Este año se cumplen 11 años de la partida ominosa de Gregorio Selser, historiador y periodista argentino, quien sufrió el exilio en México. Con tal motivo, Marta Ventura, su viuda, rememora al compañero, al padre, al investigador; habla del espejismo de la Internet y de los inicios en el periodismo del autor de Informe Kissinger contra Centroamérica.
Por: Victoriano López M.
El pasado 27 de agosto se cumplieron 11 años del fallecimiento del investigador e historiador Gregorio Selser (Argentina, 1922), paradigma del periodismo de investigación en Latinoamérica; su legado está contenido en más de cuarenta libros -entre los que se encuentran El pequeño ejército loco, Chile para recordar y Reagan y los derechos humanos- y artículos periodísticos, su corresponsalía en Buenos Aires para publicaciones de Chile, Venezuela y Uruguay y su trabajo en El Día, La Jornada y El Financiero dan cuenta de su pluma fructífera y su capacidad analítica.
Maestro de posgrado en la Universidad Nacional Autónoma de México, militante socialista y periodista, Gregorio Selser dedicó su vida, desde los 16 años, al análisis del acontecer latinoamericano y el papel de Estados Unidos en el destino de América Latina.
La vocación libertaria de Gregorio Selser data de los días cuando colaboraba con los republicanos españoles vendiendo bonos para la causa democrática, entonces tenía 15 años. Marta Ventura de Selser, viuda del investigador, lo recuerda como un hombre fuerte, abocado a su trabajo, muy humano, padre cariñoso y preocupado por sus tres hijas: “Fuimos muy unidos los casi 40 años que vivimos juntos; él me decía que no sabría qué hacer si no estuviera yo. Mi esposo estaba muy seguro del derecho de sus opiniones y peleaba por eso; defendía sus convicciones”.
“Empezó a escribir sobre cine italiano -dice Marta Ventura-, en el contexto del cine de lucha socialista, por los derechos humanos, pero para escribir, digamos ya entrado a la política, comenzó con el libro Sandino, general de hombres libres, cuya primera edición se publicó en 1955. Aunque ya colaboraba con el semanario Marcha, de Montevideo, Uruguay, documentando la vida política argentina.”
En marzo de 1989, en la revista Nueva Sociedad (“Cuando no se puede ser sino periodista”, Caracas, Venezuela), Selser escribió: “En Marcha tuvieron cabida, para honra y beneficio de nuestra América, periodistas que nos siguen enseñando con su capacidad profesional y su ejemplo -digamos algunos nombres: Eduardo Galeano, Mario Benedetti, Carlos María Gutiérrez, Francisco Moncloa, Rogelio García Lupo, Angel Rama, Julio Castro, Benjamín Carrión, varios de éstos con bien merecido renombre mundial- y que vivos o ya muertos enriquecen las tradiciones de la mejor prensa del continente, aquella para cuya síntesis simbólica no encuentro mayor referencia que la de José Martí…”.
A causa de la dictadura militar de Jorge Videla, la familia Selser se vio obligada a abandonar Argentina en diciembre de 1976. “Después nos enteramos, ya en el exilio, que Gregorio estaba en una lista de personas que iban a ser eliminadas, luego de las grandes masas de obreros, campesinos, políticos, sacerdotes… a quienes fueron matando. En otra lista, más seleccionada, estaba él”, recuerda Marta Ventura.
Stephen A. Hasam, en la presentación del libro de Gregorio Selser Las luchas sindicales históricas de los obreros en Estados Unidos (Universidad Obrera de México, 1991), escribió: “Militante como era del Partido Socialista, después de haberse opuesto al franquismo y al fascismo, se vio obligado a iniciar su primer exilio en 1944 durante el gobierno de Farrel y Perón. Selser siempre rechazó el autoritarismo, la censura, el militarismo, la naturaleza fascistoide y corporativista del peronismo; pero, al mismo tiempo, siempre reconoció y mencionó las medidas sociales que Perón adoptó en favor de las clases obreras y el apoyo que les dio, sin omitir mencionar los móviles que les dieron origen y la corrupción”.
Gregorio Selser llegó a México en 1976 contratado por el Instituto Latinoamericano de Estudios Transnacionales (ILET), que dirigía Luis Echeverría Alvarez. “Ahí estaban los uruguayos y chilenos también exiliados -dice Marta Ventura-. A Gregorio le dieron visa de trabajo, por eso pudimos venir todos; el ILET hacía investigaciones sobre las transnacionales y era apoyado por fundaciones europeas”.
