Cada año, las temperaturas alcanzan niveles históricos. Los pronósticos advierten que, de continuar con el cambio climático, los incendios forestales aumentarán un 30 por ciento para 2050. Sin embargo, especialistas sugieren que estas cifras podrían acelerarse si países como Estados Unidos niegan la crisis climática o abandonan acuerdos internacionales que tienen el propósito de disminuir la emisión de gases de efecto invernadero. Así, como una espiral, las adversidades climáticas ponen en jaque a la sociedad, al igual que sus ecosistemas
Como un alma en pena, el hollín vaga entre las ramas esqueléticas del desteñido bosque. El verde se transforma en gris y los árboles, en cenizas. Las llamas revolotean, devoran todo a su paso. Del fuego, casi nadie se salva. No se trata de un caso aislado. El año anterior, ardió la Ciudad de México. También el Estado de México, Jalisco y Michoacán; las entidades con mayor número de incendios forestales. Mientras tanto, Jalisco, Chihuahua y Chiapas han sido las más afectadas en su superficie territorial.
En el caso del Estado de México, allá, entre la cadena montañosa de Monte Alto –detrás de la urbe de Atizapán y Naucalpan–, se encuentra Jilotzingo, un municipio que sucumbió a las llamas por más de cuatro días. En sus bosques pertenecientes a la zona comunal de Santa María Mazatla, más de 750 hectáreas quedaron reducidas a cenizas. Víboras, ardillas, conejos y pájaros, pertenecientes a la biodiversidad que alberga el Bosque de Agua, perecieron.
Las imágenes del desastre apenas logran capturar el olor pestilente, el cual aún permanece en la memoria de los habitantes de Jilotzingo, al igual que sus vecinos de otras comunas. Los primeros tienen una herida colectiva. “Hemos tenido días pésimos, de mucha depresión, o sea, digo que andamos muy sensibles, porque ha sido muy complicado esto, porque han luchado mucho por esta situación”, explica la ciudadana Ana Teresa Casas a Contralínea.
Estos siniestros tensaron los recursos de emergencia; devastaron vastas áreas de vegetación; amenazaron estructuras habitacionales, y cobraron la vida de cuatro personas: un policía, un brigadista y dos comuneros. Sin embargo, la tragedia irá más allá, debido a que apenas ha transcurrido un año de las dos décadas estimadas para que este bosque logre recuperar su biodiversidad.
“Este problema lo vamos a arrastrar al menos como 20 años en lo que se empieza a recuperar el bosque, y esa es la conciencia que debemos tener, que 20 años no los podemos comprar”, indica Ana Teresa Casas.
La gravedad radica en la intensidad, con la cual el fuego consumió árboles completos, señala el activista Rubén Mayen a este semanario. “Yo nunca había visto un incendio así. En San Luis sí se quemó nada más la parte baja, el pasto, no subió a la copa de los árboles. Pero, en Mazatla, si fue algo tan grave por tanta leña que había, tanta madera muerta que dejan los taladores clandestinos”.
En 2024, el Estado de México fue la entidad con más incendios forestales registrados en el país. El director general de Protectora de Bosques en el Estado de México (Probosque), Alejandro Sánchez Vélez, detalle que de padeció 1 mil 200 conflagraciones que afectaron más de 35 mil hectáreas.

“Nosotros cerramos el año 2024 con un número de 1 mil 200 incendios que afectaron 35 mil, poquito más de 35 mil hectáreas, pero debo explicarle esto es muy importante que más del 90 por ciento de lo afectado fueron zonas de pastizales y arbustos de matorrales. Sólo un 2 por ciento fueron renuevo y otro tanto igual de bosques maduros o arbolados adultos. O sea, no estamos desdeñando que los fuegos, porque sean en zonas de pastizales, o praderas, o de arbustos, sea menor el problema, pero más del 90 por ciento ocurrieron allí, y sólo un porcentaje muy pequeño; es decir, menor al 8 por ciento, correspondió arbolado maduro o adulto y renuevo”.
Al respecto, el activista Mayen confía en que los bosques de Jilotzingo puedan recuperarse. “Ojalá también la naturaleza nos ayude, porque si sigue el calentamiento global, va a ser muy difícil que los arbolitos que podamos sembrar florezcan, pero vamos a esperar que sea para bien. Yo soy optimista”.
El planeta arde, incendios forestales evidencian crisis climática
En la última década, países como Brasil, Estados Unidos, Australia, Portugal y Chile padecieron un aumento significativo en la incidencia de incendios forestales. Según Amy Duchelle, miembro de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO por sus siglas en inglés), aumentaron en intensidad, frecuencia y duración, debido a la crisis climática y los cambios de uso del suelo. La misma situación afecta a muchas otras naciones del planeta.
