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Jóvenes reclutados por el crimen organizado se correspondió con escalada de violencia

Publicado por
José Réyez

En el contexto de la escalada de la violencia, de 2006 a 2020, el reclutamiento de jóvenes pobres de barrios y comunidades marginales por organizaciones de tráfico de drogas en México fue la constante para nutrirse de cuadros (halcones, sicarios, secuestradores), y para formar ejércitos capaces de enfrentar a las fuerzas del orden, afirman expertos. Ahora, el gobierno federal ha observado que ya se redujo la presencia de jóvenes en las bandas delincuenciales, informó el 23 de mayo el presidente López Obrador

Investigadores concluyeron que las organizaciones mexicanas dedicadas al narcotráfico experimentan un rápido desgaste durante enfrentamientos con Fuerzas Armadas y otros grupos criminales. Ello dio lugar a una necesidad continua de reclutar personal para diversas actividades delictivas desde diciembre de 2006, cuando Felipe Calderón decretó la “guerra” al narcotráfico. Por su parte, el presidente Andrés Manuel López Obrador expuso el pasado 23 de mayo que el reclutamiento de jóvenes por parte de la delincuencia organizada ya está disminuyendo.

“Entrevistas con exmiembros de Los Zetas, Jalisco Nueva Generación, Los Ojos, La Familia Michoacana, Caballeros Templarios, Los Ateos, Cártel del Milenio, Cártel de Sinaloa, La Unión de Tepito y Beltrán Leyva, apuntan a la desigualdad estructural y a las oportunidades ilícitas como condiciones sociales concomitantes que aumentan el impulso y el atractivo del crimen organizado como vehículo para el éxito”, asegura el análisis Más allá del dinero, el poder y la masculinidad: Hacia una perspectiva analítica del reclutamiento en las organizaciones mexicanas de narcotraficantes.

Y agrega: “nuestros entrevistados, presos en San Fernando, Centro Especializado para Adolescentes Alfonso Quiroz Cuarón, Comunidad de Mujeres, Reclusorio Norte, y El Centro Federal de Readaptación Social (Cefereso) número 13, de Oaxaca, no sólo estaban empobrecidos, sino que residían en barrios caracterizados por la omnipresencia del crimen organizado y la ausencia de oportunidades económicas legítimas”.

El estudio –escrito por los investigadores Elena Azaola, del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS); Piotr A Chomczyński, del Centro de Análisis de Datos, Modelización y Ciencias Computacionales, Universidad de Lodz, Polonia; y Roger Guy, del Departamento de Justicia Penal, Universidad Estatal de Nueva York– señala que el proceso de reclutamiento se convierte en un medio de intercambio que encarna los significados subjetivos que los reclutas atribuyen a sus situaciones presentes y futuras y que está vinculado simultáneamente a su grupo social inmediato que forma una organización criminal.

De los 79 sujetos entrevistados entre 2015 y 2020 por los académicos, cuatro eran jefes de plaza [supervisores del narcotráfico en una zona geográfica], dos subjefes, 22 halcones (vigías), 14 traficantes/contrabandistas, 12 sicarios y/o secuestradores, dos especialistas en logística/suministros, tres que realizaban trabajos misceláneos (compra de coches, reparto de comida), dos expolicías que no quisieron revelar su papel en la organización, 10 narcotraficantes independientes que utilizaban una organización mexicana de narcotraficantes (OTD) como proveedor y otros ocho asociados.

Señalan que desde el 2006, las bandas han tenido una necesidad constante de personal impulsada por una escalada de violencia entre cárteles y la competencia por los puntos de distribución de drogas comúnmente conocidos como plazas. “Este conflicto con las OTD rivales creó una demanda insaciable de nuevos miembros a través de métodos manifiestos (por ejemplo, volantes en papel, grafiti, redes sociales y caridad) en el vecindario”.

“Los reclutadores apelan directamente a las aspiraciones materiales y pruriginosas de los desaventajados al equiparar experiencias placenteras (por ejemplo, prestigio social, éxito material y masculinidad) con una OTD. De este modo, los reclutadores ofrecen la vida en un cártel y ser un narco como solución a sus problemas cotidianos, sincronizando sus aspiraciones con una oportunidad tangible de hacerlas realidad”, destacan los autores.