En nuestro país escribió sin interrupción para los diarios La Jornada, El Financiero y El Día. La labor de Gregorio Selser en México fue de una intensidad apasionada. “Cada día de trabajo lo iniciaba a las ocho de la mañana, hora en que empezaba a recortar periódicos. Recibía cinco diarios de México y The New York Times. Se ponía a escribir y después se iba a clase, hasta las ocho de la noche estaba trabajando o leyendo para las notas, por eso escribió tantos libros. Sábado y domingo era igual; salíamos muy poco”, comenta la viuda de Selser.
Explica Marta Ventura que la lectura era fundamental en el trabajo de su esposo, sobre todo textos de historia mundial y latinoamericana. Con frecuencia “lo invitaban a Estados Unidos a dar seminarios o conferencias; allá se documentaba mucho. Se metía en la biblioteca del Congreso y venía con pilas de fotocopias de documentos; también teníamos suscripciones de revistas de EU e información que llegaba de Argentina”.
“A los nueve años era como una especie de pequeño monstruito por mi capacidad de retener las palabras difíciles (…) Tenía un diccionario que me regaló mi hermano mayor, Isaac, y siempre andaba con él. Nunca me propuse conocer el significado de las palabras para ‘brillar’ y asombrar al prójimo, sino que simplemente era tal mi avidez que leía y leía. (…) A los 11 años ya tenía leído todo Emile Zola, a los 12 leí Los Miserables, que aún sigo diciendo que fue la novela que más me impresionó y que, creo, me enrumbó en mi camino…” , reveló Gregorio Selser en una entrevista hecha por su hija Claudia, publicada póstumamente en El Gallo Ilustrado en 1992.
Al rescate de su acervo. Después del fallecimiento de su esposo, Marta Ventura instauró la Fundación Latinoamericana Gregorio Selser pero “no tuvo apoyo. No he podido hacer todo lo que quería, como publicar una revista con artículos de profesores de ciencia política y sociología, así como de alumnos recién egresados”. No obstante, la institución que preside la viuda de Selser ha logrado archivar en disco compacto -que está a la venta- la información periodística del investigador, retrospectiva que va de 1974 a 1991; aunque su objetivo es publicar los primeros artículos de Gregorio Selser, que datan de 1950, los cuales se agruparían en un segundo cd.
La fundación atraviesa por un momento muy difícil para continuar con la captura y análisis del acervo que legó Gregorio Selser. Desde su creación, esta institución fue registrada en el Servicio Social de la UNAM y la UAM (unidades Azcapotzalco y Xochimilco), con el fin de que los alumnos interesados transcriban y procesen los artículos del archivo selseriano. “Este año no ha venido ninguno. Ellos saben que no puedo darles ninguna beca, no puedo pagarles. Cuando vienen sólo puedo ofrecerles un refrigerio”, dice Marta Ventura.
Esta precariedad pone en riesgo, sobre todo, la difusión de la información que Gregorio Selser acumuló durante toda su vida periodística y de investigación y que enriquece los títulos realizados por él, desde Sandino, general de hombres libres hasta la Cronología de las intervenciones extranjeras en América Latina, de la cual el cuarto tomo está en proceso de edición bajo la responsabilidad del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades de la UNAM, pues esta institución posee los derechos de dicho volumen.
La red de redes no es del todo confiable para Ventura: “En la Internet la gente encuentra datos, pero ya no busca más, ya no indaga a ver si hay algo más sobre eso, lo cual está en los periódicos, en los libros. Es dramático lo que pueden hacer en la Internet. Es como si fuese una manipulación de los inventores de estas cosas para limitar la investigación, a los estudiantes sobre todo; esto se suma a que se tiene poco tiempo”.
Marta Ventura señala al factor económico como el principal problema de los educandos. “La angustia de salir adelante, de conseguir un empleo, los limita en todo lo que puedan hacer, en ponerse a leer más, en investigar, en revisar, en ir a una biblioteca. Hay que tomar con pinzas lo de la Internet. No es como lo que escribía mi esposo. Por ejemplo, acabo de transcribir un artículo de 1974 sobre un embajador estadounidense que estuvo en Argentina, Robert Hill -quien murió el año pasado-. Todos los datos que mi esposo pone acerca de este personaje y su contexto se convierten en todo un documento, que no creo que pongan en ninguna biografía de Robert Hill en la Internet”, puntualiza.
Sus apreciaciones están lejos de tener tintes ideológicos, pues dice: “Yo nunca estuve en ningún partido político ni nada; pero sí estaba de acuerdo con las ideas, con las convicciones de mi esposo.
Yo estaba en el partido de Gregorio Selser”.
Contralínea 7 / 1 al 31 de octubre de 2002