Particularmente, en México, han arrasado un número récord de hectáreas debido a condiciones climáticas extremas, como la falta de humedad, los vientos secos y las altas temperaturas. Estos factores han desencadenado la aparición de plagas y el estrés en los árboles. Todo ello se refleja en los datos de 2024, cuando la Comisión Nacional Forestal (Conafor) reportó 1.6 millones de hectáreas consumidas por el fuego; la cifra más alta registrada desde 1998.
“Con la sequía, la vegetación está mucho más propensa a la propagación del fuego, y en enero del 2024 teníamos una sequía anormal a extrema en más del 80 por ciento del territorio nacional, asociado a temperaturas más altas, aunque haya empezado a llover a mediados de junio, nos desembocó en incendios mucho más intensos, mucho más severos, mucho más peligrosos y mucho más explosivos”, señala el gerente de Manejo de Fuego de la Conafor, César Robles Gutiérrez, ante medios de comunicación.

Asimismo, consultado por Contralínea, Alejandro Sánchez Vélez, director general de Protectora de Bosques en el Estado de México (Probosque), asegura que las altas temperaturas están deshidratando al ambiente, lo que genera mayor cantidad de combustibles para los incendios forestales.
“En México, 2024 fue el año con la temperatura promedio más alta en la historia de la humanidad. Entonces, primero que nada, un factor fundamental en estos índices de riesgo están dados, porque al haber más temperaturas altas en nuestros registros climatológicos; entonces, hay más evapotranspiración. Desde las superficies libres hay más evaporación y se reseca; se deshidrata el ambiente y se deshidrata el suelo. Entonces, esto es un primer factor. En segundo lugar, a pesar de que tuvimos una temporada de lluvias buenas desde junio hasta casi octubre, también hubo una emergencia debido a esta precipitación en más hierbas, pastos, arbustos, lo que llamamos nosotros vegetación de sotobosque o estrato restante. Esto quiere decir que debido a la lluvia, emergieron muchísimas plantas del estrato rasante, y ahora con esta sequía que tenemos o esta condición de escasa precipitación […] tenemos una mayor cantidad de combustibles”, expresa.
De acuerdo con datos de la Conafor, entre el 1 de enero y el 31 de diciembre de 2024, México registró más de 8 mil incendios forestales, los cuales afectaron una superficie de 1 millón 672 mil 215 hectáreas. Las entidades con un mayor número de siniestros fueron el Estado de México, la Ciudad de México y Jalisco; mientras que Guerrero, Chiapas, Oaxaca, Chihuahua y Jalisco fueron los estados más afectados.
Consecuencias de las altas temperaturas
“Una vez más, se ha batido el récord de temperatura: 2024 fue el año más cálido desde que se empezaron a llevar registros en 1880. […] Entre las temperaturas récord y los incendios forestales que amenazan actualmente nuestros centros y personal en California, nunca ha sido más importante entender nuestro planeta cambiante”, expresa Bill Nelson, administrador de la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio (NASA por sus siglas en inglés).

Los datos recabados por esta agencia advierten que la racha de calor sigue en ascenso, ya que el año pasado las temperaturas globales superaron el máximo establecido en el Acuerdo de París, de 1.5 grados centígrados (°C). Mientras tanto, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) alerta sobre las repercusiones climáticas, las cuales ya se han comenzado a manifestar.
Al respecto, científicos como el exdirector general de las Naciones Unidas, Sir Bob Watson, señalan que las altas temperaturas empezaron a cobrar factura. “Miren lo que pasó este año con sólo 1.5°C: hemos visto inundaciones, sequías, olas de calor e incendios forestales en todo el mundo, y estamos empezando a ver una menor productividad agrícola y algunos problemas con la calidad y cantidad del agua”.
Consultado por Contralínea, el doctor en recursos naturales por la Universidad de Friburgo, Alemania, y miembro del Sistema Nacional de Investigadores nivel 1, Víctor Ávila Akerberg, considera que los eventos climáticos extremos ponen en riesgo las actividades humanas ligadas a los cuerpos de agua, además de que detonan la aparición de enfermedades.
“Hay evidencias suficientes para entender que el cambio climático es producto de las actividades del ser humano. Históricamente en toda la evolución de este planeta, han habido cambios en el clima, hay procesos de glaciación, subidas y bajadas del clima, pero lo que ahora se ve es que hay una relación directa entre la acumulación de gases de efecto invernadero con la actividad humana, y este calentamiento global o esta alteración en los patrones del clima a nivel global, […] acentúan los eventos extremos del clima como los huracanes, tornados, incendios, grandes nevadas, grandes tormentas de lluvia. Eso es lo que se está alterando y lo que está poniendo en aprietos a muchas actividades humanas y la viabilidad de algunas ciudades, sobre todo las que están ligadas a cuerpos de agua interiores o al océano. Y esto trae consigo la frecuencia de más enfermedades que nos puedan afectar o, incluso, trae plagas que puedan afectar a cultivos o a los árboles”.
