Cañada Honda, Aguascalientes, Aguascalientes. A pesar de la persistente pandemia de Covid-19, en las inmediaciones de la exhacienda de Cañada Honda permanecen decenas de normalistas rurales que luchan por no dejar sus estudios. Regresan de hacer compras para el desayuno cargando rejillas de huevo, jugo y tortillas; avanzan en cuadrillas, con cubetas y mechudos en mano, dispuestas a la limpieza de sus dormitorios. Se preparan para el inicio de un nuevo ciclo escolar.
En la Escuela Normal Rural Justo Sierra Méndez, mejor conocida como Cañada Honda, jóvenes mujeres estudian para convertirse en maestras. Son hijas de campesinos y obreros; provienen de comunidades marginadas y a ellas regresarán para brindar educación básica a los más pequeños.
Las normalistas tienen la posibilidad de cursar estudios superiores –no obstante su condición socioeconómica– porque la institución les provee techo, alimentación, uniformes y materiales de trabajo. Sin embargo, temen que la escuela está en riesgo de perder su esencia formativa y desaparecer como consecuencia del recorte presupuestal y la amenaza constante de reducción de la matrícula.
Durante el último año y medio, la escuela ha permanecido parcialmente cerrada a causa de la pandemia y, según denuncian las normalistas, ello ha servido como justificación para que las autoridades educativas retengan el presupuesto destinado al funcionamiento de su internado, condición indispensable para que alumnas de bajos recursos puedan estudiar.
Jaqueline estudia su segundo año. Es originaria de Tenancingo de Degollado, Estado de México, y es la primera integrante de su familia con la posibilidad de cursar estudios superiores. Su nombre, como el del resto de alumnas entrevistadas, es un pseudónimo empleado para ocultar su verdadera identidad por decisión del Comité Estudiantil de la escuela.
“Soy hija de padres proletarios. La verdad yo ingresé a la normal porque mis padres no cuentan con los recursos para apoyarme para otra escuela de paga. Desde que entré me gustó mucho porque nos apoyan en lo económico, tanto en el comedor como en los dormitorios. Todas somos hijas de campesinos y estamos aquí por eso, porque no tenemos los suficientes recursos. Y creo que las escuelas normales rurales están hechas para apoyar a personas así”, explica Jaqueline en entrevista con Contralínea.
Tras el cierre de las instalaciones –a partir del inicio de la pandemia de Covid-19–, la educación a distancia supuso un reto para las alumnas de la normal. En su natal Estado de México, sin señal móvil ni conexión a internet, Jaqueline debe trasladarse constantemente a lugares desde donde pueda conectarse a una red para elaborar y enviar sus tareas.
Las normalistas no sólo batallan para continuar con sus estudios de forma virtual desde sus natales Durango, Guerrero, Jalisco, Veracruz, San Luis Potosí, sino que se mantienen alertas y organizadas para luchar ante la posibilidad de perder los recursos que recibe la zona asistencial de su escuela, es decir, el área donde se ubican comedor, dormitorios y lavaderos.
Y es que temen que así como durante la pandemia no se entregaron los recursos completos para el internado (situación que afectó a las alumnas comisionadas para cubrir labores de resguardo y limpieza de las instalaciones), no se ejerza el presupuesto completo cuando regresen a clases presenciales.
Carolina, otra normalista, afirma que actualmente el mayor problema de Cañada Honda y de todas las escuelas normales rurales es el recorte presupuestal efectuado por el gobierno federal.
“La pandemia que se está enfrentando el día de hoy fue una herramienta clave para que el gobierno pudiera quitarnos ese recurso que nos estaba llegando”, señala la normalista, quien considera que se trata de un golpe intencional para afectar a las escuelas por promover la formación de estudiantes y maestros conscientes y dispuestos a luchar contra las injusticias.
