Para Julio Scherer García y Julio Scherer Ibarra
De entre los muchas instituciones con autonomía, para dejar a un lado las complicidades con el presidencialismo en turno (ahora con el peñismo sigue ese nexo perverso del Instituto Federal Electoral, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, la Suprema Corte de Justicia de la Nación, la Comisión Federal de Telecomunicaciones y, con el nefasto Laveaga, el Instituto Federal de Acceso a la Información y Protección de Datos, etcétera), está el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), quien nos acaba de salir con la sesgada encuesta de que ha resurgido la clase media que fue degradada desde el salinismo cuando éste envió su informe amañado a la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) en noviembre de 1992, sobre el reporte de la pobreza que alcanzaba a la mitad de la población, que por aquel entonces era de un poco más de 81 millones de mexicanos.
Suponiendo, sin conceder, en el poco creíble último censo del Inegi, ya somos 114 millones dispersos por el inmenso territorio. De ellos se dice que 54 millones sobreviven en todas las modalidades del empobrecimiento: desde los que ya mueren de hambre hasta los que tienen trabajo en el contexto del pavoroso desempleo y a muy duras penas sobreviven con salarios de hambre, y el fantasma del alarmante aumento de despidos constantes que no paran muy a pesar de la reforma-contrarreforma laboral peñista. Reforma que sólo ha servido para que las empresas contraten trabajadores y los ofrezcan como semiesclavos a patrones de la Confederación Patronal de la República Mexicana y del Consejo Coordinador Empresarial, de Gutiérrez Candiani –nuevo aliado del peñismo–, para sacarle la vuelta (como el Pacto por México al Congreso de la Unión), hasta a los sindicatos blancos, con tal de no tratar con los trabajadores. Ésta es la nueva política del secretario del Trabajo (ya sin Previsión Social), Navarrete Prida, quien puso en marcha su programa para cobrar impuestos a los 24 millones de informales.
No hay un pacto social para verdaderamente solucionar el problema del empobrecimiento masivo que, contra las tramposas estadísticas del Inegi, hay más de 84 millones de mexicanos en todos los grados de pobreza, donde no existe ya la clase media, con casi 3 mil ricos, millonarios y multimillonarios, mientras el resto de los 30 millones sobrevive en la completa marginación empleándose con las delincuencias o emigrando; los jóvenes sin trabajo ni escuela son víctimas de la drogadicción y/o prostitución. Y los que viven (¿viven?) de la mendicidad, en los basureros, en coladeras, en la calle juntando desperdicios y algunos son cazados como delincuentes, igual que el hombre que muerto de hambre se apoderó de un pan en Walmart y fue encadenado para entregarlo a la policía acusado de robo.
La nación está en vísperas de un estallido social mucho peor que las revueltas en Brasil, en cuyo espejo debe mirarse Peña y sus genios del Pacto por México (los Chuchos, los Murat, los Osorio Chong, Videgaray, Navarrete Prida, Rosario Robles y sus transas para comprar votos, etcétera). No es el Popocatépetl: es el volcán social que está a punto de estallar por hambre y enfermedades, pues el tan celebrado seguro popular es una farsa. Es un pueblo que ejerce la democracia directa, aunque por el momento sólo los maestros disidentes y algunos grupos estudiantiles estén dando la cara; pues tanto la Universidad Nacional Autónoma de México, el Instituto Politécnico Nacional o la Universidad Autónoma Metropolitana y otros centros de estudios superiores, aparentemente no presentan ebullición alguna.
Si los “indignados” de todo el mundo tienen a los ladrones de los Bancos (rescatados con dinero del pueblo, como hizo Zedillo con el Fobaproa), entre la espada de las revueltas y la posibilidad de revoluciones sociales, éstas interrumpidas o inconclusas como la Mexicana de 1910-1917, resulta que los encabronados mexicanos en cualquier momento se levantarán contra el Pacto por Peña que solamente quiere privatizar Petróleos Mexicanos (Pemex), solapar a los ladrones banqueros, apoyar a los empresarios voraces, agacharse ante Washington y mantener la inseguridad para aterrorizar al pueblo. La economía se desploma, la inflación va en aumento. Los salarios son de hambre, mientras Peña y el peñismo de Videgaray le perdonan a Televisa y otros cínicos empresarios el pago de cuantiosos impuestos y siguen, con la corrupción de Pemex saqueando a la empresa para ponerla a la venta con el disfraz de inversiones privadas para dizque llevarla al éxito.
Los mexicanos hemos sufrido 24 años de neoliberalismo económico y sobrevivido al depredador sexenio del alcohólico Calderón, que con su pandilla, comandada por Cordero y su cuñado Ignacio Zavala, desgraciaran al país. A pesar de esto, Peña, siendo presidente al precio del fraude electoral, no le ha fincado responsabilidades. Por lo tanto, Peña y los peñistas pagarán por esos 6 años de desgracias y mal gobierno con sus 6 meses prometiendo el cielo y las estrellas. Empero: “¡Hay algo más en el cielo y en la tierra (señor Peña), de lo que ha soñado tu filosofía!”. Y la realidad de las protestas, revueltas y revoluciones de la democracia directa, es la realidad del pueblo levantado… “una realidad que es más pródiga que la más febril fantasía”.
*Periodista
Fuente: Contralínea 344 / julio 2013