Semana

Las guerras de EU –nuestro socio estratégico– y los riesgos para México

Publicado por
Jorge Retana Yarto

Tucídides escribía en ‘La Guerra del Peloponeso’: “lo que hizo la guerra inevitable fue el crecimiento del poder ateniense y el miedo que esto causaba en Esparta (Kennedy, 2007, 321)

Cuando los equilibrios de poder precedentes se alteran en una región o a nivel internacional, surgen los conflictos más agudos que pueden desembocar en conflagraciones armadas, regularmente también extensivas, que desbordan los actores y límites territoriales originales y terminan comprendiendo áreas geográficas mayores. En el fondo, están las mutaciones económicas de todo tipo que soportan los grandes poderes, o que los debilitan cuando ellas aminoraron sus ritmos y volúmenes expansivos en la industria, tecnología, agricultura, servicios y comercio, porque la guerra es consustancial a los desplazamientos de poder que desestabilizan el estatus de unas potencias con relación a otras. Un estatus que crece, aminora el poder de otros que se debilitan, y si no hay los arreglos institucionales necesarios para canalizar e institucionalizar los cambios producidos, vienen los choques agudos y las guerras.

Muy difícilmente una potencia decadente, o varias, aceptan el encumbramiento de Estados, ejércitos y economías que hayan estado hasta antes subordinadas o en menor capacidad dentro de sus campos de poder. La guerra expresa la crisis que producen las modificaciones en los equilibrios de poder que no quieren ser aceptados por la vía diplomática y suscritos mediante tratados internacionales. El sistema de poder mundial es piramidal, estratificado, no simétrico.

Hoy, la organización de facto de las grandes potencias de la posguerra fría y de la unipolaridad –detenida precariamente desde un Consejo de Seguridad de la ONU ligeramente flexibilizado– se ha alterado considerablemente al nivel regional y global, y ha provocado tres guerras en dos regiones, con el concurso de los principales actores en ellas: i) en la guerra del Medio Oriente entre Hamas e Israel, participan principalmente también Estados Unidos de América y Gran Bretaña del lado de Israel. Del lado de Hamás, están igualmente Irán y Líbano, Yemen y Rusia; ii) en la guerra en despliegue, en otra región contigua del Oriente Medio, están Israel, Irán, Líbano, Yemen del Norte, Rusia, Siria, Irak y Afganistán; iii) y en la guerra de Rusia-Ucrania, participan Rusia, Corea del Norte, Bielorusia, y del lado de Ucrania, EU, Gran Bretaña, Francia, Alemania, Polonia y Finlandia, de manera más visible. China participa en las tres guerras de una manera no tan abierta, pero está allí y lo ha dicho: está con la cusa palestina, con Irán y Líbano; y en Europa Oriental –como Rusia–, se opone a la expansión de la OTAN en Eurasia y Asia Central, por lo que apoya los esfuerzos de Rusia por contenerla, no tanto las reivindicaciones territoriales.

El eje de confrontación estratégica está claramente perfilado en las tres guerras mediante dos bloques integrados: EU-OTAN-Ucrania-Israel, y Rusia, China, Irán, Líbano. Hay una evidente grave crisis de las grandes potencias en su jerarquización regional-global, y en las potencias regionales medias en sus roles dentro de la región de Oriente Medio (Israel-Irán). Vamos a llamar “la alianza política-militar occidental” a la primera, o alianza atlántica, y “la alianza política-militar oriental” a la segunda, o “alianza sino-rusa-persa” a la segunda, indistintamente. La Federación de Rusia está haciendo el esfuerzo político-militar y financiero fundamental en las tres guerras en las que participa, y Estados Unidos en la otra alianza, también, en la que participa y lidera.

