Desde hace algunas semanas un profesor de preparatoria de la Universidad Autónoma de Sinaloa (UAS) mantiene un plantón a las afueras del Congreso del Estado. Su nombre es Inocencio Castillo López. Junto a él están colgadas tres lonas con distintos mensajes, uno de los cuales dice: “Los caciques del Pas matan maestros en la UAS”. Otro mensaje expresa: “Plantón permanente, 15 años de agravios a mis hijos y mi familia, condenados a situaciones deplorables. Pérdida de vivienda. Amenaza a mi salud y a nuestro sustento”.
La historia del maestro Inocencio es también la historia de muchas y muchos profesores y trabajadores administrativos de dicha universidad norteña, quienes desde hace al menos 16 años tienen que soportar agudas condiciones de precarización laboral, así como el hostigamiento, acoso y humillaciones de parte de autoridades universitarias. Sin embargo, a su situación se le suma un grave problema: padece cáncer de garganta.
La lucha del maestro Castillo inició en 2006, tras demandar a la UAS por despido injustificado. Después de años de litigio, logró demostrar que tenía razón. Creyó que la justicia llegaría, pero no fue así. Ahora, apremiado por la enfermedad, exige solución inmediata y cumplimiento al resolutivo favorable del laudo 4-148/2006 resuelto en 2013, mismo que las autoridades universitarias se han rehusado a acatar. En 2016 logró su reinstalación. No obstante, las autoridades de la UAS no le respetaron su base, otorgándole solamente la categoría de confianza. De igual forma le fue negado el reconocimiento de su antigüedad laboral, que data de 2004, y tampoco le restituyeron los pagos caídos en 10 años de querella. La necesidad económica en que se encontraban él y su familia, después de tanto tiempo de ingresos esporádicos, lo orilló a aceptar las condiciones injustas que le imponían directivos universitarios.
Posteriormente le fue diagnosticado el cáncer. Inició un tratamiento de quimioterapia pero, al igual que la gran mayoría de trabajadoras y trabajadores de México, sus ingresos no le alcanzan para costearlo en su totalidad. Hoy exige los salarios caídos que se le deben. Ello le serviría para cubrir los gastos de una operación en un hospital de San Diego, California, para que le sea removido un tumor. Por su parte, autoridades universitarias encabezadas por el rector Juan Eulogio Guerra Liera han mantenido una posición soberbia e indolente. A través de evasivas se rehúsan a darle al maestro lo que por derecho le corresponde. En palabras de Castillo:
“Se tuvo una reunión con rectoría, en un marco de amenaza, en un marco sin sentido… ni los diputados, ni rectoría, han visto con seriedad ni con buenas intenciones el dar una solución al problema que venimos arrastrando… decimos que los caciques del Pas [Partido Sinaloense] siguen en la dinámica de ir matando más maestros a como lo han venido haciendo… decimos con esto que Ramón López Hernández (director de recursos humanos de la UAS) tiene las manos manchadas de sangre, como las tiene Rafael Mendoza Zatarain, como las tiene Melesio Cuén”.
La razón de que el profesor haya instalado un plantón en el Congreso del Estado deriva de una promesa que en 2018 candidatos de Morena Sinaloa hicieron al electorado y, en particular, a la comunidad universitaria: “tengan la plena seguridad de que una vez que lleguemos al gobierno, vamos a acabar con el cacicazgo que ahoga, humilla y oprime a los universitarios de la UAS… sonrían ¡vamos a ganar!”. Eran las palabras que morenistas como Rubén Rocha Moya –entonces candidato a senador, hoy aspirante a la gubernatura estatal– y su mano derecha, Feliciano Castro Meléndrez –actual candidato a diputado local por el distrito 13–, pronunciaban una y otra vez en eventos. Ganaron, pero no cumplieron, traicionaron vilmente a quienes creyeron en ellos.
