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Las atroces disputas entre los cárteles –por el control de mercados locales y rutas de trasiego de drogas hacia Estados Unidos y otros mercados extranjeros– y, en menor medida, los operativos federales –que han mermado la capacidad operativa de algunos grupos– han modificado el mapa del narcotráfico en México.
La Procuraduría General de la República (PGR) da cuenta de que, a la fecha, en el país operan 45 organizaciones criminales dedicadas al narcotráfico. Nueve de éstas son considerados grandes cárteles (Pacífico –o Sinaloa–, La Familia Michoacana, Carrillo Fuentes –o Tijuana–, Beltrán Leyva, Los Zetas, Golfo, Los Caballeros Templarios, Jalisco Nueva Generación y los Arellano Félix), de los que dependen los otros 36 grupos.
Las organizaciones criminales están presentes en las 32 entidades federativas, se desprende de los datos oficiales. Dicha “repartición” del territorio, en la mayoría de los casos, involucra violencia extrema contra grupos rivales, fuerzas del orden y la propia población civil.
Al respecto, se han identificado al menos 38 conflictos agudos que protagonizan ocho de los nueve grandes cárteles, para agenciarse el control en igual número de territorios a lo largo del país.
La información más reciente de la Agencia Antidrogas estadunidense (DEA, por su sigla en inglés) indica que cinco de esas 38 disputas involucran a cuatro o más cárteles, respectivamente, que pelean por la plaza; siete conflictos están protagonizados por tres cárteles; y el resto, 26, por dos: el que tiene control del lugar contra el que quiere arrebatárselo.
Aunque no lo parece, la Ciudad de México es el lugar donde un mayor número de organizaciones se encuentran en pugna constante: el Cártel de Sinaloa, el Cártel del Golfo, Los Caballeros Templarios, el Cártel de los Beltrán Leyva y Los Zetas, se desprende del informe 2015 National drug threat assessment summary, publicado en octubre de ese año por la DEA.
En su “Map 1. Mexican cartels: areas of dominant influence and key areas of conflict” (“Mapa 1. Cárteles mexicanos: áreas de influencia dominante y zonas clave del conflicto”), la DEA revela que los otros sitios que padecen una situación similar, donde cuatro organizaciones criminales riñen por el control, son: Aguascalientes; Oaxaca, Oaxaca; Tuxtla Gutiérrez, Chiapas; y Guanajuato, Guanajuato.
Del mismo mapa se desprende que los territorios disputados por más de dos cárteles son: Valle de Bravo, Estado de México; Chetumal, Benito Juárez (Cancún) y Solidaridad (Playa del Carmen), Quintana Roo; Tapachula, Chiapas; Monterrey, Nuevo León; Torreón, Coahuila; Nuevo Laredo y Tampico, Tamaulipas; Ciudad Obregón, Navojoa, Nogales y Caborca, Sonora; Cabo San Lucas y La Paz, Baja California Sur; Tijuana, Baja California; Ciudad Juárez, Ahumada y Cuauhtémoc, Chihuahua; Papasquiaro, Durango; Mazatlán, Sinaloa; Tepic y El Nayar, Nayarit; Fresnillo y Tlaltenango, Zacatecas; Región Sur y Guadalajara, Jalisco; Manzanillo, Colima; La Unión, Zihuatanejo y Coahuayutla, Guerrero; Puebla, Puebla; Tenosique, Tabasco; y Querétaro.
Pero las disputas encarnizadas entre cárteles no se ciñen a esas regiones, se extienden a lo largo del país. El doctor en ciencias políticas y sociales Carlos Antonio Flores Pérez, investigador del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, explica en entrevista que el tipo de violencia criminal que cobró un auge sin precedentes en el territorio mexicano se caracteriza por ser paramilitarizada.
Ello, advierte, se ha dado porque, a lo largo de estos años, desertores de las Fuerzas Armadas se han unido a las filas de narcotraficantes. Y sus conocimientos del entrenamiento militar se lo han transmitido a nuevas generaciones de criminales.
