Las plantaciones de té representan para Sri Lanka una rebosante industria que reporta millonarios ingresos anuales. Sin embargo, las condiciones laborales de los peones rayan en la esclavitud. Las principales víctimas de la explotación son las mujeres. Hacinadas, discriminadas por razones de género, enfermas y miserables, constituyen la principal mano de obra de una actividad que genera riqueza pero que no la reparte
Kanya D’Almeida/TerraViva/IPS*
Colombo, Sri Lanka. Por un camino enlodado que trepa por la montaña entre una espesa vegetación se llega hasta un claro donde hay unas casas humildes y juegan unos niños harapientos. Sus madres parecen muy jóvenes, apenas adultas, o aparentan tener muchos más años de los reales, curtidas tras décadas de trabajos extenuantes en las enormes plantaciones de té de Sri Lanka.
Rani, de 65 años y con seis hijos, trabaja 8 horas en una finca en la provincia Central. Su pelo blanco, la espalda encorvada y la falta de dientes la avejentan y ensombrecen su aspecto tras décadas de laborar al rayo del sol.
Después de su quinto hijo y superada por la cantidad de bocas para alimentar, fue hasta el hospital a pedir la ligadura de trompas, pero 5 años después tuvo al sexto.
Aunque está exhausta y adolorida, Rani está decidida a seguir trabajando para que sus hijos vayan a la escuela.
“Trabajo en la plantación para que ellos no tengan que hacerlo”, dice con una sonrisa esperanzada.
Su historia es conmovedora, pero no excepcional entre las trabajadoras y los trabajadores de las plantaciones de té de Sri Lanka, unas 450 fincas en todo el país.
Las mujeres representan 60 por ciento de los 250 mil trabajadores del rubro, todos descendientes de los sirvientes indios traídos por la colonia británica hace 1 siglo para recolectar las lucrativas hojas de té.
El té srilankés es de los de mayor calidad y genera unos 1 mil 400 millones de dólares de ingresos de exportación en 2012, según el Ministerio de Industrias de Plantación. Sin embargo, la salud de los trabajadores, y en especial de las mujeres, deja mucho que desear.
Priyanka Jayawardena, investigadora del Instituto de Estudios Políticos de Sri Lanka, dice a Inter Press Service (IPS) que “factores socioeconómicos profundamente arraigados” son responsables de los malos indicadores de salud entre las mujeres, las niñas y los niños de las plantaciones, que están sistemáticamente por debajo del promedio nacional.
Dieciséis por ciento de las mujeres en edad reproductiva sufren desnutrición en Sri Lana, pero la proporción se incrementa a 33 por ciento entre las trabajadoras de las plantaciones. Y alrededor de 16 por ciento de los recién nacidos en el país tienen bajo peso al nacer, pero es uno de cada tres en las fincas de té.
El mal estado de salud de las trabajadoras en las plantaciones se atribuye a la pobreza que padece la población de las fincas. Sesenta y cinco por ciento de los hogares pertenecen al quintil socioeconómico más bajo, muy por encima del 8 por ciento en zonas urbanas y del 20 por ciento en los hogares rurales.
Hay especialistas que también atribuyen la situación a cuestiones culturales.
“Muchas mujeres son prácticamente analfabetas y no suelen cuidar de su salud ni de la de sus hijos”, observa en diálogo con IPS una trabajadora de campo del Centro de Preocupación Social, del distrito de Nuwara Eliya, en el Centro de Sri Lanka.
“Tienen trabajos extenuantes y dedican menos tiempo a pensar en comida y nutrición”, explica.
De hecho, según Jayawardena, sólo 15 por ciento de los menores de 5 años de las plantaciones tienen una ingesta diaria de proteína animal, mucho menos que los entre 40 y 50 por ciento de las poblaciones rurales y urbanas. Lo mismo ocurre con frutas, verduras y otros alimentos.
Además, sólo 63 por ciento de las trabajadoras de las fincas amamanta de forma exclusiva a sus bebés en sus primeros 4 meses de vida, comparado con el 77 por ciento en las ciudades y 86 por ciento en zonas rurales, según un informe del Instituto de Estudios Políticos.
La situación empeora debido al régimen laboral del sector. Muchas mujeres son jornaleras, y ganan unas 687 rupias (poco más de 5 dólares) al día y muy pocas pueden beneficiarse de una licencia por maternidad.
Jayawardena dice que casi la mitad de las mujeres en las plantaciones de té deja la escuela al terminar la primaria, mucho más del 15 por ciento que deserta a escala nacional. El alfabetismo es bajo e incluso las campañas para crear conciencia sobre este asunto no logran llegar al público objetivo.
“Muchas son extremadamente pobres y desde la infancia no reciben muchos estímulos, apenas si hay parques infantiles, bibliotecas, lugares de esparcimiento o de actividades sociales en las fincas. Entonces, ellas se suelen casar pronto y tener hijos jóvenes”, cuenta la trabajadora de campo.
La tasa de embarazos adolescentes es de 6.4 por ciento en Sri Lanka, pero se dispara a 10 por ciento entre las trabajadoras de las plantaciones de té, lo que genera un círculo en que madres desnutridas tienen hijas con problemas de salud que también serán madres jóvenes.
“Si las mujeres son el principal sostén en las fincas de té y generan el grueso de los ingresos en los hogares de un sector que alimenta la economía nacional, entonces la salud materna debería ser una prioridad”, explica Mythri Jegathesan, profesora adjunta del departamento de antropología de la Universidad de Santa Clara, en California, en entrevista con IPS.
“Cualquier trabajo agrícola es pesado para el cuerpo y muchas de las trabajadoras de las plantaciones de Sri Lanka trabajan hasta los 7 u 8 meses de embarazo. Es necesario reconocerlas y prestar más atención a su bienestar y su salud”, añade.
Varias organizaciones no gubernamentales y de la sociedad civil trabajan con diligencia junto con el gobierno y el sector privado para mejorar la salud de las mujeres.
Pero la situación mejora, según Chaaminda Jayasinghe, gerente de proyecto del programa de plantación del capítulo srilankés de Care International.
El Foro de Desarrollo de la Comunidad, creado por Care International en algunas fincas, ofrece un espacio y un modelo exitoso para el desarrollo inclusivo de los trabajadores y las trabajadoras de las plantaciones de té, indica Jayasinghe. La iniciativa ya mejoró las condiciones de vida y la salud de esas personas, al tiempo que las conectó con el conjunto de la sociedad srilankesa.
Kanya D’Almeida/TerraViva/IPS*
*Traducido por Verónica Firme
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