El peñismo es ya la continuidad del calderonismo, y va empeorando en política económica aún con sus contrarreformas autoritarias (pues no son reformas democráticas). Mientras, el mexiquense sigue de fiesta con sus viajes todo pagado con cargo al sufrimiento del pueblo, para visitar al rey y al príncipe de España, culminando su gira de viajero frecuente invitando al jefe del Estado de la Ciudad del Vaticano, que hace las veces de papa, para que venga y aplaque la pedofilia de sus ministros y, si se puede, aquiete la ebullición social que anuncia, cuando menos, que la mayoría ciudadana le dará la espalda en las urnas de mediados de 2015. Esto porque el procónsul Alfredo Castillo y el desgobernador interino de Michoacán, con todo y las visitas de pisa y corre del ya rebasado Miguel Ángel Osorio Chong (de la Secretaría de Gobernación), cada día enredan más el conflicto michoacano.
Los cárteles del narcotráfico y las guardias de autodefensa, además de los delincuentes disfrazados de policías, tienen una guerra a muerte contra soldados y marinos que no se dan abasto contra todos los frentes que hay en la mitad del territorio, y donde el ejercicio de todos los derechos está disminuido; entre éstos los de las libertades de prensa. Pues para evitar que se conozca la información, perversamente atacan instalaciones y asesinan reporteros. Homicidios que se suman a los que se cometen contra mujeres, incluyendo las violaciones sexuales que encabeza el estado que desgobernó Enrique Peña y hace lo mismo Eruviel Ávila; al grado que de enero a abril de este año han habido casi 5 mil de esas violaciones, continuando la tendencia del peñismo (como se comprueba en la investigación de Humberto Padgett y Eduardo Loza en el libro Las muertas del Estado: feminicidios durante la administración mexiquense de Enrique Peña Nieto, con prólogo de Lydia Cacho, editorial Grijalbo).
Los boletines expedidos por la Unión Europea, la Organización de las Naciones Unidas y las protestas nacionales son parte de las voces que han señalado que el gobierno federal peñista y de las entidades han dejado de cumplir con sus obligaciones de mantener la máxima seguridad. Y al no detener esa violencia sangrienta, desde las guaridas de la delincuencia y desde las oficinas del sector público, impunemente los homicidas privan de la vida a periodistas, incluso cuando éstos sirven en las direcciones de comunicación social municipales o estatales. Es el caso de Jorge Torres Palacios, cuya información se publicó en los periódicos Reforma y La Jornada precisamente el día que en México se celebra la libertad de prensa (7 de junio), aunque sigue siendo fecha de reclamos a los gobernantes por la inseguridad que se vive en el país, generada por el fallido combate a los delincuentes.
Pero ocupado en fiestas de turismo, al señor Peña sólo le interesan sus contrarreformas estructurales, mientras económicamente se despeña la nación empujada por el desempleo masivo y la recesión. Y a consecuencia del neoliberalismo económico, la situación nacional empeora y no deja otra opción para los mexicanos que ganar las calles para protestar contra los malos gobiernos, pésimas administraciones y los excesos de leyes –de los tres poderes–, asidos a su derecho constitucional establecido en el Artículo 9 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, que cada vez es menos federal y más en vías de una recentralización, para pasar del Estado federal al Estado unitario.
Asesinar reporteros lleva como objetivo que los medios de comunicación se conviertan en transmisores de publicidad, información y entretenimiento futbolero, para ignorar los hechos y sacarle la vuelta a la realidad nacional donde los derechos humanos son anulados por las violaciones públicas y hasta privadas. Por ejemplo, los campos agrícolas con esclavos-jornaleros y casi “peones acasillados”, como si la Constitución hubiera sido abrogada. Ahí están los asesinatos de miles de mexicanos, entre los cuales hay cientos de periodistas; la pederastia de párrocos; los feminicidios, secuestros, etcétera. Todo ello demuestra que los desgobernadores, los jueces, los legisladores y el presidencialismo peñista no están cumpliendo con sus obligaciones. La elite judicial, administrativa y legislativa vive protegida, a sus anchas, allá arriba. Y los de abajo que logran, momentáneamente, sobrevivir con las horas contadas, sufren las consecuencias de la violencia.
Un periodista más ha sido asesinado en el municipio-puerto de Acapulco, en el Guerrero desgobernado por el borrachín Ángel Aguirre Rivero, donde impera la inseguridad por su mal gobierno. En Veracruz, con Javier Duarte que todos los días aparece en fotografías luciendo su obesidad, también matan periodistas. Igual en Chiapas, con Manuel Velasco que hace campaña al estilo peñista para lograr la candidatura presidencial. Y en Puebla con Rafael Moreno Valle. Todos arremeten contra las libertades de expresión y se unen a las delincuencias que, con sus sicarios, embisten a ciudadanos y periodistas. A estos últimos, sobre todo, para que no investiguen y publiquen con veracidad los hechos sangrientos y delitos que, según los Peña, Miguel Ángel Mancera, Osorio Chong, Murillo, etcétera, van disminuyendo en sus restas malvadas.
*Periodista