Mel Frykberg/IPS
Ramala, Cisjordania. Apenas el camión que transportaba productos lácteos israelíes entró al centro de la ciudad de Ramala, fue rodeado de activistas palestinos que retiraron y destruyeron la mercadería, principalmente leche y yogur por valor de unos 20 mil dólares.
El conductor del camión, un palestino del campamento de refugiados de Qalandia, y un empleado israelí se desmayaron tras observar la situación con impotencia.
La mercadería, que comerciantes palestinos ya habían pagado, fue destrozada y pisoteada antes de que los activistas la derramaran en la calle frente a unos policías palestinos estacionados junto a una rotonda.
Los activistas del movimiento Fatah, vinculado a la Autoridad Nacional Palestina (ANP), promueven un boicot a los productos israelíes en toda Cisjordania.
El boicot se decidió después de que Israel retuviera millones de dólares de impuestos palestinos en represalia porque la ANP dio pasos para llevar al Estado israelí ante la Corte Penal Internacional de La Haya, por supuestos crímenes de guerra y abusos cometidos por sus fuerzas en Gaza y Cisjordania.
“Ingresamos a la segunda fase de la campaña, que es la confiscación y la destrucción de estos productos”, indicó Abdulá Kamal, el líder del boicot.
Hace varias semanas, la primera etapa consistió en visitas que Kamal y sus colaboradores hicieron a distintas tiendas en Ramala para ordenar a los comerciantes que se deshicieran de toda mercadería de origen israelí y, a la vez, advertirles que no adquirieran más. Hay acciones similares en marcha en otras ciudades de la ocupada Cisjordania.
Aunque los territorios palestinos no constituyen una parte importante del mercado interno de Israel, la medida pertenece a una serie de acciones de corte popular de desafío a la ocupación israelí.
“El boicot local de los palestinos es pacífico y es una forma de ejercer presión sobre Israel, aunque no sea muy fuerte”, señala a Inter Press Service (IPS) el profesor Samir Awad, politólogo de la Universidad de Birzeit, cerca de Ramala.
“Lo menos que pueden hacer los palestinos es dejar de financiar la ocupación”, añade.
Un hecho más grave, desde el punto de vista de Israel, fue el reciente voto del comité ejecutivo de la Organización para la Liberación de Palestina a favor de la supresión de la coordinación que venía realizando con los servicios de inteligencia y de seguridad israelíes.
Los palestinos acusan a la ANP de ser una subcontratista de la ocupación, y los israelíes dependen de la coordinación en materia de seguridad para prevenir otro levantamiento palestino y controlar la resistencia armada. La decisión final sobre la suspensión de la coordinación le corresponderá al presidente de la ANP, Mahmud Abás.
“La situación en el terreno se está poniendo seria y es posible que Abás tome la decisión antes de fin de mes”, observa el integrante de Fatah, Murad Shitawi, en diálogo con IPS.
“No vamos a aceptar la continuidad de la ocupación con sus implicaciones económicas y de seguridad”, agrega Shitawi, coordinador de las protestas en la norteña aldea cisjordana de Kafr Qadumy, y quien fue liberado recientemente de una cárcel israelí.
Todos los viernes, decenas de pueblos de Cisjordania y Gaza participan en las protestas contra la expropiación de tierras y la ocupación de Israel, a pesar de las fuertes consecuencias que representa para los palestinos en cuanto al número de heridos y muertos.
Shitawi señala que hace 4 o 5 años sólo algunos pueblos participaban en protestas semanales. “Ahora hay muchos y las protestas no se limitan a los viernes”, explica.
Otro acto de desafío es la construcción repetida de carpas de protesta y aldeas en la zona C de Cisjordania, que constituye el 60 por ciento del territorio, contra el traslado forzoso de la población beduina y otros palestinos que viven allí desde hace siglos.
Israel designó a la zona C de exclusividad para los colonos israelíes, lo cual es ilegal según el derecho internacional.
Uno de estos campamentos de protesta cerca de la aldea de Abu Dis, en las afueras de Jerusalén, fue reconstruido 10 veces después de ser demolido por las fuerzas de seguridad israelíes, quienes confiscaron equipos y arrestaron y agredieron a los activistas que habían acampado allí.
Además, los activistas de base palestinos también colaboran con sus aliados internacionales y con grupos pacifistas israelíes para reforzar la presión sobre Israel, mientras que continúa adquiriendo fuerza la campaña denominada Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS).
Un número cada vez mayor de empresas, artistas, grupos religiosos y universidades se niega a visitar Israel y a hacer negocios con firmas israelíes que participan en Cisjordania; o boicotean las instituciones israelíes que operan en el extranjero.
La Semana del Apartheid Israelí, “una serie internacional de eventos que busca sensibilizar acerca de las políticas de apartheid de Israel hacia los palestinos y conseguir apoyo a la creciente campaña de BDS”, se llevó a cabo en varias capitales de todo el mundo durante marzo.
Pacifistas y activistas israelíes se encuentran entre los mayores críticos de las políticas de su gobierno hacia los palestinos, y varias de sus organizaciones participan en las protestas semanales.
Grupos como Ta’ayush, Rompiendo el Silencio, Ir Amim y Rabinos por los Derechos Humanos procuran informar a la gente acerca de las realidades de la vida bajo la ocupación.
Algunos también colaboran con los agricultores palestinos que intentan cultivar sus tierras bajo el continuo hostigamiento de los colonos israelíes.
“Las acciones contra Israel de las organizaciones de base no van a desaparecer pronto, y su fuerza sólo seguirá creciendo en el ámbito internacional”, asegura Awad.
“La Autoridad Palestina continuará con el plan de llevar a Israel a la Corte Penal Internacional y, si Israel continúa reteniendo el dinero de los impuestos palestinos indefinidamente, la ANP podría colapsar y el resultado sería un caos”, advierte.
(Traducción de Álvaro Queiruga)
Mel Frykberg/IPS
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