Falla la aplicación de protocolos en el INBAL para investigar denuncias de hostigamiento y acoso sexual contra bailarines del Ceprodac. En uno de los casos, el responsable –un asistente artístico– fue exonerado tras prometer cambiar su actitud, pero luego fue despedido por su reincidencia en ese tipo de conductas. Por estos hechos no hubo sanción ni medidas para evitar su repetición
“¿Cuántos novios tienes?”, preguntó un día el asistente artístico de nombre Rafael. Al responder que ninguno, él contestó: “¡Ay, no te puedo creer! Yo sé: tú eres de las peores. Ya sé cómo son”. Cuando Samantha Nevárez del Castillo lo saludaba por cortesía, él hacía comentarios como: “¿por qué esa sonrisita? ¿A quién viste anoche?” El hostigamiento sexual era cotidiano, incluso delante de los compañeros de clase. Y no era a la única que le pasaba.
Durante los primeros 3 meses de 2018, Samantha volvía a casa llorando del sitio donde se formaba como bailarina de danza contemporánea, pues en el Centro de Producción de Danza Contemporánea (Ceprodac) recibía comentarios alusivos a su vida privada y sexual por quien debía entrenarla. Rafael N la hostigó por semanas, dice a Contralínea la bailarina. Ante ello, renunció a postular por segunda vez al programa del Fondo Nacional para la Cultura y el Arte para “evitar soportar esas actitudes”.
Rafael N, sin embargo, niega la mayoría de los hechos y se empeña en minimizar otros. Finalmente se escuda en el hecho de que el propio Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL) lo exculpó oficialmente hace 2 años, cuando concluyó la investigación de las denuncias en su contra.
No obstante, la institución dejó de contratarlo cuando él, a pesar de haberse comprometido a cambiar, reincidió en estas conductas. Al final, los hechos siguen impunes pues se solucionaron sin sanciones, sólo el despido del presunto responsable.
El caso de Samantha Nevárez es uno más de bailarinas víctimas de la sexualización del cuerpo, estereotipos de género y violencia sexual. En julio de 2019 fue cuando ella por fin denunció haber sufrido hostigamiento sexual presuntamente por Rafael N, quien fungía como asistente de la Dirección Artística del Centro. El Comité de Ética del INBAL resolvió que no había pruebas suficientes.
Dos años después, el presunto agresor ya no fue recontratado por “reincidir” en sus conductas, admite en entrevista Marco Antonio Silva, director artístico del Centro.
Entre 2018 y 2020, la institución cultural registró tres denuncias por violencia sexual cometidas por algún miembro del Ceprodac: “dos de manera colectiva y una de forma individual”, señala la respuesta a la solicitud de información 1116100002621 presentada por Contralínea ante el INBAL.
La primera vez que Samantha Nevárez del Castillo recuerda recibir un comentario que rebasó límites profesionales fue cuando, en compañía de una de sus compañeras, subía las escaleras del Centro. Rafael N se refirió a la bailarina con estas palabras:
—¿De dónde vienes? -le preguntó.
— De mi casa
— Ah, te ves afteriada
— No, vengo de mi casa. Ayer no salí ni nada.
—¡Ay, sí! Como si no conociera a las regias…
—No sé a qué te refieras. No sé por qué me dices eso; de donde yo vengo sí me educaron bien. Yo soy de Monterrey –contestó indecisa y confundida.
Pero él, riéndose, le soltó:
—¿Quieres que te cuente mi experiencia con las regias para que entiendas cuál es mi concepto de ellas?
—No gracias, no me interesa para nada.
Nevárez del Castillo acusa que los comentarios persistieron durante toda su estancia en el Ceprodac: si no se refería a su sexualidad preguntaba sobre su vida amorosa
La bailarina en ocasiones mostraba su incomodidad mediante gesticulaciones faciales. Pero Rafael le daba “una palmadita” diciendo que se tranquilizara, pues sólo era una “broma”. Para Samantha no sólo fueron palabras: convivir con ese entrenador le provocó estrés.
