Las reservas de recursos naturales estratégicos del Sur del país –biodiversidad, tierras cultivables, agua, uranio, tierras raras– podrían caer en manos de potencias extranjeras, de empresas trasnacionales, sin excluir intervenciones armadas, alerta Luis Alfonso Medina Martínez, exdelegado naval ante la Junta Interamericana de Defensa en Washington DC, Estados Unidos.
“El Estado debe estar alerta para repeler cualquier injerencia externa y defender los recursos estratégicos del país; no seremos ajenos a los conflictos que se originen por obtenerlos, ni a la mirada de las potencias extranjeras que podrían recaer sobre México para obtenerlos, como parte de las llamadas guerras del futuro”, advierte.
Debido a esta amenaza, dice, se torna imprescindible asegurar la región que concentra los recursos estratégicos de México –Chiapas, Tabasco, Yucatán, Quintana Roo, Oaxaca–, y proveer al país de una visión preventiva para contener las pretensiones de las potencias extranjeras sobre ellos.
“En un futuro de conflictos y guerras por la escasez de alimentos, agua y energéticos para sostener la vida humana en el planeta, se requiere de visualizar la defensa de los recursos naturales estratégicos del Sur del país, destinados a satisfacer los requerimientos de la sociedad y contener las pretensiones de potencias extranjeras de apoderase de ellos”, apunta.
Considera que dado el ritmo de consumo de materias primas, es previsible que esta región sea foco de atención para potencias que los requieran para sostener su supremacía o incluso para posibilitar su supervivencia, toma especial importancia para México asegurar a las futuras generaciones el acceso a estos recursos; sin embargo, esto no es una tarea sencilla, dado que se requiere de unidad nacional.
En su estudio La importancia geopolítica de la región Sur de México en el siglo XXI, una visión de defensa de los recursos naturales estratégicos, Medina Martínez indica que la búsqueda de estos recursos puede internacionalizarse y llegar a materializar amenazas reales por la apropiación de productos comerciales e industriales, carbón, petróleo y minerales, entre los destacan las tierras raras, insumos para la hegemonía económica y geopolítica de las potencias mundiales.
Explica que el mundo vive un escenario geopolítico reconfigurado en relación a los recursos naturales estratégicos, debido a su escasez absoluta y relativa, que involucra petróleo, agua, biodiversidad, alimentos y tierra fértil, cuya obtención podría generar escenarios de enfrentamientos armados.
En ese contexto, México es poseedor de grandes recursos naturales en la región Sur del país, lo cual lo convierte en un foco de atención a los ojos de potencias que necesiten materias primas para su subsistencia, ante lo cual plantea necesario establecer mecanismos de defensa, que no necesariamente tendrían que ser militares.
Para el desarrollo integral del país y la seguridad nacional, es necesario fortalecer la competitividad y autosuficiencia en beneficio del pueblo de México, ya que nuestro país puede aprovechar que cuenta con una diversidad de recursos minerales, los cuales son requeridos por otros países.
El control de los recursos naturales estratégicos relacionados con la seguridad humana –agua, alimentos y tierras cultivables–; con la industria y el comercio (energéticos, minerales), crea puntos de tensión y son fuentes de conflicto. Por ello, los Estados desarrollan estrategias para controlar o garantizar su acceso afirma Sara García Tasich, analista del Instituto de Estudios Estratégicos de España.
Actualmente, dice, la caracterización de recurso estratégico ha resurgido pero ajustándose a las coordenadas del capitalismo mundial. Por ello, se están volviendo a categorizar recursos que antes no merecían atención o que podían considerarse como inagotables, siendo el agua un caso paradigmático.
Explica que el valor estratégico de los recursos naturales está determinado por su disponibilidad y por estar desigualmente distribuidos; porque son claves para el modo capitalista de producción; porque contribuyen al mantenimiento de la hegemonía local, regional o mundial, y por la percepción que se tiene de su situación actual frente a su proyección a futuro.
El creciente valor estratégico del agua y los alimentos, dice, va en paralelo al de las tierras cultivables, lo que ha llevado a una carrera mundial por el control y apropiación de tierras de países que buscan fortalecer su seguridad alimentaria. La volatilidad de los precios de los alimentos y las restricciones a la importación impuestas por los principales productores, impulsa a los países a buscar alternativas para garantiza su suministro.
