Las pérdidas económicas absolutas por desastres naturales –cada vez más frecuentes e intensos por el cambio climático– se concentran en países de ingresos altos, mientras que la pérdida de vidas recae de forma abrumadora en países de ingresos bajos y medios bajos, demuestra informe de la ONU
Peligros naturales como inundaciones, tormentas, sequías, incendios forestales, temperaturas extremas, terremotos y tsunamis –resultado del cambio climático– han matado a más personas en países pobres que en naciones desarrolladas, revela el informe El costo humano de los desastres: una visión general de los últimos 20 años, de la Organización de Naciones Unidas (ONU).
“Para los desastres ocurridos en el periodo 2000-2019, en países de ingresos bajos, 130 personas perdieron la vida por cada millón de habitantes que viven en áreas afectadas, en comparación con sólo 18 decesos en los países de ingresos altos”, señala.
“Esto significa que la probabilidad de perder la vida entre las personas expuestas a las amenazas naturales en las naciones más pobres fue siete veces mayor que la de otras poblaciones equivalentes en las naciones ricas”, destaca el documento de la ONU.
De acuerdo con el informe, elaborado por la Oficina de Naciones Unidas para la Reducción de Desastres Naturales (UNDRR), señala que éste es un fuerte aumento con respecto a los 20 años anteriores.
Añade que, en el periodo de 2000 a 2019, se registraron 7 mil 348 eventos de desastres importantes en el mundo, cobraron 1 millón 230 mil vidas, afectaron a 4 mil 200 millones de personas (muchas en más de una ocasión), lo que resultó en 2.97 billones de dólares en pérdidas económicas mundiales.
Cambio climático, amenaza número uno del planeta
El doctor en ciencias por la Universidad Sorbona de París, Francia, Tomás Miklos, advierte que los desastres naturales forman parte de la incertidumbre y cambios del mundo ante los cuales los gobiernos requieren anticiparse de manera estratégica para preservar la seguridad de los países afectados.
“El cambio climático es la amenaza número uno del planeta, y la seguridad humana requiere de una salida a este fenómeno, dejando de lado el análisis de coyuntura y centrarse en la prospectiva de futuro para prevenir eventos climáticos catastróficos”, resalta el experto en entrevista
Indica que el mundo vive tiempos post-normales que hablan de que ya no hay una vida humana normal durable, ni desarrollo perdurable; y que demandan de una respuesta proactiva para mitigar los cambios acelerados que afectan al medio ambiente.
“El cambio climático representa amenazas no sólo hoy sino en el fututo para la seguridad humana establecida por la Organización de las Naciones Unidas, relativa a vivir con dignidad, sin miseria y sin miedo, para la protección y empoderamiento de la especie humana”, subraya el catedrático.
Advierte que huracanes, incendios sequías y otras amenazas derivadas del cambio climático pueden agravarse en el futuro, si no se toman medidas urgentes para impedir mayores daños a la vida humana y la naturaleza.
Por ejemplo, dice, en este 2021 en México acontecieron 31 huracanes en el Atlántico que causaron daños al agua potable, la agricultura y ganadería; asimismo, el 85 por ciento del territorio nacional registró facetas de sequía, provocadas por ausencia de lluvias, lo que ocasionó desabasto y pérdida de hábitats. Incluso en el Caribe mexicano el sargazo, consecuencia del cambio climático, está atacando los litorales.
Desastres, emergencia internacional
El informe de la ONU refiere estadísticas de la base de datos de Eventos de Emergencia (EM-DAT), a cargo del CRED (Centro de Investigación sobre la Epidemiología de los Desastres, organización sin ánimo de lucro y con estatus internacional bajo la ley belga). Este último da cuenta de desastres que han matado a 10 o más personas; afectado a 100 o más personas; o han dado lugar a un estado de emergencia declarado o a una llamada de asistencia internacional.
“Entre 1980 y 1999, 4 mil 212 desastres estuvieron vinculados a peligros naturales en todo el mundo, cobraron 1.19 millones de vidas y afectaron a 3 mil 250 millones de personas, lo que resultó en aproximadamente 1.63 billones de dólares en pérdidas económicas”, refiere.
Señala que gran parte de la diferencia se explica por un aumento de los desastres relacionados con el clima, incluidos los fenómenos meteorológicos extremos: de 3 mil 656 fenómenos relacionados con el clima (1980-1999) a 6 mil 681 desastres relacionados con el clima en el período 2000-2019.
En los últimos 20 años, el número de grandes inundaciones se ha más que duplicado, al pasar de 1 mil 389 a 3 mil 254, mientras que la incidencia de tormentas creció de 1 mil 457 a 2 mil 34.
Entre 1998 y 2017, los desastres climáticos y geofísicos cobraron la vida de 1.3 millones de personas y dejaron un saldo de 4 mil 400 millones de personas heridas, desplazadas, sin hogar o que necesitaron asistencia de emergencia. “Si bien la mayoría de las víctimas mortales se debió a eventos de origen geofísico, principalmente terremotos y tsunamis, las inundaciones, tormentas, sequías, olas de calor y otros eventos meteorológicos extremos representaron el 91 por ciento de todos los desastres ocurridos en ese periodo”.