A principios de agosto de 2021, el presidente Andrés Manuel López Obrador dijo que el recurso para alimentación se entregará directamente y de forma individual a los estudiantes. “Mi propuesta es que esos recursos que van a los jóvenes se les entreguen de manera directa a ellos ¿sí? O sea, que para la comida tengan su beca y que puedan ir a fondas, a restaurantes”.
La medida tendría por objeto contrarrestar los abusos que cometen “los grupos que tienen el control de las normales”, mismos que según el primer mandatario no distribuyen los recursos con equidad y “obligan a los alumnos a tener conductas antisociales para tener el derecho al comedor”.
El presupuesto asignado en 2021 a la Dirección General de Educación Superior para Profesionales de la Educación, a cargo de las Escuelas Normales Rurales, representó sólo 63 por ciento de lo otorgado en 2020, al pasar de 461 millones de pesos a 170 millones. En el Proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación, la intención inicial del Ejecutivo (modificada por la Cámara de Diputados) era conceder únicamente 20 millones 597 mil pesos, es decir, 4.46 por ciento de lo dispuesto el año previo.
Las alumnas consideran que el recorte presupuestal amenaza con provocar el cierre definitivo de las normales rurales, pues sin los servicios asistenciales hay deserción de estudiantes. La disminución en la tasa de egreso o “eficiencia terminal” trae consigo la posibilidad de que se recorte definitivamente la matrícula de ingreso.
“El gobierno ha venido a implementar dentro de las normales rurales el ʽingreso por egreso’, que es que el número de chicas que llegan a su último año se respeta nuevamente para la matrícula de nuevo ingreso”, explica Carolina.
Y prosigue: “ahora en tiempos de pandemia y con el recorte presupuestal han ido desertando nuestras compañeras. En un determinado momento va a llegar un número tan bajo de matrícula dentro de nuestras normales rurales que va a traer como consecuencia que el mismo gobierno nos va a decir que es muy poca matrícula y que ya no puede seguir sosteniendo a esta institución”.
En 2017, la lucha de las normalistas de Cañada Honda consiguió frenar el intento del Instituto de Educación de Aguascalientes por reducir la matrícula de la escuela de 120 a 100 lugares y convertirla en mixta (desde sus orígenes y hasta la fecha, la Justo Sierra Méndez es una normal exclusivamente femenil).
De acuerdo con datos del Sistema Educativo Nacional, el número de alumnas en esta normal disminuyó de 361 en el ciclo escolar 2018-2019 a 356 para el ciclo 2020-2021. El número de egresadas pasó, en el mismo periodo, de 79 a 72 estudiantes, alcanzando una disminución de siete lugares.
Para conocer la política educativa que sigue actualmente el gobierno de Aguascalientes en relación con la normal rural de Cañada Honda, Contralínea buscó a Ulises Reyes Esparza, director general del Instituto de Educación de Aguascalientes, pero no obtuvo una respuesta, a pesar de las constantes promesas de Leonardo Márquez, coordinador de comunicación del instituto.
La normal de Cañada Honda está llena de pinturas murales. Ilustraciones, trazos, consignas y firmas que revelan su hermandad con el resto de normales organizadas en la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México (FECSM). Prácticamente no hay un edificio del plantel que no haya sido utilizado como lienzo.
Cada febrero, delegaciones de normalistas rurales provenientes de otras entidades celebran el aniversario de Cañada estampando un saludo gráfico en sus paredes. Destacan los retratos de Guevara, Marx, Engels y Lenin, la ilustración de conflictos sociales y políticos, la reproducción de los escudos y los motivos representativos de cada escuela normal rural: un gato para Tiripetío, un pavorreal para Saucillo, un cactus para El Cedral, un cisne para San Marcos, un león para Atequiza, una tortuga para Ayotzinapa, un gorila para Cañada Honda, una bruja para Cherán…
La Escuela Normal Rural Justo Sierra Méndez es una de las 17 normales rurales que quedan en el país y, como todas ellas, se distingue del resto de normales estatales e instituciones de educación superior porque basa la formación de sus alumnas en cinco ejes: el académico, el cultural, el deportivo, el productivo y el político.