No obstante, en su conferencia del 23 de mayo pasado, el presidente Andrés Manuel López Obrador indicó: “ya estamos notando también que en las bandas de la delincuencia cada vez hay menos jóvenes: en las detenciones, cada vez menos jóvenes, y eso es muy bueno. Nos está ayudando toda la familia, nos ayudan los papás, los abuelos, y los jóvenes que están recibiendo apoyos, que tienen garantizado el derecho al estudio, el derecho al trabajo. Ese es el camino, no sólo medidas coercitivas, lo más importante es atender las causas, que haya oportunidades de estudio, que haya trabajo, que el ingreso alcance, y los valores, el amor en la familia, eso es importantísimo, y que nos mantengamos muy unidos”.

FOTO: 123RF

Reclutas, demanda insaciable de organizaciones criminales

Al investigar sobre el contexto social del reclutamiento y las vías de motivación en las organizaciones de narcotráfico –a través de entrevistas en profundidad con 79 miembros actuales y antiguos de los cárteles–, los investigadores encontraron que algunos reclutas fueron motivados por aspiraciones de éxito económico y nociones de masculinidad, pero también influidos por el apego a grupos sociales y experiencias compartidas. También, que las decisiones individuales de unirse a organizaciones delictivas se consideran en términos colectivos, es decir, en conexión con miembros de su grupo social inmediato.

La investigación sugiere que el reclutamiento en organizaciones criminales está influido por las relaciones sociales, pero los factores específicos que conducen a la participación son más oscuros. Sin embargo, intenta arrojar luz sobre el reclutamiento a través de experiencias personales de miembros actuales y antiguos de las OTD que comenzaron durante observaciones de campo en comunidades caracterizadas por altos niveles de delincuencia organizada.

Las entrevistas sugieren que el camino hacia la pertenencia a organizaciones delictivas es un proceso polifacético en el que intervienen intereses morbosos y materiales de un recluta, así como la importancia que atribuyen a la pertenencia a un grupo, y la perspectiva de los participantes se basa en la experiencia adquirida a lo largo de los años como miembros, reclutadores o personas de contacto de un cártel.

Entre la motivación para trabajar para una OTD destacan los incentivos financieros, el empoderamiento masculino y el atractivo emocional de ser un narco entre los jóvenes empobrecidos, del país.

Las experiencias tempranas de los reclutas con la delincuencia entre grupos íntimos se ven reforzadas por la pertenencia a organizaciones delictivas, fenómeno que los investigadores denominan como trayectoria colectiva (TC), que ubican en las experiencias grupales y el significado cultural del colectivismo en México.

En la región de Michoacán, por ejemplo, donde operan múltiples OTD [Familia Michoacana, Caballeros Templarios, Cárteles Unidos], se descubrió que sus intereses interrelacionados crean un contexto social para el negocio de la droga que vincula los incentivos financieros con el reclutamiento.

“Al examinar la región de Michoacán, donde operan múltiples OTD, se descubrió que sus intereses interrelacionados crean un contexto social para el negocio de las drogas que vincula los incentivos financieros con el reclutamiento de inmigrantes”, refieren.

A lo largo de la investigación, el equipo contó con la ayuda de miembros de organizaciones no gubernamentales (ONG), y funcionarios de prisiones que ayudaron a identificar a los participantes en los centros penitenciarios.

Los reclusos fueron seleccionados: un grupo por los funcionarios de prisiones en función del delito y la voluntad de participar; referencias de otros reclusos similares al muestreo de bola de nieve; y, finalmente, sugerencias de organizaciones sin fines de lucro involucradas en los derechos de los reclusos.

La duración de las entrevistas varió de 40 minutos y se realizaron con el consentimiento de los internos y el permiso respectivo. Los nombres utilizados en la investigación son seudónimos y, cuando fue necesario, se restringió la longitud y el contenido de las citas para proteger a los entrevistados.

Los participantes (Figura 1) eran exclusivamente varones que, según admitieron ellos mismos, procedían de comunidades rurales y urbanas empobrecidas con una presencia continua de delincuencia organizada. Tenían edades comprendidas entre los 15 y los 67 años y desempeñaban distintas funciones en una organización criminal.