Los enfrentamientos entre cárteles se dan, sobre todo, para controlar las rutas de la droga. En su informe 2016 International narcotics control strategy report, el Departamento de Estado estadunidense indica que “Estados Unidos sigue siendo el principal destino de las drogas ilícitas que pasan por México. Las rutas de tráfico en territorio mexicano –advierte– se están diversificando para dar cabida a los mercados en crecimiento en todo el mundo”.
En el caso de la cocaína, señala que los corredores marítimos y terrestres de América Central y México son las rutas de tránsito más importantes para los cargamentos provenientes de América del Sur con destino a ese país.
A inicios del gobierno de Enrique Peña Nieto, la PGR admitía que en el país operaban 88 organizaciones criminales dedicadas al tráfico de drogas ilegales. Según los datos más recientes de esa institución (contenidos en el oficio SJAI/DGAJ/03749/2016, de la Subprocuraduría Jurídica y de Asuntos Internacionales), entre 2013 y 2015 habrían desaparecido 54 células y pandillas; se habrían constituido 13 organizaciones del narcotráfico y otras se habrían fusionado.
De acuerdo con la PGR, entre 2013 y 2015 también habría revivido el Cártel del Golfo, al que la misma Procuraduría había dado por desaparecido al inicio de este sexenio (Contralínea 337, 2 de junio de 2013).
No obstante estos reacomodos, bajas y altas, los cárteles mexicanos son los principales abastecedores del mercado más grande de drogas ilícitas. Y es que para la DEA, “las organizaciones criminales mexicanas de carácter trasnacional siguen siendo la mayor amenaza criminal para Estados Unidos: ningún otro grupo puede desafiarlos en el corto plazo”.
Según las investigaciones de la DEA, estos cárteles trafican heroína, metanfetamina, cocaína y marihuana a Estados Unidos, utilizando rutas de transporte y distribución establecidas por redes que han creado en ese país.
En el informe 2015 National drug threat assessment summary, desclasificado en octubre del año pasado, la Agencia advierte que los cárteles mexicanos “controlan el tráfico de drogas a través de la frontera Suroeste [de Estados Unidos] y se están moviendo para ampliar su cuota de mercados estadunidenses de drogas ilícitas, especialmente de heroína”.
El aspecto de producción y trasiego de drogas no se ha alterado en sus variables más significativas, opina el doctor Carlos Flores. Añade que hay ejemplos preocupantes, como el incremento de la producción mexicana de heroína que llega al mercado estadunidense, incluso con heroína blanca que antes era ajena a los productores nacionales.
Agrega que “el hecho de que los flujos del consumo de cocaína se mantienen en rangos estables y que los mercados no tienen movimientos, hace pensar que esa droga sigue pasando de manera significativa por México. Por ello, en el caso de la estrategia que se aplicó en México, no se vislumbra con claridad cuál podría considerarse como un resultado francamente positivo y no sujeto a controversia”.
El Departamento de Estado se suma a la advertencia de la DEA, al asegurar en su informe de 2016 que “México es un importante país de tránsito de cocaína y la heroína, además de ser país de origen de heroína, mariguana y metanfetaminas con destino a Estados Unidos”. Y agrega que el tráfico de drogas y la violencia siguen planteando problemas importantes para la seguridad ciudadana y el desarrollo económico mexicano.
En la reconfiguración del mapa del narcotráfico, todos los grupos han modificado su cobertura territorial. Aún considerado como el más poderoso y con negocios en más de 50 países, el Cártel del Pacífico habría perdido presencia en cinco entidades federativas, refiere la información de la PGR.
Mientras que en 2013 contaba con el apoyo de 12 células y pandillas que operaban en una docena de estados de la República, ahora cuenta con 10, cuya presencia se redujo a siete entidades.
