Semana

500 años de resistencia indígena, negra y popular

Publicado por
Pablo Moctezuma Barragán

Los ecos del discurso impuesto por los vencedores en 1521 se siguen escuchando a 500 años de la destrucción de Mexico-Tenochtitlan. Como desde entonces, buscan justificar bajo la idea de una “guerra justa” lo que fue invasión, masacre, saqueo y, después, un despojo institucionalizado. Pero la resistencia sigue y hoy la lucha es por una emancipación que alcance una auténtica soberanía popular y nacional

A 500 años, la defensa del Imperio Español y de su narrativa subsiste para exculparlo de la Invasión del Anáhuac. Hoy se dice que no hubo tal, ni siquiera “Conquista Española”, que fue una guerra interna de los aliados de Cortés contra los mexicas. Los hechos hablan. Se impuso la Corona Española, se nombró al territorio Nueva España, gobernada por virreyes españoles, imponiendo el idioma español y su religión.

Aquí había un sistema de alianzas y Confederaciones y conflictos entre diferentes naciones originarias que Cortés aprovechó introduciendo división, amenaza, engaño y traición para hacer prevalecer el dominio español. Sus aliados lo hicieron en la lógica del Anáhuac, jamás pensaron que serían traicionados y se impondría el colonialismo español, esclavitud, violaciones, acaparamiento de tierras, saqueo de las riquezas para España.

A 500 años prevalece la narrativa española, que se basa en las Cartas de Relación de Hernán Cortés. Para entender los dichos de Cortés hay que tomar en cuenta que, dado que él huyó de Cuba sin autorización ni del Rey ni del Virrey para Conquistar, él tendría que narrar que el recibió el reino voluntariamente por parte de Moctezuma, que éste colaboró con él y fue asesinado por su propio pueblo quien lo tachó de cobarde.

Por otro lado tenía que probar que aplicó las normas de Guerra Justa, mandato medieval que se caracteriza por defender el que algunas contiendas bélicas tienen justificación y son morales. Su normativa dicta que la guerra de conquista se legitima si se da en defensa del bien público, de la paz, de la seguridad de los habitantes, contra la injusticia, la opresión y la tiranía. Si se desataba una guerra injusta, era el rey el responsable en última instancia. La guerra justa les permitía adueñarse de lo ajeno como reparación y además castigar las injurias y vengar los crímenes. Además que tenían que ajustarse a las Leyes de Burgos de 1512 y las Leyes de Valladolid de 1513 que reglamentaban las guerras de conquista.

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De modo que tenían necesariamente que pintar a los mexicas como tiranos, déspotas, que despojaban a los demás y cometían toda clase de crímenes. Habrían de afirmar lo demoniaco de los tenochcas para así tener carta abierta para la invasión, el saqueo y las matanzas que practicaron. Además, que la denuncia de sacrificios humanos y sodomía les daba carta abierta para apoderarse de pueblos y tierras.

Otro elemento a considerar es que los europeos, nacidos en el siglo XV, en pleno medievo europeo, aunque quisiesen no podían entender una sociedad totalmente ajena, diferente y hasta opuesta de la suya. La mentalidad de las sociedades del Anáhuac les era incomprensible. Sin omitir que tampoco les interesaba entenderla: lo suyo era acumular oro, poder y fama.

La narrativa de Hernán Cortés fue recuperada y difundida  por la Corona, porque le abría la puerta para recibir grandes riquezas en oro y plata, ampliar su imperio, explotar el trabajo indígena y al mismo tiempo presentarse como defensores de la cristiandad. Posteriormente todos los cronistas militares fueron repetidores de Hernán Cortés como cómplices que eran de sus acciones atrabiliarias.

