Los jefes del Ejecutivo de México y de Estados Unidos desafían a amplios sectores de sus poblaciones afectadas por problemas ambientales, y ambos actúan en el contexto de una crisis mundial de sobreproducción petrolera, que amenaza con mantener los precios en un nivel que no garantiza suficientes retornos.
Acaso es una paradoja que, en el contexto actual, el triunfo de uno implica el debilitamiento del otro, es decir: si la producción shale se incrementa en Estados Unidos, el eventual desarrollo de esa misma producción en shales, al sur del Río Bravo, se verá imposibilitada para desplegarse. Desde luego podría ser que ya tienen considerado que, agotados los recursos gringos, trasladen los equipos a este país para continuar aquí la fiesta.
El hombre de la peluca color naranja, deslizándose por una pendiente demencial, en el marco de los 100 primeros días de su gobierno, ha girado una serie de “órdenes ejecutivas” que instruyen a su secretario del Interior, Ryan Zinke, a levantar las moratorias establecidas, algunas desde la presidencia de Clinton y otras por Obama, a fin de eliminar las restricciones y permitir extender la perforación de pozos petroleros al Círculo Polar del océano Ártico, el norte de Alaska y frente a las costas estadounidenses de los océanos Atlántico y Pacífico.
Todavía no han definido si abrirán también todas o una parte de las aguas que rodean la península de Florida, en las zonas Central y Oriental del Golfo de México, un vasto espacio marino en moratoria y en cuyas costas se ha desarrollado una vigorosa zona de pesca, turismo y deportes acuáticos, acompañada de fabricación de instrumentos de navegación de veleros, que ha sido defendida no sólo por la población y los hoteleros, sino por los propios gobiernos locales, y finalmente respetada incluso por la petrocracia de los Bush (para ampliar la información sobre las zonas central y oriental del Golfo de México profundo, véase: “Presionan en EE.UU. por perforaciones en el este del golfo de México (http://www.prensa-latina.cu/index.php?o=rn&id=82571&SEO=presionan-en-ee.uu.-por-perforaciones-en-el-este-del-golfo-de-mexico) 01 de mayo de 2017, Washington, 1 may (PL).
Con el planteamiento de impulsar la creación de empleo, Donald Trump ha instruido a Zinke para considerar la posibilidad de derogar o modificar, con el propósito de hacerlas más sencillas y ágiles, las normas de seguridad establecidas como consecuencia de la explosión, hundimiento y alarmante derrame de petróleo por parte de la plataforma de la British Petroleum “Deepwater Horizon” en 2010, en el Golfo de México, considerada la mayor catástrofe ecológica en la historia de Estados Unidos.
Las nuevas disposiciones también ordenan al secretario del Interior que instrumente un enfoque de permisos simplificados para la recolección de datos sísmicos con fondos privados para determinar el potencial de recursos energéticos en alta mar.
Todo lo anterior supone un contratiempo para el movimiento internacional que reclama mayores protecciones al medio ambiente por parte de Estados Unidos, país considerado como uno de los principales contaminadores y responsable de más del 25 por ciento de las emisiones de gases con efecto invernadero en el planeta.
Parece una locura que ante la caída de la tasa de ganancia industrial, Trump empuja una reconversión de su país al extrativismo basado, en tierra, en la masificación del fracking y, costa afuera, en sus recursos en aguas profundas.
Desde luego, el neo extractivismo de Trump es distinto al de Peña, que se limita a entregar espacios marinos y terrestres. En el discurso gringo hay una insistencia en la recuperación del empleo. Por ejemplo, citan el caso de Alaska, donde un segmento de su plataforma marina ha estado en moratoria, con la consecuencia, dicen, que ahora esa entidad tiene el segundo mayor desempleo del país… las restricciones a la perforación han ocasionado pérdida de miles de empleos, lamenta Zinke.
Argumenta el gobierno de EU que dispone de un total de mil 700 millones de acres en sus aguas territoriales, pero, de ellos, apenas el 94 por ciento, sólo 16 millones, están bajo arrendamiento para el desarrollo de petróleo y gas.
Conviene recordar que ello se debe a que los bloques que Estados Unidos subasta son de apenas 5 por 4 cinco kilómetros, en total 20 kilómetros cuadrados, en tanto Peña licita bloques 100 veces mayores.
Aduce Trump que en 2008, los ingresos que el gobierno federal obtenía por los arrendamientos en su zona marítima ascendían a casi 18 mil millones de dólares y que para 2016, este mismo renglón había caído, aproximadamente, a 2.8 millones. Es también muy interesante que Trump ha iniciado una disputa con los estados que cuentan con petróleo en sus costas, en busca de redefinir las participaciones en las regalías para el gobierno federal.
