El auditorio Che Guevara, de la Facultad de Filosofía y Letras, se desbordaba. Habían acudido delegaciones estudiantiles de cada una de las escuelas y facultades de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Era 7 de abril de 1999. Por primera vez desde el inicio de las protestas por el plan Barnés y la aprobación del Reglamento General de Pagos, los estudiantes estaban jubilosos. Ya no sólo indignados. Y ya no más, tristes.
Se votaba entonces la propuesta, ante la cerrazón de las autoridades y la cancelación de diálogo alguno con ellas, de pasar a una nueva fase: iniciar una huelga estudiantil.
Casi fue obvio escuchar el apoyo por parte de las delegaciones de las instituciones universitarias más politizadas: las facultades de Ciencias; Ciencias Políticas y Sociales; Filosofía y Letras, y Economía; la Escuela Nacional de Trabajo Social, y los cinco planteles del Colegio de Ciencias y Humanidades. Pero los aplausos y las “goyas” se venían en cascada conforme se iba escuchando el “a favor” de Odontología, Arquitectura, Ingeniería, Derecho, Química, los planteles de la Escuela Nacional Preparatoria, el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos, Psicología, Veterinaria y Zootecnia, la Escuela Nacional de Música, la Escuela Nacional de Enfermería y Obstetricia, Contaduría y Administración…
Al final de la votación no fue un “goya” el que se lanzó, sino un “¡huelga, huelga, cachún cachún ra ra, cachún cachún ra ra, huelga, Universidad!” En las gradas, se agitaban alumnos en batas, otros ondeaban banderas con el escudo universitario. Algunos se abrazaban. Los activistas, con mucho esfuerzo, habían logrado poner de pie a la UNAM. Algunos profesores habían acudido a observar. Los ojos verdes de Teresa Losada y Custardoy no podían ocultar el asombro; su sonrisa, su aprobación.
Y es que cuando parecía que los estudiantes aceptarían la imposición de cuotas y el fin de la gratuidad, se concretaba un movimiento estudiantil que se revelaría (y rebelaría) masivo, contracultural y, sin dejar de ser pacífico, furioso. El movimiento estudiantil más fuerte desde 1968 estaba a la altura del reto: el empecinamiento del sistema político mexicano, empresarios y medios de comunicación por acabar con la gratuidad de la educación superior y hacerse de la máxima casa de estudios del país.
En realidad sólo era la puntilla. Antes ya habían logrado cambiar los planes de estudio, expulsar el materialismo histórico y dialéctico y otras formas del pensamiento crítico, eliminar el pase automático del bachillerato a la educación superior y acotar la permanencia de estudiantes como alumnos regulares. El plan completo era instaurar lo que después se conocería como la “calidad educativa” y los postulados del neoliberalismo.
En aquella asamblea se determinó que la huelga estallaría el 20 de abril de ese año a las 0:00 horas. Hoy se cumplen 20 años de una huelga que duró casi 10 meses y que fue sostenida contra todo el aparato del Estado mexicano. Los grupos de choque y porros preparados con antelación poco pudieron hacer frente a la emancipación masiva de los estudiantes.
De un pliego petitorio de más de 20 puntos, se consensó y concretó hacia diciembre de ese año uno de seis puntos. No se alcanzó el cumplimiento cabal siquiera de alguno de ellos. Lo que logró el instaurado Consejo General de Huelga (CGH) fue detener la privatización de la Universidad. Las demandas, como puede verse, siguen vigentes:
“1. Desmantelamiento del aparato policiaco de represión y espionaje político montado en la Universidad por las autoridades; así como la eliminación de todo tipo de actas y sanciones, universitarias y extrauniversitarias, en contra de los participantes en el movimiento, estudiantes, profesores, trabajadores y población en general. Esto incluye necesariamente la entrega de los cheques ilegalmente retenidos a profesores que nos han apoyado y se negaron a ser parte del fraude de las clases y exámenes extramuros; la anulación y desistimiento de toda acción penal, en particular de las actas penales levantadas ante la PGR [Procuraduría General de la República].
“2. Derogación de las reformas de 1997 a los Reglamentos de Inscripciones y Exámenes, con el correspondiente restablecimiento del pase automático, el respeto a la elección de carrera y la anulación del límite de tiempo en la permanencia.
“3. Rompimiento total y definitivo de los vínculos de la UNAM con el Centro Nacional para la Evaluación de la Educación Superior, AC (Ceneval).
“4. Abrogación del Reglamento General de Pagos y anulación de todo tipo de cobros por inscripción, trámites, servicios, equipo y materiales.
“5. Corrimiento del calendario escolar tantos días como los días efectivos de clase suspendidos por el actual conflicto, con la correspondiente anulación de las clases extramuros.
“6. Congreso democrático y resolutivo pactando antes del levantamiento de la huelga, los tiempos, agenda, composición, forma de elección de los delegados, mecanismos para la toma de decisiones y resolutividad, que garantice que las decisiones del Congreso tendrán carácter de mandato para toda la comunidad universitaria y serán acatadas por las autoridades.”
La huelga sólo pudo romperse con la toma de la Ciudad Universitaria y de todas las instalaciones de la UNAM por parte de la Policía Federal en febrero de 2000. La Policía Federal, conformada por batallones militares trasladados a esta nueva fuerza federal, detuvo a más de 1 mil representantes estudiantiles que sesionaban en el Che Guevara.
Son 20 años de la interrupción de una lucha que aún no concluye aunque sean otras generaciones las que deban dar la batalla.
Fragmentos
La investigación que citamos en la entrega anterior, acerca de la venta de armas de Israel a México, fue parte de la documentación que se presentó para la realización del “Segundo Juicio Popular: El papel de Israel en la militarización de América Latina; capítulo México” que se llevó a cabo en el Zócalo el 9 de abril pasado. Tanto en la investigación como en el juicio participaron, además de la Campaña Palestina contra el Muro Stop the Wall, más de 90 organizaciones mexicanas. Por mencionar sólo algunas: la Asociación Mexicana de Abogados del Pueblo, el SME, Atenco y la Red de Apoyo al Congreso Nacional Indígena… ¿Y qué tal el general comandante de la Guardia Nacional durante su presentación estelar realizada por el mismísimo presidente de la República? Al general le pareció adecuado lucir ese día en la parte derecha del pecho un gafete de identificación que dice: “MAJOR GENERAL BUCIO”. Esto es, su gafete de cuando estuvo en Estados Unidos. ¿Por qué tal apego? Y dos: la Armada de México sigue capacitando a sus efectivos en Operaciones de Paz para desplegarse como cascos azules en distintas partes del mundo. Además, anuncia que ampliará su participación en las operaciones conjuntas de la Organización de las Naciones Unidas. ¿Pues no que, en ambos casos, “eso ya no” (como gusta decir el titular de las conferencias de cada mañana)?
Zósimo Camacho
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