El impacto del tráfico de armas de fuego de Estados Unidos a México va más allá del tema de los homicidios. Tan sólo entre 2013 y 2019, la violencia por armas de fuego ha dejado una estela de 150 mil heridos, muchos de ellos con secuelas de por vida y discapacidades
En México, más de 150 mil personas resultaron heridas por disparos de armas de fuego en el periodo que va de 2013 a 2019, y hay tres veces más personas que recibieron un impacto de bala por cada 10 homicidios, de acuerdo con el investigador Carlos Pérez-Ricard, doctor en ciencias políticas por la Universidad Libre de Berlín.
“Se trata de un cálculo tres veces mayor al que reconocen oficialmente las instituciones de salud del país”, indicó. Ello, porque en ese periodo sólo fueron contabilizadas 55 mil personas heridas por arma de fuego en el país
Al participar en el seminario El negocio de la letalidad: el tráfico de armas a México, organizado por El Colegio de México, el doctor Pérez-Ricard destacó que otro tema relevante son los costos financieros de una persona que recibe un impacto de bala frente a una persona que es herida con un arma blanca. La atención médica por un impacto de bala cuesta en promedio alrededor de 16 mil pesos, mientras que atender una herida por arma blanca cuesta alrededor de 1 mil 500 pesos. Para el experto, el costo financiero es enorme y difícil de cubrir para la mayoría de las familias.
Aunado a ello, muchas de las personas heridas por armas de fuego quedan con secuelas físicas de por vida que requieren tratamientos médicos costosos o incluso con discapacidades que limitan el desarrollo de las víctimas.
El doctor Pérez-Ricard señaló que las heridas de bala no sólo generan daños físicos enormes, sino también afectan la salud mental. Ser herido de bala implica un impacto sustancial y hay una proporción de soledad, refirió el experto. Sin embargo, dijo, “esto no lo sabemos, pero empíricamente para el caso de México, es posible inferirlo a partir de investigación que se ha hecho en América del Norte”.
La Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública (Envipe), elaborada por el Inegi, revela que las personas que reciben un impacto de bala en México son hombres urbanos de entre 18 y 35 años de edad, con muy pocas variaciones, señaló Pérez-Ricard profesor investigador en el Departamento de Estudios Internacionales del CIDE.
Para los casos de Brasil, Argentina, Paraguay, Chile, Centroamérica y México, explicó, los datos indican que las víctimas y los victimarios en un alto porcentaje son las mismas personas que al mismo tiempo son víctimas de la violencia por armas de fuego.
No obstante, dijo, si se pudiera hacer este ejercicio en México se obtendrían estadísticas que no solamente sirven para hacer ciencias sociales, sino para incidir realmente en política pública porque víctimas y sus familias nunca vuelven a ser las mismas.
De manera figurada, la violencia relacionada con las armas de fuego en México “es el elefante en la habitación” cuando se habla de violencia y de política de armas en particular, indicó Pérez-Ricard, profesor-investigador en el Departamento de Estudios Internacionales del CIDE. “Cuando pensamos en la violencia en torno a las armas, pensamos casi siempre en homicidio; pero deberíamos empezar no sólo a teorizar mejor otro tipo de violencias que tienen que ver con la cuestión armada, como el hecho de la gente que es herida de bala pero que no muere, por eso a las balas que no matan lo llamamos el elefante en la habitación”. Es decir, de heridos con armas de fuego a sobrevivientes a un impacto de bala, que en la mayoría de los casos guardan secuelas físicas y mentales que les imposibilitan llevar una vida normal.
“Estas personas están completamente ausentes del debate público, de los reportes, de las discusiones académicas y, por supuesto, de todo registro nacional de salud de nuestro país”, subrayó. Por ello, consideró que “es un elefante enorme, un coloso en una habitación que cada vez se hace más estrecha y que obliga a mirar a heridos de bala. Un grupo inexistente para la televisión, los periódicos e instituciones de salud, y que urge atender, no solamente por consideraciones éticas, ni porque la sociedad tiene que vigilar y cuidar a los más vulnerables, sino por razones de política pública”.
Atender a este grupo demográfico más susceptible de ser víctima y de ser victimario, porque aquellos que han recibido un disparo de bala son más proclives a ser revictimizados, es decir, a recibir otro impacto de bala o a perpetrar violencia futura, expresó durante su alocución en el seminario “El negocio de la letalidad: el tráfico de armas a México”.
Indicó que si bien esta hipótesis no está sustentada en datos a partir de lo que se ha hecho en México o en América Latina, sí se sabe por investigación que se ha hecho en salud pública en Estados Unidos, Canadá y Europa, por lo que es altamente previsible que esta misma hipótesis se sostenga “si tuviéramos investigación también para el caso mexicano”.
