Universidad Indígena de la Montaña, escuela de guerreros

Universidad Indígena de la Montaña, escuela de guerreros

Para paliar los problemas que padecen los grupos indígenas amuzgos, nahuas, tlapanecos, mixtecos y afromexicanos de la Sierra del Sur, como la pobreza, analfabetismo, desnutrición optaron por la creación de su propia Universidad Intercultural de los Pueblos del Sur (UNISUR), con la ayuda y asesoría de investigadores y especialistas en distintas materias, en donde la autogestión ha jugado un papel importante en la creación de proyectos productivos

Edgar Guzmán Díaz

Bajo el irritante calor del sol, una familia camina cuesta arriba escalando una montaña de color rojo. Se podría pensar que una montaña roja no es un lugar habitable, sin embargo esta montaña es el lugar que dejó el conquistador cuando a su llegada desplazó a los espacios más inhóspitos a los pobladores dueños de las tierras más fértiles y productivas.

El color rojo de la tierra en la montaña no sólo se debe a su composición natural, sino también a la sangre derramada por tantas horas incesantes de trabajo debajo del sol que inician a las cuatro de la mañana y terminan a las seis de la tarde, a la muerte causada por enfermedades prevenibles, a la hambruna que se combate con un plato de chile guajillo y un poco de masa. La exclusión y la marginación han sido fieles testigos de todos estos sucesos a lo largo de la historia.

Esta montaña es parte de la Sierra Madre del Sur en el estado de Guerrero, que junto con Oaxaca y Chiapas comparte la problemática de la pobreza, el analfabetismo y la desnutrición. En esta zona habitada por grupos indígenas de amuzgos, nahuas, tlapanecos, mixtecos y afromexicanos se ha gestado una nueva propuesta educativa, que busca formar a profesionistas que realicen proyectos a favor del desarrollo comunitario sustentable, capaces de administrar el municipio y el territorio sin perder el conocimiento originario y tradicional de cada uno de los grupos asentados en esta zona. A pesar de los infortunios y de la trabas por parte del gobierno del Estado, estos grupos étnicos han decidido unirse para demostrarle tanto al gobierno estatal como al federal, que el combate a todas estas necesidades se resolverán si se acaba con el analfabetismo.

Es así como nace en agosto de 2006 la Universidad Intercultural de los Pueblos del Sur (UNISUR) apoyada por el 80 por ciento de la población indígena de la entidad. Y a pesar del rezago productivo, económico y social, dichas comunidades acostumbradas al proceso de autogestión, han logrado integrar la colaboración de investigadores y de organizaciones de carácter internacional, pero principalmente han logrado integrar la participación de las mujeres indígenas para consolidar la primera fase de este trabajo.

La realidad in fraganti

Según el convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), los pueblos indígenas tienen derecho al desarrollo desde su propia perspectiva de pueblos indígenas, y los gobiernos nacionales tienen la obligación de contribuir a ello. Sin embargo en las bases legales del derecho y en la realidad no ha sido así, ya que a nivel nacional Guerrero ocupa el primer lugar en el índice de marginación, situando a veintitrés de sus municipios con una población casi de 430 mil habitantes entre los más pobres del país. Cerca del 60 por ciento ocupa viviendas sin drenaje ni servicios sanitarios; poco más de la cuarta parte carece de energía eléctrica; la mitad no cuenta con agua entubada; tres cuartas partes habita en viviendas con un grado de hacinamiento y el 77 por ciento duerme en piso de tierra; 94 por ciento de las personas de estos municipios se asienta en localidades de menos de 5 mil habitantes y 84por ciento de la población ocupada percibe un ingreso menor a dos salarios mínimos según las cifras de desarrollo en el estado.

José Joaquín Flores Félix, académico de la UNISUR, narra su experiencia en esta zona de alta marginación e impunidad y dice que durante su estancia preguntó a algunos indígenas quiénes son los habitantes de la montaña Y un indígena nahua le contestó: “Montañeros, lo que se dice montañeros, los de más arriba; esos sí que son de la montaña, porque son los más pobrecitos, esos ni español hablan, ni para comer tienen”. Cuando llegó más arriba le hizo la misma pregunta a un indígena tlapaneco y éste le respondió: “No, montañeros los mixtecos, esos sí que viven en la mera montaña, en la parte alta, ahí no tienen nada, sólo cerro, no hay caminos, no hay médicos; son tan pobres que se la pasan yendo a trabajar al jitomate, se van con toda la familia y los niños terminan por abandonar la escuela”. Preguntó lo mismo a un comerciante indígena y le dijo: “Montañeros somos los que habitamos los cerros, los que no hablamos español, los sombrerudos, los huancos, los mugrosos, los huarachudos; así nos dicen a los comerciantes de Tlapa. Montañeros es sinónimo de pobreza, así como costeño de rebeldía y violencia, como calentano de arrebato.”

