En México prevalecen las relaciones asimétricas: los hombres tienen una serie de privilegios que les permiten controlar las vidas de las mujeres: “el piso básico para que encima de él se construyan una serie de violencias contra las mujeres, que en el momento más extremo se expresa en el feminicidio y en violencia feminicida”, explica Aleida Hernández Cervantes, investigadora del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades (CIICH) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Históricamente, las desigualdades e injusticias no han sido atendidas eficazmente por el Estado mexicano, explica Norma Celia Bautista Romero, maestra en derecho y especialista en derechos humanos por la UNAM. Actualmente, indica, el tema del femicidio es el más preocupante. “Las propias mujeres han salido a decir: algo aquí está pasando, nos están matando y no está haciendo nada el Estado para protegernos”.
María de la Luz Estrada Mendoza, fundadora y coordinadora del Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio (OCNF), coincide en que el principal problema en México para las mujeres son los feminicidios y la violencia contra las mujeres, que se ha venido agudizando en estos años. “Desde el gobierno de Felipe Calderón y hasta hoy la violencia no ha cesado”.
Cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) indican que, de enero de 2019 a enero de 2020 se registraron 3 mil 92 “presuntas víctimas mujeres de homicidio doloso”. De estos casos, 2 mil 818 se registraron en 2019 y 247 en enero de este año. El mismo informe, en su apartado “Presuntos delitos de feminicidio”, registra 980 casos en 2019 y 72 en enero de este año.
La experta en el estudio de la violencia feminicida Estrada Mendoza destaca que hay que poner atención en lo que ocurre con las mujeres que son víctimas de desaparición, pues seguramente muchas de ellas fueron ya asesinadas, están en alguna fosa o se las llevaron a otro lado. “Es importante, porque el tema de desaparición debe de verse a la par de los feminicidios. En los casos que acompañamos muchas de las mujeres estuvieron desaparecidas y después las encontramos asesinadas”.
Desde el primer círculo en el que se desarrolla, la mujer mexicana está expuesta a la violencia: los feminicidas, en su mayoría, son los parientes más cercanos a las víctimas y, en su mayoría, se trata de su pareja sentimental.
La maestra Bautista Romero enfatiza que el feminicidio “no es un tema de Estado, de agenda pública: no está importando la problemática y por desgracia no es una cuestión de la actual administración. El problema de la violencia y del reconocimiento hacia ciertos derechos sí se ha dado, pero de qué sirve que se tengan diferentes instrumentos internacionales y obligaciones si como Estado no se atienden ni se complementan. No se ha hecho posible ejercer ese derecho y esto tiene que ver con políticas públicas”.
Por su parte, la directora ejecutiva del OCNF indica que urge “revisar a la luz de nuevos contextos de violencia contra las mujeres. Autoridades anteriores y la de hoy siguen sin poner el acento ahí. No puede ser que la violencia contra mujeres se le dé el mismo tratamiento que el que se le daba hace 5 años”.
Agrega que en el tema del feminicidio “hay una incapacidad del Estado en todas sus dimensiones. Estamos hablando de todos los poderes y todos los niveles que no están garantizando el acceso a una vida libre de violencia; es decir, no están previniendo, no están atendiendo y no están sancionando debidamente que se pueda detener o al menos empezar a disminuir el problema que no deja de crecer”.
La doctora en derecho Aleida Hernández Cervantes observa que, aunque en México se ha avanzado en derechos dentro de los marcos jurídicos, se ha “retrocedido en la tranquilidad que deberíamos tener en nuestras vidas las mujeres”.
Expone que esta situación contempla distintos planos, uno de ellos, las relaciones familiares, de pareja, de género entre hombres y mujeres, donde las mujeres tienen un papel subordinado y eso se expresa en que tienen una doble y triple jornada laboral.
“Las jornadas que llevan en sus casas, los cuidados de los integrantes de las familias, ya sean: hijos, parejas, familiares que tienen algún problema de salud, padres ya en la tercera edad, etcétera. Esa ha sido una carga de trabajo muy fuerte, invisibilizada socialmente, y realizada (la mayoría de las veces) sin remuneración alguna. Pero aún más: las mujeres, muchas de ellas, trabajan fuera del hogar. Entonces, tienen dobles o triples jornadas de trabajo y en ese sentido hay una asimetría en compartir las tareas domésticas y de cuidados por parte de los hombres. Es una gran faltante en términos de derechos y obligaciones que no hemos podido regular social y jurídicamente para que los hombres se integren”, expone la profesora de la División de Estudios de Posgrado de la Facultad de Derecho de la UNAM.
Para la académica, se podría llevar a cabo, como ya ocurre en otros países, la conciliación de la vida familiar con la vida laborar por parte de los hombres, por lo que hay que impulsarla en términos de regulación social, de políticas públicas y jurídicas, conciliación social y laboral.
Si los hombres no se involucran y comparten las tareas de los cuidados y domésticas “no vamos a poder tener una sociedad equitativa, no vamos a poder transitar a que las mujeres estén más en los espacios público, laboral, de la representación pública. Ese es un gran reto en términos jurídicos y sociales de regulación”, dice.
Hernández Cervantes comenta que ya hay un avance en el reconocimiento de derechos, desde el voto (otorgado en 1953) hasta nuestros días que ha habido una serie de regulaciones en torno a la atención, la sanción y la erradicación de la violencia contra las mujeres, “pero no hemos avanzado en una efectiva procuración y administración de justicia. Hay muchos retos, muchas tareas que socialmente tenemos que llevar a cabo para que se lleven a cabo muchos derechos y no se queden en el papel”.
En el informe Tiempo para el cuidado. Nota de recomendaciones para México, la organización Oxfam México indica que en el marco de la desigualdad que hay en el país las mujeres padecen aún más este flagelo, pues “esta acumulación extrema está construida sobre sobre miles de millones de horas de trabajo de cuidados que mujeres y niñas llevan a cabo.
“Es decir, la desigualdad es consecuencia de un sistema económico injusto y patriarcal que favorece a unos cuantos a costa del trabajo gratuito o mal remunerado de millones de mujeres que cuidan a personas en situación de dependencia (principalmente, niñas y niños, personas enfermas o con discapacidad y adultos/as mayores) y se encargan de las actividades básicas para que las personas, regularmente hombres, se desempeñen laboralmente (alimentación, vestido, administración del hogar, etcétera)”, indica.
El documento menciona que la desigualdad en las labores de cuidados crea un “ciclo vicioso de desigualdad económica y de género”, que impide a las mujeres el acceso a servicios de educación y salud; empleo digno y suficiente; participación política; contextos libres de violencia; y, en general, medios y bienes que les permitan construir y disfrutar de vidas plenas y satisfactorias.
Érika Ramírez
[INVESTIGACIÓN] [SOCIEDAD] [SEMANA]
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