En México, el cambio climático deja olas de calor, sequías extremas, suelos áridos y crisis hídrica. Se acentúa en los campos secos, los ríos que menguan y en las comunidades que enfrentan escasez de agua.

No es casualidad que, de acuerdo con la Comisión Nacional del Agua (Conagua), más del 65 por ciento del territorio mexicano presenta algún grado de sequía. Esto, además, pone en riesgo cultivos como el maíz; y genera una alta cantidad de combustible para los incendios forestales.
El papel de los factores climáticos en la expansión de incendios forestales
Tanto para el gerente de Manejo del Fuego de la Conafor como para el director general de Probosque fenómenos meteorológicos, como “El Niño”, han generado condiciones más cálidas de lo habitual, al alterar los patrones de lluvia. Ello, junto con otros factores climáticos, ocasionaron incendios mucho más intensos en los últimos años.
En particular, el calentamiento del océano Pacífico Tropical Central y Oriental, conocido como “’El Niño”, provocó una disminución de las lluvias; un aumento de las temperaturas y sequías, y elevó las temperaturas por encima de la media, informa el físico y maestro en ciencias por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Alejandro Jaramillo Moreno, en una de sus publicaciones.
“Donde antes llovía poco, por ejemplo, en las islas del Pacífico central o frente a las costas de Perú, se producirán ahora lluvias intensas e incluso inundaciones. Y donde antes llovía mucho, lloverá menos, como en el Pacífico del oeste. Incluso los huracanes que afectan por lo regular a Filipinas, Taiwán, comienzan a formarse cerca de Tahití, Fiji, causando graves daños a la población”, escribió.
Además, la publicación advierte sobre “La Niña”, un fenómeno caracterizado por el enfriamiento de las aguas del Pacífico tropical centro-oeste y las alteraciones de los patrones climáticos globales. Sin embargo, el investigador Jaramillo señala que sus efectos no son necesariamente opuestos a los de “El Niño”, ya que los cambios en la temperatura del mar y la dirección del viento pueden generar impactos asimétricos en distintas regiones del mundo.
“Este fenómeno provoca eventos climáticos contrarios a los experimentados con ‘El Niño’: disminución de la temperatura superficial del mar, cambios en la dirección del viento, variaciones en el clima regional. Sin embargo, no es completamente claro que los efectos en el clima en otras regiones del planeta sean simétricos durante ‘El Niño’ y ‘La Niña’; es decir, que los fenómenos asociados con ‘El Niño sean exactamente los contrarios a los que se dan cuando hay ‘Niña’”, puntualizó Jaramillo Moreno.

Asimismo, el director general de Probosque explica a este medio cómo los fenómenos de “El Niño” y “La Niña” afectan la variabilidad de las temperaturas y las precipitaciones en México. Influyen en la propagación de incendios forestales. Por ello, alerta sobre la necesidad de implementar políticas de prevención que permitan anticiparse a los pronósticos con altos índices de incendios.
“El fenómeno de ‘La Niña’ tiene condiciones de temperatura en los océanos adyacentes que no son templados, los semifríos, y por lo tanto hay menos evaporación en las zonas marinas, y si ocurre eso, entonces tenemos menor precipitación. A diferencia de ‘El Niño’ que puede ocurrir estas oscilaciones térmicas en la atmósfera y en la temperatura de los océanos ya que hacen que tengamos nosotros una mayor o menor lámina de precipitación en las zonas continentales y en particular para la región del Estado de México”, señala.
Por su parte, expertos del Instituto de Ciencias de la Atmósfera y Cambio Climático (ICAyCC) de la UNAM advierten que, en primavera, el estiaje disminuirá aún más las precipitaciones. Esto generará zonas con baja humedad, escasa nubosidad, alta radiación solar y temperaturas elevadas.
La reducción de la humedad en la vegetación y el suelo facilita la expansión del fuego, advierte Sánchez Vélez en entrevista con Contralínea. Según los pronósticos que señala, en este año, se prevé un aumento en la frecuencia e intensidad de los incendios debido a estas condiciones climáticas.