En repetidas ocasiones, la joven intentó entablar conversación con él sobre su trayectoria profesional, creía que con ello podría respetarla. “Cuando estábamos con más personas [Rafael] hacía los comentarios como para verse lucidito. Era algo que me incomodaba mucho”.
Considera que podía hacer esos comentarios porque se sabía impune. “Ha tenido la suerte de seguir y que nadie le haya dicho nada. Por eso sigue tan empoderado y él con esa fuerza de que no le ha pasado nada; seguramente sigue pensando que no tiene consecuencias por lo que hace”.
La denuncia
Los comentarios alusivos a la sexualidad y cuerpos no sólo fueron hacia Samantha sino a más bailarines. Es por ello que ella junto con tres de sus compañeros hicieron llegar a la dirección del Instituto una carta exponiendo la violencia sufrida por la bailarina, comentarios hacia el elenco y malos tratos.
En dicho documento, dirigido a la doctora Lucina Jiménez López, titular del INBAL –recibido por la Subdirección General de Bellas Artes el 19 de julio de 2019–, se acusa a Rafael N de utilizar “constantemente un lenguaje vulgar”. El escrito firmado por cuatro bailarines, entre ellos Samantha, da cuenta de lo dicho por el coreógrafo y director de la compañía de “Andante Danza” durante un ensayo del 15 de julio:
—¿Sabes para qué se inventó el pas de deux [término proveniente de la danza clásica para referirse a un dúo, que en español se pronuncia “pade de”]?¡Pa’ dedearte!”
Mediante un oficio fechado el 24 de julio de 2019 y firmado por la licenciada Laura Ramírez Rasgado, subdirectora de Instituto, los cuatro bailarines fueron invitados a “presentar su formal denuncia” para iniciar la investigación correspondiente ante el Comité de Ética y de Prevención de Conflictos de Interés del INBAL.
Samantha Nevárez y sus tres compañeras realizaron una denuncia ante el Comité. Sólo ella declaró. “A las demás les dio miedo”. Para ella, la experiencia de presentar declaración fue como si “quisieran despacharme un poco, no de manera grosera; pero sí sentí como que [me decían:] ya necesitamos seguir trabajando”.
¿Hasta dónde quería llegar con el caso? Ésa fue la pregunta que le hicieron los miembros del Comité, porque “el señor” podría llegar hasta la cárcel. Samantha rechaza que la haya motivado un sentimiento de venganza. Fue alzar la voz y decir “que no está bien lo que está sucediendo; quiero que se sepa que no son modos de hacer las cosas y el señor tiene hijas. Me pregunto cómo las está educando”.
Para la joven, el proceso no siguió lo establecido en el Protocolo para la prevención, atención y sanción del hostigamiento sexual y acoso sexual en la Administración Pública Federal: ni a ella ni al denunciado les realizaron el examen psicológico. Tampoco le dieron seguimiento a la investigación.
Después de decidir hablar sobre su caso ante el Comité, Samantha sintió miedo ante cualquier cosa que Rafael N pudiera cometer en su contra, algo que “ni siquiera puedo nombrar porque me da miedo incluso decirla. Que se le ocurra decir algo, que le dé coraje… Y que vaya y me haga… no sé”, expone con temor.
El resolutivo de la denuncia con folio 02719CEPCI/400/2019 (de la que Contralínea tiene copia) manifiesta por unanimidad como primer punto que dentro del expediente “NO existen elementos suficientes para determinar que el C. [Rafael N], asistente de dirección artística en el Ceprodac incumplió con las disposiciones del Código de Ética de las personas servidoras públicas del Gobierno Federal y de las ‘Reglas de Integridad para el ejercicio de la función pública’” (sic).
