El intento de derrocar al gobierno de Nicolás Maduro falló: tanto ímpetu mostraron sus organizadores que quedaron al descubierto. El gobierno de Estados Unidos sufrió un nuevo descalabro en la región y quedó en evidencia como un actor ilegítimo, ilegal y golpista
Stella Calloni/Prensa Latina
Buenos Aires, Argentina. Después de casi 2 meses de haber comenzado la última maniobra golpista contra Venezuela con el llamado Plan Salida, el golpe ha fracasado, y la presión de Estados Unidos para que los grupos de choque y francotiradores movilizados detrás de una supuesta marcha pacífica de un sector estudiantil continúen golpeando y asesinando en algunos municipios del país, sólo está dejando al desnudo a los responsables intelectuales de afuera y de adentro.
El gobierno de Nicolás Maduro, como se ha reconocido, eligió la estrategia de no responder violentamente a las provocaciones de extrema violencia, que al ser ejecutadas por grupos minoritarios, terminaron concentrando un rechazo mayoritario y evitaron mayores tragedias. En las últimas horas hay órdenes muy estrictas que sólo afectan a los ya ubicados mensajeros del terror.
La incapacidad de los fundamentalistas de Washington para entender que el golpe suave, es decir, en este caso la guerra sucia, que intenta golpear cotidianamente y debilitar en extremo a un gobierno mediante la contrainsurgencia de los viejos tiempos y la guerra sicológica con la más trabajada desinformación y manipulación que registre la historia de los últimos tiempos, nunca dará una Revolución de Colores, ni una Primavera Árabe en la actual América Latina, porque las circunstancias son otras.
Tampoco parece entender que la muy primitiva derecha venezolana, que sólo engendra matrices de fascismo –también primitivo– no llegó a sostener ningún esquema golpista desde que el expresidente Hugo Chávez Frías llegó al gobierno en 1998 y logró consenso popular para instalar una Constitución que respondiera a las necesidades populares y de un país soberano; y quien bajo esta nueva Carta Magna se reeligió en 1999 y en todas las veces que se presentó a elecciones.
Más aún, el golpe de Estado sin suavidades que se le aplicó en abril de 2002 terminó convirtiéndose en un hito para el mundo. Por primera vez un golpe financiado, dirigido y asesorado por Washington, como se comprobó en ese mismo año, fue derrotado en 48 horas por un pueblo en las calles, con la Constitución en las manos y por militares patrióticos.
Fue un desastre para Washington y una victoria para Venezuela y América Latina, y sólo logró fortalecer al líder venezolano ante un pueblo que mayoritariamente lo considera un héroe “que ha entrado a la eternidad” en su temprana muerte.
En primer término, los dirigentes del nuevo golpismo desacreditaron, de entrada, la supuesta condición pacífica de una marcha estudiantil –además minoritaria– utilizada abiertamente como mascarón de proa de los violentos entrenados para estos menesteres de la violencia extrema, que debían dejar muchos muertos rápidamente y sin importar si propios o ajenos.
El sacerdote jesuita panameño Jorge F Sarsaneda, en un texto magnífico, se pregunta y nos interroga a todos: “¿por qué el estudiantado que en el mundo reivindica servicios públicos, en Venezuela lo hace en defensa de la propiedad privada de empresarios y medios de prensa? ¿Quién está detrás de este estudiantado que desprecia a un gobierno que ha destinado el 42 por ciento del presupuesto a inversiones sociales, que ha multiplicado por cinco el número de maestros, que ha alfabetizado a 1 millón y medio de personas y que ha creado 11 nuevas universidades?”.
Y más aún, cuestiona por qué si “los partidos bolivarianos ganaron las elecciones hace 3 meses, quienes protestan dicen que no pararán hasta forzar su caída y, sin embargo, los medios no los califican de golpistas”.
Sarsaneda llega al fondo del asunto, que deja claro por qué la reacción de Washington en las últimas horas, en la que se niega a reconocer no sólo la voluntad del pueblo venezolano, sino la de todos los países de la región, que con diversos gobiernos defienden a rajatabla la institucionalidad y a los gobiernos democráticamente elegidos, aunque esta elección no sea “aprobada” por el poder hegemónico: Estados Unidos y sus asociados (léase países ricos, dependientes y sumisos).
Dice más adelante Sarsaneda: “Podríamos añadir más preguntas que desnudan lo que verdaderamente hay detrás de estas ‘protestas’: el intento de los poderosos del mundo de arrebatar el petróleo de Venezuela; pero también el cobre, el litio, el agua y el resto de riquezas de los pueblos de América. Y, para ello, los medios no son otra cosa que un sistemático reproductor de mentiras y una eficaz pantalla de distracción” (texto publicado por Prensa Latina).
Nada que agregar a esta extraordinaria síntesis de otras varias preguntas de Sarsaneda sobre una verdad que es ya inocultable y “que destapan las paradojas del guión que la derecha venezolana impone en los medios de todo el mundo”.