Por ello, agrega, hay un considerable aumento de la inversión, tanto en el mercado de la tierra como en el de las materias primas agrícolas. Entre 2002 y 2012, se adquirieron en el mercado más de 200 millones de hectáreas de tierra –lo que equivale a ocho veces el PIB del Reino Unido–, en acuerdos de tierra de gran escala.
Sin embargo, añade García Tasich las grandes inversiones en tierras se traduce en inseguridad alimentaria, desplazamiento de pequeños agricultores, conflictos sociales, devastación del medio ambiente, pérdida de agua, empobrecimiento e inestabilidad política de las naciones en las que se acapara la tierra.
Expresa que los recursos energéticos son estratégicos por naturaleza, siendo el petróleo, carbón gas y uranio los más relevantes y están desigualmente distribuidos. Por tanto, son estos recursos los que reciben mayor atención en el desarrollo de geoestrategias y en los juegos geopolíticos. Son insustituibles, como el uranio por ser de gran valor para la producción de energía eléctrica, incluso, ha sido uno de los objetivos de las organizaciones terroristas.
Los recursos minerales, que sin dudas mantienen su importancia militar, los Estados observan su carácter estratégico desde la óptica económica para la industria y el comercio. El litio, por ejemplo, se utiliza para la fabricación de baterías que se emplean en dispositivos electrónicos, por lo que su valor estratégico ha ido en aumento. Las tierras raras son imprescindibles como materia prima de magnetos, usados en tecnologías verdes (vehículos eléctricos, turbinas de viento).
En ese sentido, el capitán Alfonso Medina Martínez señala que la protección de los recursos naturales estratégicos del país tornará necesario la conformación de un área de interés, en torno a la región delimitada por los estados de Campeche, Chiapas, Quintana Roo, Yucatán, Tabasco y el Sur de Oaxaca, donde el Estado debe tener un control político, social, económico y cultural y proyectar el poder nacional de nuestro país en Centroamérica y el Caribe.
El especialista le confiere gran importancia al Istmo de Tehuantepec, el cual, dice, constituye parte de la franja fronteriza del enclave estratégico del país, que de caer en manos extranjeras, originaria la pérdida de la región y significaría la desarticulación del Estado mexicano.
Plantea que la seguridad del área de interés estratégica del Sur, requiere de fortalecer los puntos claves con cercos de protección y áreas de influencia política, económica y militar en las fronteras marítimas y terrestres, en la zona económica exclusiva, y su frontera con Guatemala y Belice, y en Centroamérica y el Caribe.
El también ingeniero en Ciencias Navales por la Heroica Escuela Naval Militar, señala que en materia de política internacional México dejó de lado acciones importantes para el desarrollo nacional, “como los intentos por frenar el expansionismo estadunidense, nuestra preeminencia en el Caribe, las alianzas militares en defensa de intereses comunes, y la proyección ideológica hacia el Caribe y Centroamérica”.
Además, indica que el país tiene que modernizar su política exterior y entender que las bases de la herencia política de los siglos XIX y XX que ya no aplican en la actualidad. “Debemos tener presente que la interdependencia comercial de los países, la preeminencia de los asuntos comerciales sobre los políticos, la transición del poder, del ámbito político al económico, minarán poco a poco los principios de política exterior de México”.
Por ello, México requiere retomar su papel de potencia en el Caribe, Centro y Sudamérica mediante la presencia activa en los ámbitos comercial, cultural y político, cuyo soporte debe contar con la cooperación y alianzas militares, lo cual será visto con recelo por Estados Unidos y los países europeos y asiáticos.
Medina Martínez considera que México es víctima de la instrumentación estadounidense llamada soft power, término que se describe como “la capacidad de obtener lo que uno desea, atrayendo a los demás en lugar de amenazarlos o pagarles”. ¿Cuál es el papel de México en este soft power o línea globalizadora?, la respuesta podría estar en el Tratado de Libre Comercio, indica.