Al mismo tiempo, el Comité exhortó al Centro de Producción de Danza Contemporánea a llevar a cabo las acciones necesarias para difundir entre el personal administrativo y artístico los principios y las acciones específicas del Código de ética de las personas servidoras públicas y del Código de conducta del INBAL. Ello, “derivado del estudio de las constancias y por existir indicios a la vulneración a la línea de acción 13 ‘Comportamiento digno’, y al numeral 13.10 ‘Evitaré realizar comentarios, burlas o bromas sugerentes respecto de su vida sexual o de otra persona, bien sea presenciales o a través de algún medio de comunicación’”.
La Dirección Artística junto con la administración del Centro sí realizaron un señalamiento al presunto acusado para “un cambio en su actitud”, afirma Marco Antonio Silva Martínez, quien ha estado a cargo del programa que forma bailarines en danza contemporánea desde 2016.
Además asegura que la institución sí actuó conforme al Protocolo institucional: una vez que se señala el caso, el primer paso es separar a los involucrados, tomar distancia en atención a la persona que presenta la denuncia para mantenerla lejos de cualquier contacto físico, visual. El segundo paso consiste en derivar hacia el Comité de Ética los hechos. Lo que prosigue ya es el seguimiento del Comité: realiza toda una investigación, entrevistas. Por último, a partir del análisis, se emite una resolución.
Sin embargo, para Samantha esa resolución es “un chiste, porque lo que hicieron es que él prometió cambiar. ¿De verdad, ésa fue su solución? No sé si una persona así vaya a cambiar tan sólo porque lo prometió. Está en una institución muy importante de la cultura para México, que tiene un cargo importante y que no asume como tal”.
De acuerdo con el artículo 13 de la Ley General de Acceso a las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, el hostigamiento sexual “es el ejercicio de poder en una relación de subordinación real de la víctima frente al agresor en los ámbitos laboral y/o escolar; se expresa en conductas verbales, físicas o ambas, relacionadas con las sexualidad de connotación lasciva”.
Violencia desde el poder: todo inicia con palabras
La violencia sexual es continua: comienza con las palabras, tanto que no alcanza a vislumbrarse si se trata de un halago o de hostigamiento real (mediante bromas, insinuaciones…). “Siempre empiezan así”, de ahí escala hasta llegar a la violencia tangible, explica el perito independiente en materia de antropología y psicología social Mauricio González González.
Es un modus operandi en el cual los abusadores tienen un diferencial de poder como en el caso de profesores, entrenadores, sacerdotes se aprovechan de los privilegios (como el ser paternal, del guía, del que sabe, del que puede orientar y tienen la experiencia) para “tramitar relaciones que les convienen, independientemente de que el otro se ve sometido”, explica el también psicoanalista por el Colegio de Psicoanálisis Lacaniano (CPL). Es decir, quien vive tales agresiones queda “objetivado” y su cuerpo a disposición del “gozo” del otro.
Lo anterior es una “cualidad psíquica” en la que actúa la denegación –término acuñado por Sigmund Freud–: “es una cosa como que se sabe, pero se hace como que no. A pesar de tener cierto conocimiento de lo que se está haciendo se obvia y se hace como una especie de cinismo subjetivo”.
De acuerdo con el perito por el Instituto Nacional de Antropología e Historia, quienes cometen este tipo de violencias comienzan por poner sobre la mesa “temas, temas, temas para después valerse de cualquier pretexto e ir escalando; regularmente del plano de la palabra pasar al físico”. Lo que se presenta en diversas modalidades: la seducción, en donde se les halaga: se les va haciendo sentir parte de los elegidos del privilegio obtenido por tener un vínculo con el abusador, hasta que llega a niveles en donde la agresión es abierta.
Por su parte, la psicóloga y terapeuta G’Ayla Iliria Villanueva asegura que las palabras siempre son el primer paso. La especialista en danza terapia y terapia breve –egresada del Tecnológico de Monterrey– refiere lo anterior respecto del chiste “mas asqueroso” que Rafael “N” dijo sobre el pas de deux.
