[fullwidth style=”parallax” fullwidth=”yes” background_color=”” background_image=”https://contralinea.com.mx/wp-content/uploads/2016/08/arellano-felix-plx.jpg” background_repeat=”no-repeat” background_position=”left top” mesh_overlay=”no” border_width=”1px” border_color=”” padding_top=”20″ padding_bottom=”300″ padding_left=”20″ padding_right=”20″ text_align=”” text_color=””]
De familia humilde y de oficio tapicero, Alfredo Araujo Ávila pasó a sus 34 años de edad a ser jefe de una de las células de sicarios que custodiaban a los hermanos Ramón, Javier y Francisco Arellano Félix, del Cártel de Tijuana. A sus patrones los tenía “que defender hasta con la vida, por un sueldo de 1 mil dólares a la semana, [con] un cuerno de chivo y una [pistola tipo] escuadra”.
Fue con esas armas que varios testigos lo vieron aquel 24 de mayo de 1993 cuando participó en la balacera del Aeropuerto Internacional de Guadalajara, Jalisco, en la que resultó muerto el cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, y las mismas que a la postre –el 8 de enero de 2008, cuando fue capturado– lo llevaron a la prisión de máxima seguridad del Altiplano, en el Estado de México.
Un tribunal de alzada le negó el beneficio de la libertad, de acuerdo con el expediente de amparo directo número 176/2013 que Araujo Ávila promovió en contra de la sentencia del juez Sexto de Distrito en Materia de Procesos Penales Federales, en la causa 30/1996, que lo condenó a 11 años y 3 meses de cárcel por el delito de acopio de armas de fuego de uso exclusivo del Ejército, la Armada y Fuerza Aérea.
Originario del Barrio Logan de San Diego, California, semillero de pandilleros del que se abastecía el Cártel de los Arellano Félix, Araujo siempre portaba una charola metálica dorada con insignias de la Procuraduría General de la República (PGR), lo que lo hacía verse como un sujeto influyente en el medio policiaco, se lee en el expediente.
Así lo interpretó su paisano, amigo y cómplice Jesús Alberto Bayardo Robles, a quien Araujo Dávila contactó con David “N”, brazo derecho de Ramón Arellano, para laborar en la organización del Cártel de Tijuana, acérrimo enemigo del Cártel de Sinaloa que dirige Joaquín El Chapo Guzmán.
Fue precisamente Bayardo Robles quien declaró, entre otros testigos, del operativo para asesinar a Joaquín Guzmán Loera, alias Chapo, en Guadalajara y que derivó en la muerte del prelado de la Iglesia Católica. Un crimen con varias hipótesis, libros y versiones encontradas en las que se involucran a personajes de la vida política nacional, como el expresidente Carlos Salinas de Gortari, sin que hasta la fecha haya sido aclarado.
Los otros testigos fueron Luis Enrique Zepeda Tinoco, José Mata Jiménez y Jaime Sánchez Villegas, quienes –en sus declaraciones ministeriales del 28 de mayo de 1993– “reconocieron al Popeye Araujo como uno de los sujetos que participaron en los hechos ocurridos en 24 de mayo de ese año en el aeropuerto Miguel Hidalgo de Guadalajara, disparando con una metralleta”.
Araujo Dávila recomendó a Bayardo para que se integrara a la escolta de protección de los hermanos Arellano Félix. Le dijo a David que Bayardo tenía las virtudes de “haber trabajado en el Ejército; sabía trabajar bien las armas y era muy entrón”. Con eso bastó para que se integrara al crimen organizado.
Alberto Bayardo formó parte de la escolta de Ramón y Javier Arellano Félix, junto con Araujo y otros 10 sicarios pochos (nacidos en San Diego, California) que custodiaban las casas de seguridad blanca y azul, en Guadalajara, en los días previos al enfrentamiento en el aeropuerto tapatío.
Fue en la llamada casa azul donde se resguardaron las armas 5 días antes de la muerte de Posadas Ocampo, y donde se refugiaron para realizar rondines en busca del Chapo Guzmán y Héctor Palma Salazar, el Güero, del Cártel de Sinaloa, “para matarlos, por haberse robado varias toneladas de mariguana y en venganza por el atentado fallido en contra de los Arellano Félix en la discoteca Crystine, de Puerto Vallarta”.