Entonces, dijo, “si pensamos que hay montón de gente que recibe un impacto de bala, pero que no muere probablemente tenemos que generar políticas públicas enfocadas precisamente en estas personas”.
Al presentar resultados de investigación en torno al problema del impacto de las armas más allá de los homicidios, el doctor Pérez-Ricard planteó que pensar que la violencia armada en términos de homicidios es un error metodológico y conceptual que más que elucidar, oscurece el tema.
“Siempre que pensamos en torno a la violencia y medimos, nuestro mejor indicador son siempre los homicidios, pero toda la investigación sobre crimen y violencia en América Latina y en el mundo apunta a que, en todo caso, los homicidios pueden ser indicador de algo, pero de ninguna manera pueden en su conjunto abstraer el concepto de la violencia social”. Nuevas investigaciones revelan que, mientras el homicidio, sobre todo en sociedades con grandes índices de violencia organizada, registran picos a la alza y a la baja, que se mueven muy rápido, mientras que el resto de los crímenes se mueven siempre de manera mucho menos evidente con mucho menos picos y con muchos menos bajos.
El homicidio se comporta de manera distinta. “Tendríamos que tener más bien la teoría sobre cómo se comporta el homicidio y cómo se comporta la violencia que, insistió, es radicalmente distinto en el marco conceptual”. Respecto de la construcción de políticas públicas focalizadas, estimó que hay algunos intentos a nivel local, pero ninguna a nivel federal, y urgió a crear programas de trabajo de atención psicológica y apoyo a las familias que lidian con heridos, como trabajadoras sociales, y vincularse con la persona que recibió el impacto de bala.
“Por eso es tan importante reunir el tema de las armas con el de la seguridad pública en nuestro país. Si nosotros evitamos que estos grupos se hagan de estas armas difícilmente van a tener capacidades para diversificar, el fondo es que hay que desmilitarizar al crimen organizado porque la disponibilidad de armas genera mayores percepciones de inseguridad”, concluyó.
Por su parte, Eugenio Weigend –doctor en política pública por el Tecnológico de Monterrey, investigador sobre uso y tráfico de armas de fuego y su impacto en la seguridad– afirmó: “sabemos que Estados Unidos es un jugador importante en el tráfico de armas, no sólo a México sino a Centroamérica, e Caribe e inclusive a Canadá y el mundo”. Dijo que los factores que contribuyen al tráfico de armas desde Estados Unidos y los problemas y retos que enfrenta ese país como exportador de armas, que al mismo tiempo sufre de la violencia con armas dentro de su territorio.
Indicó que un tema fundamental de Estados Unidos es la Segunda Enmienda, que a través de 200 años ha ido cambiando y, a partir de la década de 1990 giró más hacia que no se violara el derecho del pueblo a poseer y portar armas, lo cual observa en las últimas dos interpretaciones y decisiones importantes de la Suprema Corte de Justicia en el 2008, y el 2022 sobre la ley en el estado de Nueva York.
La producción de armas y de pistolas de alto calibre que ha tenido Estados Unidos en los últimos años ha ido en aumento. Resaltó que Estados Unidos tiene un serio problema con armas de fuego: al día mueren 120 personas a causa de un disparo, principalmente por suicidios, y 200 personas reciben un impacto de bala y quedan heridas el resto de sus vidas, principalmente jóvenes de comunidades afroamericanas.
El flujo interno de armas en Estados Unidos va en estados con regulaciones más estrictas que respuestas ha habido en años recientes acompañada de un apoyo presupuestal para investigación sobre violencia con armas en tiroteos masivos en escuelas y lugares públicos.
Ha habido apoyo presupuestal para la investigación de causas de violencia con armas de fuego en 2022, y una legislación bipartidista por primera vez en más de 25 años con pasos importantes, pero insuficientes, porque no incluyen la prohibición de armas de asalto ni revisión de antecedentes a compras en transacciones privadas, pero sí incluyen el tráfico de armas como delito federal enfocados a prevenir tiroteos masivos.
Las demandas a la industria no sólo por parte del gobierno mexicano y organizaciones de la sociedad y víctimas dentro de Estados Unidos han utilizado este mecanismo, para pedir revisión de cuentas a la industria de armas que es negligente. Al mismo tiempo, ha habido leyes estatales con medidas más estrictas y estados que, como respuesta a la violencia, han planteado tener más armas en escuelas, armar a los maestros y permitir que cualquier persona pueda llevar un arma en público sin la necesidad de licencia.
Con ello, ha aumentado la violencia y los enfrentamientos con policías y el número de armas aprobadas.
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