En un modelo patriarcal, dichos comentarios son algo así como una burla, opina el psicoanalista Mauricio González, director de la maestría en Teoría Psicoanalítica del CPL. Lo grave, a su parecer, es que en ese contexto no se alcance a ver que hay alguien en riesgo.
Agrega que las violencias suelen no ser “tan explícitas en un primer momento”. Lo común es que al principio ni siquiera se alcance a distinguir si son cortesías o son parte de un hostigamiento; puesto que éste escala de las “bromas” a las estrategias de seducción.
En cuanto a la seducción, el experto en antropología y psicología social comenta que suele ser operada de forma lúdica hasta pasar por un plano abiertamente coital, de interacción física. En este tipo de agresiones “no necesariamente hay violencia”. Mauricio González precisa que es habitual el silenciamiento. Hoy puede leerse a través de lo que se llama pacto patriarcal, en donde es tan evidente y tan común que no se denuncia. Hay una colusión activa y pasiva de muchos que lo constatan”.
La incomodidad que sintió Samantha durante tres meses demuestra que “sin duda hay algo de hostigamiento”, considera el especialista, pues impidió a la bailarina estudiar “en una forma en la que debió haber sido”.
Por su parte, la psicóloga Iliria Villanueva –quien tiene experiencia en la atención de casos violencia sexual– opina que lo sucedido en el Ceprodac “por supuesto que es hostigamiento, pues lo hace una persona que tiene una autoridad sobre ti, y hace alusiones a tu vida sexual, se burla, te hace comentarios insinuantes. Si en la calle te dicen: ‘Ay, güerita, se ve que no dormiste porque cogiste toda la noche’, puedes ir a denunciarlo como acoso sexual en la calle. ¡Entonces por qué si es tu maldito profesor de danza ya no aplica! ¿Qué clase de comentario sexual tienen que hacer para ser considerado así [como hostigamiento sexual] según el INBA, si te comentan si saben cómo cogen las güeritas?”
Los temas que indican violencia sexual, apunta el psicoanalista Mauricio González, son “muy delicados”. Es por ello que en las periciales se dan los dictámenes al final, después de haber consultado a amigos, familiares que pudieron ser testigos. “En un nivel subjetivo, por supuesto que es hostigamiento, pero en temas legales es muy complicado porque sí hay que comprobar y los testimonios de testigos, colegas, pueden servir”.
Asimismo, otro punto a destacar es que en el hostigamiento, acoso, abuso sexual y violaciones “no es una persona la que ha pasado por estos eventos”, advierte. Sobre el testimonio referido sugiere “revisar si hay más de una denuncia sobre esta persona o más de un testimonio, porque [el agresor] seguramente lo hace convencionalmente”.
Un segundo y tercer señalamiento
El director artístico del Ceprodac, Marco Antonio Silva, asegura: “hasta donde tenemos noticia –porque es lo que el Comité de Ética y de Conflicto de Interés del propio Instituto nos ha señalado–, sólo hay dos señalamientos; es decir, uno hacia finales de 2019 y otro más en 2020 con personas distintas que las hicieron [las denuncias]”.
Por su parte, en su defensa, Rafael N dice que el primer caso “evidentemente era armado para desestimar mi presencia ahí. Tal fue así que el propio Comité de Ética lo desestimó por falta de pruebas: no había ni hostigamiento ni falta de respeto”.
Al preguntarle sobre las supuestas “bromas” que referían temas sexuales, indica: “no, no, no. Mira, está muy feo que suceda así. En el entorno de ensayos de bailarines, incluso entre maestros, de pronto hay chistes, y yo jamás me dirigí a una mujer. Yo lo único que dije es: ‘¿Tú sabes para qué existe el pas de deux?’ Y ya: había un bailarín que tomó… Que era entre clásico y contemporáneo, y sabía perfectamente a qué me refería. Lo demás lo sumaron ellos”.