Son estas las problemáticas en las que se encuentran estos grupos indígenas y debido a ellas es que han optado por apoyar la creación de su propia universidad con la ayuda y asesoría de investigadores y especialistas en distintas materias. La autogestión ha jugado un papel importante pues se han creado proyectos que permiten normar las problemáticas en esta región.

Organización emergente ante la desolación

El año 1995 fue muy significativo para los pueblos que habitan la montaña pues se creó la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias (CRAC), la Universidad Pedagógica Nacional (UPN Guerrero) y la carretera Tlapa-Marquelia gracias al esfuerzo, la participación y el trabajo de las comunidades. La autogestión ha sido impulsada principalmente por las mujeres indígenas en la montaña. Ellas iniciaron un largo y arduo camino para deconstruir estas relaciones de injusticia en las que se encuentran y así experimentar nuevas formas de vida. Al ser víctimas de los rezagos sociales, del incumplimiento y del goce limitado de sus derechos humanos, sociales y políticos, las mujeres no sólo comparten con los varones la desigualdad étnica y de clase, también sufren mecanismos de exclusión que operan específicamente contra ellas por ser mujeres, tanto en la vida familiar como en lo público.

La resistencia femenina empezó a asumirse colectivamente y se expresó también en acciones organizadas en proyectos que tienden a modificar positivamente las relaciones entre varones y mujeres. Motivadas inicialmente por problemas y carencias materiales de la vida cotidiana, impulsaron los proyectos que dieron origen a las organizaciones Noche Sihuame Zan Ze Tajome (Todas las mujeres como una sola), la Asociación Mexicana de Mujeres Organizadas en Red (AMMOR), la Comisión Ejecutiva de la Unión Nacional de Organizaciones Regionales Campesinas Autónomas (UNORCA), la Casa de Salud de la Mujer Indígena “Manos Unidas”, la Cooperativa de Tejedoras y la más grande e importante de todas: la Coordinadora Nacional de Mujeres Indígenas. Todas estas organizaciones de mujeres han apoyado la creación y gestión de la UNISUR, al igual que han velado por el desarrollo de los grupos indígenas a los que pertenecen.

El camino recorrido por las coordinadoras de cada una de estas organizaciones no fue fácil para Brígida Chautla Ramos, una indígena nahua de Chilapa que a sus cincuenta años es madre de once hijos. Ella narra cómo incursionó en la participación social: “Empecé a participar en el 83, por la necesidad de vivienda, como integrante del comité para la regularización de la tenencia de la tierra en Chilapa. El comité tenía la responsabilidad de atender las demandas jurídicas y sociales de la región. Mi esposo era albañil y siempre estaba fuera y yo tenía que ir a las reuniones o me quedaba sin vivienda. Estaba terminando mi prepa, estudié ya de grande y como podía elaborar oficios, me empecé a involucrar en todo, iba al Distrito Federal, a Acapulco, a Chilpancingo, a darle seguimiento a la gestión.”

Al igual que Brígida, las mujeres que se han integrado a estas organizaciones presentaron en sus comunidades materiales sobre violencia, violación y maltrato hacia las mujeres. Felipa Riqueño Sánchez de 46 años recuerda: “Cuando venían los señores les daba vergüenza y algunos decían que no sabían que pegarle a la mujer estaba mal, para ellos es una cuestión bien natural, como el hombre es el que manda. Las mujeres hemos tenido que duplicar esfuerzos para participar en la gestión y solución de problemas debido a nuestra escasa preparación escolar”.

Pero ha habido mujeres que han pagado caro el precio por participar en estas organizaciones. Enemesia Morales Pablo aún no olvida el costo que tuvo que pagar: “Mi esposo no se empeñaba tanto en trabajar, entonces lo que yo buscaba era incrementar mi sentido, mi aprendizaje, porque yo quería aprender más para ayudar a otras mujeres que vivían como yo. Me costó mucho trabajo. Un día me llegó a violar, porque me decía: ‘tú te vas a buscar hombres, pero aquí tengo lo que tú quieres’. No comprendía mis intenciones, yo a veces le decía: ‘sabes, vengo tan contenta de lo que aprendí allá, por todo lo que traigo en la mente para compartirlo contigo”.