En sus testimonios ministeriales del 27 y 29 de mayo de 1993, contenidos en el amparo directo 176/2013, Bayardo Robles relata el intento fallido de los hermanos Arellano Félix para matar al Chapo Guzmán y al Güero Palma.
En su lugar, fue acribillado el jerarca de la Iglesia Católica Posadas Ocampo y su chofer, mientras Ramón y Javier Arellano y sus secuaces abordaban un avión que los condujo de regreso a Tijuana la tarde del 24 de mayo de ese año. El caso aún no ha sido esclarecido por la PGR.
Describe Bayardo que ya con anterioridad desde la casa de seguridad Residencial Chapultepec de Tijuana, Baja California, sus patrones Ramón y Javier Arellano Félix enviaban a grupos de sicarios a otros estados del país para hacer trabajos “muy discretos”. En realidad, dice, “iban a buscar gente enemiga y matarla, como el Chapo Guzmán y el Güero Palma”.
Al frente del operativo iba David, brazo derecho de Ramón Arellano y jefe de Araujo, quien coordinó la misión de ejecutar al Chapo y al Güero en Guadalajara, pues de acuerdo con sus informantes –el Güero Camarón, el Coyul, el Champain– los líderes del Cártel de Sinaloa andaban en la capital tapatía.
Ramón Arellano organizó el operativo desde Tijuana, Baja California, de donde se trasladó a Guadalajara el martes 18 de mayo de 1993, en el vuelo de Aeroméxico de las 7 de la noche, en el que viajaron, además de Ramón y David, alias el CH, Carlos, el Jimmy, el Guiro, el Lalo, el Boni, el Cougar, Enrique Vasconcelos, el Puma, el Güero Caquino, el Tarzán y el Pelón, con sus respectivas armas y cargadores que pasaron “con ayuda de policías federales” a la sala de abordar.
Durante los 5 días previos a la matanza en el aeropuerto, dos grupos de sicarios del Cártel de Tijuana salían de sus guaridas para buscar a sus víctimas, pues Ramón Arellano había confirmado que el Chapo y el Güero Palma se movían en un automóvil Ford Gran Marquis, color blanco y de modelo reciente.
Pero cada noche regresaban a las casas de seguridad sin haber obtenido su propósito, hasta que el mismo lunes 24 de mayo por la mañana Ramón Arellano les informó que se abortaba la misión, que ni el Chapo ni el Güero Palma estaban en Guadalajara, y les ordenó a los comandos trasladarse al aeropuerto para regresar a Tijuana.
Bayardo Robles y Carlos fueron por los boletos a las 10 de la mañana del lunes 24 de mayo y, en el trayecto, compraron una botella de coñac. Más tarde se fueron de compras a una tienda Sanborns con los 2 mil dólares que Ramón le dio a cada uno como pago de consolación, pues la promesa fue que recibirían 20 mil dólares si caían los líderes del Cártel de Sinaloa y regresaron a la casa azul.
A las 3 de la tarde de ese día, cuando Bayardo y otros sujetos llegaron en taxi al aeropuerto, se encontraron con Ramón Arellano y David y otros guardaespaldas. El vuelo salía a las 4 de la tarde, pero Bayardo no pudo abordar el avión por encontrarse en estado de ebriedad; salió de la sala y se dio cuenta de que en el estacionamiento del puerto aéreo había una balacera.
Desde luego pidió un taxi para salir del lugar, pero fue detenido por la policía judicial que lo dejó libre al identificarse como sargento del Ejército. Llegó al hotel Plaza del Sol, donde durmió y donde lo despertó, a la mañana siguiente, la policía judicial. Bayardo entró en pánico y rogó que no lo entregaran a los hermanos Arellano Félix, porque presentía su muerte ante el fracaso de la misión de matar al Chapo Guzmán en el aeropuerto.
Fue entonces que llevó a los policías a la casa azul de la calle de La Merced 1039, en la colonia Chapalita. Allí les mostró a los agentes el arsenal de cuernos de chivo, pistolas tipo escuadras, granadas de fragmentación, chalecos antibalas, una metralleta M-60, y vehículos blindados con los que salían cada día los grupos de sicarios en busca del Chapo por las calles de la ciudad.
