Emilio Chuayffet Chemor es el decano del tenebroso cártel de Atlacomulco, fundado por Isidro Fabela y llevado hasta sus peores consecuencias políticas a partir de Carlos Hank González hasta el ascenso de Enrique Peña. Este personaje confesó que se había ausentado de sus responsabilidades y se había bebido unos chincholes, por lo que Ernesto Zedillo lo corrió y le cortó las alas con las que volaba bajo creyendo que sería el candidato y, claro, en automático, presidente de la República. Desde ese 1995 fue que el actual secretario de Educación ¿Pública? –pues el laicismo se está diluyendo y la educación privada-religiosa invade los espacios impunemente– emprendió su odio contra los medios de comunicación, especialmente contra la prensa escrita.
Su regreso al presidencialismo, con la misión de guillotinar a la cúpula del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), le dio la oportunidad de vengarse de su rival Elba Esther Gordillo, y no tanto de combatir la corrupción (Nurit Martínez, “Con cabildeos, SNTE mantiene privilegios”, El Universal, 2 de junio de 2014). Y se pavonea por usar el escritorio y la silla que, con Álvaro Obregón, ocupó el José Vasconcelos que todavía no caía en la tentación religiosa. También le ha servido (no para aspirar a ser el sucesor de Peña) para embestir con su engolada voz y oratoria chabacana a la información, los análisis, las opiniones y la crítica que aparece en los medios de comunicación.
Como el politiquillo que ha sido siempre –y tal vez con otros chincholes encima– arremetió contra la prensa, no la de Televisa, donde los peñistas todos los días se llevan más de medio noticiero y obligan al televidente a cambiar de canal. Pues con motivo de la violencia extrema en las escuelas, consecuencia en gran medida de la violencia del hambre, el empobrecimiento, el desempleo masivo, los miserables salarios, la denegación de justicia, etcétera, el señor secretario del despacho soltó su ataque asegurando que “la violencia está en el hogar y en los medios [de comunicación]”. No hubo medio donde no apareciera su temeraria acusación, y que Sonia del Valle y Laura Poy Solano consignaron en sus notas (Reforma y La Jornada, 29 de mayo de 2014).
Echar la responsabilidad a los medios de comunicación por informar sobre la creciente violencia sangrienta, que con el peñismo lleva más de 45 mil homicidios, fue una constante desde el foxismo, continuó con el calderonismo y ha contagiado al peñismo; igual que a los voceros del sector privado. Unos y otros se resisten al trabajo fundamental de los medios de comunicación, que es dar a conocer a la opinión nacional la violencia que escenifican los narcotraficantes y sus sicarios contra los uniformados que los combaten. Chuayffet aprovecha la coyuntura para deslindarse del cumplimiento de sus obligaciones y también se echa encima de los padres de familia, generalizando que tanto éstos como los periodistas producen la violencia escolar: “La violencia está en el hogar, la violencia está en los medios”.
Entonces… ¿Qué procede, señor secretario? ¿Imponer la censura sin excepción? ¿Clausurar los periódicos, las revistas, los noticieros electrónicos? En una de esas, Chuayffet le pedirá a su amigo Peña enviar una contrarreforma “estructural” para derogar los Artículos 3, 6 y 7 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. Solamente así podría medio ejecutar lo que esconde su ataque a los medios de comunicación. Pero a pesar de una inquisición de esa naturaleza, habrá periodistas y medios que informen de la violencia generada desde los poderes federales, de las entidades y municipios que, en lugar de gobernar en beneficio del pueblo, abusan de él. La tarea de los medios de información es informar sobre la corrupción, los abusos de funcionarios y todos los hechos violentos que se presenten. Y no por eso son los responsables de la violencia que, según Chuayffet, transmiten a la sociedad. Seguramente otros chincholes hacen desvariar al integrante del “Chorizo power” (como lo clasifica el periodista Ricardo Alemán en su columna Itinerario político, titulada: “El poder del chorizo, el paste y el chilorio”, El Universal, 3 de junio de 2014).
Las imputaciones del mexiquense que se da aires de imitador del que fuera teórico del Estado e ideólogo reformista Jesús Reyes Heroles, atribuidas a los medios de comunicación que informan sobre los hechos de la violencia generalizada que se enseñorea en el país, son propias de un deschavetado. La aterradora violencia que somete a la nación nace de la inseguridad y está permeando todos los ámbitos sociales. Se cuidó de señalar en específico a la televisión de Televisa, desde donde se educa para más violencia y a la que Karl R Popper calificó como “la mala maestra” (La televisión es mala maestra, Colección Popular, Fondo de Cultura Económica). Son las televisoras sin el control de un defensor del televidente quienes llevan a los hogares la violencia, pero Chuayffet se hace de la vista gorda y aprovechó el acto en el Consejo Nacional de Fomento Educativo para soltar sus ataques a la prensa que informa, y que debe seguir haciéndolo en cumplimiento de la libertad de expresión de la que hacen mal uso Televisa y Tv Azteca, incluyendo mensajes y ejemplos de violencia en toda su programación.
*Periodista
Contralínea 391 / 22 de Junio al 28 de Junio