Aunque por lo general se encontraban en la adolescencia, los sujetos tenían dificultades para recordar el año exacto de su inicio delictivo o cuándo fueron reclutados por una OTD, debido a que estuvieron expuestos a actividad delictiva a una edad temprana ayudando a otras personas (por ejemplo, o sus padres a empaquetar o vender droga); algo que no clasificaron en términos delictivos. Sin embargo, de sus biografías se desprende claramente que la transición de la delincuencia menor a la afiliación a las OTD se produjo en la adolescencia.

Tráfico de dinero, poder y masculinidad

Los participantes estaban saturados de un entorno social de tráfico de drogas, crimen organizado y corrupción, a menudo desde niños. Porque las OTD se concebían como un símbolo de poder que a menudo eclipsaba a las instituciones sociales legítimas con funciones de control social (por ejemplo, las escuelas públicas y las fuerzas del orden).

Trabajador social: Ellos [los menores] proceden de lugares llenos de delincuencia y de familias criminales.

Entrevistador: ¿Cómo dónde?

Trabajador Social: Tepito, por ejemplo o de Iztapalapa. [. . .] Muchas de sus familias están involucradas en alguna actividad delictiva, el padre, el tío, el primo.

Entrevistador: ¿Qué tipo de actividades delictivas?

Trabajador social: Tráfico de drogas, homicidios, robos, secuestros.

En otras entrevistas, era evidente que la familia era a menudo el punto de contacto inicial con la actividad ilícita que conducía a la implicación con la delincuencia organizada, como ilustra el pasaje de la entrevista al trabajador social.

Más adelante en la adolescencia, los sujetos declararon que se encontraron con miembros de las OTD que les facilitaron la entrada en una organización delictiva. Cuando se les preguntó, se refirieron al individuo como una especie de puente hacia la OTD más que como un reclutador en el sentido estricto de la palabra.

Con frecuencia, los novatos eran delincuentes callejeros y pandilleros no afiliados que llamaban la atención de un miembro de una OTD que buscaba nuevos miembros para la organización, o como subcontratistas.

Rodrigo, un miembro del cártel de Sinaloa explicó que él subcontrataba actividades delictivas y reclutaba a miembros de bandas de barrio. “Ellos [los reclutadores] vigilan a los chicos que están robando y para ver cuáles son buenos en eso. También conseguimos miembros de las pandillas”. “Observamos cómo hablan, miran y actúan. Si tienen algo que necesitamos, les hacemos una oferta. La única condición son pruebas de lo que pueden ofrecer al cártel y de cómo pueden utilizarlo en sus actividades delictivas”.

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Atrapar al delincuente

Javier cumplía condena por homicidio y robo con un largo historial delictivo. Habló de su perspectiva como antiguo miembro de una organización de narcotraficantes. “Cuando eres miembro [de un cártel] sabes qué tipo de personas serían útiles para el jefe. Si ves a alguien que puede ser valioso, intentas atraparlo”.

Mientras que Raúl era un informador de barrio que observó el crecimiento de la delincuencia organizada en Ciudad de México y el efecto que tenía en los delincuentes de poca monta, a menudo de la misma familia, que eran absorbidos por organizaciones más grandes gracias al éxito de sus operaciones.

Personas con una historia común, parientes o amigos íntimos que crecieron juntos crean un grupo delictivo y se involucran en pequeños robos. Con el tiempo, aumentan su poder e influencia mediante delitos más rentables y peligrosos, como el tráfico de drogas, el secuestro, la extorsión o el secuestro de camiones. Llegados a este punto, las organizaciones más grandes se fijan en ellos.

Los comentarios de Raúl muestran cómo la proximidad, así como la competencia y el éxito en las actividades delictivas, se combinan para atraer a los grupos al trabajo en los cárteles. Cuando se dedican a captar miembros de forma activa, los reclutadores transmiten el mensaje de que el beneficio económico es una ventaja directa de pertenecer a una organización delictiva.