El cacicazgo universitario del que se habla controla desde hace 16 años a la UAS y es encabezado por un oscuro personaje: Melesio Cuén Ojeda (exrector de la UAS en 2005-2009). En agosto del 2012 Cuén utilizó todos sus recursos e influencias para forzar a trabajadores universitarios y sus familias a afiliarse al ultraderechista Pas y así lograr el reconocimiento legal de dicho instituto político. Hoy ese partido sigue vivo a pesar de que en 2018, producto del descontento popular manifestado en las votaciones, estuvo a punto de perder el registro. Existían condiciones objetivas favorables para que los legisladores locales de Morena impulsaran iniciativas de reforma a la Ley Orgánica de la UAS que universitarios les hicieron llegar con miras a acabar con el cacicazgo de Cuén.
No hacía falta más que voluntad política para cumplir con sus promesas. No la hubo. Tras la victoria electoral de aquel año la diputada morenista Graciela Domínguez, ya como presidenta de la Junta de Coordinación Política del Congreso Estatal y siguiendo las instrucciones de Rocha Moya, cabildeó para que las iniciativas aludidas permanecieran en la congeladora. “Ni le muevan a eso”, fue la orden.
Denuncias enviadas a un medio digital independiente por universitarios dan cuenta del contubernio que desde el inicio de la LXIII Legislatura y de la 4T ha existido entre Morena y el Pas para mantener el cacicazgo de Cuén. En palabras de los trabajadores y estudiantes:
“…hicimos llegar una iniciativa de Reforma a la Ley Orgánica de la UAS a Oficialía de Partes del Congreso el 20 de diciembre de 2018… junto a la nuestra, otras tres propuestas de reforma fueron enviadas a la congeladora, pero, después de un año, la nuestra se extravió, a pesar de que contamos con acuse de recibido… supuestamente tampoco ningún diputado sabía de ella… plan con maña de José Antonio Ríos Rojo [secretario general del Congreso, conocido por ser, a nivel fáctico, del equipo de Rocha Moya] y de la diputada morenista Graciela Domínguez.”
La cosa no quedó ahí, pues en diciembre del 2020 Melesio Cuén, Rocha Moya y Mario Delgado anunciaron, en conferencia de prensa, que Morena y el Pas irían juntos para estas elecciones. Quienes se decían los “salvadores” de la UAS, se unieron a los verdugos. En distintas entrevistas, hoy el mencionado Feliciano Castro dice, sonriente y cínico: “Nuestra política es de amor al prójimo… nuestra política no es de tranzas, ni de traiciones, ni de mentiras”, a pesar de que tiene pleno conocimiento de muchos casos de injusticia laboral y violencia ejercidos contra estudiantes y trabajadores de la UAS. Sabe a detalle qué es lo que sus aliados hacen. Y ni le importa.
Los cacicazgos universitarios han sido instrumentos sumamente efectivos para impulsar las políticas neoliberales que tanto han golpeado a la educación pública de nivel medio superior y superior en nuestro país. El caso del maestro Inocencio Castillo es uno entre miles de docentes de educación media superior y superior del país que evidencian fehacientemente que el neoliberalismo en México está muy lejos de acabar. En realidad se está fortaleciendo.
Las alianzas de Morena con caciques universitarios, la nula voluntad para aumentar el presupuesto a universidades, la forma en que fue elaborada y aprobada la antidemocrática y privatizadora Ley General de Educación Superior, la reducción del presupuesto a normales rurales, así como los métodos represivos que la 4T está implementando contra profesores, estudiantes democráticos y normalistas de todo el país, son apenas algunos ejemplos que nos permiten sostener dicha afirmación. Contrario a lo que se nos dice cada mañana, la larga noche neoliberal está muy lejos de acabar, sobre todo en lo que respecta al ámbito educativo.
Para enfrentar esta difícil situación, es necesaria la unidad entre los trabajadores de la UAS, tanto académicos como administrativos, de confianza y sindicalizados, en articulación con los estudiantes, para lograr una organización independiente que no deposite ni un atisbo de confianza ni en traidores de Morena ni, por supuesto, en el PRIANRD. La lucha contra el cacicazgo de Cuén, por la democratización y la justicia laboral en la UAS, sólo podrá ganarse a través de la construcción de un poder independiente, desde abajo y a la izquierda, que impulse manifestaciones y acciones en las calles. Es momento de solidarizarnos con casos como el del maestro Inocencio Castillo.
Norberto Soto Sánchez*
*Psicólogo y maestro en Ciencias de la Educación
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