Leona insurgente

Leona insurgente

Una vez libre, Leona Vicario parte hacia Oaxaca, ciudad liberada por los insurgentes en noviembre de 1812. Sale en medio de una recua de mulas, con el rostro embadurnado de oscuro para disimular su aspecto y comienza una larga y travesía de retenes y grandes peligros. Siempre con el ánimo muy en alto por los servicios que iba a prestar a la Patria.

Llevaba los implementos para armar una imprenta: tinta y moldes. Era esencial contar con un periódico para informar y organizar a la población. Pasa por Río Frío para encaminarse a Pueblam, rumbo a Tehuacán. Atraviesa llanos y montes bajo difíciles condiciones para por fin llegar a Oaxaca.

Los insurgentes estaban en un campamento a las afueras de la ciudad, muy mal guarnecidos, faltos de alimentos y de cobijas. Apenas comían tortillas, frijoles y chile. Su precaria situación no los amilanaba porque bajo la conducción del gran José María Morelos y Pavón, quien era como un rayo en medio del cielo obscuro, habían ido de victoria en victoria.

Ahí, llena de gozo, se encontró a su primo Manuel Fernández Salvador que ya era teniente coronel, acompañado por José Ignacio Aguado y de sus admirados amigos Carlos María Bustamante, José María Liceaga, el doctor Sixto Verduzco, Miguel Gallardo y otros. Leona se sentía entre los suyos. Había perdido todo, sus bienes y su familia, pero le quedaba la fe en la victoria. Por otro lado, Morelos la ayudó con algunos recursos que recibiría meses después.

En esas épocas Leona Vicario, la primera periodista de México, siempre atenta de la difusión de ideas, informaciones, análisis, colaboró con El Correo Americano del Sur y llegó a escribir para periódicos como El Ilustrador Americano, El Ilustrador Nacional y El Semanario Patriótico Américano. Su labor intelectual fue muy grande, así como su influencia ideológica. Siempre disimulada porque en esa época se vivía la sociedad patriarcal que excluía a las mujeres de todo protagonismo. Sólo aparecían los hombres en roles centrales, por ejemplo los diputados del Congreso eran casi exclusivamente hombres, así como los dirigentes políticos y militares. Sin embargo el papel de las mujeres fue fundamental en todo momento y muchas veces decisivo. En el caso de Leona, aunque Andrés compartía e enriquecía sus ideas, la mas clara, consecuente, decidida, era ella, por lo que casi todo lo que hizo Andrés fue con el apoyo y la asesoría de su mujer.

La situación era complicada, los golpes eran constantes y duros. Pero la lucha seguía. Fue ese mismo año, el 16 de abril, que en la Batalla de Salvatierra, su queridísimo primo Manuel Férnandez Salvador murió acribillado por defender valientemente el punto del obraje a pesar de estar en desventaja. Manuel murió como un héroe y su prima, conmocionada, juró ante su memoria dar su vida misma a la causa de la victoria de México, sin importar sacrificios.

Morelos luchaba por la Soberanía de México y siempre dio prioridad a la celebración de un Congreso que tomara las importantes decisiones pendientes para construir un nuevo país. Se convocó el Congreso del Anahuac en Chilpancingo el 13 de septiembre de 1813, donde Morelos da a conocer su documento Sentimientos de la Nación.

Andrés Quintana Roo, que presidía el Congreso, y ella participaron activamente en elaboración de propuestas, discusión de ideas y en la redacción de los documentos.

Estuvieron presentes en todos los acontecimientos. Era un 5 de octubre cuando abolieron la esclavitud, concretando la proclamación de Hidalgo y el 6 de noviembre de 1813 los diputados del Congreso Constituyente firmaron solemnemente el Acta de la Independencia de la América Septentrional. Ese día Andrés y Leona contrajeron matrimonio ante el cura Sartorio en la Parroquia de Chilpancingo. La pareja no cabía en sí de gozo al unir sus vidas y al mismo tiempo participar en la culminación de su sueño desconociendo ese mismo día el dominio español y de la Corona y declarando la República. Este rompimiento total con Fernando VII era un paso audaz e impensable para muchos en aquella época, incluso no era aprobado por algunos importantes insurgentes como Ignacio López Rayón quien ni siquiera se presentó al acto.

La participación de Leona en el Congreso, en la labor periodística, en la solución de innumerables problemas cotidianos y su absoluta entrega a la causa le valieron que el 22 de diciembre de 1813 el generalísimo José María Morelos y Pavón propusiera y obtuviera del Congreso el nombrarla Benemérita de la Patria. Ya antes, ese mismo año, en Tlalpujahua la habían nombrado: Infanta  de la Nación Americana.