En esos tiempos, en 1521, Carlos V emitió un edicto que oficializaba la censura en España. A partir de entonces el Consejo de Indias sometía todos los escritos a revisión y censura. Nadie se libraba de la vigilancia. La represión a quienes no se ajustaban al sistema oficial era brutal. Inventaron todo un refinado sistema de tortura, que ha sido exhibido en Tacuba 15, y se especializaron en causar sufrimiento de las formas más sofisticadas, que podían llegar hasta la muerte. Recordemos cómo en 1528 el inquisidor Juan Zumárraga, obispo de México, ordenó quemar vivo a don Carlos Ometochtli, descendiente de Nezahualcoyotl, por seguir con sus costumbres tradicionales. También condenaban a sus víctimas a la vergüenza publica o sambenito, al destierro, multas, trabajos forzados y a la incautación de bienes, además de estigmatizar a su familia por generaciones. Todas las crónicas fueron escritas bajo el dominio español y los códices tutelados y redactados en lo general por religiosos a mediados del siglo XVI y principios del XVII y se redactaban con destino a la Corona y al virrey, de quienes querían obtener prebendas y privilegios. Eso mismo podemos decir de los Lienzos de Tlaxcala, de la obra de Díaz Camargo y los Anales de Tlatelolco que se redactaron para defender sus méritos frente a las autoridades. Supuestamente reflejan el sentir indígena, pero obligadamente tienen que respetar, aunque con matices, la narrativa oficial. Y es bajo esa óptica que en los siglos posteriores se ha estudiado la sociedad del Anáhuac.

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En realidad aquí teníamos una cultura originaria con su propio sistema político, económico, cultural, espiritual. Vivian decenas de naciones y se configuraban alianzas y confederaciones para defenderse, prevalecer y hegemonizar. Los pueblos dominantes no imponían gobierno, religión, economía, lengua: buscaban extender su red de alianzas y cobraban un tributo. Los enfrentamientos y conflictos se resolvían bajo reglas estrictas y equitativas, se peleaba en buena ley. Desde luego que existían conflictos, contradicciones y divergencias entre tantas naciones originarias y el deseo de prevalecer. Con la llegada de los españoles muchas de ellas vieron la posibilidad de construir una Confederación para imponerse a la Triple Alianza: Mexico, Texcoco y Tacuba. Esa situación fue aprovechada por los invasores europeos que traían la bendición de sus reyes y de El Vaticano, ya que el papa Alejandro VI con sus bulas les repartió la mitad de las tierras a España y la mitad a Portugal. Así con engaños, amedrentamientos, promesas  y amenazas, los aliados se unieron a los europeos, para luego ser traicionados. El papa y el rey les habían dado la tierra y sus gentes a los españoles, no a ningún aliado.

La guerra de invasión española, introdujo no sólo el virus de la viruela, también el de la división, disolución social, la ambición, y el afán de destruir toda civilización preexistente, para imponer la suya. Introdujeron el racismo, la corrupción, la esclavitud y desde luego provocaron 500 años de resistencia indígena, negra y popular.

A lo largo de 500 años hemos sufrido el colonialismo y hoy el neocolonialismo que continúa el proceso de despojo de los pueblos de sus tierras, el agua, de sus recursos, la división de las comunidades, los asesinatos, ruptura generalizada de las formas de vida tradicionales, hoy como ayer las corporaciones y gobiernos extranjeros se llevan nuestra plata, oro y minerales, sigue la esclavitud por deudas tanto personales como la deuda pública, el dominio de extranjeros, la sujeción a un Imperio. Esas son las cadenas a romper hoy por hoy.

Conociendo el modo de vida en el Anáhuac, cae por tierra la versión de Hernán Cortés. En sus cartas de Relación refiere que Moctezuma le dijo que había un señor natural, dueño de estas tierras, que los mexicanos eran extranjeros en sus propias tierras, que eran vasallos de un señor que se había ido,  pero que regresaría, que seguramente Cortés venía de parte de ese señor y que por lo tanto lo iban a obedecer y entregarle toda la tierra, y que además podían llevarse todo el oro que quisieren. El cuento de que los confundieron con Quetzalcóatl o que los creyeron dioses y por eso les “cedieron” todo se inventó después.

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El mismo relato muestra su falsedad porque aquí no existía la propiedad privada de la tierra. Moctezuma no podía entregar la tierra, aquí no había señores ni vasallos, ni señores dueños naturales, dueños de las tierras. No había reinos, ni emperador. El mando supremo lo tenía el Tlahtocan o Consejo de Gobierno, el tlahtoani y el ciuhacóatl dependían de las decisiones del Tlahtocan, no mandaban, uno era el vocero y el otro el administrador. Toda la historia de Cortés cae por los suelos. Además refiere Cortés que Moctezuma, con llantos, convoca a los dirigentes todos los pueblos aliados de la Confederación y les pide que obedezcan a su señor natural. En Europa sí había señoríos, vasallos, reynos, imperios; aquí no.

