Por todo el territorio mexicano marcharon las mujeres para protestar y exigir seguridad, igualdad y equidad; es decir, impartición de la justicia con sanciones prontas y expeditas contra quienes, productos del machismo, cometen acciones agresivas que llegan al homicidio con los agravantes del feminicidio. Fue cuantiosa su participación. Sin lugar a dudas cuantificada en más de 20 millones a lo largo de todos los estados, para demandar más atención en su transitar por las calles y como trabajadoras. Exigiendo no ser consideradas objetos sexuales en el desempeño de sus labores; y porque, abandonadas por indiferencia y complicidades machistas, muchas veces no cuentan ni con la mínima protección cotidiana.
Además de que no son escuchadas en las instancias judiciales ante la violencia, empezando con la intrafamiliar, así como en todos los ámbitos en los que se desenvuelven. Pues es muy claro que padecen injusticias que deben dejar de ser toleradas y maximizar su convivencia social, familiar y laboral. Por eso es que han radicalizado su lucha femenina, ya sea como niñas, esposas, amantes, madres, abuelas, nietas y su desempeño como partes de la sociedad democrática. Hay que recalcar que sin las mujeres no hay vida humana, al menos como se conoce desde la Grecia-Ateniense a nuestros días. Y como motivo de la literatura universal (atendiendo, verbigracia, lo escrito por Elisabeth Frenzel, con traducción del alemán al español de Manuel Albella Martín: Diccionario de Motivos de la Literatura Universal; editorial Gredos, España, 1980). Las mujeres son más de la mitad de la humanidad, pero en mayor proporción cualitativamente, como iniciaron su irrupción desde La Odisea y La Iliada; y luego con Eurípides, Sófocles y Esquilo (Obras completas, editorial Cátedra, España, 2008, con traducción de: José Alsina, José Vara Donado y Juan Antonio López Férez y Juan Miguel Labiano).
Tampoco es posible la convivencia en todos los sentidos de la vida, con su factor común: la procreación biológica que se va volviendo cultural, familiar y económica con su entorno político. Por eso es que ellas reclaman su lugar y las conquistas de solidaridad que han logrado obtener, a fin de garantizarles una convivencia pacífica. Y si esa sociedad es posible en el Estado como estructura jurídica que condiciona al gobierno, para que las conductas que abusan de ellas sean sancionadas hasta sus últimas consecuencias, y de esta manera garantizarles libertades en la mutua dependencia con los hombres. Que estos acepten y comprendan que la convivencia es de mutuo respeto y reduciendo los abusos para lograr que ellas tengan la garantía de su seguridad.
Es por lo que han sido y serán relevantes sus manifestaciones de protesta y de llamadas de atención, con la finalidad de que no padezcan agresiones de ninguna naturaleza. Y que cuando por desagracia las sufran, tengan la oportuna acción judicial para reparar los daños, sancionando a quienes no las respeten con sentido de género, equidad e igualdad. Creadoras de la vida, merecen, pues, el amor como amantes, esposas, novias, madres.