“Si las condiciones de sequía se prolongan, obviamente que también se incrementan los riesgos de incendios debido a que esta condición de sequía en los suelos, hace que la humedad ambiental también disminuya. Hablamos de que en el suelo se encuentra lo que técnicamente se denomina punto de marchitamiento permanente, o sea, ya no hay agua disponible en muchos rodales de los bosques, o sea, no lloverá mucho y debido a la temperatura habrá más transpiración para mantener los tejidos urgentes vivos, como los árboles, y también se evaporará desde superficies libres y del suelo. Entonces, esas son las razones. Y según los pronósticos de las fuentes internacionales de información que retoman nuestras fuentes nacionales, es probable que este año sea de sequía. De sequía, ¿qué significa sequía? Significa técnicamente los que estudiamos algo el asunto del clima que en las estaciones meteorológicas llueva o se registre menos del 75 por ciento de la precipitación que regularmente durante muchos años de registros estadísticos se ha tenido”.
Además de estas sequías, el cambio climático ha generado estrés en los árboles y debilitado sus mecanismos de defensa contra las plagas. Como resultado, se ha acumulado material seco, que funciona como un combustible altamente inflamable, explica el también titular del Consejo Mexiquense de Ciencia y Tecnología (Comecyt), el doctor Víctor Ávila, a Contralínea.
“Todo el cambio climático está alterando muchos de los patrones naturales. En la región cercana a la Ciudad de México, sigue lloviendo más o menos lo mismo, pero los eventos ya no son tan graduales, sino abruptos: de repente llueve mucho; luego hace mucho frío. Estos patrones extremos generan inundaciones, heladas muy fuertes e irregularidades con los cultivos. La gente ya no puede tener certeza sobre el clima y, muchas veces, arriesga su cultivo, por ejemplo, cuando de pronto llega una tormenta fuerte con granizo. Y pierden ahí las plantas de maíz. Todo esto va afectando; va generando estrés en los seres vivos, en las plantas. Y si además lo combinamos con una sobreexplotación de algunos recursos, genera más estrés en los seres vivos”, señala.

El estrés en los árboles propicia la proliferación de plagas del Valle de México, así como en corredores forestales como “El Bosque de Agua”, añade el doctor en recursos naturales.
“Mucho tienen que ver con que están estresadas las plantas, ¿y por qué? Porque les falta agua, o porque hace mucho calor o mucho frío, entonces esto lo que hace es disminuir como su sistema inmune. No tienen un sistema inmune, pero tienen mecanismos de defensa, por ejemplo, las coníferas sacan resina, y esta resina si algún escarabajo se le acerca y quiere hacer hoyitos, o lo va a encapsular y va a impedir que se meta, pero si no tienen la fuerza suficiente para hacerlo, porque están estresados por falta de agua por estas temperaturas extremas, no generan suficiente resina y son más vulnerables al ataque de algunas plagas como escarabajos, y esto puede provocar que muera el árbol”.
El 82 por ciento de los bosques a nivel mundial sufren estrés hídrico. Esto debido al incremento de las temperaturas y la disminución de precipitaciones, explica Paul Szejner Sigal, investigador del Instituto de Geología de la UNAM, en una de sus publicaciones.
Sin embargo, éste no es el único factor que agrava el problema. Para el activista Rubén Mayen, las altas tasas de la tala clandestina influyen en la propagación de estos siniestros, pues los residuos de madera y cortezas abandonadas en los bosques se convierten en combustible para el fuego. “Los incendios generalmente tienen otras dimensiones por la tala clandestina, se abandonó el bosque”.
A nivel nacional, la tala ilegal está vinculada a los incendios forestales, una problemática que ha alcanzado niveles alarmantes en los últimos años. Impulsada por la creciente demanda de madera y otros productos forestales; sin embargo, esta actividad no sólo destruye ecosistemas, sino también altera el equilibrio ecológico de los bosques; reduce la humedad del suelo, y genera condiciones propicias para la propagación del fuego. Además, en muchos casos, los taladores ilegales recurren al uso del fuego como método para encubrir sus actividades.
De acuerdo con autoridades gubernamentales como la Conafor y el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), las zonas donde ocurren más casos de tala ilegal suelen coincidir con las áreas más afectadas por incendios forestales. La combinación de la deforestación, el cambio climático y la falta de medidas efectivas para frenar esta actividad ilícita ha generado condiciones ideales para que los incendios forestales sean de mayor escala.
Aunque en México, estos siniestros suelen originarse por actividades agrícolas, acciones intencionadas y descuidos humanos, la tala ilegal y el cambio climático continúan siendo factores clave en su propagación. Según estadísticas de la Conafor, de 2019 a 2023, el 30 por ciento han sido causados por actividades intencionales; mientras que el 21 por ciento son consecuencia de actividades agrícolas.
“A pesar de estos factores de riesgo tan elevados o tantito más altos que en el año pasado, los incendios no se generan de forma espontánea. Siempre en su gran mayoría es por la mano del hombre, que puede ser que en una quema agropecuaria se escape el fuego de su control, o también personas que de manera inexplicable asuman conductas homicidas, y van y le prenden fuego al bosque; perdón”, insiste el director de Probosque a Contralínea.