Pero pronto llegaron los reveses. La derrota en Valladolid el 23 de diciembre, la de Puruarán el 5 de enero de 1814, la muerte por fusilamiento de Mariano Matamoros el 3 de febrero, la traición de López Rayón y del secretario de confianza de José María Morelos, Juan Nepomuceno Rosains, quienes arteramente y vilmente promovieron la destitución de Morelos del Poder Ejecutivo y del mando militar, la pérdida de Oaxaca por López Rayón el 29 de marzo. Todos éstos hechos colocaron al Congreso en una situación de extrema vulnerabilidad. Y con ellos a Leona y Andrés. En esos meses todos vivían a salto de mata y soportaron hambres, calores, escasez y una epidemia de peste. Se vivieron días angustiosos.

De 1814 y 1815 comenzó el peregrinar de los insurgentes: Tlacotepec, Las Ánimas, Ajuchitan, Uruapan, de donde huyeron a Tiripetío. Los realistas les pisaban los talones. En Las Ánimas perdieron el archivo y el sello del Congreso, institución de la cual Andrés fungía ya sea como presidente, ya como secretario y Leona siempre presente, ayudaba como escribana y contadora. Un golpe fatal, sucedió el 27 de julio, cuando fue muerto Hermenegildo Galeana, quien junto a Matamoros era el principal sostén de Morelos. Cuando este se enteró de la muerte de Gildo exclamó presa del dolor: “He perdido mis dos brazos”.

Leona participó como corresponsal de guerra en algunos combates y continuó difundiendo las noticias de la Revolución de Independencia. La situación se tornaba más difícil mes a mes. Muchas mujeres y sus familias acompañaban a los combatientes y participaban en el duro peregrinar y la amenaza constante del ejército realista, que pendía sobre sus cabezas.

Pero no se rindieron, y lograron una gran proeza, en Apatzingan pudieron reunir al Congreso que aprobó la nueva constitución del país independiente: la Constitución de Apatzingan, que fue sancionada el 22 de octubre de 1814. Al documento se le llamó Decreto Constitucional para la Libertad de la América Mexicana, de modo que fue Morelos el primero que llamó a nuestra tierra: México. Ese día Morelos, Quintana Roo, Leona Vicario, felices, lo celebraron como un gran éxito. Se daban los pasos necesarios para construir instituciones independientes. Andrés concluye su período como diputado y en Ario toman la decisión de que una vez cumplido su deber legislativo iban a dejar de acompañar al Congreso. Otra de las razones que los movió fue que la pareja ya no pudo sufrir tantas grillas, pleitos, traiciones y maltrato a Morelos y los pleitos y ambiciones internas.

Pero durante todo este tiempo, y a pesar de todo, hasta del maltrato que sufrió, José María Morelos se dedica a cuidar al Congreso, a costa de su vida, al grado que cuando éste se dirigía a Tehuacán, y por proteger la huida de los diputados, Morelos cae prisionero un trágico 5 de noviembre y es fusilado en Ecatapec el 22 de diciembre de 1815. José María siempre se mantuvo firme. Luego los españoles inventaron que se había “arrepentido”, tras de matarlo quisieron desprestigiarlo para aniquilarlo física y moralmente, así de ruines eran los invasores españoles.

El virrey Juan Ruiz de Apodaca, para acabar con la insurgencia y tras la muerte de su principal líder, ofrece la amnistía y son muchos los insurgentes, combatientes y congresistas desanimados que aceptan el indulto. Leona se niega terminantemente a aceptar el perdón del virrey y a rendirse. Varias veces le ofrecieron el indulto a través de Miguel de la Concha que la conocía desde niña pues había sido cajero de su padre, pero ella siempre se negaba a rendirse.

En mayo de 1815 Leona y su marido habían decidido refugiarse en Tlataya, donde en Achipixtla nace su primera hija, Genoveva. Buscaban el contacto con los restos de insurgentes. Sólo quedaban unos pocos valientes que comandaba Nicolás Bravo, otros patriotas en Veracruz con Guadalupe Victoria y en las montañas del sur Vicente Guerrero resistía heróicamente. Pero en el trayecto fue herido Andrés por unos soldados realistas y tienen que escapar y refugiarse en Tlacuspana, donde permanecieron en 1817. Les entusiasmó en aquellos días la incursión del español Francisco Javier Mina que llegó a México para ayudar a la Independencia y crecieron sus esperanzas sobre todo con su gran triunfo contra los españoles en Ciudad del Maíz el 8 de julio de 1817, donde Mina obtiene armas y caballos. Sin embargo el triunfo fue efímero. De hecho, el intento de Mina que se extiende tan sólo de abril a noviembre de ese año termina mal y el héroe español es fusilado. Una vez mas, todo parece perdido.

Quinta parte