Estos ejes son la esencia de las normales rurales, aquello que las hace únicas e inigualables, explica Brenda, otra de las normalistas entrevistadas por Contralínea. No es uno más importante que el otro, puntualiza; todos contribuyen para que el normalismo rural sobresalga.
La formación académica –orientada por los planes de estudio de la Secretaría de Educación Pública– brinda a las estudiantes las bases y herramientas para convertirse en maestras de educación básica en pueblos marginados.
Aulas, salas de cómputo, laboratorios, cubículos y biblioteca se ubican en la zona académica de la normal, a un par de cuadras de la zona asistencial. El horario de clases, ahonda Brenda, se extiende de las 07:00 a las 18:00 horas, con tres recesos en los que las alumnas desayunan, comen, cenan y realizan tareas de limpieza.
Además de tomar clases, las normalistas están inscritas en al menos un club deportivo o cultural (futbol, voleibol, basquetbol, natación, danza folclórica, rondalla o banda de guerra) al que asisten diariamente. Para ello, la escuela cuenta con tres canchas, salones de música y danza, una alberca y un auditorio. En estos espacios no sólo se practica de forma cotidiana, también se celebran encuentros deportivos y socioculturales con otros estudiantes y familiares invitados.
Los clubes fortalecen la formación docente de las normalistas y representan herramientas de trabajo indispensables para que las futuras maestras eduquen a niñas y niños. Y es que en las escuelas rurales a las que irán a ejercer su profesión, muchas veces no se cuenta con profesores dedicados específicamente a la educación física o la expresión cultural: ellas deben saber desempeñar todas estas funciones.
En comisiones que rotan de forma semanal, las jóvenes se dedican a cultivar y cosechar las milpas de la normal o alimentar y atender a los animales que viven en los corrales de la escuela. Estos módulos de producción enseñan a las normalistas a ser “maestras completas”, con conocimientos económicos que aportar a los pueblos en los que ejerzan la docencia.
“En Cañada Honda, antes de la pandemia, se tenían borregos, gallinas, conejos, marranos y cultivos de maíz. En los módulos de producción se les enseña a los hijos de campesinos, a los que vienen a estudiar dentro de esta institución, a que se sientan orgullosos del lugar de donde vienen. Se busca tener a un maestro completo que pueda ayudar al pueblo al que vaya a impartir clases”, explica Carolina.
Finalmente, las normalistas rurales tienen espacios de formación política coordinados por la FECSM. En ellos aprenden que en la sociedad existen propietarios explotadores y trabajadores explotados, y que los primeros se benefician de los segundos siempre que el pueblo no tenga el valor de alzar la voz y luchar ante las injusticias.
Esta consciencia política mantiene a las estudiantes organizadas para defender su escuela. Luchar es parte de la formación de una normalista rural porque sólo luchando se garantiza la sobrevivencia del proyecto, es decir, educación para y por campesinos y obreros.
Brenda explica que las normales rurales siempre se tienen que mantener en pie de lucha para que su esencia –de formar personas conscientes, analíticas y reflexivas en los lugares más marginados del país– no desaparezca.
“Existe un dicho, una frase muy mencionada: el error del doctor se muere, el error del arquitecto se cae, el error del maestro vive y se llama sociedad”, remata Carolina, quien destaca la necesidad de que las normalistas defiendan la tarea fundamental para la que se preparan profesionalmente (educar), a pesar de la pandemia y los embates gubernamentales.
Después de meses de educación a distancia, este ciclo escolar, las alumnas de cuarto año retoman sus prácticas profesionales de forma presencial; las de tercero podrían reincorporarse también a clases presenciales, y sólo las de primer y segundo año permanecerán en la modalidad virtual.
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