Relación entre gases de efecto invernadero e incendios forestales
En las últimas décadas, la ciencia ha demostrado que enfrentamos un reto con el cambio climático, provocado por las altas concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera.
Esta alerta se acentúa debido a la pérdida de los ecosistemas por actividad humana y sus formas de producción industrializadas, las cuales tienen como base la extracción de combustibles fósiles no renovables –carbón, petróleo y gas natural–.
La relación entre gases de efecto invernadero (GEI) e incendios forestales radican en un ciclo de retroalimentación negativa que agrava el cambio climático. Por un lado, la quema de bosques libera grandes cantidades de dióxido de carbono (CO2), así como otros gases contaminantes, lo que contribuye al calentamiento global. Mientras que el aumento de las temperaturas y la disminución de la humedad contribuyen a la frecuencia e intensidad de los siniestros.
Dentro de este ciclo de retroalimentación, la quema de biomasa se ha identificado como una fuente importante de emisiones de GEI. En particular, este proceso libera grandes cantidades de CO2, metano (CH4) y monóxido de carbono (CO), compuestos que tienen un impacto significativo en el calentamiento global.
En este sentido, algunos científicos del Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático (INECC) han señalado que este fenómeno no sólo afecta a los ecosistemas, sino también a la salud humana, ya que la contaminación del aire generada contribuye a enfermedades respiratorias y cardiovasculares.
Además del impacto directo de los incendios forestales y la quema de biomasa, otro factor clave en la crisis climática es la responsabilidad de la industria de combustibles fósiles.
De acuerdo con el informe de la Unión de Científicos Conscientes (UCS por sus siglas en inglés), Los combustibles fósiles detrás de los incendios forestales, desde 1965 las principales empresas de combustibles fósiles y sus asociaciones industriales eran conscientes de la relación entre el uso de estos combustibles y el cambio climático; sin embargo, en lugar de cambiar sus modelos de negocios, bloquearon cualquier acción climática significativa.
Igualmente, el informe destaca que, en las últimas décadas, casi todos los aspectos de los incendios forestales se han agravado debido al cambio climático provocado por las emisiones de GEI.
En particular, menciona que aproximadamente 88 productores de combustibles fósiles y sus asociaciones industriales alteraron el clima a nivel internacional, debido a las emisiones de dióxido de carbono y metano. Entre estas empresas, se encuentran Saudi Aramco con el 3.4 por ciento de emisiones globales; Chevron, 3.06 por ciento, y ExxonMobil, 2.92 por ciento, de acuerdo con datos de la UCS.
Retrocesos en los acuerdos climáticos internacionales
En este contexto y ante la crisis climática, países como México, Estados Unidos o Canadá han participado en diversas Conferencias de las Partes (COP) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC); además de alcanzar un acuerdo histórico conocido como Acuerdo de París. Ello, con el objetivo global de limitar el aumento de la temperatura mundial durante este siglo, al establecer un límite entre 1.5 y 2 grados respecto a los niveles preindustriales.
Sin embargo, a pesar de estos esfuerzos internacionales, la estabilidad del Acuerdo de París se ha visto amenazada por decisiones políticas, como la salida de Estados Unidos durante el segundo mandato de Donald Trump, quien no sólo negó el cambio climático, sino que también abandonó las estrategias clave para mitigar las emisiones de gases de efecto invernadero.
Este retiro no sólo significó un revés en los esfuerzos globales, sino también influyó en países con ideologías políticas afines, como Argentina y algunos otros que integran la Unión Europea, que reconsideraron su compromiso con la reducción de emisiones y la lucha contra los desastres climáticos, así como los incendios forestales.
Ante este panorama, especialistas, como el doctor Víctor Ávila, sugieren que los incendios forestales van a aumentar más que el 30 por ciento pronosticado para 2050 por la ONU, debido a que estas cifras podrán acelerarse si países con altas emisiones de gases de efecto invernadero, como Estados Unidos, abandonan acuerdos internacionales que tienen el propósito de disminuir la emisión de GEI.
“Nos encontramos con noticias tan tristes, tan fuertes como el que llegue un nuevo presidente a Estados Unidos en donde él insista en negar que el cambio climático es cierto y uno de sus primeros actos como presidente es echarse para atrás de todos los acuerdos que había firmado Estados Unidos con el presidente Biden. Y decir, ‘No, es que Estados Unidos debe seguir fortaleciendo la extracción de combustibles fósiles’. Y esta frase que dijo: ‘drill, baby, drill’, perfora, cariño, perfora, que además tiene un machismo asqueroso detrás, pero que está queriendo promover que haya una mayor extracción de petróleo y todo esto para continuar con el modo de vida americano y seguir emitiendo más gases de efecto invernadero que van a seguir empeorando este tema del cambio climático”, expresa a Contralínea, el especialista Ávila.