Aquí existían pueblos, cuyos calpullis se hermanaban en icniuyotls, se respetaba la autonomía a todos los niveles, se hacían alianzas en las que se buscaba el beneficio mutuo, subsistían comunidades fuertes y la propiedad común, y gobiernos colectivos, en el altépetl se combinaba lo urbano y lo rural. Todavía no era una sociedad mercantil y predominaba el trueque. El oro no era el dinero universal y se usaba para lucirlo y atuendarse, no existía el afán de atesorar oro, que valía tanto como un hermoso arreglo de plumas. La Confederación dominante no imponía gobierno, lengua, religión, economía, sólo un tributo para mantener la red comercial y política. No había monarquía como la europea. Había un calpulli especializado en el gobierno y de ahí se elegía por méritos al tlahtoani que estaba sujeto al Tlahtocan. Además, cada aliado mantenía su autonomía y todo se decidía en asambleas. Sí que había luchas por la hegemonía y el predominio, tensiones, contradicciones, pero se resolvían con sus propias reglas. Nadie entregaba nada súbitamente. Entre pueblos mandaban embajadas, tenían tres platicas, negociaban, se hacían regalos, el fuerte le daba al débil alimentos y armas. Si no había acuerdo, el enfrentamiento se daba al mes, que era de 20 días. Se enfrentaban en equidad de circunstancias, y siendo un pueblo derrotado, aceptaba convertirse en tributario. Por cierto, en esos enfrentamientos no había destrucción de la ciudad enemiga, ni tierra arrasada, ni masacres de población civil, y si ocupaba un espacio el vencedor era junto al vencido, no sobre sus tierras. De modo que es ridículo que Moctezuma hubiese convocado a todos a sujetarse a su señor natural. Y que así como así, súbitamente, como de rayo, todos se fueran a inclinar ante un embajador extranjero sin chistar ni dar pelea. Todo el cuento de Cortes es ridículo, pero prevalece 500 años después. Esa era la historia que tenía que escribirle al rey para fingir inocencia. Al mismo tiempo que le enviaba mucho oro para sobornarlo.

La técnica de dominio que empleaban los españoles y que habían practicado una y otra vez en las Antillas, en cada lugar al que llegaban en Cuba, en la Española, en Perú, en Guatemala, en Venezuela era acercarse al principal, secuestrarlo, mantenerlo como rehén y luego hacer masacres para paralizar a la población. Eso mismo hicieron aquí: Moctezuma salió a recibirlos como embajada extranjera, por acuerdo del Tlahtocan porque era su costumbre; los alojó en el Palacio de Axayácatl y los españoles sorpresivamente lo apresaron y lo mantuvieron como rehén. Todo el cuento de que permaneció “voluntariamente” con ellos se falso y más aún que siguió gobernando. Son cuentos de Cortés y sus militares para mantener la historia de que todo fue voluntario. La matanza de la fiesta de Tóxkatl tenía el objetivo de sellar su victoria ante un pueblo aterrorizado; pero aquí, a diferencia de las Antillas, el pueblo se rebeló, los cercó en el Palacio de Axayácatl y les dejó de enviar alimentos. Luego de que Moctezuma, preso y encadenado, les había dado un ultimátum, declarándoles la guerra, aprovechó la oportunidad del sitio para lograr que saliera Cuitláhuac, pero salió con la orden de dar guerra a muerte y así lo hizo. Cuando Moctezuma no les sirvió como rehén, lo mataron. Fueron Cuitláhuac y Cuauhtémoc quienes continuaron la guerra contra el invasor y aliados.

Los españoles y aliados no formaron una “coalición antimexica”. No hubo una “sublevación general contra la tiranía mexica”. Los invasores luchaban contra la Triple Alianza y confederaciones y pueblos aliados. Tenayuca, Otumba, Cuautitlan, Tlalnepantla, Xaltocan, Iztapalapa, Cuautlalpan, Mixcuic, Cuitlahuac y los tlatelolcas, tepanecas, matlaltzincas, malinalcas y cohuixcas, xochimilcas, lucharon a favor de la Triple Alianza.