Sus aliados actuales, según la Procuraduría, son los grupos Gente Nueva, cuyas zonas de influencia son Chihuahua y Sinaloa; Los Cabrera (Durango y Chihuahua); el “Cártel del Poniente y/o de La Laguna y/o Los Bardales” (Durango y Coahuila); El Aquiles (Baja California); El Tigre (Baja California); Del 28 (Baja California Sur); Los Artistas Asesinos (Chihuahua); Los Mexicles (Chihuahua); Los Salazar (Sonora); y Los Memos (Sonora).
De los datos oficiales se desprende que para el Cártel del Pacífico el mayor impacto en términos territoriales ocurrió por la escisión del Cártel Jalisco Nueva Generación. Éste –identificado ahora como una de las nueve grandes organizaciones criminales de México– controlaba cuatro entidades para la organización de Joaquín Guzmán Loera.
Además, otros tres aliados del cártel que encabezaba Guzmán habrían desaparecido: Los Mata Zetas, que operaban en Veracruz y Jalisco; y La Barredora y el Comando del Diablo, en Guerrero.
Pero hay que tratar con escepticismo esta supuesta contracción de este cártel. El maestro Jorge Retana Yarto observa, en entrevista, que el también llamado Cártel de Sinaloa está presente en 52 países y que se ha aliado con organizaciones muy poderosas, como la Ndrangheta, de Italia, principal organización encargada de introducir cocaína al mercado europeo a través de algunos puertos españoles.
Aunque a inicios del actual gobierno, la PGR dio por extinto al Cártel del Golfo, éste no sólo resurgió, sino que entre 2013 y 2015 se fortaleció. Según la información oficial, ahora controla siete células y pandillas. Dos de ellas con presencia en el municipio de Benito Juárez, Quintana Roo, y antes aliadas de Los Zetas (Talibanes) y del ahora desaparecido Cártel de la Barbie (Los Pelones).
Además de esos dos grupos, los otros cinco asociados –de los cuales no se tenía registro al inicio de este gobierno- operan en Tamaulipas: Los Fresitas; Ciclones; Metros, en Reynosa; Rojos, en Matamoros; Grupo Dragones, en Tampico.
El resurgimiento del Cártel del Golfo es una de las evidencias del fracaso de la supuesta “guerra” contra las drogas. Para el maestro Retana Yarto, investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México, “la estrategia de militarización para el combate del crimen trasnacional es totalmente fracasada, no sólo en México, en todos lados del mundo”.
Respecto de este tema, agrega que hay otro problema muy importante: “el Ejército es responsable de haber aceptado participar en labores de seguridad pública cuando se lo prohíbe la Constitución, aun cuando se lo solicitó el comandante en jefe de las Fuerzas Federales, que es el presidente de la República. Pero además, una vez entrado en esa participación, el Ejército ha cometido una serie de crímenes de lesa humanidad que también son su responsabilidad”.
Uno de los cárteles que más presencia territorial habría perdido, a decir de las autoridades federales, es el de Los Zetas, pues en 2013 operaba en cinco entidades y actualmente sólo lo hace en una.
El repliegue no sólo se debe a que rompió su alianza con el grupo Talibanes –que pasó a las filas del Golfo– sino a que sus socios Los Legionarios (San Luis Potosí, Zacatecas, Nuevo León y Tamaulipas) y Los Hijos del Diablo (San Luis Potosí y Zacatecas) habrían desaparecido.
Según la Procuraduría General de la República, los únicos aliados que le quedarían son en realidad tres células que operan en Tamaulipas: Grupo Operativo Los Zetas, Grupo Operativo Zetas y Fuerzas Especiales Zetas.
En 2013, las autoridades federales informaron que del Cártel de los Beltrán Leyva se habían escindido 19 organizaciones criminales. Para 2015, este grupo controla siete células y pandillas: Los Mazatlecos (Sinaloa y Baja California Sur); El 2 Mil (Sonora); Los Granados (región de Tierra Caliente, Guerrero); Los Rojos (Morelos y regiones Norte y Centro de Gurrero); La Oficina (Aguascalientes y Baja California Sur); Los Ardillos (regiones Montaña y Centro de Guerrero; y Cártel Independiente de Acapulco (Guerrero). Este último grupo había sido identificado a inicios del sexenio como aliado del Cártel de la Barbie.