– Con estas decisiones que está tomando el presidente Trump, ¿usted considera que aparte de acelerar la crisis climática y los gases de efecto invernadero, se alterarán los pronósticos?
– Sí. Estados Unidos es un país que tiene niveles de consumo mucho muy arriba del promedio. Y su economía se basa en este modo de vida de consumir, no solamente quieren ser autosuficientes para tener la energía y el combustible necesario para su economía, su consumo, sino que quieren ser un país exportador. Entonces, creo que esto va a tener una alteración importante obviamente, y probablemente pueda desalentar que otros países que más o menos a la fuerza dijeron que sí se comprometían a pensar más en energía renovables, y que ahora digan: “ya que Estados Unidos mi principal comprador no está requiriendo eso entonces por lo tanto, seguiré estimulando el uso de energías fósiles”. Entonces, sí tendrá repercusiones, y lo van a vivir mucho más en Estados Unidos, habrá grandes extremos en las temperaturas, heladas, inundaciones, huracanes o lo que se vivió en California con los incendios.
A inicios de este año, los fuertes vientos de Santa Ana, la baja humedad y la sequía prolongada provocaron incendios forestales sin precedentes en el área metropolitana de Los Ángeles. Según el investigador Ávila, estos hechos son consecuencia de un manejo inadecuado del bosque a lo largo de la historia, ya que se ha priorizado la siembra de árboles que podrían no ser propios de la región y se ha considerado el fuego como un elemento nocivo, cuando no siempre es así.
“Hay veces que el fuego es parte natural de los ecosistemas y deben quemarse de vez en cuando, pero si tú insistes en apagar, en apagar, en apagar todo el tiempo, llega un momento en donde tienes una acumulación excesiva de combustible, y cuando se llega a aprender, va a ser muy difícil apagarlo. Y esto acentuado con sequía, temperaturas extremas, hacen que un país, como Estados Unidos muy avanzado y con toda la tecnología y el personal, no pueda frenar unos incendios que están poniendo en riesgo la vida de muchos habitantes en California y sus casas. Entonces, sí cumplen lo que está diciendo el presidente Trump, esto va a tener una afectación a nivel mundial en términos de las concentraciones de gas de efecto invernadero, y por lo tanto afectación en los patrones del clima, y más incendios y más catástrofes relacionadas con el medio ambiente y la gente”.
Para la investigadora del Centro Nacional para la Investigación Científica (CNR por sus siglas en francés), Marta Torre-Schaub, escribió en uno de sus artículos que la comunidad internacional se encuentra en un riesgo de que se debiliten las negociaciones con respecto a las políticas contra el cambio climático.
“Hay que recordar que estas conversaciones se enmarcan en la elaboración de una hoja de ruta y se celebran en torno a las Conferencias de las Partes (COP). Este marco, ya tenso debido a las distensiones entre países, cuyas economías dependen de los combustibles fósiles y aquellos más pobres y vulnerables al cambio climático, corre el riesgo de volverse aún más agitado sin uno de los principales actores económicos del mundo. […] Las negociaciones de la ONU son fruto de un delicado equilibrismo. En un contexto mundial ya de por sí complejo, con graves tensiones geopolíticas, la retirada de Estados Unidos podría comprometer los avances en la aplicación del Acuerdo, especialmente en torno a la cuestión de la financiación”, expone.
Acciones de México contra la crisis climática
Además de unirse a la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) en 1992, y comprometerse en 1999 con el Protocolo de Kioto, México reafirmó su compromiso con la lucha contra el cambio climático al sumarse al Acuerdo de París en 2016, y al firmar el Acuerdo de Escazú en 2018.
A nivel interno, se promulgó la Ley General de Cambio Climático (LGCC), así como la Ley de Transición (LTE), con la que se estableció la participación de energías limpias en la generación de energía eléctrica: 25 por ciento para 2018; 30 por ciento para 2021, y 35 por ciento para 2024. Sin embargo, el país tuvo dificultades para alcanzar esas metas debido a cambios en la política energética.
No fue hasta la implementación del Programa Sectorial de Energía 2020-2024, derivado del Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024, cuando se enfatizó la necesidad de fortalecer el papel de las empresas productivas del Estado en la transición energética nacional, al regular la participación del sector privado en este proceso.