Sin embargo, detalla que en México a pesar de que el comercio en América del Norte ha crecido alrededor del 75 por ciento muchas empresas no sobrevivieron a la competencia extranjera, al no disponer de tecnología de punta, versatilidad o capacidad de ajuste a las nuevas condiciones que impone una economía abierta como la generada con el TLC. Esto, dice, es sólo un ejemplo de lo que el soft power estadounidense puede hacerle al país.
El capitán de navío señala que a pesar de que los países de América Latina lograron su independencia, continuaron siendo manipulados por los intereses de potencias extranjeras, bajo levantamientos armados, revueltas y golpes de estado, financiados por gobiernos y empresas extranjeras, para desestabilizar y poner en los gobiernos a personas afines a sus intereses y estableciendo dictaduras.
Considera que en Latinoamérica el escenario tiene como novedad la quiebra relativa del hegemonismo norteamericano, a raíz del rechazo regional al área de Libre Comercio de las Américas, la lucha contra los tratados de libre comercio y las políticas de izquierda de los integrantes del ALBA (Venezuela, Bolivia, Nicaragua) y de Argentina, Brasil, Uruguay, a lo que se suman las protestas peruanas, chilenas y costarricenses.
Con base en lo anterior, agrega que México debe analizar el escenario latinoamericano teniendo en cuenta su economía, su política, su aspecto socio-cultural y educativo, apoyo y cooperación militar, cuyo resultado deberá permitirle al país recuperar su área de influencia natural, ya que históricamente la explotación de recursos ha sido una práctica imperialista en la región.
Así, advierte que los recursos naturales estratégicos se ven cara a cara con las guerras del futuro en las que “seremos testigos de una nueva etapa de dominación imperialista y en la que existe una relación entre los países que han tenido conflictos y los recursos que poseen”.
En ese sentido, expone que si bien México ha intentado recuperar su área de influencia en la región a través del Plan Puebla Panamá que pretendía fortalecer los tratados de libre comercio de la región; sin embargo, presentó las limitaciones impuestas por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Interamericano de Desarrollo. “Es decir, vemos aquí nuevamente la intervención estadunidense”.
Así como con el Proyecto Mesoamérica cuyo problema es que pretende impulsar un desarrollo hacia el exterior, dando la espalda hacia el interior de cada país que lo conforma, “lo que nos lleva a preguntar si dicho proyecto solo responde a los intereses estadounidenses, en lo que sería un reposicionamiento imperialista en América Latina”.
Debido a que la escasez de alimentos impacta directamente en la seguridad nacional, queda claro que el Estado y su política son responsables de la preservación de la nación, debiendo por tal motivo hacer frente a cualquier amenaza. Podemos afirmar por lo tanto que la geopolítica de los recursos naturales está íntimamente ligada a la estabilidad de la política interna de una nación así como a su política exterior, tanto en lo que se refiere a la diplomacia y comercio, como a las capacidades de sus Fuerzas Armadas.
La geopolítica de los recursos naturales, pretende enfatizar la relevancia e influencia que éstos han tenido en la historia y la importancia que están llamados a representar, dado el uso y abuso que de ellos se hace y su escasez cada vez más patente.
Lo anterior deberá ser tomado en cuenta por los países industrializados al adecuar sus procesos políticos, para legitimar la búsqueda de estos recursos de manera extra nacional, lo que originará conflictos que podrían poner en riesgo la seguridad de un Estado o una región, donde los países más pobres y menos desarrollados serán las víctimas.
La importancia de proteger nuestra área de interés estratégico del Sur de México, radica en que, ante el inminente escenario de las guerras del futuro, México debe fortalecer su influencia en Centroamérica y el Caribe para formar un bloque bajo la hegemonía mexicana que presente resistencia a la incursión de potencias extranjeras en la región.
Es innegable que una proyección hegemónica por parte del Estado mexicano hacia Centroamérica y el Caribe, requiere cambios profundos a nivel político, por lo que si queremos surgir como potencia, debemos dejar de lado la pasividad, el espejismo de seguridad o comodidad ante los acontecimientos internacionales.
“Esto implicaría desarrollar políticas que impulsen la proyección económica del país; la utilización plena de los recursos humanos; ampliación de la infraestructura portuaria y marina mercante; y, lo más importante, una clase política comprometida con el desarrollo nacional”.
José Réyez
[SEGURIDAD]
Contralínea 543 / del 12 al 18 de Junio de 2017
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