Por lo tanto, no es de extrañar que los cárteles encuentren una rica fuente de reclutas entre los pobres, donde “al parecer pueden pagar a adolescentes 5 mil dólares por un solo acto de violencia”, consideran los investigadores en su análisis.

Alberto se hizo eco del atractivo del crimen organizado para los residentes empobrecidos que viven en las zonas rurales de México. Para reclutar nuevos miembros para las organizaciones criminales en lugares como Guanajuato, Zacatecas, Durango y Sinaloa, los líderes recurren a amigos o familiares de confianza para dirigir la operación. La razón es sencilla. No tienen muchas opciones para sobrevivir o mantener a una familia. La primera generación de estos grupos trabaja como sicarios. Este tipo de vida se ha convertido en algo normal para dos o tres generaciones.

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Escapar de la pobreza y éxito financiero

Los expertos explican que, aunque la delincuencia organizada se considera una forma de escapar de la pobreza, conlleva riesgos y peligros inherentes derivados de sus enfrentamientos, a menudo violentos, con sus rivales. Los reclutadores sortean la inquietud visceral de pertenecer a una OTD con ostentosas exhibiciones de riqueza material, poder y destreza, y hablando sin tapujos.

Para Pedro, que pertenecía a La Familia Michoacana, la ostentación triunfa sobre el miedo a la hora de reclutar miembros potenciales. Expresó la importancia de aprovechar la oportunidad de conseguir dinero fácil cuando se habla con ellos. A la gente le deslumbran los lujos, las mujeres guapas, los coches de lujo. “Todo el mundo quiere tener las mismas cosas”.

Jorge, habitante de Tepito, confirmó que “los niños de Tepito se sienten atraídos por todo este dinero y quieren trabajar para ellos (La Unión de Tepito) para tener las mismas cosas”. Un miembro del cártel de Los Ateos declaró: “Todos tenemos un precio, y se nos puede convencer con dinero”. Las OTD ofrecen a los nuevos reclutas la promesa de un éxito financiero normalmente inalcanzable para las clases bajas.

Otro socio de La Familia Michoacana, Alberto, vinculó el poder inherente derivado de la ganancia financiera que en el contexto lícito es comúnmente aceptado cuando afirmó que “el dinero y el poder son la razón para trabajar para un cártel”. Estos valores de logro, considerados envidiables en abstracto, se utilizan con éxito para reclutar a personas de las clases más desfavorecidas.

Reclutas, sin alternativa social

Azaola, Chomczyński y Roger Guy sostienen que los cárteles ofrecen a los delincuentes asociados lo que el empleo legítimo en la sociedad mexicana no puede ofrecer. “En los barrios que estudiamos, la puerta del cártel siempre estaba abierta y el camino era fácil”, señalan.

Explican que los reclutadores también se benefician de las concepciones culturales asociadas a ser un narco en las que el poder es una extensión del éxito pecuniario, y los infames jefes de las organizaciones criminales son omnipresentes en la narcocultura.

Roberto, que cumplía 6 años de condena por narcotráfico en el Reclusorio Norte, recordaba cómo atraía a los novatos a las OTD. En su opinión, la narcocultura cumple la promesa de una vida inalcanzable para los jóvenes de familias empobrecidas.

“Ellos [los reclutas] piensan que los jefes tienen poder, ‘Quiero ser grande como él. Voy a crecer como él. Él lo tiene todo’. Se imaginan el estilo de vida que [tendrán], ven a gente como El Chapo Guzmán, y dicen: ‘cuando crezca, quiero ser como él’“.

Pequeño recordaba que idolatraba a los líderes de los cárteles porque emanaban el prestigio y el poder encarnados en los narcocorridos [baladas que a menudo glorifican a los líderes de los cárteles padrinos y el estilo de vida narco].

Pedro, un halcón (vigía) del grupo delictivo de Los Ateos, relató que la mayoría de ellos [los nuevos miembros] se sienten atraídos por la narcocultura incluso en el país. “Vas a Sinaloa y le preguntas a un chico qué quiere ser, y te dice ‘sicario’. ¿Por qué? Creen que tienen el poder. Lo tienen todo”.

