Estados Unidos no ha necesitado de un enfrentamiento directo con México para hacer prevalecer sus intereses desde la época de la Revolución Mexicana, responde Aníbal García Fernández, maestro y doctorante en estudios latinoamericanos y experto en las relaciones de Estados Unidos con América Latina, cuando se le pregunta sobre si el gobierno estadunidense podría apoyar un golpe de Estado –duro o blando– contra el gobierno de Andrés Manuel López Obrador.
Pero eso puede cambiar. Todo está en que el gobierno llamado de la cuarta transformación se mantenga dentro de los márgenes que Estados Unidos puede tolerar. A los estadunidenses no les han gustado reformas, como la energética, porque les cierra el paso para ocupar ese sector, y la de seguridad nacional, porque acota las actividades de sus agentes en asuntos que sólo competen a los mexicanos.
Sin embargo, en otros asuntos están de plácemes, como el combate a la corrupción, el freno a la migración y la puesta en marcha de megaproyectos como el Corredor Transístmico y el Tren Maya, que fortalecen el comercio del bloque T-MEC (Tratado de Libre Comercio entre México, Estados Unidos y Canadá). El presidente López Obrador ha buscado mantener los difíciles equilibrios con la potencia hegemónica mundial.
El posgraduado por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) e investigador del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (Celag) advierte que Estados Unidos tiene los mecanismos necesarios para influir en la política mexicana sin hacer uso de la violencia directa. Lo mismo en la actual administración de Joseph Biden como la en de su antecesor, Donald Trump.
La red de actores de presión no se circunscribe a las obvias que representan sus agencias, como la USAID (sigla en inglés de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional), la DEA (formalmente contra el tráfico de drogas) y la CIA (Agencia Central de Inteligencia). Cuenta, además, con actores incrustados en las estructuras económico-empresariales, en organizaciones de la sociedad civil, en el Poder Judicial e incluso, en las Fuerzas Armadas Mexicanas y otras áreas del gobierno federal mexicano que hoy encabeza López Obrador.
El latinoamericanista, con líneas de investigación en la guerra fría interamericana, las políticas de desarrollo y la relación de Estados Unidos con América Latina y el Caribe, aclara que no se trata necesariamente de agentes oficiosos, sino de actores que mantienen relaciones orgánicas desde hace muchos años y no se reducen a una relación de financiamiento de actividades. Hay entendimiento ideológico, laboral y económico.
Señala que en el golpe blando que algunos sectores ensayan contra el gobierno de López Obrador no está clara la participación de Estados Unidos. Explica que no se puede descartar pero tampoco se puede afirmar que en la administración de Biden hayan decidido ya echar a andar una maquinaria que meta a su vecino del sur en una desestabilización de resultados inciertos. Considera que el gobierno actual mexicano ha mantenido los equilibrios como para generar un proceso de transformación sin que éste sea visto por los estadunidenses como suficientemente lesivo a sus intereses.
El investigador considera que hasta ahora el ensayo de golpe blando es obra de actores mexicanos. De manera clara está el grupo de Claudio X González que, incluso, fue el artífice de la alianza Va por México, conformada por los viejos partidos del sistema político mexicano otrora contrincantes: el de derecha, Acción Nacional (PAN), el de “centro” Revolucionario Institucional (PRI) y el de “izquierda” de la Revolución Democrática (PRD). Y que fracasó en las recientes elecciones federales en lograr la mayoría en la Cámara de Diputados y que perdió 11 de los 15 gobiernos estatales en disputa.
—¿Cómo se explica una alianza como la de Va por México, con contradicciones ideológicas formales tan evidentes, para enfrentar al gobierno de López Obrador, llamado de la 4T? –se le pregunta.
—Se explica, primero, en términos históricos. El PRI viene de un desgaste político fuerte desde la década de 1980, cuando el fraude de 1988 [contra Cuauhtémoc Cárdenas y que impuso a Carlos Salinas de Gortari]. Pierde la Presidencia en el año 2000. Hay un reacomodo de fuerzas dentro del mismo PRI, y vuelve el grupo Atlacomulco con [Enrique] Peña Nieto. Pero es evidente que ese sexenio de Peña Nieto [2012-2018] es muy desgastante para ese partido político y para los otros dos [PAN y PRD] que en ese sexenio firmaron el “Pacto por México” y dejaron en claro cuál era su proyecto de país. Y en el cual ciertos empresarios nacionales y extranjeros eran preponderantes. Significó un desgaste también para el sistema de partidos mexicanos que acumuló una serie de crisis económicas y políticas. La “guerra” contra el narcotráfico de [Felipe] Calderón [2006-2012] dejó un país con una gran cantidad de desaparecidos, desplazados, asesinados que abonan a que este sistema político esté cada vez más en crisis. Esta crisis le dio la oportunidad a otra propuesta [la de López Obrador], si bien no es muy diferente en términos económicos, pues hay camisas de fuerza, como el Tratado de Libre Comercio, que no permiten moverse tanto en política económica. Pero en política interna por lo menos sí logró diferenciarse de estos tres partidos. La alianza se explica en términos históricos porque es una unión de los mismos integrantes del sistema politico mexicano que sufrieron mucho desgaste y tienen enfrente una nueva propuesta. En términos coyunturales, evidencian que este “Pacto por México” sigue vigente y que están detrás ciertos empresarios. Y son estos intereses político-económicos los que están detrás de estos tres partidos.