“Dentro de los principios de la Política Energética Nacional a implementar para el periodo 2019-2024 se identificó la necesidad de mejorar los procesos productivos para reducir el uso de combustibles fósiles y las emisiones contaminantes. En el ámbito energético, las industrias de la energía, el transporte y las emisiones fugitivas por la extracción de petróleo y gas natural, son considerados como los mayores generadores de emisiones, por lo que es necesario implementar objetivos, estrategias y acciones que permitan aumentar la eficiencia y sustentabilidad en estas actividades. El dióxido de carbono, el metano y el dióxido de azufre representan las principales emisiones de gases de efecto invernadero; dadas sus propiedades y su efecto sobre la retención de calor en la atmósfera. […] Por lo que se contribuye con la reducción de gases de efecto invernadero, ratificando los compromisos signados por nuestro país ante la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, así como con la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, mediante la implementación de procesos más eficientes para aprovechar los recursos naturales y el uso de tecnologías limpias para la generación eléctrica”, se lee en el Plan.
En 2021, México contribuyó con el 1.4 por ciento de las emisiones globales de GEI. Esto lo posicionó como el segundo mayor emisor en América Latina, por detrás de Brasil, cuyo porcentaje fue del 2.5 por ciento. Según datos del Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático (INECC), las emisiones brutas de GEI en México alcanzaron aproximadamente 714 millones de toneladas de CO2 equivalente (tCO2e) durante ese periodo.
Así, para este instituto, uno de los principales responsables de estas emisiones es el dióxido de carbono, el cual representa la mayor fuente de gases de efecto invernadero en el planeta y el país.
De acuerdo con estadísticas del INECC, en 1990 México generó 319.3 millones de toneladas métricas de CO2, cantidad que aumentó a 520.3 millones en 2019; es decir, antes de la pandemia por la Covid-19. Sin embargo, para 2021, las emisiones se redujeron a 456.3 millones de toneladas métricas, lo que continúa implicando un incremento del 42.9 por ciento en comparación con 1990.
Ante este panorama, no fue sino hasta este sexenio cuando se implementó una política integral para abordar la crisis climática y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero; particularmente aquellas generadas por empresas, como Petróleos Mexicanos (Pemex).
Como parte de este panorama, el gobierno mexicano presentó la Estrategia Nacional del Sector de Hidrocarburos y Gas Natural 2024-2030, en la que, por primera vez, se planteó la adopción de prácticas de economía circular. Esto incluye medidas como la reutilización, el reciclaje y la reducción de residuos para disminuir las emisiones de GEI, así como la creación de Pemex Energía, con proyectos orientados a la transición energética.
A pesar de que las energías renovables buscan mitigar estos efectos a largo plazo, actualmente las autoridades necesitan generar estrategias, las cuales atiendan de forma inmediata las sequías, las bajas precipitaciones y los incendios forestales, e incluso establecer una política de prevención.
Para ello, expertos en cambio climático y gestión ambiental insisten en la necesidad de adoptar medidas urgentes que incluyan el monitoreo constante de las condiciones climáticas, así como del suelo, además del fortalecimiento de brigadas contra incendios, y el impulso de programas de reforestaciones con especies nativas resistentes a la sequía.
En este sentido, organismos como la Comisión Nacional Forestal han señalado la importancia de implementar un enfoque preventivo basado en la gestión integral del territorio. Esto implica el manejo sustentable de los bosques, la regulación del uso del suelo y el fomento de prácticas agrícolas sostenibles que reduzcan la vulnerabilidad de los ecosistemas.
Prevención y restauración: claves para atender incendios forestales
En el contexto del cambio climático, las políticas públicas deben centrarse en mitigar las adversidades medioambientales. En este sentido, el investigador Víctor Ávila puntualiza que las naciones deben valorar e integrar los espacios rurales por encima de los urbanos; además, destaca la urgencia de impulsar políticas de restauración para los ecosistemas. En paralelo, las autoridades, que se dedican a la protección de bosques, indican que es necesario optar por una política de prevención para hacer frente a estos siniestros.
“Creo que deben ser políticas públicas que valoricen muchísimo más todo lo que es el espacio rural, o sea, no podemos seguir pensando que el modo de vida más avanzado es estar en una ciudad. Sino que sí o sí necesitamos a la naturaleza por todos los beneficios ambientales que nos brinda y que debemos transitar a un enfoque muy difícil de romper. […] A grandes rasgos, creo que una política pública que, incluso, dijeron en la última COP de cambio climático es que no solamente es el carbono o los gases de efecto invernadero, sino que todo esto tiene que ir ligado con la biodiversidad. No solamente son tantas hectáreas de puro verde, es todo lo que tiene ese verde. […] También tenemos que apuntar hacia políticas públicas, en donde valoremos el conjunto de elementos, y no nada más aquellos organismos que ayudan a fijar dióxido de carbono, junto con la gente que ha tenido más tiempo relacionándose y vinculándose con la naturaleza”, explica a Contralínea.
