Sin argumentos lógicos y menos patrióticos, los diputados de los partidos de derecha que votaron en contra de la Reforma Eléctrica pasarán a la historia tanto por su deslealtad a los intereses de la nación y las mayorías, como por su sumisión a los intereses extranjeros.
Una caricaturizada réplica contemporánea del dictador Porfirio Díaz que, en “aras del progreso nacional”, entregó todo nuestro territorio para explotar el petróleo de su subsuelo, sus ríos para generar electricidad, vías férreas y minas que generaron una riqueza de la que nunca gozó el pueblo de México.
De los legisladores de Acción Nacional, siempre ligados a las corrientes ultraconservadoras que atacaron con uñas y dientes el gobierno nacionalista del general Lázaro Cárdenas y surgieron a la vida pública precisamente con el fin de evitar el avance de los movimientos sociales y la consolidación de las organizaciones obreras, campesinas y populares, no es de extrañarse el reafirmar su raigambre de derecha.
Pero la actitud de los priístas comprobó que esta generación de políticos que crecieron y abrevaron en los gobiernos neoliberales, nunca aprendieron las clases mínimas de historia para saber que en el siglo pasado, no todo en su partido estuvo podrido y que personajes de la talla de Cárdenas y del presidente Adolfo López Mateos, dejaron sentadas las bases para que los energéticos fueran propiedad de la nación en beneficio del pueblo.
Y del PRD o del partido Verde, ya ni qué hablar pues ambas siglas han albergado el cascajo político que nada ha aportado a México, convirtiendo ambas siglas en negocio familiar de sus cúpulas.
Todo ellos, sobre todo el Prianismo, reafirmaron que desde hace décadas, nunca tuvieron en mente defender nuestra soberanía energética, como tampoco priorizar como estrategia de desarrollo el fortalecimiento de las empresas públicas, las cuales bajo el esquema de racionalizar recursos, vendieron a precios de ganga a particulares.
Lo que al pueblo de México le costó décadas adquirir y fortalecer, a partir del sexenio del tecnócrata Miguel de la Madrid y después con su voraz y aventajado alumno, Carlos Salinas de Gortari, fue entregado para que un grupo de empresarios –hoy todos ellos multimillonarios a nivel mundial–, se enriquecieran con la mesa puesta.
A lo largo de los sexenios de corte neoliberal, las clases trabajadora y campesina, terminaron depauperadas por el aniquilamiento del poder adquisitivo de los salarios en tanto de manera silenciosa, tanto la electricidad como el petróleo comenzó a ser entregado a particulares con reformas a la ley como las aplicadas por Salinas de Gortari.
Para los tecnócratas su “amor a la patria” se expresó en acciones lesivas a las mayorías como el rescate bancario de Ernesto Zedillo que a través del Fobaproa, salvó de la quiebra a este privilegiado sector, transfiriendo en deuda pública los más de 500 mil millones de pesos del tal salvamento, que a la fecha superan el billón de pesos, que siguen pagando las nuevas generaciones.
Estos “patriotas” que se rasgaron las vestiduras en la tribuna de San Lázaro, son los mismos que durante los gobiernos panistas de Fox y Calderón, dilapidaron el billón de pesos que ingreso a las arcas pública por los excedentes petroleros y que lejos de haber servido para sanear las finanzas de Pemex, dotar de mejores equipos y personal a los hospitales públicos o rehabilitar escuelas, se esfumaron ante el silencio cómplice del PRI y partidos como el Verde.
Ninguno de los artífices de esta indudable traición a la patria se tomó la molestia de consultar a sus electores que los llevaron al cargo, para informarles además de las razones de su voto en contra. Pesó más su interés personal que el de la gente de sus distritos.
En los foros sobre la discusión de la iniciativa presidencial, se demostró que en esencia, la Reforma de Enrique Peña Nieto pretendía entregar el petróleo y la electricidad a empresas privadas, sobre todo trasnacionales, para que estas se enriquecieran a costa de nuestros recursos. Como sucedió con la fallida promesa Calderón que prometió que las tarifas de electricidad bajarían con el cierre de Luz y Fuerza del Centro, lo mismo aconteció con la Reforma de Energética del pasado sexenio.
Quedó demostrado que el interés de las firmas extranjeras nunca ha sido ni será darle carácter de un servicio social a la electricidad sino un rango de mercancía por la que hay que pagar al precio que, según ellos, establezca el libre mercado.
Lo que hoy se registró, es el peor de los contrasentidos a lo planteado por la política nacionalista de los expresidentes Lázaro Cárdenas y Adolfo López Mateos con la Expropiación Petrolera y la Nacionalización de la Industria Eléctrica, del pasado siglo. Si el país logró el llamado milagro estabilizador que le permitió detonar el desarrollo de su infraestructura y elevar el nivel de vida de sus habitantes en la segunda mitad del siglo pasado, fue gracias a que el petróleo y la electricidad sentaron las bases del crecimiento económico.
Tanto el general Cárdenas como el presidente López Mateos gozaron del apoyo multitudinario del pueblo en sus acciones nacionalistas. Ante la actitud antipatriótica de estos diputados, es necesario que el pueblo mexicano se organice y exija a estos mercenarios de la política una rectificación parlamentaria para que la electricidad sea renacionalizada en favor del pueblo, mediante el establecimiento de una tarifa social y la elevación a rango constitucional del derecho a este servicio público como un derecho humano.
Hay muchos pendientes y agravios que deben ser resarcidos a través de la movilización social de todos los mexicanos. Uno de ellos, la reinserción laboral de los trabajadores del Sindicato Mexicano de Electricistas, despedidos ilegalmente tras el Decreto de Extinción de Felipe Calderón. Uno de los traidores a la patria, confesos, que deben ser llevados a un Juicio Popular.
Martín Esparza Flores*
*Secretario general del Sindicato Mexicano de Electrcistas
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