Uno de los rasgos esenciales del neoliberalismo fue restar a los gobiernos elegidos de manera democrática la función de planificación económica y transferir estos atributos al sector privado, en su mayoría extranjero.
Esta política se acompañó de un despliegue ideológico –extendido en medios de comunicación– dirigido a presentar a la administración pública como ineficiente, al tiempo que se desbordaban múltiples elogios a las bondades del mercado, bajo la creencia –jamás comprobada– de que era la mejor forma de administrar de manera justa y eficiente los bienes de una sociedad.
Con el famoso estandarte laissez faire, laissez passer (dejar hacer, dejar pasar) las empresas trasnacionales pudieron hacerse del enorme poder económico que hoy las define. Lo cual supieron compensar impulsando la capacitación técnico-científica de nuevos cuadros dotados de un alto margen de influencia en los procesos de decisiones a escala nacional. Con sueldos muy superiores a los de la media poblacional, como pago por la legitimación de prácticas, por demás, autoritarias. Prueba de que no hay bases sólidas que sostengan que los tecnócratas son apolíticos, y menos cuando ya se han documentado los fuertes vínculos que tienen con estos grupos de élite.
La falta de planificación y gestión pública para el trazado de un proyecto nacional se tradujo en una subordinación económica de nuestro país frente al exterior que no se puede explicar al margen de la subordinación intelectual por parte de los economistas tecnócratas, quienes disfrazados de intelectuales, avalaron la importación de nuestros planes nacionales de desarrollo durante la época neoliberal.
Esta situación cambió en 2018 cuando, como resultado de resistencias y luchas populares que se fueron articulando durante décadas, se superó el dogma de concebir al desarrollo como un producto de factores externos, y se comenzó a aplicar una política económica con mayor participación estatal. En este marco resurgió el concepto de planificación económica, teniendo como eje articulador el Plan Nacional de Desarrollo (2019-2024), con el cual se redefinió la ruta de desarrollo emprendida en nuestro país, retomando así su función de instrumento dirigido a hacer posible la planificación económica de mediano plazo, y de manera simultánea una estrategia de planificación económica de mayor alcance, que tiene como meta la transformación nacional bajo el proyecto denominado humanismo mexicano.
Congruente con la promesa de campaña de darle continuidad a la 4T, la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo mantiene la priorización de una política social sistemática, dirigida a la mejora sustancial en la distribución del ingreso, de ahí que el objetivo último de su administración sea alcanzar un desarrollo económico equitativo y sustentable para la prosperidad compartida.
Para ello ha presentado el Plan México como uno de sus planes prioritarios de la estrategia nacional. Este echa mano de la maduración de los proyectos de inversión en el sector energético y de infraestructura puestos en marcha durante el primer sexenio de la cuarta transformación. Y, con una estrategia de planeación territorial dirigida a potenciar procesos de industrialización bajo esquemas de economía mixta, busca incrementar el ingreso nacional para el fortalecimiento del bien común.
La premisa de la que parte es la siguiente: si el desarrollo de una economía tiene por condición producir lo necesario para la reproducción social, es factible que la adaptación de la producción a las necesidades sociales opere de dos formas: una, mediante mecanismos sociales a priori, que parten de la identificación de las necesidades de medios de producción a cubrir, fuerza de trabajo a emplear, montos de producción a obtener y la forma en la que ésta se distribuirá y se consumirá; y otra, que opera mediante mecanismos sociales a posteriori, bajo formas de mercado en las que se distribuya lo producido a través del juego de la oferta y la demanda.
En términos concretos, se trata de un proyecto integrador del mercado interno nacional dirigido a impulsar la producción industrial en sectores clave de la economía. De ahí que la estrategia emprendida consista en la creación de polos de bienestar, trazados en 12 polígonos distribuidos a lo largo y ancho del país la producción en los siguientes sectores: a) textil y zapatos, b) farmacéutico y de dispositivos médicos, c) agroindustria, d) semiconductores, e) energía, automotriz y de electromovilidad, f) química y petroquímica, g) bienes de consumo y h) aeroespacial.
Como se puede observar, se trata de una estrategia de sustitución de importaciones de segunda generación, pues, a diferencia del proceso vivido a mediados del siglo XX, esta vez no se comienza con sectores productivos que requieren baja intensidad de capital; sino que, desde el inicio, se impulsa sectores clave para la dinámica global, con los que se espera habilitar rutas de exploración para el impulso de la innovación tecnológica.
*Licenciada y doctora en economía por la Facultad de Economía de la UNAM; maestra en estudios latinoamericanos por la Facultad de Filosofía y Letras (UNAM). Profesora investigadora de la UAM-Iztapalapa. Su campo de especialización es en economía política.
Carolina Hernández Calvario*
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