En la etapa presente de la industria petrolera se desarrolla un debate sobre sus impactos ambientales y la necesidad de limitar su expansión, incluso apurar el abandono del “modelo fósil” por razones de salud pública, conservación del agua y otros recursos naturales.
En contraste, en el nuevo gobierno de Estados Unidos hay una oleada de políticos que pregonan sus amplias bases sociales de apoyo, como el propio Zinke, exgobernador de Montana, un estado productor importante de shale oil, en la cuenca Bakken, sostiene que los recursos fósiles son una bendición.
La producción de energía es una “bendición absoluta para la economía”, dice el secretario del Interior, y enumera las razones: 1) apoya la creación de más de 9 millones de puestos de trabajo, 2) suministra energía para la industria manufacturera 3) permite la calefacción doméstica y 4) apoya el transporte.
Pregona el propio Trump: “voy a levantar las restricciones sobre la energía estadounidense y permitir que esta riqueza se derrame en nuestras comunidades”, pero esta derrama requiere acentuar tendencias en curso: 1) el consumo doméstico de hidrocarburos está disminuyendo, 2) las exportaciones de gasolinas aumentando, 3) se ha iniciado una reconversión de plantas de gas licuado para exportación.
En una situación nueva, por lo menos en el corto plazo, consideran a México como mercado de consumidores de sus derivados. Veamos cómo lo explica Zinke:
“En primer lugar, es mejor para el medio ambiente que los Estados Unidos produzcan energía; he pasado mucho tiempo en países de todo el mundo y puedo decirles, con el 100 por ciento de certeza, que es mejor desarrollar nuestra energía aquí, bajo regulaciones razonables, en lugar de tener la producida en el extranjero bajo poca o ninguna regulación” (“First, it’s better for the environment that the U.S. produces energy. I’ve spent a lot of time in countries across the world, and I can tell you with 100 percent certainty it is better to develop our energy here under reasonable regulations, rather than have it produced overseas under little or no regulations”. SOURCE: U.S. Department Of The Interior, https://www.doi.gov/press releases)
En lo que va del sexenio, Peña Nieto prácticamente ha sacado de operación la mayor parte del sistema de refinación (su antecesor Felipe Calderón ya había comprometido la petroquímica) y ha virtualmente detenido la perforación.
Su tarea ha consistido sólo en entregar bloques, ahora lo llaman “la cuadrícula” del territorio petrolífero nacional. En 2017 se difundió una nueva versión del Plan Quinquenal de Licitaciones, que detalla la expectativa de entregar todo lo que queda antes de culminar este gobierno.
La más reciente expresión de este empeño por acelerar la entrada de capital privado, es el primer reglamento mexicano para la exploración y extracción de lutitas en este país.
La Agencia Nacional de Seguridad Industrial y de Protección al Medio Ambiente (Asea) publicó el pasado 16 de marzo unas breves “disposiciones administrativas” en materia de seguridad industrial, para realizar actividades de exploración y extracción de hidrocarburos en yacimientos no convencionales en tierra (disposiciones administrativas de carácter general que establecen los lineamientos en materia de seguridad industrial, seguridad operativa y protección al medio ambiente para realizar actividades de exploración y extracción en yacimientos no convencionales en tierra”, Diario Oficial de la Federación, 16 de marzo de 2017)
Desde luego no lo consideramos un aviso de la inminencia de la exploración y menos desarrollo de las lutitas, sino un incentivo más a las empresas contratistas de que aprovechen los meses que le quedan a este gobierno para que inicien actividades, ofreciéndoles facilidades que no van a encontrar en ningún otro país.
Si hoy un contratista pretende realizar fracking, los requisitos y el procedimiento que establece la Asea, es el siguiente:
Pero esa evaluación y dictamen no los formulará personal de la Asea, sino un llamado “tercero autorizado”, como a la fecha la Asea no cuenta con un listado de esos peritos, “el mismo contratista podrá buscar a su dicatminador”. Los dictaminadores podrán acreditar su capacidad de diversas maneras, incluyendo simples constancias de cursos de actualización.
“Para demostrar su experiencia se deberán incluir al menos acreditaciones profesionales, certificaciones, reconocimientos y cursos de actualización…”
La Asea queda reducida a una oficinita que se limita a acusar de recibido un llamado “dictamen” que, en los hechos, sería una simple opinión favorable de un ingeniero aprobando los planes de trabajo.
Finalicemos comentando que, como señalamos al principio, los problemas ambientales y la crisis mundial de sobreproducción pueden convertirse en el límite del expansionismo fósil y frustrar las ambiciones de los petroadictos enloquecidos, aunque lograran algunos avances más aparentes que reales, y a la postre veremos desmoronarse sus ilusiones, pero tenemos que librar una lucha cotidiana para evitar las funestas consecuencias para el conjunto de la población que intensificará la oposición, a uno y otro lado de la frontera, en la medida que mejore la información y la organización social.
Fabio Barbosa
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