Pérdidas económicas millonarias
Los países en los que ocurrieron desastres también reportaron pérdidas económicas directas por un valor de 2 billones 908 mil millones de dólares, de las cuales los desastres de origen climático ocasionaron 2 billones 245 mil millones de dólares; es decir, el 77 por ciento del monto total de esas pérdidas.
Esto representa un aumento del 68 por ciento (895 mil millones de dólares) respecto de las mermas reportadas entre 1978 y 1997 (1 billón 313 mil millones de dólares). En términos generales, las pérdidas ocasionadas por eventos meteorológicos extremos que se reportaron aumentaron en un 151 por ciento entre estos dos periodos de 20 años, cada uno.
En términos monetarios absolutos, Estados Unidos registró las mayores mermas (945 mil millones de dólares), lo que refleja tanto el alto valor de sus bienes como la frecuencia de los eventos (Gráfico 1). En comparación, China sufrió un número considerablemente mayor de desastres que Estados Unidos (577 y 482, respectivamente), pero las pérdidas totales que experimentó fueron menores (492 mil millones de dólares). Estas mermas forman sólo una parte de la historia, ya que la mayoría de los desastres que se registran en la Base de Datos de Eventos de Emergencia EM-DAT (el 63 por ciento) no contiene datos económicos.
El Banco Mundial calcula que el costo real para la economía mundial es de 520 mil millones de dólares anuales y que los desastres suman en la pobreza a 26 millones de personas cada año. Las pérdidas absolutas también ocultan la carga relativamente mayor que los desastres imponen en las poblaciones pobres. Cuando los costos económicos se expresan como porcentaje promedio del producto interno bruto (PIB), esto queda más claro.
Desigualdades mayores
De acuerdo con el informe de la ONU, las desigualdades son aún mayores que lo que sugieren los datos disponibles sobre estas pérdidas, debido a que diversos países de ingresos bajos no reportan suficientes datos de forma sistemática.
En ese sentido, los países de ingresos altos reportaron pérdidas para el 53 por ciento de los desastres ocurridos entre 1998 y 2017, mientras que los países de ingresos bajos solo reportaron datos para el 13 por ciento de estos. Por consiguiente, no hay datos disponibles sobre las pérdidas ocasionadas por casi el 87 por ciento de los desastres ocurridos en los países de ingresos bajos.
Se observa una divergencia similar en el mantenimiento de registros a nivel geográfico. Oceanía registró pérdidas para el 51 por ciento de los desastres climáticos ocurridos entre 1998 y 2017, mientras que en África esta cifra sólo alcanzó el 14 por ciento. Por lo tanto, las estadísticas económicas en este informe sólo son la punta del iceberg en lo que respecta a los países de ingresos bajos.
Si bien las cantidades absolutas más altas de personas afectadas por los desastres vivían en países de ingresos medios altos, por mucho, la cantidad más alta por cada 100 habitantes vivía en países de ingresos bajos.
Nuevamente, este contraste es más drástico entre los países de ingresos bajos (el 7.8 por ciento) y los países de ingresos altos (el 1.3 por ciento), lo que significa que, en promedio, la probabilidad de que las personas en países más pobres resultaran heridas, perdieran sus hogares, tuvieran que desplazarse o evacuar, o necesitaran asistencia de emergencia, fue seis veces mayor que la de las personas que viven en las naciones ricas.
Estos datos demuestran que, si bien las pérdidas económicas absolutas pueden concentrarse en los países de ingresos altos, el costo humano de los desastres recae de forma abrumadora en los países de ingresos bajos y medios bajos. Es decir, la vulnerabilidad frente al riesgo y la magnitud del sufrimiento se determinan por los niveles de desarrollo económico, más que por la simple exposición a las amenazas naturales como tales.
En conclusión –apunta el informe–, en momento en que el cambio climático está aumentando la frecuencia y severidad de eventos meteorológicos extremos, los desastres continuarán representando grandes obstáculos para lograr el desarrollo sostenible.
Graduado en psicología, análisis transaccional, administración y con maestría en ingeniería química por la UNAM, Tomás Miklos advierte que vivimos una devastación del ambiente que nos lleva la década de la restauración 2020-2030 del ecosistema, acordado en convenciones y tratados internacionales, so pena de acelerar la pérdida de vida en el planeta por el cambio climático por la acción del ser humano.
“Se trata de eliminar elementos de muerte de vida por causas generadas por la humanidad que está en nuestras manos, para acabar con las amenazas climáticas y desastres naturales que incluso han generado la crisis migratoria ecológica proveniente de la destrucción de la naturaleza”, destaca.
Es necesario anticiparse a los desastres y amenazas del cambio climático mediante ahorro energético y uso de energías renovables, combatir los gases de efecto invernadero de la industria, la ganadería y destrucción de bosques; reorientar el uso de la tecnología existente y utilizar la energía circular y de aprovechar sus beneficios ecológicos.
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