalmente, en los callejones sin salida”.

Los barones ladrones

El retorno a la escena pública de los escándalos de la banca privada mexicana e internacional, con las mismas prácticas ilegales, tramposas, corruptas, especulativas y de lavado de dinero, entre otras, que llevaron al colapso financiero y productivo global de 2008, no es más que la reiterada y chocante comprobación de al menos tres aspectos señalados por diversos analistas.

El tercer asalto oligárquico del poder

“Ahora es el turno del ofendido por años silencioso, a pesar de los gritos”, dijo el poeta Roque Dalton. Ahora le toca a los indignados y agraviados mexicanos, con “puños, uñas, saliva, corazón, entrañas, tripas, cosas de varón [y de mujer, agrego por mi parte] y dientes”, como escribió Miguel Henríquez, defender sus anhelos republicanos, de justicia y bienestar, sus esperanzas y utopías de un mundo mejor, políticamente democrático, participativo y económicamente posneoliberal, socialmente incluyente, con dignidad y autonomía frente al exterior, que fueron sepultados por la avalancha de detritus vertidos por el bloque hegemónico durante las elecciones, con tal de tratar de encaramar en la Presidencia a Enrique Peña Nieto, por cualquier medio, y que terminó por ensuciar, deslegitimizar y envilecer todo el proceso.

El infierno y el paraíso de la segunda gran depresión

El pasado 20 junio, Wolfgang Münchau, coeditor del Financial Times y columnista de Der Spiegel, se preguntaba: “¿Qué deberíamos preferir en la crisis del euro? ¿Acaso un final espantoso, antes que un espanto sin final? La política de ganar tiempo practicada por Angela Merkel es todavía más ruinosa. Cada mes que pasa, las cargas soportadas por Alemania en el sistema son más pesadas. Un ejemplo de esa locura lo da la explosión de la deuda griega. Cuando comenzó la crisis, el peso de [su] deuda era sólo del ciento por ciento. Tras varios años de ahorro y austeridad, y a pesar de la quita de deuda, es ahora más elevada. Si ahora España e Italia tienen que entrar a cobijarse igualmente bajo el paraguas, eso significa que Alemania y Francia tendrán que garantizar más de 4 billones de euros de deudas. Eso es más que el ingreso anual de los dos países juntos. Estamos en rumbo a la mayor bancarrota estatal de la historia universal. Y la política Merkel nos lleva derechamente al infierno de Dante: “quien aquí entre, abandone toda esperanza”.

El privilegio de mandar, el derecho a desmantelar

La única forma de terminar con el poder omnímodo de los oligarcas de los medios de comunicación, Emilio Azcárraga Jean y Ricardo Salinas Pliego, es hacer lo mismo que hizo Perseo para acabar con Medusa: cortarle la cabeza. Esto a través de dos medidas: el establecimiento de la legalidad y su democratización.

Las posibilidades reales de cambio

Más allá de las pasiones partidarias inmediatas que obnubilan el horizonte, es más que evidente que las elecciones no transitan por los patios interiores de la democracia añorada por las mayorías.