A pesar de las problemáticas tan graves suscitadas en el proceso de autogestión de las comunidades indígenas en la montaña de Guerrero, lograron cumplir con sus objetivos, sensibilizaron a los hombres respecto del trato a las mujeres y éstas a su vez lograron posicionarse en las actividades económicas y de salud. Derivado de este escenario, fue creado el proyecto de la UNISUR con el fin de que las generaciones futuras y sobre todo los jóvenes se preparen para cambiar la situación económica, política y social de esta zona. Sin embargo uno de los mayores problemas que enfrentan, además del olvido del Estado y el gobierno, es la migración, la cual provocó que las mujeres se conviertan en jefas de hogar debido a que los hombres se ausentan para buscar un mejor futuro.

La búsqueda de un mejor porvenir

La montaña de Guerrero es una región de autosubsistencia campesina que ha visto durante las últimas décadas incrementar la salida de su población masculina y femenina. Esta migración ha provocado una serie de cambios en las comunidades, ya que parte de sus integrantes permanecen fuera de la región por más de seis meses al trasladarse a campos de agricultura al norte del país, o bien durante varios años en el caso del desplazamiento hacia las ciudades y hacia otros destinos fuera del país. La migración puede ser cíclica, circular o permanente.

Muchas mujeres indígenas de la Montaña empezaron un proceso migratorio hacia las ciudades cercanas a sus comunidades o a la ciudad de México en busca de mercados laborales donde no se requiere calificación ni escolaridad. El analfabetismo y la falta del manejo del idioma español las vuelve dependientes de otros frente a un medio hostil y discriminatorio. Especialmente el puerto de Acapulco ha recibido de manera notoria mujeres de la Montaña.

Los trabajos a los que tienen acceso estos indígenas en su mayoría son de carácter informal pues ocupan trabajos de albañilería, herrería, mecánica, limpieza y el comercio ambulante. La situación de estas familias se vuelve más crítica cuando las mujeres encabezan solas el hogar, ya que el ser indígena sin estudios ni capacitación, les impide insertarse en un mercado laboral urbano de por sí restringido y altamente discriminatorio.

De los indígenas que emigran de estas comunidades el 50 por ciento son menores de 18 años, de éste el 53 por ciento son hombres y el 47 por ciento son mujeres con un elevado nivel de analfabetismo que raya en un 33 por ciento según los datos estadísticos de la Secretaria de Desarrollo Social (Sedesol). En este sentido, la UNISUR tiene la misión de formar a los indígenas de estas comunidades que hayan concluido el bachillerato en cualquiera de sus modalidades, y así hacer frente a la migración y el analfabetismo que afectan severamente a estos pueblos originarios.

Una comisión académica integrada por docentes e investigadores de la Universidad Pedagógica Nacional (UPN), de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) y las autoridades comunitarias realizaron durante tres años mesas de análisis y debates en torno a la necesidad educativa de una nueva universidad en más de 140 congresos comunitarios, municipales y regionales. En el inicio del proceso la Secretaría de Educación Pública de Guerrero y el gobierno del Estado estuvieron involucrados, sin embargo el 27 de octubre de 2006, el Gobierno de Guerrero anunció que la construcción de dicho proyecto no se llevaría a cabo en la Montaña, sino en la Ciénega, en el municipio de Malinaltepec El gobierno guerrerense y el federal traicionaron el proyecto de estas comunidades pues no tomaron en cuenta el estudio de factibilidad realizado por el cuerpo académico ni mucho menos les interesó la relación intercultural de estas comunidades para su propio progreso.

La UNISUR permite promover una educación que surja de las comunidades para que se conserven sus valores culturales y tiene como finalidad la formación de intelectuales capaces, desde su propio entorno para generar soluciones a los problemas de su comunidad. Las tres licenciaturas con que arranca esta universidad el 12 de octubre de 2007 fueron las licenciaturas en Tecnologías para el Desarrollo Sustentable; Gobierno y Administración de Municipios y Territorios y Lenguas, Cultura e Historia de Nuestros Pueblos.

Los primeros frutos

A finales de la primavera de 2008 concluyó el primer trimestre de clases en las carreras ofertadas por la UNISUR a los pueblos indígenas de la Montaña de Guerrero. Actualmente hay poco más de 600 alumnos inscritos que ya iniciaron proyectos de investigación para mejorar las condiciones de su comunidad.

La labor de la UNISUR ha sido intensa pues durante este primer trimestre, firmaron un convenio de colaboración académica y de investigación con la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM) para que los jóvenes de estas comunidades tengan el apoyo y el asesoramiento de investigadores altamente capacitados y puedan consolidar proyectos de mejora para sus comunidades.