La relación entre un estilo de vida lucrativo y el trabajo en los cárteles rara vez se omitió en las conversaciones con los sujetos y con los residentes de los barrios de estudio. Junto con la promesa de un estatus económico y una posición social más altos, vienen los beneficios concurrentes del prestigio y el privilegio, que alimentan las aspiraciones financieras y de estatus de los reclutas, que en principio parecen estar más allá de su capacidad para satisfacer sus deseos.

Andrés, un miembro de la OTD de Tepito, declaró: “Nunca hay suficiente dinero. En cuanto lo ganas, lo gastas”. Los jóvenes con penurias son especialmente susceptibles a las promesas de riqueza material, estabilidad y poder, aparentemente inalcanzables por medios legítimos en la sociedad mexicana. Con el tiempo, ganar y gastar es un ciclo interminable que conduce a una implicación gradual y más profunda con el trabajo de las OTD.

El atractivo de pertenecer a una organización criminal va más allá de los intereses materiales y lascivos al ofrecer visiones idealistas de la masculinidad y la estabilidad familiar.

Esto atrae a los jóvenes empobrecidos que rara vez tienen familias intactas, como señaló Manuel, miembro de La Familia Michoacana: “La mayoría de los niños trabajan para un cártel porque no tienen familia”. Su afirmación implica que el crimen organizado conlleva la satisfacción de necesidades emocionales y ganancias materiales.

El apoyo económico a la familia era de importancia primordial, así como un factor de motivación para considerar la delincuencia organizada como una opción viable para obtener ingresos, como en el caso de Heriberto.

Miembro activo del cártel de los Caballeros Templarios que cumplía condena por secuestro, Heriberto inicialmente se sintió atraído por el crimen organizado porque su padre no podía mantener a la familia. A los 14 años trabajó en una armería dirigida por los Caballeros para obtener ingresos adicionales para su familia. Luego pasó a actividades más arriesgadas en su nombre. “Conocí a una persona de los Caballeros Templarios en la armería. Me llamó de Tijuana para hacer un jale (ayudar en un secuestro). Después de un tiempo me volvió a llamar para hacer un secuestro en Zacatecas”.

Para Heriberto, mantener a su familia con ingresos adicionales procedentes del crimen organizado colmaba las expectativas de hombría que le faltaban a su propio padre, un campesino rural.

Más allá del dinero, poder y masculinidad

Los investigadores encontraron también que los participantes eran propensos a ver sus opciones futuras de unirse a una OTD como inextricablemente vinculadas a quienes los rodeaban y ampliaron su análisis para aprovechar las experiencias de las entrevistas que indican que el crimen organizado ofrece beneficios intangibles que están arraigados en la vida grupal.

“Aunque las concepciones pecuniarias del éxito eran importantes para nuestros sujetos, también descubrimos que la experiencia colectiva de estar unido a grupos íntimos también intervenía en la comprensión de la voluntad de unirse a una OTD. Aprendimos que la conexión con el grupo era un factor añadido que influía en la percepción que tenían de las oportunidades de afiliación”, apuntan los expertos.

“Nuestras entrevistas ofrecieron una perspectiva adicional para entender el reclutamiento porque apoyan la idea de que un conjunto común de experiencias de grupo creaba una inclinación a aceptar una oferta para unirse a una OTD. En resumen, su deseo de permanecer vinculados a su grupo inmediato redujo sus opciones y las de quienes les rodeaban”, asientan.

Señalan que el colectivismo facilita el reclutamiento porque los novatos ven su futuro ligado a grupos con los que tienen fuertes lazos sociales, asocian su destino al de un grupo inmediato y comparten similitudes biográficas con quienes los reclutan.

Por lo tanto, los cárteles refuerzan el colectivismo a través de la identificación en el grupo y los lazos relacionales y los reclutadores explotan el colectivismo presentando la transición a una organización delictiva como un paso lógico en la trayectoria de aquellos con los que comparten un pasado común.

Un miembro del cártel de 47 años explicó que “ellos [los reclutadores] conocen nuestra situación y saben qué hacer”, lo cual alude al uso que hacen de la empatía intersubjetiva e instrumental a la hora de seleccionar mensajes que refuercen el llamamiento a la pertenencia al grupo.