La embestida es muy similar a lo actuado en el intento de golpe de Estado contra Evo Morales en Bolivia, a mediados de 2008, cuando desataron una “guerrita” contrainsurgente, que comenzó con el intento de incendiar y destruir edificios gubernamentales, usinas eléctricas, produciendo una masacre de campesinos indígenas que respaldaban a Evo Morales; un crimen atroz en el estado de Pando que quisieron atribuir al gobierno, versión que fue desbaratada por una Misión de Derechos Humanos enviada por la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), cuya investigación fue respaldada por la Organización de los Estados Americanos (OEA) y la propia Organización de las Naciones Unidas.
Los lugares elegidos en ambos casos para comenzar la violencia con cercanía a las fronteras, cuando no en zonas fronterizas (los estados de la Media Luna en Bolivia o Táchira y otros en Venezuela), son también parte del guión similar. En Bolivia, en horas se incendiaron edificios importantes y también televisoras, radios y otros inmuebles (171 en total). Lo mismo pasaría en 2011 en Bengasi, Libia, con los mercenarios de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
El esquema “incendiario” fue similar también en Caracas, estimando que todo lo actuado anteriormente –es decir, el desabastecimiento, el uso de grupos para generar inseguridad, los sabotajes, la campaña para quebrar empresas aéreas, las de rumores y mentiras y los intensos trabajos para dividir a los dirigentes del gobierno bolivariano, así como el terror impuesto mediáticamente– estaba destinado a crear desconcierto y caos en la sociedad.
Los golpistas esperaban que esta sociedad se lanzara a las calles y los levantara como héroes. No hubo respuesta, sólo una curiosa mirada sobre la metodología que se encerró a sí misma en los barrios y municipios ricos, donde tenían la bendición cómplice de alcaldes opositores. Pero el país nunca se detuvo, y uno de los mayores hechos políticos, sociales y culturales fue el inútil intento de la oposición de detener los carnavales, una masiva expresión cultural e identitaria del pueblo venezolano.
Era escena de realismo mágico ver pasar enormes masas de población, mayoritariamente niños, con disfraces diversos, música, o ver los multitudinarios conciertos del Carnaval por la Paz, que tan minuciosamente ocultaron los medios al mundo.
En esos momentos se insistía en que Venezuela estaba al borde de la guerra civil, cuando no sólo las calles eran una fiesta, sino que los cacerolazos que algunos trasnochados intentaban, se perdían en la multitud musical que alegraba las calles.
Una escena inolvidable: una pequeña marcha de un grupo evidentemente clasemediero, que ocupaba apenas una cuadra y media, en su “protesta” debió dejar pasar a los carnavaleros. Una de las tantas escenas surrealistas de esos días. Pero eso sí, los “violentos” que a estas alturas sólo están en unos seis municipios de los 335 del país, tienen la orden de “máxima acción”, y en los últimos días han dado sus golpes en forma ya desesperada ante el fracaso, matando guardias nacionales con francotiradores o disparando sobre personas totalmente indefensas.
Esto sólo agravó la situación de los golpistas, y en las últimas horas fueron detenidos varios terroristas extranjeros, con antecedentes en otros países participantes de los pequeños grupos comandos, por llamarlos de alguna manera. De los más de 1 mil detenidos, menos del 30 por ciento son estudiantes.
La justicia va a hablar en estos días, revelando la verdad que todos sabemos, pero que el periodismo hegemónico encubre siendo partícipe del crimen.
Los medios masivos de comunicación deben ser acusados por la justicia internacional, por haber alentado con sus mentiras los crímenes cometidos contra un pueblo pacífico, que en ningún momento –y en esto hay que destacar también a sectores opositores– se plegaron a esa extrema e inútil violencia, que deja más de 28 muertos y decenas de heridos, a sabiendas que su causa ya está perdida.
Lo extraordinariamente pueril es que la dirigencia de las desnutridas marchas y las llamadas guarimbas (cortes de calles, incendios y demás) confesaran públicamente que se trataba de derrocar a un presidente y a un gobierno que había triunfado una vez más (18 de 19 elecciones verdaderamente democráticas) en diciembre de 2013, al ganar la mayoría de los municipios.
Lo grave es que ya el 6 de febrero de 2014, apenas 2 meses después de este triunfo oficial, se le haya ocurrido a la oposición nada menos que decidir por esta vía “la salida”, es decir, el derrocamiento de un gobierno como el de Maduro que, en abril de 2013, había accedido al gobierno ganando elecciones democráticas.
¿Tanto molestó al gobierno de Estados Unidos no haber podido detener la última reunión de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) nada menos que realizada en La Habana, Cuba, que además decide que toda esta región sea un territorio de paz, entre otras importantes decisiones como corresponde a países soberanos?
