La fantasía en esta obra es el manejo literario de una historia real y trágica: Tlatelolco de 1968 cuando, desde el poder presidencial, Gustavo Díaz Ordaz ordenó los homicidios del 2 de octubre al acorralar a balazos a los estudiantes reunidos en la Plaza de las Tres Culturas (y la subcultura de la barbarie donde “el poder… es el poder de matar”). Es un periodismo que se abre paso con las llaves de la investigación sobre un tema parteaguas: el antes y el después del autoritarismo que fue crescendo contra obreros, campesinos, civiles y estudiantes de Miguel Alemán a Ernesto Zedillo, para pasar a la dictablanda (dictadura poco rigurosa en comparación con otra) que en un viraje se transformó en la sangrienta violencia de una “guerra” donde el Partido Acción Nacional (PAN) y los calderonistas han superado al díazordacismo y al viejo Partido Revolucionario Institucional.
El autor sigue las huellas de un asesino con las ventajas de la impunidad y el abuso de poder casi absoluto. Un presidencialismo al estilo del “19 uñas”, el pata de palo del militar Antonio López de Santa Anna, que también practicó Carlos Salinas de Gortari, mientras Plutarco Elías Calles, Álvaro Obregón y Victoriano Huerta ya quedaron empequeñecidos en sus perversidades frente al presidente Felipe Calderón y su PAN (donde militan excepciones, pero la regla general es el calderonismo). Con casi 300 páginas, Disparos en la oscuridad entrevera la biografía política del “trompudo”, el de los dientes a la cocodrilo. “Todos nacemos sin dientes, menos éste (Gustavito)”, dijo el expresidente Adolfo López Mateos y cuyo secretario particular, Humberto Romero, el Chino, “le había asestado a Díaz Ordaz el apodo de el Tribilín” (René Réouven, Diccionario de los asesinos y Oliver Cyriax, Diccionario del crimen).
El autor va tras la pista del criminal desde su niñez empobrecida, “exiliado en Puebla, el estudiante pobre de Oaxaca, el desalojado con su familia de una casa y alojado con su tío, al que no le gustaba que se rieran; él, el que se había recibido de abogado a cambio de favores políticos; él, que se había humillado… él Gustavo Díaz Ordaz Bolaños Cacho”. A quien el mexiquense López Mateos (al que imita Enrique Peña Nieto), en una borrachera nombra secretario de Gobernación y le hereda la Presidencia (ya en camino al antirrepublicanismo y la caída del decorado democrático), para, al canalizar sus fobias equivocarse (como hicieron con él) al dejar al exmandatario Luis Echeverría Álvarez (como Salinas de Gortari con Zedillo), y terminar con una retina desprendida por una bofetada de su amante… o un zapatazo, o un arañazo de Irma Serrano,la Tigresa.
Disparos en la oscuridad, novela, crónica, periodismo de investigación, biografía de un criminal que nos ofrece el antecedente de Calderón, quien también dispara a diestra y siniestra al superar al “dientón” que pensábamos era el último chacal. El relato es tan real como que el díazordacismo es la referencia “que no se olvida” y se repite, no como farsa sino como tragedia (¡oh, Marx!). El Tribilín macabro murió a los 68 años, “su año favorito”. Un libro para leerse y no perder la perspectiva del “68” calderonista que lleva más de un lustro. Fabrizio Mejía Madrid y todos nosotros escuchamos los nuevos Disparos en la oscuridad.
Ficha bibliográfica
Autor: Fabrizio Mejía Madrid
Título: Disparos en la oscuridad
Editorial: Suma de Letras, 2011
*Periodista