En México, la clase trabajadora inicia su ruta de unidad nacional

En México, la clase trabajadora inicia su ruta de unidad nacional

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FOTO: DANIEL AUGUSTO/CUARTOSCURO.COM

Producto de las políticas neoliberales, el capitalismo salvaje sigue fomentando un desigual reparto de la riqueza, devastación y despojo de los recursos naturales, además de una precarización laboral, entre otros muchos factores negativos para los que menos tienen.

En este contexto nacional y global, adquiere una especial relevancia los acuerdos y estrategias de solidaridad y lucha, a los cuales llegaron en la primera Convención Nacional Democrática de las y los Trabajadores. La misma se llevó a cabo los días 29 y 30 de septiembre pasado, en el Auditorio Ernesto Velasco del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME).

Tras un amplio diagnóstico, más de 300 organizaciones sindicales, democráticas y cooperativas establecieron la urgente necesidad de poner en marcha un proceso de reorganización de las clases trabajadora, campesina e indígena. De esta manera, construir los contrapesos necesarios para enfrentar a los gobiernos y los patrones desde una perspectiva solidaria e independiente. Buscan que la realidad cambie en beneficio de las mayorías.

No puede aceptarse que los millones de trabajadores del campo y la ciudad no sean tomados en cuenta cuando de decidir el rumbo de la nación se trata. En especial, porque su esfuerzo y su fuerza de trabajo generan la riqueza del país.

Para las organizaciones independientes, resulta preocupante que los discursos de transformación y justicia social queden circunscritos al ámbito partidista y oficial una vez más. Dejaron inconclusa la promesa de un cambio social para millones de mexicanos. Realidad innegable que se reafirma con la continuidad de las políticas neoliberales.

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Ejemplo de este corte tecnocrático –que se niega a desaparecer– es la constante privatización de servicios públicos como el agua, la energía y la educación. Lejos de garantizarse como un derecho social y un derecho humano, han elevado sus costos.

Cabe mencionar el caso de las tarifas eléctricas. Se han convertido en impagables deudas para miles de hogares humildes, a los cuales la Comisión Federal de Electricidad no ha dejado de criminalizar. Esto mismo sucedía en los gobiernos neoliberales de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto.

Otro rostro de la crueldad que prevalece es la perenne injusticia en contra de las comunidades indígenas, quienes luchan por la defensa de sus territorios. Lo mismo se puede decir de los pequeños productores y los trabajadores agrícolas. En el medio rural, siguen padeciendo una política de abandono y violación a sus derechos.

Igualmente, una de las circunstancias valoradas en esta histórica Convención Nacional fue el predominio que sigue manteniendo el sindicalismo charro, corporativo y de protección. Supuestamente, tendría que debilitarse con la entrada en vigor de la reforma laboral y el capítulo del T-MEC en la materia.

De manera lamentable, este sindicalismo de protección patronal, antidemocrático y contrario en su antonomasia a los intereses de la clase trabajadora prevalece ante la falta de vigilancia y aplicación de los nuevos ordenamientos por parte de los órganos laborales de justicia. Razón por la que se hace indispensable la construcción de un centro de gravedad político. Éste articularía la lucha de las organizaciones democráticas e independientes.

Uno de los objetivos centrales es revertir esta desigual. Crear una correlación de fuerzas para que la clase trabajadora haga frente al capital y la clase gobernante que siguen tomados de la mano en muchos sentidos.

Entre más acuerdos, se encuentra la integración de una plataforma de lucha. En ésta, prevalecerá la unidad y la solidaridad entre las organizaciones sociales independientes. Así se logrará que se dé un espacio de convergencia de la clase trabajadora en su conjunto a nivel nacional.

En unidad, se debe coordinar los esfuerzos para luchar por mejores condiciones laborales, derechos sindicales y políticas públicas que reporten un beneficio directo al pueblo. Asimismo, permitirán avanzar en un proceso de acumulación de fuerzas. De esta manera, constituir un ente actuante en el escenario nacional de las grandes decisiones.

Luego de acuciosos debates y análisis, se acordó la integración de un mecanismo de coordinación nacional democrático e incluyente. Pondrá en marcha los ejes de articulación de una plataforma de lucha, donde destaca la defensa más amplia a los derechos sindicales, laborales y sociales en el país.

Asimismo, se busca afianzar una verdadera recuperación del poder adquisitivo, además de la democratización integral. Ello, bajo la premisa de establecer la inquebrantable defensa de la autonomía e independencia sindicales. Así, se garantizará el derecho a la contratación y la negociación colectiva que, a su vez, asentará las bases de una nueva reforma laboral, donde se tome en cuenta a los trabajadores.

Dentro de la coordinación de esfuerzos, deberá encaminarse a lograr cambios legislativos y echar atrás las reformas neoliberales impuestas por los gobiernos pasados. Mismas que –como se comentó líneas atrás– se mantienen intactas hasta hoy.

En esta ruta antineoliberal, se debe pugnar por la puesta en marcha de políticas públicas. Deben desprivatizar servicios elementales para la población, por ejemplo, el agua, la energía y los servicios públicos como la educación y la salud.

Este último mostró sus inocultables carencias durante la pandemia de la Covid-19. Faltas que deben solucionarse, pues del funcionamiento adecuado del sector salud depende la vida de millones de mexicanos pertenecientes a la clase trabajadora, quienes no pueden pagar atención médica en hospitales privados.

Rescatar la soberanía alimentaria y asumir la defensa de los territorios de los pueblos originarios deben ser prioridades de lucha y solidaridad social. Debemos combatir en contra de las políticas despojadoras, a través de la construcción de una sólida alianza con las comunidades indígenas y campesinas.

La búsqueda de una Nueva Constituyente fundación debe ser importante para sentar las bases de una sociedad donde participen las mayorías. Así se logrará crear un México más igualitario y democrático. Es importante señalar que ya se dio el primer paso para la reorganización de la clase trabajadora. Vamos en camino de impulsar una economía social, solidaria y alternativa.

Ahora la tarea es no bajar la guardia y seguir adelante. La fuerza y unidad de millones de mexicanos debe ser el motor que haga avanzar los verdaderos cambios que el país requiere. De esta manera, alcanzaremos una sociedad más justa.

Martín Esparza*

*Secretario general del Sindicato Mexicano de Electricistas

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