—¿Todo el sector empresarial está contra López Obrador? –se le cuestiona.
—Son los empresarios que se han visto perjudicados con el gobierno actual de Andrés Manuel.
—¿Y la ideología ya no importa? En el papel, el PRD tendría más afinidad con Morena [Movimiento Regeneración Nacional] que con el PAN, pero está aliado a este último. ¿No hay principios que defender?
—Antes del “Pacto por México” el PRD comenzó a dividirse. Los “Chuchos” [las corrientes encabezadas por Jesús Zambrano y Jesús Ortega] ganaron la presidencia del PRD. En 2010 ya había una clara diferencia entre la parte más ligada a los “Chuchos”, que no veían contradicción ideológica en estar en algunos proyectos con el PRI y con el PAN, y la parte que salió del PRD y que se sumó a las filas de Morena. Esta división permite que ahora tengamos un PRD que ve más por la cuestión meramente electoral que por la parte político-ideológica. Y el PAN ha quedado bastante comprometido en términos político-electorales, pero que sí tiene una postura ideológica. Por ejemplo, sigue en esta línea ideológica neoliberal de abrir la economía, seguir bajo el capitalismo comandado por Estados Unidos, seguir con el tratado de libre comercio, esta serie de medidas que benefician a cierto sector económico mexicano y también extranjero. Esto permite que la ideología quede en un segundo o tercer plano y que miren la parte electoral netamente.
—Con aliados tan distintos ideológicamente, ¿qué tipo de programa político pueden proponer a la ciudadanía?
—Se puede ver con alianzas que hicieron en el pasado. Hay algunos casos en los que ganó PAN-PRD, y que no han cambiado mucho el proyecto económico político que tenía el PRI de Peña Nieto. Ahora ha cambiado bastante el panorama, tanto el contexto internacional como el nacional, y ahora podrían incluir ciertos programas sociales como los del gobierno de Andrés Manuel. Ya se convierten en parte de una política aceptada incluso por el FMI [Fondo Monetario Internacional]. Por ejemplo este intento de gravar grandes riquezas, el FMI lo aprueba; dice que es algo que debe hacerse en un contexto de crisis. Al final, la alianza de estos partidos no es muy distinta al PRI de Peña Nieto, pero con programas de corte asistencialista.
—¿Qué intereses y qué tipo gobierno defiende una alianza como la de “Va por México”? Después de 90 años de un régimen tan corrupto, uno pensaría que están defendiendo precisamente al viejo régimen, a la corrupción del viejo régimen. ¿Es así?
—Lo que se ha visto en el país es un reacomodo de fuerzas políticas y económicas. Y en este caso, apuntaría un poco más a que es el grupo que está aglutinado en el Imco [Instituto Mexicano para la Competitividad]. Ahí están todos los grupos empresariales que se fortalecieron en los últimos 30 años, de Salinas a la fecha, por lo menos. Son los que están detrás de este tipo de alianzas. Por ejemplo, en el Imco está Antonio del Valle, Grupo Kaluz; Alberto Bailleres, Grupo Bal. En el Imco está la clave de quién está detrás de este proyecto. Se ha visibilizado mucho más a Claudio X González. Sí, él ha estado detrás de esta alianza como figura clave, no sólo por su capital económico sino también por su capital político: es una persona que aglutina a una ONG [organización no gubernamental] como es el Imco, que encubre toda esta red de poder económico que se ha fortalecido en los últimos 30 años en el país. Pero este grupo es bastante fuerte y amplio. Sus integrantes prefieren permanecer más ocultos que visibles. El presidente [de la República] ha hecho bastantes declaraciones con respecto de Claudio X González, pero en realidad él es la figura visible de todo un grupo económico que esta perdiendo con este gobierno, que no tiene las mismas facilidades de hacer negocios como antes.
—Es decir, ¿la alianza electoral de Va por México representa en realidad a los poderes fácticos empresariales? ¿Así, sin más, se puede traducir?
—No es algo monolítico. No es sólo un grupo empresarial. También habría que considerar que estos tres partidos ya se conforman como una fuerza política. En la realidad, no hay muchas diferencias claras en cuestiones ideológicas. Se desgastaron tanto que hasta la fecha no han podido conformar un liderazgo político y lo que les interesa es tener votos.