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Finalmente, los defensores del Anáhuac fueron diezmados, por caballos, las armas de acero, los perros  de presa entrenados para matar, su guerra sucia, desconocida hasta entonces, sus ataques por sorpresa y a traición, su guerra bacteriológica que mató de la viruela a tantos, el estar Tenochtitlan en una isla que pudo ser totalmente sitiada, sus bergantines. Derrotados, también, porque los invasores españoles supieron trabajar las divisiones internas, las rivalidades y pleitos y supieron engañaron con promesas, amenazar, asesinar a quien se les oponía, como fue el caso de Xicoténcatl el Joven.

Múltiples factores llevaron a la victoria de los invasores españoles que luego traicionaron a sus aliados. No fue una “guerra interna”, sino una invasión en la que se logró atraer a aliados locales, como sucede en toda invasión, para lograr imperar. Divide y vencerás ha sido siempre la divisa imperial. Finalmente, todos los pueblos del Anáhuac, incluyendo los tlaxcaltecas, cholultecas, huejotzincas, totonacas fueron sometidos. Todas las ciudades destruidas, todos gobernados por autoridades civiles y eclesiásticas españolas. Todo el territorio saqueado y los indígenas sujetos a repartimientos y encomiendas. Encerrados en Repúblicas Indias que fue el antecedente del Apartheid. Al vencer la invasión española, hasta se bautizó nuestra tierra como la Nueva España.

En la etapa inicial del capitalismo, durante el proceso de acumulación originaria del capital, se desarrolló el colonialismo, que condujo a la concentración de riquezas en los mercados europeos. El excedente de oro y plata estimuló el aumento explosivo de la demanda de mercancías, provocó la revolución industrial, que permitió a las potencias europeas dominar los mercados mundiales y seguir adueñándose de las riquezas y de las tierras de América, Asia y África, esclavizando a sus habitantes, sometiéndolos al colonialismo, a la servidumbre.

En el capitalismo actual, ya en decadencia y putrefacción, en su fase de capitalismo salvaje o neoliberal. Se imponen el neocolonialismo. Las grandes corporaciones tienen que aumentar frenéticamente sus ganancias debido a la caída constante de la tasa de ganancias –necesitan apoderarse nuevos mercados y fuentes de materia prima, del agua, del petróleo, y sectores energéticos, oro, plata, litio, el colonialismo ha reaparecido con nuevos disfraces. Cambia la forma, el fondo es el mismo. En los sexenios de Fox y Calderón las corporaciones se llevaron más oro y plata de México que los invasores españoles en toda la época colonial.

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El neocolonialismo busca dar prioridad a las corporaciones tengan y un desarrollo económico a su favor, que exploten el agua, los minerales, los territorios y recursos de las comunidades, sujeten a su dictado a los pueblos originarios, Se adueñen de las riquezas naturales, impulsen el extractivismo más voraz y exploten a la población trabajadora, estableciendo una moderna esclavitud.

Buscan la integración económica, política, militar, cultural de los países, sometiéndolos a los intereses de las potencias dominantes, tal como sucede con la integración de México a Estados Unidos o a las corporaciones de Norteamérica. Esa integración subordinada incluye el muro fronterizo que no es más que una forma de Apartheid de facto que impide el libre tránsito de personas, mientras por otro estableció –con apoyo del PRIAN– la infraestructura para el saqueo y los “corredores de transporte intermodales”, para usar nuestro territorio como su vía de paso para que circulen rápidamente nuestras riquezas hacia Estados Unidos y las mercancías estadunidenses hacia Europa y Asia.

Dividen el mundo en regiones y gobiernos del PRIAN han buscado la integración de México a la región norteamericana, de espaldas a la soberanía económica, política y militar de nuestro país. Y con mentalidad neocolonial, mandan el mensaje al pueblo de México: Están en una jaula geoestratégica y no hay nada que hacer, no nacionalicen nadan, ni el litio porque los invaden, ya los controla el Comando Norte. Por otro lado, dividen a nuestro país en “tres Méxicos” para balcanizarnos, y advierten que al gobierno que se meta con los intereses del Imperio lo derrocan. Hablan de la imposibilidad de nuestra soberanía económica “porque cinco de los principales seis ingresos que tiene México dependen de Estados Unidos”. Así buscan introyectarnos el fatalismo geopolítico. Hoy quieren someter a las naciones originarias y al pueblo de México a los megaproyectos mineros, energéticos, a refresqueras, cerveceros, lecheros, grandes proyectos agroindustriales, e inmobiliarios,  condenándonos a la migración forzosa, a la destrucción de sus comunidades.