En 2020, por segunda vez, la Institución le notificó por una denuncia de hostigamiento sexual. Esta vez se le señalaba por mensajes virtuales y malos tratos contra el elenco, pues por la pandemia de Covid-19 las clases eran por internet: “Hay unos textos que me señalan que yo hablaba a altas horas de la tarde o noche (cosa que sucedía con algunos, con varios) y era compartir. En ningún momento hay una invitación, o un vamos a vernos; esto que se podía calificar con una intención distinta, porque además mi cabeza ni siquiera estaba en ese lugar”.
Con este segundo señalamiento también fue aplicado el Protocolo: “Marco me separa del cargo: dejo de ensayar, de dar clase en Zoom, de hacer toda la actividad artística por segunda vez, por segunda vez… Entonces digo: ¿qué pasa? Y pasa lo que tenía que pasar…”
El director artístico del Centro, Marco Antonio Silva, señala que aunque el resolutivo de la segunda denuncia no había sido concretado para finales de 2020, “el contrato de esta persona concluyó en diciembre. No se le renovó dado esta reincidencia porque consideramos que no es una actitud que corresponda a los principios del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura. Así de transparente”. Y afirma que “ninguno de estos casos está siendo desatendido”.
El resolutivo –lee Rafael N– notifica la denuncia registrada con el 30-20, “resuelve por unanimidad de los miembros integrantes del Comité […]: A. Actos de hostigamiento sexual: los miembros del Comité consideran que no cuentan con suficientes elementos objetivos que permitan acreditar que el denunciado haya cometido actos de hostigamiento. B. Faltas de respeto contra el elenco de bailarinas: los miembros integrantes de este Comité de Ética determinan que se cuentan con elementos suficientes para determinar que se acreditan faltas de respeto –los cuales yo no conozco”.
El bailarín con 33 años de experiencia habla sobre actos injustos contra él. Y es que, añade, al momento de realizar esta entrevista atravesó por otro proceso legal “bastante injustificado”. Se refiere a una denuncia por presunta violencia física intrafamiliar. Y en esta ocasión el fallo fue en su contra: el juez dictaminó no otorgarle la custodia de sus hijas.
Violencia normalizada en la danza
Bajo los argumentos de fortalecerlos, prepararlos para la vida profesional en las compañías y hacerlos comprometerse con la disciplina, los futuros bailarines reciben críticas constantes a sus cuerpos y una enseñanza que se basa en humillaciones, indican por separado la crítica de danza Hayde Lachino Mendoza y la psicóloga y terapeuta G’Ayla Iliria, quien además es bailarina con 17 años de experiencia. Mientras ejecutan pasos frente al espejo escuchan: “estás gorda. Si no adelgazas no podrán cargarte”, “estás chaparra”, “son unas vacas”.
Esto, debido a que la educación dancística en México es vertical, autoritaria. Los bailarines son educados en escuelas donde son reproducidos esquemas educativos profundamente disciplinares, violentos y patriarcales, crítica la maestra en filosofía política por la Universidad de Quilmes, Hayde Lachino.
La educación con violencia es “la cosa más naturalizada” debido a la falta de profesionalismo y formación pedagógica de los docentes en las escuelas y compañías dancísticas. Señala como uno de los “grandes problemas” el que muchos docentes hayan sido bailarines y entraran directamente a dar clases sin pasar por un proceso de formación pedagógica.
Sumado a la violencia psicológica y simbólica, la psicóloga G’Ayla Iliria añade que la violencia de género –como el hostigamiento y acoso sexual– “es algo con lo que las bailarinas tenemos que lidiar todo el tiempo. Lo más triste es que se normalizó de una manera espeluznante considerado, sobre todo la gente que lleva mucho tiempo, parte de la metodología usada para educar”. Por ello considera que desde la cúpula del INBA está normalizado: ¿si no se acostumbran, cómo van a lidiar con ello en la vida profesional?