Y todo esto cuando Washington necesita mostrar sus músculos tanto interna como exteriormente, después de que su desesperada carrera de guerras coloniales, invasiones y ocupaciones de países en Oriente Medio, África del Norte y Asia haya sido detenida a las puertas de Damasco por la heroica resistencia del pueblo y el gobierno de Siria, durante 3 años de feroces ataques de mercenarios y terroristas de las fuerzas especiales de las potencias de la OTAN. A estos mercenarios se les llama eufemísticamente “rebeldes sirios”, como llamaban “combatientes de la libertad” a los también criminales de lesa humanidad de la Contra nicaragüense, que bajo la misma dirección de la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos sembraron el terror en la Nicaragua sandinista. Pero además se acabó el avance impune del imperio.
Ucrania, donde el golpe de Washington y la OTAN parece triunfante, y antes Siria, les demostró que ya no están solos decidiendo la suerte del mundo. Rusia, China, Corea del Norte y muchos otros países del extenso Tercer Mundo y de todos los patios traseros de unos y otros están diciendo no a la guerra, no al control de un terrorismo mundial que se nos quiere aplicar globalmente.
El gobierno de Maduro demostró con pruebas y evidencias que esto era un inicio de golpe de Estado, que una vez más el pueblo derrotó en las calles y lo hizo en un Carnaval por la Paz que no registraron los medios en el mundo, pero que será histórico e inolvidable, como la respuesta de una Conferencia de Paz a tanta violencia y muerte.
Los incendiarios fueron quedando cada vez más solos y aislados, y a medida que pasaban los días iban perdiendo su “aterradora eficacia” que no alcanzó nunca a detener la marcha del país.
En tanto, el gobierno logró que incluso organismos internacionales reconocieran sus esfuerzos de paz y fortaleció la posición de Maduro en Venezuela y ante la comunidad latinoamericana.
Todo salió mal para Washington. Hasta la vergonzosa acción del gobierno panameño, que pidió ilegalmente la intervención de la OEA. El mismo presidente que a sólo 3 meses de su ascenso en 2009 había entregado a su país y la larga lucha anticolonial de su pueblo, al autorizar al gobierno estadunidense, a través de la entonces secretaria de Estado Hillary Clinton, a rodear Panamá, por ambos océanos, de bases militares, pidiendo la intervención de la OEA.
Era un disparate a todas luces. Y cuando bajo otros marcos la OEA reunió a la región, el resultado fue infartante: 29 países votaron su apoyo al gobierno democrático de Venezuela, uniéndose a las definidas posiciones de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, la Unión de Naciones Suramericanas, el Movimiento de Países No Alineados y otros países en el mundo.
Washington reacciona desnudando su dirección del golpe
¿Y qué hace Washington ante tamaña derrota en todos los frentes? Por supuesto no se hace cargo de las muertes y daños provocados, y salta hacia el vacío bien acompañado por los medios.
En Miami, Estados Unidos, el Nuevo Herald habló de que Venezuela estaba “al borde de la guerra civil”, en una demostración de autismo inducido, ya que repite las aseveraciones nada menos que del jefe del Comando Sur de Estados Unidos, el general John Kelly, quien sostuvo que es necesario que los venezolanos resuelvan el conflicto interno antes de que se salga de control, aumente la violencia y, por supuesto, se inicie la (para ellos) soñada guerra civil.
El secretario de Estado estadunidense, John Kerry, aseguró el pasado 12 de marzo que Washington se reserva la opción de imponer sanciones contra Venezuela para obligar a una salida pacífica y negociada con los opositores. Tan tardío como imbécil, ya que esto está sucediendo hace tiempo. Pero más aún, su gobierno se reserva imponer sanciones a Venezuela, además de imponer la tesis de supuesta inconformidad de los militares venezolanos con Maduro.
“Venezuela va camino a la catástrofe económica y en términos de democracia”, asegura Kerry, mientras Kelly afirma que la administración de Barack Obama planea sanciones que restrinjan las cuentas bancarias y la libertad de movimientos de los militares venezolanos que “influyan en su manera de pensar sobre el futuro del país”. ¿Les está diciendo corruptos, los está amenazando? Y para rematar esgrime la vieja e inútil acusación de narcotráfico para el gobierno venezolano, argumento tan gastado que ya ni se menciona en estos casos.
Kelly insistió en mencionar el trabajo de las Fuerzas Armadas estadunidenses contra el tráfico de drogas y aseguró que Venezuela es una de las bases desde donde se transportan narcóticos. En su opinión y sin ninguna prueba, miembros de las Fuerzas Armadas y funcionarios del gobierno venezolano están implicados en los vuelos que parten desde Venezuela con drogas destinadas al mercado estadunidense. Y si lo sabían, ¿estaban de acuerdo en recibir la carga? Cada vez que hablan no aclaran, sino que oscurecen. Elefantes en la vitrina que cada día crean más contradicciones y no parecen entender sus propios saltos al vacío.
Contralínea 379 / 30 de marzo al 5 de abri