Con ello, destaca el impacto positivo de programas federales, como Sembrando Vida, el cual ha ayudado a 18 mil comunidades, al generar 450 mil autoempleos. También, ha conservado 1 mil 200 millones de árboles.
“Es perfectible este programa, pero es muy sensato, es muy congruente creo, porque el enfoque es favorecer la agroforestería para cuidar la biodiversidad, cuidar el medio ambiente y por otro lado para favorecer, fortalecer la soberanía y la seguridad alimentaria de las comunidades. Y esto va acompañado normalmente con un asesoramiento de perfiles técnicos en temas agrícolas, forestales, ganaderos; por un lado. Y por otro lado tiene un acompañamiento técnico de perfiles sociales sociológicos, antropológicos, porque por un lado es orientar, qué tipo de plantas animales sembrar tanto árboles como comestibles y por el otro lado es ‘¿y tú cómo estás vinculando con tu comunidad y cómo estás generando redes solidarias y de apoyo?’ Entonces está un perfil sociológico, de trabajo social y antropológico, psicológico, ayuda mucho a tejer estas redes y fortalecer la vinculación entre las personas”.
Sin embargo, Ávila insiste en que este tipo de programas, al igual que muchos otros en favor del medioambiente, son difíciles de implementar en otros países, debido a los intereses privados.
“Nos enfrentamos a los capitales muy fuertes e intereses muy fuertes, que quieren seguir acaparando y seguir dominando a costa de una gran pobreza en el planeta. Pero eso es fundamental, o sea un medio ambiente sano con árboles, con la naturaleza adecuada donde tú vivas, y eso te va a dar agua, oxígeno. Y por otro lado, qué comer; es decir, comer algo que siembras y que sabes que lo siembras con elementos también sanos, libres de agroquímicos dañinos, libres de semillas que están bajo el control de algunas grandes empresas como pueden ser los transgénicos”.
En cuanto a los incendios forestales, las autoridades mexicanas encargadas de la protección de los bosques destacan que una de las estrategias para mitigar estos siniestros es la prevención.
Alejandro Sánchez Vélez, director general de Probosque, explica que se han reforzado las actividades selvícolas preventivas, como la apertura de brechas cortafuego; la mejora de caminos forestales y la capacitación de productores.
“Estamos apostando a la prevención que es mucho menos costosa y menos arriesgada que el combate a incendios. Estamos teniendo éxito en estas actividades silviculturales que han sido mejorar los caminos, hacer brechas corta fuego, lo que llamamos líneas negras, hemos dado una cantidad muy grande de cursos de capacitación para nuestros productores, elaborando materiales de difusión, esquemas prescritos o más controladas. […] Nosotros esperamos trabajar con las comunidades, grupos agrarios forestales y con los municipios y con la protección civil, así como con muchas otras instituciones, para que se pueda disminuir la incidencia, aún cuando tengamos riesgos altos de fuegos forestales”.
Además, en el Estado de México se comenzó a impulsar la creación de reservas hidrológico-forestales en las cabeceras de cuencas y zonas de captación de agua.
Sánchez Vélez comenta que se han identificado, al menos, 40 cuencas prioritarias, donde se intensifican los esfuerzos de conservación y se promueve el pago por servicios ambientales, al reconocer que el agua es el recurso más valioso del bosque.
“Nosotros estamos planteando y no solamente planteándolo en papel, sino en concreto que todas las cabeceras de las cuencas, o sea, todos los sitios más elevados, dónde tenemos nacimiento de corrientes de agua, o de manantiales, o por las condiciones geohidrológicas del terreno, sean sitios de captación que tengan un mayor apoyo en el pago por servicios ambientales hidrológicos. Todas las zonas que tienen estas características serán mayoritariamente beneficiadas, y estamos nosotros haciendo en la práctica en concreto que sean prácticamente reservas hidrológico-forestales, y hemos dividido al estado en 40 cuencas o microcuencas prioritarias en las cuales promovemos y trabajamos con mayor intensidad para proteger al recurso fundamental del bosque que en este momento es el agua”.
Y añade que la dirección general de Probosque está colaborando con la dirección general de la Comisión Estatal de Parques Naturales y de la Fauna (Cepanaf), con el fin de que las áreas naturales protegidas del Estado de México tengan prioridad.
“De hecho, estamos teniendo ya un convenio que vamos a firmar con ellos para que todas las actividades que empezamos a hacer para proteger a las áreas estatales, las áreas protegidas estatales sea en una colaboración, en una integración que pueda garantizar que juntando nuestros esfuerzos, personal, recursos, talento, seamos más eficientes en la conservación de nuestros recursos”.
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