Explicó que el arsenal y el equipo táctico fueron asegurados por la policía y eran las que tenían asignadas él y el grupo de sicarios para el desempeño de su trabajo.
Bayardo les dijo a los agentes que en medio de la confusión que se armó durante la balacera en el aeropuerto vio al Chapo Guzmán en los pasillos de la terminal, acompañado por unos 15 sujetos, todos armados, por lo que él y su amigo el Gory se dirigieron a la sala de abordar, para volar a Tijuana, sin lograr su propósito porque personal de Aeroméxico les prohibió el acceso por encontrarse en estado de ebriedad.
Relató que Alfredo Araujo Ávila se encargaba de contratar a los sicarios que custodiaban las casas de seguridad en Tijuana y en Guadalajara, pero que no lo volvió a ver en la casa azul desde el día anterior al enfrentamiento.
Quienes sí lo vieron y testificaron en su contra fueron, además de José Carlos Bayardo Robles, hermano de Jesús, Juan Enrique Vazcones Hernández y Ramón Torres Méndez, y un grupo de albañiles que trabajaban en el aeropuerto y presenciaron los hechos: Luis Enrique Zepeda Tinoco, José Mata Jiménez y Jaime Sánchez Villegas.
Los albañiles coincidieron en sus declaraciones ante el Ministerio Público que observaron cuando llegó un automóvil color azul Century del que bajaron cuatro sujetos armados con metralletas, disparando hacia el interior de otro vehículo blanco, en el que luego supieron que viajaba el cardenal Posadas Ocampo. Y que de los nueve sujetos que la policía le mostró en fotografías sólo identificaron a Alfredo Araujo Ávila.
Para la negativa de amparo fue clave el dictamen pericial en materia de balística respecto del armamento que Araujo Ávila guardaba en las casas de seguridad, con lo que “quedó acreditada la plena responsabilidad del quejoso”, refiere el amparo 176/2013.
En descargo, Araujo Ávila sostuvo que ninguno de los medios de prueba que fueron recabados por la autoridad judicial podría ser considerado como indicio, para acreditar los elementos de tipo penal, y su plena responsabilidad en el delito de acopio de armas.
Pero de nada le valió ese y otros argumentos vertidos para evitar la prisión de máxima seguridad, porque el magistrado ponente Andrés Pérez Lozano y el secretario Gustavo Aquiles Villaseñor, del Segundo Tribunal Colegiado en Materia Penal, determinaron que sí era responsable del delito por el que se le procesaba.
Y así lo confirmó el órgano colegiado al concluir que “Alfredo Araujo Ávila, al menos 8 días antes de los acontecimientos del 24 de mayo de 1993, y hasta la fecha del aseguramiento de las armas, tuvo dentro de su radio de acción y disponibilidad de su domicilio de la calle Merced 1039, coloonia Chapalita, Guadalajara, Jalisco, más de cinco armas reservadas para uso exclusivo del Ejército y la Marina.
Asimismo, que las armas en posesión del Popeye iban a ser utilizadas para eliminar a un rival: “tan es así que al pretender realizar su cometido se suscitó una balacera en el Aeropuerto Internacional de Guadalajara donde murieron varias personas”.
Por lo que el órgano colegiado, conformado por Óscar Espinoza Durán, Alejandro Javier Hernández y Andrés Pérez Lozano, determinó “negar el amparo y la protección de la justicia solicitada por el quejoso, en contra de la sentencia del 9 de noviembre de 2009, dictada por el Segundo Tribunal Unitario del Segundo Circuito, en el toca penal 223/2009–III”.
José Réyez
[BLOQUE: INVESTIGACIÓN][SECCIÓN: SEGURIDAD]
Contralínea 501 / del 15 al 20 de Agosto 2016
Invierno crítico para personas de la calle: entre la vulnerabilidad y el olvido Anahí Del…
La llegada del invierno agrava la situación de las personas en situación de calle, quienes…
En la capital del país se seguirá fomentando el consumo del maíz que se siembra…
Creados desde 2009 y elevados a rango constitucional este año, el programa de comedores comunitarios…
El 18 de diciembre pasado –desde la conferencia presidencial– se expuso una serie de actos…
Una mancha voraz ha estado acechando las hortalizas de Juan José: es la mancha urbana.…
Esta web usa cookies.