En suma, la confrontación global en ambas conflagraciones bélicas, en forma militarmente activa, la encabeza la disputa estratégica EU-Rusia. Participan ambos como líderes en tres guerras geoestratégicas, independientemente de las reivindicaciones específicas de sus actores en cada una de ellas. Una guerra de esta naturaleza es aquella en la que se confrontan agudamente intereses estratégicos globales en la contienda por la hegemonía; y/o intereses territoriales, o recursos naturales, en las cuales subyacen concepciones de carácter ideológico que se repelen entre sí, en ámbitos geográficos definidos pero cuyos resultados tienen un alcance global y modifican la jerarquización de las grandes potencias y sus aliados. Es decir, rehacen los equilibrios de poder modificándolos sensiblemente.

Todo lo anterior está sucediendo actualmente en las tres guerras y sus dos grandes escenarios. No son las únicas, pero sí las más trascedentes. En el fondo hay una batalla por el impulso o contención del Nuevo Orden Global. Eso lo han dicho Rusia y China, aunque lo rechazan EU y la OTAN, porque sería el reconocimiento jurídico-político de que Europa deja de ser escenario de definición de los grandes eventos históricos y, como a finales del siglo XIX, cuando surgió la teoría de los “Tres Imperios Mundiales” referida al futuro de las naciones-Estado más grandes y poderosas que seguirían siendo independientes, y como decía el ministro británico de colonias, Joseph Chamberlain, en 1897, que “la tendencia de la época consiste en poner todo el poder en manos de los grandes imperios, y que los reinos menores –los que no son progresivos– parecen caer en un lugar secundario y subordinado” (Kennedy, 318).

En esto y en otros aspectos que han sido consignados por distintos autores, hay semejanzas en el entorno político internacional de nuestros días, con las décadas previas a la Primera y Segunda Guerra Mundial. Europa puede estar amenazada de marginarse si Estados Unidos decide negociar un nuevo Orden Global con Rusia y China, algo similar a lo que se conoció hacia las últimas décadas del siglo XIX como un Orden Internacional administrado por los Tres Grandes Imperios, que Otto Bismark –con la creación de una gran armada alemana– trató de convertir en orden de los “Cuatro Imperios”, antes del estallido de la Primera Guerra Mundial. Después, el entorno cambió radicalmente con la derrota de Alemania y el surgimiento de la URSS.

Henry Kissinger reiteró en distintas coyunturas que Europa “tiene terror a vivir en un mundo sin EUA”, y los militares alemanes sostienen que el terror de Estados Unidos es a “una alianza de Alemania con la Federación de Rusia”, la unión de la tecnología y el capital alemán con la mano de obra calificada, las industrias en desarrollo y el aparato científico y militar de Rusia. El ajedrez geopolítico y geoestratégico es álgido en estas horas de la historia mundial.

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Las dos guerras actuales. Proyección estratégica

La organización de un sistema de Estados es realmente jerárquica, aunque formalmente paritaria, puede ser más horizontal o más vertical. Fulvio Attiná sostiene que: “la organización vertical con el mayor grado de jerarquía se produce cuando la voluntad de uno o la voluntad de unos pocos estados resulta siempre relevante con independencia del contexto o del problema en cuestión. La victoria de una guerra general constituye título y ocasión para ejercer dicho rol, aunque se requiere que el rol jerárquico además de regirse y basarse en la imposición de reglas operativas jerárquicas (cuente) con el consecuente consenso de los otros Estados respecto a dichas reglas; (empero cuando) se deshace a pesar de la desigualdad de capacidades, ningún Estado está en disposición de manera estable la gestión de ellos bienes de un sistema”. (2001: 118)

Algo muy parecido sucede en la actualidad: EU-OTAN ante el ascenso de potencias medianas a nivel regional y de potencias emergentes a nivel global, carecen de la capacidad, ni siquiera en el orden militar, de imponer, administrar y obligar a otros actores estatales a seguir sus designios y lineamientos, respetar sus intereses y hasta promoverlos, ni siquiera amenazando con el uso de una guerra termonuclear, porque no es el único que puede iniciarla.

