Desde que tomó posesión Andrés Manuel López Obrador como presidente de la República, ha tenido diversas controversias en materia económica con especialistas, calificadoras, economistas y hasta con las propias instituciones gubernamentales encargadas de medir la actividad económica del país. En forma recurrente, cuando una medición no es del agrado del señor presidente, su argumento es que están equivocadas, ya que sus cifras dicen lo contrario.
Hay algunas cuestiones económicas que son importantes considerar:
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Una de las primeras situaciones fue en su toma de posesión cuando expresó que recibía un país quebrado. Técnica y económicamente no era así, ya que se cumplía con todos los compromisos de deuda (principal y su costo) y no se había dejado de pagar. En el artículo que escribí en esta prestigiada revista (“Un país saqueado no es lo mismo que un país en quiebra”), señalé que la quiebra implicaba la insolvencia y la cesación de pagos de las obligaciones. Esto no podía pasar porque sería equivalente a declarar una moratoria de pagos, cuestión que no era saludable ni deseable. Para ese entonces el país contaba con un poco más de 175 mil millones de pesos en reservas internacionales, lo cual soportaba los compromisos adquiridos. Ciertamente la duda pública es de un poco más del 50 por ciento del producto interno bruto (PIB) y ello provoca que una parte importante del gasto público se destine para cubrir, ya no el principal de la deuda sino su costo, lo cual limita el crecimiento y desarrollo económico.
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Otro malestar que tuvo el presidente fue la calificación otorgada a la economía y, en concreto, a Petróleos Mexicanos (Pemex) por las calificadoras. Eso lo hizo explotar. Dijo que las mediciones de estas calificadoras obedecían a sus intereses propios. Es cierto que las calificadoras de inversión, en cierto sentido, se manejan por cuestiones políticas, pero también es cierto que a nivel mundial son una referencia para los mercados financieros internacionales y hay que tomar en cuenta las calificaciones que emiten.
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Cuando el Banco de México redujo el pronóstico de crecimiento del PIB, lo descalificó y comentó que sus cifras indicaban que se crecería más del 2 por ciento. La primera medición del PIB, en el primer trimestre, hubo un descenso del 2 por ciento en la actividad económica y en el segundo trimestre logró su mejor nivel del 0 por ciento. El dato inicial que publicó el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) del 0.1 por ciento fue celebrado por el presidente como si hubiéramos crecido al 2 por ciento pronosticado para 2019. En principio, tener un crecimiento negativo en el primer trimestre no se recupera fácilmente, ya que si se bajó cierto porcentaje no basta con crecer al mismo porcentaje para recuperar lo perdido debido que la medición no es lineal sino exponencial.
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En los últimos días el presidente ha señalado que la economía está muy bien y que no importa el crecimiento económico, sino el desarrollo. El sostiene que con sus acciones (no programas) para ayudar a los más necesitados se genera bienestar económico. Creo que no es así. Puede dar recursos económicos para que las personas con escasos o nulos ingresos puedan elevar su consumo, pero no elevan su calidad de vida. Hay un indicador que se denomina Índice de Desarrollo Humano (IDH), el cual mide tres componentes: nivel de ingresos, nivel de salud y grado de escolaridad. Aún existen más de 20 millones de mexicanos en pobreza extrema, los cuales no tiene una buena calidad de vida. Esa es una tarea muy importante que tiene que cumplir.
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Para que exista desarrollo económico debe de haber crecimiento económico. Sin no lo hay, sólo se tratará de paliativos que mitigan, pero no reducen la pobreza. Para que se pueda aspirar a tener un desarrollo económico, el crecimiento del PIB debe de estar por encima del nivel de crecimiento de la población. Por ejemplo, si la población creciera al 2 por ciento anual, el PIB lo debería de hacer por lo menos tres veces más. Señor presidente, hay metodologías económicas para hacerlo. Vea usted, China es el país en el mundo que mayor crecimiento económico ha tenido en los últimos 20 años y aún con su poderío comercial y económico, sigue siendo un país subdesarrollado.
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Señor presidente, otro beneplácito que tuvo fue cuando el Banco de México anunció una reducción de la tasa de interés de referencia de .25 puntos base para quedar en 8 por ciento y comentó que eso era bueno porque a las personas les aumentaba los ingresos para elevar el consumo. Creo que no es así, porque no necesariamente esta reducción no beneficiará a los usuarios de servicios financieros. Hay una metodología que utilizan los bancos para determinar las tasas activas de interés. La base de la determinación de la tasa de interés que cobran los bancos es la Tasa de Interés Interna de Equilibrio (TIIE), a ésta se suman 28 puntos que son la base de los Certificados de la Tesorería (Cetes) y también se suma la Tasa o Premio de Riesgo que los bancos determinan para cada uno de sus instrumentos. La TIIE es un promedio de los intereses de los tres bancos más grandes del país. En este contexto, el beneficio será en algunos instrumentos, pero en otros no. Finalmente, cada banco lo decide. Obviamente los que no tiene actividad con los bancos, los más pobres, seguirán igual de fregados.
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No le gusta a usted la palabra recesión. La recesión es parte del ciclo económico que cada economía, tarde que temprano, sufre. Incluso cuando una economía permanece mucho tiempo en auge, los economistas plantean que se está sobrecalentando y hay que enfriarla, por lo que es necesario una recesión calculada y bien manejada para no caer en crisis económica que traiga consecuencias funestas para la población. Otra cuestión es que, quiera o no quiera, la dependencia que tiene México con los Estados Unidos de entre 70 y 80 por ciento en el comercio, lo hace vulnerable a una recesión internacional. Ojo, hay visos en la economía mundial que puede presentarse una recesión, quizá no en este y el próximo año, pero sí en 2 años.
Señor presidente, en lo particular lo conmino a que haga caso de las señales económicas y no caer en la ignorancia de la economía. Usted mencionó en su conferencia mañanera que la recuperación económica es una tarea que no se ha cumplido. Ciertamente, así como hay economistas malos también los hay brillantes y hay que hacerles caso. También en los presidentes de la República también hay muchos malos y quizá alguno bueno. Hay que buscarlo en un pajar como una aguja.
Óscar Enrique Díaz Santos*
*Doctor en economía por la Universidad Nacional Autónoma de México y especialista en gasto público y presupuesto
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