En el caso de Los Caballeros Templarios se les atribuye el control de dos células delictivas que operan en Michoacán: Los Tena, liderada por Fernando Cruz Mendoza, alias el Tena, con presencia en Aquila, Coahuayana y Coalcomán; y la célula que encabeza Homero González Rodríguez y/o Gonzalo González, alias el Gatillo.
Del Cártel Jalisco Nueva Generación no se tienen identificadas células o pandillas afines. Según la PGR, este grupo opera en Jalisco, Colima, Michoacán, Guanajuato, Nayarit, Guerrero, Morelos y Veracruz.
En 2013 a La Familia Michoacana se le relacionaba con cinco células y pandillas; pero ahora sólo con una, pues tres se habrían extinguido (La Resistencia, en Jalisco; Champis Crew, en Michoacán; y Brown Side Family, en Michoacán) y una más desertó de sus filas (Guerreros Unidos y/o La Nueva Empresa, con presencia en Morelos Guerrero y Estado de México). Su único aliado ahora es La Empresa, que opera en el estado de México y en Morelos.
Al Cártel de los Arellano Félix se le identificaba como líder de 14 células y pandillas a inicios del sexenio. Ahora sólo controla tres: El Chan, El Jorquera y El Kieto. Ello, porque 11 de esos grupos –que operaban en Baja California– habrían desaparecido.
Y el Cártel de Juárez permanece intacto: en 2013 se le atribuía el control de las pandillas La Línea y Los Aztecas, con presencia en Chihuahua, mismos que siguen bajo su mando.
“Guerra” contra el crimen, una farsa
Entre 2013 y 2015, la “guerra” contra el narcotráfico sólo consiguió detener a 1 mil 185 integrantes de los cárteles y células del narcotráfico, reconoce la Procuraduría General de la República (PGR).
De acuerdo con el oficio SJAI/DGAJ/02193/2016, emitido por la Subprocuraduría Jurídica y de Asuntos Internacionales, en 2013 fueron detenidos 168 integrantes de ocho cárteles y células criminales: 43 del Cártel de los Beltrán Leyva; 35 del Cártel Jalisco Nueva Generación; 28 del Cártel de Sinaloa; 22 de los Zetas y del Cártel del Golfo, respectivamente; 15 de La En 2014 fueron 729 los criminales capturados de 11 cárteles y células: 119 de Guerreros Unidos (en el contexto de la desaparición forzada de los 43 estudiantes campesinos de la Normal Rural de Ayotzinapa, Guerrero); 118 del Cártel de Sinaloa; 113 del Cártel del Golfo; 109 de La Familia; 75 de Los Zetas y los Beltrán Leyva, respectivamente; 60 de Los Caballeros Templarios; 46 del Cártel Jalisco Nueva Generación; 10 del Cártel de Juárez; tres del Cártel Independiente de Acapulco; y uno del Cártel de Tijuana.
En 2015 el número de detenidos volvió a caer. Ese año sólo fueron capturados 288, vinculados a 11 cárteles y células: 68 del Cártel de Sinaloa; 61 del Cártel Jalisco Nueva Generación; 45 del Cártel Independiente de Acapulco; 41 de Los Zetas; 31 del Cártel de Golfo; 12 de los Beltrán Leyva y de Juárez, respectivamente; 11 de Los Caballeros Templarios; tres del Cártel de Tijuana; y dos de La Familia y Guerreros Unidos, respectivamente.
“Los niveles de impunidad en México se mantienen altos y la transición de México a un sistema penal acusatorio sigue siendo desigual”, señala el Departamento de Estado de Estados Unidos en su informe 2016 International narcotics control strategy report.
Nancy Flores, @nancy_contra
[BLOQUE: INVESTIGACIÓN][SECCIÓN: SEGURIDAD]
Contralínea 502 / del 22 al 27 de Agosto 2016
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