Y es que en la danza, el contacto corporal es cotidiano, no solamente a la hora de bailar con otras personas hombres o mujeres, sino también sucede en la corrección del cuerpo en donde a veces hay contacto físico en el caso de que la instrucción no sea comprendida para ejecutarla, señala la psicóloga y bailarina Iliria Villanueva. No obstante, la necesidad inherente del contacto físico ha llevado a que muchos hombres abusen y se escuden en la corrección para manosear.
Los docentes echan mano de su posición de poder “para seducir a la alumna más guapa, a la que tiene un cuerpazo”, advierte, por su parte, Lachino Mendoza. Incluso los excesos han derivado en “situaciones gravísimas que merecerían la prisión. Además no sólo se da contra las estudiantes, también hay acoso sexual contra los varones”. Al respecto, la psicóloga Iliria Villanueva comparte que a su consultorio y a su estudio han llegado casos de violación a bailarinas.
La humillación y la violencia –que se presenta como disciplina– destrozan el autoestima, lo cual hace mucho más sencillo ser acosada, hostigada y abusada sexualmente, explica. El tener hasta el suelo el autoestima también es una explicación del porqué “muchas mujeres que pertenecemos al gremio de danza, durante mucho tiempo callamos. La inseguridad implantada en la mente hace que tampoco tengas las herramientas emocionales para sobrellevar una denuncia”, apunta la especialista en salud mental.
Desde 2016 y hasta febrero de 2021, hubo 37 denuncias por violencia sexual hacia mujeres, indica la respuesta a la solicitud de información 1116100003021. En las cifras otorgadas por la institución cultural “hay un subregistro de denuncias por violencia”, concluye la filósofa Lachino Mendoza, debido a que las víctimas prefieren guardar silencio, pues temen que en el futuro las puertas de compañías les sean cerradas. Aunque la danza está dominada por las mujeres, los puestos de poder son para los varones, asegura la bailarina Iliria. “No podían quitarnos nuestra capacidad de danzar. Sin embargo, sí hacen creer que pueden. Por eso callas”.
Violencia de género puesta en escena
La violencia de género se ha puesta en escena mediante discursos objetivando los cuerpos de las bailarinas, en coreografías donde las profesionales de la danza son humilladas. En palabras de Hayde Lachino Mnedoza ellas siempre son quienes ejecutan desnudas, quienes llevan la menor ropa y en papeles denigrantes. La práctica artística es otro argumento para justificar las agresiones.
Durante 15 minutos, en el escenario, fue vista una bailarina siendo azotada, manoseada en un número que obtuvo el primer lugar del premio Creación coreográfica contemporánea INBA-UAM. Era la puesta en escena de una compañía de Monterrey donde el tema fue la violencia de género, pero fue una representación gráfica de cómo una mujer mientras caminaba por la calle fue violada, recuerda G’Ayla Iliria Villanueva.
Hayde Lachino, recuerda otro premio INBA-UAM donde “el coreógrafo ponía a las bailarinas arrastrándose por el piso en personajes como si fueran unas locas deseosas de sexo. Éstas son visiones totalmente misóginas”. Ambas expertas coinciden en que en las coreografías que hablan sobre mujeres pero son realizadas por hombres se ve a las bailarinas siendo vulneradas, ultrajadas, aventadas, manoseadas, desnudadas en el escenario.
También es reproducido el discurso del amor romántico en escena, en donde se transmite que en el amor es válida la violencia y que todos los conflictos de pareja son culpa de la mujer. En esas historias, disfrazadas de un discurso estético, siempre se verá la escena en donde él la avienta, ella cae y él va por ella. Otra manera de reproducir el discurso es fotografiar a las bailarinas desnudas, aquí la bailarina es el objeto sexual que se coloca ahí para el goce del ojo masculino, señala Lachino Mendoza.