Pero hay otra ruta. La lucha contra el neocolonialismo, por los derechos de los pueblos de mexica, las naciones originarias, de todos los mexicanos, a la lucha por la soberanía nacional y popular; por la soberanía regional y local.

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Hace 500 años se sufrió la epidemia de viruela, hoy la pandemia del Covid. Estamos en crisis sanitaria y económica, pero hay salidas, hay recursos. Suspendiendo el servicio de la deuda se puede invertir la enorme cantidad de 724 mil millones pesos y sentar bases para la recuperación y para la construcción de una nueva economía. Como en la Colonia, somos esclavos por deudas, en lo personal y a nivel del país.

Hoy es prioridad atender a la población antes que al acreedor. Usar recursos adicionales para atender un problema central, la inversión para garantizar el derecho al agua, que se apruebe la Nueva Ley General de Aguas, Realizar un gran programa nacional de cosecha de agua de lluvia, de infiltración: para la recarga de mantos acuíferos, producir y aplicar cementos y pavimentación permeable, lagos artificiales, tratamiento de aguas, construir terrazas, presas, incluyendo las de gaviones, para que las corrientes se escalonen, invertir en un cambio de modelo socio-hídrico, pozos de absorción, y potabilizar el agua para consumo humano. Con el fin de evitar sequías y para evitar inundaciones invertir en trabajadores para la reforestación de zona altas, evitar urbanización, en zona media defender el suelo agrícola, lograr ordenamientos ecológicos contra urbanización en zonas de riesgo, alinear planes federales, estatales y municipales. Impulsar infraestructura de drenaje de aguas. Que los pueblos puedan decidir sobre sus espacios y su recursos y su agua.

La suspensión, renegociación, auditoría y el logro de quitas de la deuda, nos dará un respiro de un par de años o 1 billón y medio de pesos para invertir.  En el empleo y el sector salud. Desarrollar una red de salud a nivel nacional partiendo de las comunidades locales que se enfoque en la prevención.

Urge invertir en investigación y en laboratorios que produzcan las vacunas y medicinas necesarias, así como los equipos para la atención de la salud, invertir en impulsar la medicina alternativa y la tradicional. Promover la buena salud y la producción y consumo local como palanca para el desarrollo; en ciencia y tecnología y fomentar la investigación y la educación para lograr soberanía económica y científica.

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Son necesarios los recursos para desarrollar el empleo, y garantizar la alimentación implementando un programa en el sector agropecuario, garantizar la dotación de agua y la soberanía alimentaria. Existiendo alrededor de 20 millones de hectáreas ociosas y millones de jornaleros desempleados, es indispensable invertir en la producción de maíz. Gastar en el fomento de la agroindustria de las comunidades, para que los pueblos puedan procesar su producción agrícola. Promover huertos urbanos y producción familiar. Diversificar la producción de productos agropecuarios, también hacerlo en fertilizantes orgánicos para eliminar el glifosato. Desarrollar programas de abasto y transporte para conectar el productor con el consumidor sin intermediarios. Desarrollar la fruticultura e impulsar la pesca, pues México cuenta con 11 mil kilómetros de litorales.

Seguir impulsando la soberanía energética. Además de producción de petróleo y gas, nacionalizar y desarrollar la minería de litio. Comenzar a producir automóviles eléctricos e híbridos. E invertir en energías limpias y fomentar la energía solar en las comunidades. Invertir para la sustentabilidad y la soberanía industrial, agrícola, y en servicios. Crear la Banca Pública de desarrollo que financia los proyectos de recuperación económica. Además, sería conveniente adoptar el patrón plata para evitar devaluaciones.

El rescate nacional debe contemplar el fortalecimiento del sector público y de la inversión pública. Fomentar el empleo y la economía a partir de las comunidades locales, para lo cual entre otras tareas hay que emplear 3 millones de promotores sociales comunitarios en todo el país, organizados localmente (municipio, alcaldía, pueblo, ejido), para prevención y atención de salud, educación, campañas de alfabetización, deporte y arte, proyectos de huertos urbanos, abasto, reforestación, particularmente es importante impulsar la protección civil y la seguridad y paz. A 500 años del inicio del colonialismo hay que luchar por el fin del neocolonialismo y el futuro soberano de México: 500 años de resistencia indígena, negra y popular darán frutos sin duda.

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