—¿Se trata de una alianza coyuntural o podría ser parte de una estrategia más amplia para vincularse a un probable “golpe blando”?
—Hay algunas fuerzas políticas que están viendo sus intereses afectados y que están buscando diversas vías para lograr volver a sobreponer sus intereses. Pero el país tiene una historia bastante marcada por la Revolución Mexicana. Hay algunas instituciones que son fuertes, como las Fuerzas Armadas. Pero el Ejecutivo se ha visto los últimos años mermado por la descentralización del poder político. Aun así el Ejecutivo tiene bastante peso político especifico. Hay algunos intereses que están por fuera de las instituciones y que están aglutinados en las cámaras empresariales y algunos sectores de organizaciones civiles que pugnan por controlar una de las dos Cámaras. Su plan más estructurado es tener contrapeso en el Congreso. Hay indicios de que intentan un golpe blando pero no lo veo posible en este momento.
—No pudieron controlar el Congreso y no tuvieron los resultados que esperaban en el proceso electoral pasado. ¿Ya se quedarán conformes?
—Hay que recordar que el Poder Judicial, desde hace muchísimos años, no ha estado a favor de las luchas populares o de los movimientos sociales. Ahí tienen una veta que pueden seguir explotando, que es judicializar una gran cantidad de proyectos que proponga el gobierno federal. Por eso para ellos era clave controlar el Congreso, porque por ahí podían minar mucho más. El otro aspecto es la cuestión económica. Estos grupos empresariales que tienen grandes vínculos con Estados Unidos son capitales que, si bien son marginales, sus ventas, sus vínculos materiales-económicos, están centrados mucho más hacia Estados Unidos. Y ahí sí podrían intentar explotar sus alianzas con el gobierno estadunidense, incluso hacer algo que han hecho grupos empresariales en América Latina: controlar mercancías, controlar precios y crear escasez. Eso lo podrían hacer. Estos grupos empresariales no lo han hecho antes porque no habían estado en esta posición contraria al gobierno en turno; siempre estuvieron vinculados con los grupos políticos. Ahora se enfrentan a ser una oposición. Con seguridad, la electoral no es su única estrategia. El problema, para ellos, es que no se han enfrentado a este tipo de situaciones. No tienen experiencia como en otros países de América Latina. Pueden intentar aprovechar todas las alianzas que tienen fuera del país.
—¿Observa algún tipo de participación del gobierno de Estados Unidos o de actores de Estados Unidos en esta alianza y en esta oposición al gobierno de López Obrador?
—Es complicado responder porque implica sintetizar bastante las estrategias de Estados Unidos, no sólo con México sino con otros países. En América Latina, por ejemplo, hay una especificidad que tiene México, que es esta cercanía geográfica que determina mucho las relaciones económicas, geopolíticas. La última vez que intervinieron directamente, la última ocasión, fue cuando la Revolución Mexicana, que invadieron México [abril-noviembre de 1914]. Desde ahí no han tenido esa necesidad de provocar invasiones o buscar algún cause para que haya enfrentamiento directo. Lo que se ha hecho más es controlar a la clase política. Y ahora van a utilizar algunos vínculos que tienen. Por ejemplo, este nuevo personaje que va a dirigir la Guardia Nacional [André Georges Foullon Van Lissum] ha tenido cursos de entrenamiento en Estados Unidos. Hay algunos militares que tienen cursos en Estados Unidos. Siempre es pertinente seguirle la pista para ver cuáles son estos vínculos que se establecen. No estoy diciendo que obedezcan a Estados Unidos sino que hay vínculos establecidos. Lo otro es que también hay algunos sectores de la sociedad civil, organismos y ONG que, más allá de recibir el financiamiento, tienen vínculos con el gobierno estadunidense. Por ejemplo, la USAID no sólo financia una gran cantidad de proyectos sino que contrata empresas para que establezcan proyectos en México, entre ellos programas judiciales, reformas policiales, proyectos políticos, proyectos económicos. Es una gran financiadora de instituciones, organismos y empresas. Por ahí van delineando política pública o proyectos de ley, incluso tienen financiamiento a medios de comunicación. La estrategia [de intervención] es mucho más sutil que una estrategia directa. Habría que ver qué tanto se sale el país de los márgenes que pueden tolerar. Habrá que ver qué tanto sale este gobierno de la 4T de los intereses primordiales de Estados Unidos. Hasta el momento, Andrés Manuel ha hecho una política interna y externa que no se sale del marco general que Estados Unidos ha establecido para América Latina y para México, en particular. Es bastante difícil responder con un “sí” o con un “no”. Hay que observar mucho más la cantidad de actores que están involucrados ahí.
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