Debido al final del sexenio de Felipe Calderón –que nunca inició y sólo ha cobrado un sueldo millonario como inquilino ahora del búnker que se mandó construir en Los Pinos, y en la disputa a muerte por la Presidencia, ya no de la República que, como en tiempos de Benito Juárez necesita ser restaurada–, no hay quién de los de la cúpula no tenga planes presidenciales o perder con los menores daños políticos.
Calderón es el más interesado y mueve palancas para ello: dinero público en fideicomisos, y de los narcos como botín de la no-guerra, los fajos de dólares que Zhenli Ye Gon, el Chino de Las Lomas, tenía en su departamento, otros ahorros guardados bajo el escritorio; y al Consejo de Seguridad Nacional en manos de Alejandro Poiré, el amigo de Ernesto Cordero, para manejar el espionaje electoral y a cargo de la Unidad de Inteligencia Financiera donde están documentados los dineros de Arturo Montiel (sobre el que van de nuevo), Enrique Peña Nieto, Humberto Moreira, Emilio Chuayffet y otros más, para desacreditar a los priístas, sobre todo, a uno que otro perredista y a un panista mediante lo de los casinos (te lo digo a ti Larrazábal, para que lo entiendas tú Creel).
Calderón se frota las manos frente a su computadora, en la que se pasa todas las tardes, para chatear o enviar mensajes. Su primer plan fue soltar a Cordero como peleador callejero, que tire golpes entrando y saliendo del ring como provocador (ya cayó en una más Moreira) y copia de “rápido y furioso” contra el Partido Revolucionario Institucional (PRI) defendiendo a Genaro García Luna, dándole patadas por debajo de la mesa panista a Chepina, para que se vea real la competencia interna. Y desaires a Santiago Creel, quien le envía retos para debatir y Cordero (definido como chaparrito, calvo, sin lentes, a diferencia de la descripción que hizo Manuel Espino de Calderón: “chaparrito, calvo, con lentes”) se hace el sordo.
Empujará precandidatos y luego candidatos, bajo el supuesto de que Cordero quede fuera, pero puso al PRI entre la espada de las denuncias financieras del gasto no comprobado de los gobiernos de ese partido en entidades y municipios y la pared de las cuentas al descubierto, de connotados priístas y el redituable espionaje, sobre todo, al círculo más cercano de Peña Nieto.
En esta embestida calderonista todo se vale, con tal de no entregar la Presidencia al PRI. Ya avanzada la campaña electoral con Josefina Vázquez Mota por el Partido Acción Nacional (PAN), Calderón prefiere acercarse a Marcelo Ebrard, si éste fuera el candidato del Partido de la Revolución Democrática (PRD), el Partido del Trabajo (PT) y el Movimiento Ciudadano, una vez sucedido lo que parece imposible: la renuncia de Andrés Manuel López Obrador a favor de Ebrard (según el rumor), y pactar una alianza para que Vázquez Mota llame a los panistas a votar por éste y así cercar al PRI.
Es una maniobra perversa, ya que si López Obrador cede todo para que Ebrard sea el candidato de la izquierda, ya madurada la campaña no podrá más echar rayos y centellas, como un Zeus encolerizado (ya se calmará si el jefe de Gobierno del Distrito Federal obtiene, por pírrica que sea, la victoria en las urnas). Así, Calderón sería el Zedillo de la nueva alternancia y con el mito de que la “historia me juzgará”, impedir que regrese el PRI, darle la oportunidad al PRD en la Presidencia y dejar a Peña Nieto en jaque mate, no con la reina, sino con el rey Ebrard.
La jugada de Calderón, quien ya tiene pactado con Ebrard y Manuel Camacho Solís (dispuesto a todo para vengarse de su examigo y excompinche Carlos Salinas de Gortari) no entregar la Banda Presidencial a Peña Nieto, y llevar a cabo la alternancia (la del PAN, con Vicente Fox y Calderón, fue fallida) por la izquierda con Ebrard (que le acaba de hacer otro favor al presidente de México, además de saludarlo públicamente, retirar el plantón de los electricistas con un compromiso que no cumplirá).
Ebrard y Camacho Solís convencieron a Calderón de las alianzas y/o coaliciones, al grado de que éste envió a la elección mexiquense a un candidato quemado y el PRD se fue con la finta de Alejandro Encinas con la creencia de que por el PRI iba Alfredo del Mazo. Camacho Solís, Ebrard y Calderón resultaron perversos en grado superior a sus maestros Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo.
Todas las baterías panistas-calderonistas tendrían como blanco a Peña Nieto sólo si los peñistas logran anular al senador Manlio Fabio Beltrones como candidato y convencerlo de sumarse por la “unidad” del priísmo. Con el refuerzo, casi al final, de los perredistas sólo si López Obrador deja en el limbo a su Movimiento de Renovación Nacional, al PT y al Movimiento Ciudadano, para declinar a favor de un Ebrard que en un debate deje mudo a Peña Nieto y sea condescendiente con Vázquez Mota, para posibilitar la alianza de facto PRD-PAN contra el PRI.
¿Es posible ese escenario para 2012? Se ve difícil, pero no imposible. Tiene sus dosis de pragmatismo, sobre todo para la perversidad de Calderón: no entregar el cargo al PRI y, algo que no espera Ebrard, que López Obrador se retire y Vázquez Mota acceda a la abdicación con la promesa de una secretaría (la de Gobernación ya tendría dueño: Camacho Solís) y cargos de consuelo a los panistas sacrificados para lamerse las heridas.
El PAN tiene asegurada la derrota, pero ésta, con recompensas, duele menos. Y Calderón se va feliz al extranjero, como Zedillo y se unirán ambos, contentos de que Salinas de Gortari se quedó chupando el dedo con Peña Nieto.
Es lo que Calderón estaría tramando. Y por lo cual desde ahora ha soltado a Cordero como madreador y con toda la información confidencial de los dineros mal habidos y no comprobados de los priístas. Y a Vázquez Mota, sobre la marcha, para hacerla candidata presidencial, a condición de que llegado el momento y a sabiendas de que no obtendrá la victoria, ceda los votos panistas a Ebrard si a su vez logra que López Obrador tire la toalla y pacte no hacer berrinche por el apoyo del PAN.
Las monedas del cambalache están en el aire. Y los dados están cargados… ¿Ya se las olieron los priístas?
*Periodista