“Cuando me preguntas cuáles son los beneficios… ¡Pts, son obvios! Aparecieron en las pantallas. Recibimos felicitaciones de todo mundo, incluyendo el presidente [Enrique Peña Nieto]. ¿Qué hay de oculto en ello? ¡No hay nada oculto! ¿Qué tengo yo que ocultar? ¡Nada!”.
Es la oficina del director general del Canal 22. Raúl Cremoux, titular del “canal cultural de México”, camina de un lado a otro ante la mirada preocupada de sus colaboradores. Se acomoda y reacomoda el cabello, se toma de la barbilla, se tironea el saco. Con ademanes intensos y los ojos encendidos, espeta:
“Tengo 14 meses aquí y nunca había estado tan molesto. ¡Nunca! ¡Nunca! Pongo a mis compañeros como testigos… Ese sospechosismo…”.
Cremoux tiene en sus manos la edición 375 de Contralínea en la que se ve a Carlos Slim sosteniendo con el dedo índice y el pulgar el logotipo de la televisora que él dirige. Dentro de la revista se informa sobre la entrada de Slim Helú a la televisión abierta por medio del Canal 22, la rendija que encontró el empresario en la normatividad mexicana, y los esfuerzos por ocultar a la sociedad, bajo secreto industrial, el acuerdo.
“¿Cómo piensas que puedo ocultar algo? ¿De dónde sacas la idea de que puedo tener algo escondido?… Que somos la ‘rendija’ de Carlos Slim. Eso es un agravio. ¡Eso es un agravio!”, dice, con furia al aventar la publicación sobre la mesita de la sala de su oficina, en la que cuelgan enmarcadas planas enteras del periódico El Universal.
Televisión Metropolitana, SA de CV, conocida como Canal 22, firmó con América Móvil un convenio para emitir los Juegos Olímpicos de Invierno de 2014. La multinacional de Carlos Slim había adquirido del Comité Olímpico Internacional los derechos de transmisión de la justa deportiva con la condición de que éstos se verían por televisión abierta.
Por medio del canal estatal, el magnate no sólo cumplió con lo prometido al Comité, sino que sorteó la barrera que le impedía entrar a la televisión abierta con contenidos propios a la vez que comercializaba tiempos y espacios de la concesión ajena.
En primera instancia, el Canal 22 reservó el acuerdo apoyándose en los artículos 82 de la Ley de la Propiedad Industrial y 14 de la Ley Federal de Transparencia y Acceso a la Información Pública Gubernamental, ambos referentes al secreto industrial (solicitud 1142500000814). Sólo tras interponer un recurso de revisión ante el Instituto Federal de Acceso a la Información y Protección de Datos (Ifai), el documento firmado por ambas empresas se abrió parcialmente, sin el Anexo A, consistente en el Manual de Términos y Condiciones, que fue clasificado como “confidencial”.
—Es que es un agravio esto, [dizque] “secreto industrial”. Aquí está Gastón [García Marinozzi] que es el director de Imagen [Corporativa] y no te pudo haber contestado eso –dice el director general del Canal 22, no obstante que la Unidad de Enlace es la encargada de responder las solicitudes de información.
—¿Por qué es confidencial el Anexo A? –se le pregunta a Cremoux.
—No sé qué sea el Anexo A –responde quien es cabeza de Televisión Metropolitana, e insiste: “¡Yo no he firmado nada confidencial!”.
—El convenio viene con dos anexos. Sólo entregaron el B, que es una pauta de programación…
—¡Investiga! –interrumpe el funcionario, siempre de pie, siempre con el ceño fruncido, enojado.
—…y el Anexo A, el Manual de Términos del convenio, fue clasificado como “confidencial”.
Raúl Cremoux calla. Se pasea con los brazos cruzados, los pasos tensos. Da la espalda. Hay silencio. Sus colaboradores cruzan miradas, como si estuvieran buscando una respuesta que ofrecerle al director del “canal cultural de México”.
“Ha de ser de comercialización”, intervine por el impase Ana Cruz, subdirectora de Programación de la televisora estatal. “Si el Ifai no te lo dio es porque es confidencial, hay muchos acuerdos que pueden tener un apartado confidencial”, tercia García Marinozzi mientras su jefe ve hacia la puerta, como si desconociera que el Ifai no es el que entrega la información sino el ente obligado por la ley, es decir, el propio Canal 22.
Raúl Cremoux, director del Canal 22
Durante la cobertura de los Juegos de Invierno, tres programas diarios a cargo de la trasnacional de Slim Helú aparecieron en la pantalla del Canal 22.
—El convenio establece que habría dos programas producidos por América Móvil, sin embargo fueron tres. ¿Por qué? –se le pregunta.
—¡Qué bueno que sospechas! Qué bueno. En lugar de dos hay tres… ¡Porque quisimos!, porque aprovechamos el material –responde Cremoux.
“Bajo la premisa de obtener una mayor captación de audiencias y la formación cultural de espectadores, Canal 22 ha incrementado la calidad y los valores de producción de sus programas, lo cual ha repercutido positivamente en su imagen y posicionamiento frente al público”, se lee en el portal oficial de la televisora.
Gracias al arreglo, América Móvil produjo y transmitió por el Canal 22 resúmenes de las competencias con “humor y energía”, a cargo de los exconductores de Televisa y Tv Azteca Eduardo Videgaray –hermano de Luis Videgaray, secretario de Hacienda y Crédito Público–, Maggie Hegyi y Jean Duverger, así como de Ignacio Lozano y Francisco Alanís, alias Sopitas.
—¿Canal 22 pudo supervisar, hacer un control de calidad de estos programas?
—Nosotros editamos lo que querramos [sic]. Nosotros hacemos con ese material lo que se nos pegue la gana. Pudimos no hacer tres, pudimos haber hecho ocho o 10 programas, pero hicimos los que pudimos porque ésta es una emisora con recursos limitados, pudimos haber hecho 24 horas –responde Cremoux–. ¿Me explico? ¿Se te quita el sospechosismo?
—Entonces los tres programas que salieron al aire cada día producidos por América Móvil sí pasaron por un filtro para que cumplieran con la visión y los objetivos que el Canal le ofrece a los espectadores…
—Sí –responde la subdirectora de programación ante un nuevo silencio del director general.
Antes de darse por terminada de golpe la entrevista, Raúl Cremoux enfatiza que aún no se sabe sobre las ganancias monetarias para la televisora por el acuerdo firmado con Carlos Slim, que le entregó cientos de minutos y espacios comerciables al empresario. “No nos entregamos por dinero [sic], yo lo bajé lo que más se pudiera, para ganar lo menos que se pudiera, para no entregar editorialmente lo que somos. No entramos al ajuste de quien paga manda. Fue un ajuste entre iguales… Aunque el otro sea inmenso y nosotros muy pequeños, yo procuré que fuera entre iguales”.
La Carta Convenio –cuya publicación molestó tanto a Raúl Cremoux– estableció como obligaciones del canal estatal para poder adquirir la sublicencia no exclusiva de transmisión de los Juegos Olímpicos de Invierno, realizar una cobertura mínima de 50 horas de los Juegos. La transmisión fue de 270 horas, 5.4 veces más, según dio a conocer la propia televisora en su boletín Canal 22, el preferido por los televidentes para ver los Juegos Olímpicos de Invierno, Sochi 2014.
Nada qué ocultar del acuerdo Canal 22-América Móvil: Raúl Cremoux
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Contralínea 376: del 10 al 16 marzo de 2014
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