Tales discursos aportan “absolutamente en nada” en un país como México, donde la violencia contra las mujeres se vive a diario, opina la psicóloga feminista Iliria Villanueva. Tan sólo en los primeros tres meses del 2021, a nivel nacional se registraron 2 mil 86 llamadas de emergencia relacionadas con incidentes de acoso y hostigamiento sexual, de acuerdo con la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana.
Quienes producen y reproducen discursos misóginos están bajo el cobijo institucional porque trabajan como docentes, entrenadores o coreógrafos contratados por las instituciones, advierte Lachino Mendoza.
La necesidad de instituciones sensibles
Instituciones sensibles es lo que México necesita ante la violencia de género y sexual vivida, en su mayoría cometida contra mujeres, considera el perito Mauricio González. El silenciamiento de éstas facilita que puedan cometerse tales actos. “Con el nivel que ofrecen estas instituciones públicas no necesitamos poner a nadie al riesgo y el avasallamiento provocados por el abuso y la violencia sexual”.
El especialista considera necesario tomar un papel más radical al tomar posición frente a este tipo de denuncias, pues “es súper claro que los excesos abundan”. “Es importantísimo que el INBA se ponga vivo porque sino se van a meter en un apuro”. Respecto de los resuelto por el Comité de Ética en el caso de Samantha, el perito independiente observa una contradicción: “reconocen que hay un exceso de esta persona y si son 2 denuncias, me parece que es muy suave la posición del INBA. No es solamente una chica, hay dos denuncias y hay testigos”.
Por su parte, la psicóloga G’Ayla Iliria opina que las actuaciones deben rebasar “un mero protocolo escrito” porque “gran parte del problema es que las denuncias se convierten en una lucha de lo que tú dices contra lo que yo digo”; tendrían que instaurarse más pláticas sobre violencia de género y que las autoridades hagan públicas las resoluciones para contar con la supervisión de más personas. Nada cambiará “mientras se siga haciendo a puerta cerrada y sigan en común acuerdo todos los involucrados en el poder”, remarca Iliria Villanueva.
La movilización de varios de los feminismos es una ventaja ante posiciones “tan tibias”, dado que son las estudiantes quienes “ya no están permitiendo los excesos”. Al menos ante la organización estudiantil “las instituciones ya no son impunes”, dice el activista social Mauricio González. “De verdad, por qué tiene que llegar a ese nivel, por qué tiene que suceder esto para que las instituciones reaccionen”.
“Omphalos” y la agresión sexual
Con el torso desnudo y en calzoncillos todos –bailarines y bailarinas– esperaban ser fotografiados para la serie de retratos que los presentaría como parte del elenco de la puesta en escena “Omphalos”, coreografiada y dirigida por el bailarín belgo-francés Damien Jalet. Aquel día de octubre de 2018, en la caja negra ubicada en las inmediaciones del Ceprodac, una bailarina percibió que la cámara de un móvil apuntaba a las mujeres, y preguntó al técnico que sostenía su celular si estaba grabando.
Samantha narra que el coreógrafo Damien pidió que todos se retiraran, excepto el fotógrafo, el elenco y su asistente, mientras comentó que nunca le había pasado algo así en otras sesiones con desnudos.
Sobre este hecho, el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura respondió a Contralínea, mediante una carta, que la Coordinación Nacional de Danza, centro de trabajo al que estaba adscrita la persona denunciada, aplicó de inmediato el Protocolo y levantó el acta administrativa correspondiente. El Comité ordenó le restringió de manera indefinida el acceso en cualquier momento a todo ensayo o presentación de obras donde exista la presencia de bailarinas o bailarines. Medida que continúa vigente. Además de precisar que, por conductas reiteradas, “la persona denunciada no podrá ser contratada en ninguna instancia del INBAL”.