Sus palabras también apuntan a tácticas generales de captación que se utilizan con éxito para los recién llegados que tienen experiencias similares. En ocasiones, ambos [reclutador y recluta] compartían antecedentes casi idénticos entre sí en los que basar la opción de pertenecer a OTD. Los reclutas son receptivos al mensaje de un reclutador porque tiende a reforzar cómo prevén que será su futuro (y el de los que les rodean).

Rodolfo, antiguo miembro del CJNG, al igual que otros entrevistados, recordó que su contacto con la organización utilizó un lenguaje familiar que aceptó y comprendió. El reclutador se basó en su propia experiencia para empatizar con su situación actual y su perfil biográfico. “Me habló con voz tranquila. Consiguió que me implicara convenciéndome de que no tendría los problemas que tengo ahora”. En este contexto, su afiliación a una organización delictiva ha sido presagiada tanto por quienes les rodeaban como por quienes buscaban nuevos miembros de los que tomaron la dirección.

La aptitud para atraer a nuevos miembros no pasó desapercibida para un funcionario de prisiones al que entrevistaron los investigadores, quien era consciente del comportamiento necesario para reponer sus filas. Al distinguir el comportamiento de los miembros de las OTD dentro del centro, señaló que “los líderes de los cárteles son muy encantadores, manipuladores y tienen buenos modales. Saben ganarse tu confianza”.

Esto facilita que los reclutadores trafiquen con las aspiraciones de un delincuente novato y se relacionen con él, tanto si buscan activamente nuevos miembros como si son los propios jóvenes quienes se ponen en contacto con ellos. De este modo, apelan a un segmento concreto de una población conocida de los mismos barrios que se inclina a aceptar el trabajo en los cárteles debido a la preparación mental de quienes les rodean.

Debido a su exposición temprana al crimen organizado, un recluta está mentalmente preparado para entrar en una OTD; también está motivado por la afiliación a un grupo criminal para quedarse, como ilustra este intercambio con Pablo.

Entrevistador: ¿Algo más que quieras decir sobre tu estilo de vida?

Pablo: Aunque siempre me ha interesado este tipo de vida, me gustaría cambiar.

Entrevistador: ¿Te gustaría cambiar?

Pablo: Sí, pero es extremadamente difícil. Una vez que entras en este mundo es muy difícil salir.

Entrevistador: ¿Quizás una parte de ti quiere dejarlo, pero otra parte más realista te dice que esto va a ser muy difícil debido a tus antecedentes?

Pablo: Sí me gustaría cambiar por mis hijos, pero es muy difícil. Entramos todos juntos.

La dificultad expresada por Pablo era más compleja que el peligro físico de salir de un cártel, al igual que el riesgo de entrar en uno al principio. Salir también significaba romper los lazos con un grupo que les confería identidad y colmaba sus expectativas de éxito. Además, su salida significa entrar en un estado liminal caracterizado por estar a la deriva y separado de su afiliación al grupo, y posiblemente perder su papel de proveedor. En el caso de Pablo, el estatus de padre y los lazos con sus hijos amortiguaron el estado transitorio de no estar afiliado al cártel (un grupo con el que tiene lazos sociales) si se marchaba.

Para otros, como Luis, que abandonó la organización tras el asesinato de su hermano, el futuro exterior cortó su conexión con el cártel y su vinculación al grupo. Cuando le conocimos, era una persona de la calle sin hogar que no estaba afiliada a ningún grupo, incluida su familia. “Nuestros rivales mataron a mi hermano, Omar”. No quería quedarse solo. “Ahora mismo, estoy fuera de la organización viviendo aquí [en la calle], pero nunca me dejarán en paz. Sé que van a matarme”.

Pablo y Luis ilustran una dimensión importante de la trayectoria colectiva, a saber, que se trata de un proceso unidireccional. Los mismos factores que facilitan la captación actúan como mecanismo inhibidor de la salida de las organizaciones delictivas.

Por lo tanto, sostenemos que este coste añadido, más allá del inevitable daño físico a uno mismo, a la familia o a los amigos, es un impedimento añadido al desistimiento que no se aborda en la criminología contemporánea, concluyen los analistas.

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