Entonces, con un sistema de Estados multilateral (u Orden Internacional) fracturado y sin nuevas reglas y normas, acuerdos y tratados para encauzar las problemáticas contemporáneas o coyunturales, los conflictos se agudizan y comienzan las guerras, que presagian nuevos ordenamientos políticos jerárquicos y militares en el orden regional (no en todas las regiones) y global (en proceso). Las imposiciones jerárquicas carecen hoy de legitimidad mundial, hay mucha división en torno a las guerras que hoy se libran, los campos están polarizados, hay una aguda lucha de narrativas sobre el origen de los enfrentamientos bélicos, su desarrollo y consecuencias, sus beneficios o perjuicios.

En el fondo, Estados Unidos está al frente de las alianzas que contienden bélicamente en los escenarios de guerra actuales más relevantes: en la guerra de Israel con Hamás y sus aliados, en la guerra en acelerado proceso contra Irán y Líbano, y en la guerra de Rusia contra Ucrania, que realmente es la OTAN la que combate contra Rusia mediante el colapsado ejército ucraniano. Particularmente en esta última guerra, la violencia armamentística por la capacidad de fuego, tecnológica, el número de efectivos militares involucrados, la intervención masiva de la OTAN con su arsenal convencional de armas suministradas a Ucrania, con miles de efectivos de esos países en la lucha, con muchísimo dinero financiando al ejército ucraniano, con decenas de miles de mercenarios, y en donde cada vez se emplean más armas de destrucción masiva, el peligro de una guerra nuclear, y de una conflagración mundial, está muy cercano. Hay mucho temor e incertidumbre internacional, incluso al seno de los representantes de Estados en las Naciones Unidas.

La referencia precisa es la posibilidad de utilizar “armas nucleares tácticas”, es decir, de baja capacidad destructiva, comparativamente con otras existentes de mucho mayor capacidad de destrucción en grandes superficies geográficas del planeta. En realidad, según los criterios militares, un arma nuclear no es un arma táctica, sino un arma estratégica –cualquiera que sea su capacidad destructiva– que siempre será mayor que otro tipo de misiles sin ojivas nucleares.

El balance estratégico negativo de la guerra actual en Ucrania para la OTAN, y la perspectiva no lejana de un triunfo de Rusia –el ejército ucraniano ha colapsado desde hace varios meses, se mantiene artificiosamente con la ayuda masiva de todo tipo por la OTAN–. Ha habido versiones de que en el escenario de guerra están aguantando a un ejército quebrado con vida artificial, hasta el término de octubre, para evitar que la derrota declarada no afecte la campaña electoral y el resultado de la contienda presidencial para el Partido Demócrata, durante el 5 de noviembre por la inmensa responsabilidad de la administración de Joe Biden en el desencadenamiento, desarrollo y conducción de la guerra, y de los miles de millones de dólares que han salido desde EU para el presidente Zelensky y su decadente ejército, sin resultados alentadores. Aunque no ha sido el presidente Biden solo, hay muchos más responsables en Estados Unidos y en Europa Occidental, en la OTAN.

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Tras consultar con los miembros de la OTAN, el secretario general de esa organización militar, Jens Stoltenberg, dijo que sería preferible una guerra nuclear contra Rusia que permitir que ésta ganara la actual guerra contra Ucrania-OTAN. Esta declaración la hizo el 20 de septiembre de 2024, ante la prensa internacional, y fue calificada por la mayoría de los analistas internacionales como un “verdadero horror”.

El presidente Putin ha aceptado este reto y ha declarado que “no será Rusia quien inicie una guerra nuclear, pero quien la ataque será destruido”. Jamás se había utilizado un lenguaje tan claro y directo al respecto. Los generales de la OTAN están enloquecidos ante su impotencia de derrotar a Rusia a través de la guerra con Ucrania, a pesar de que se han empleado a fondo.

Recientemente el propio Stoltenberg ha dicho que “Rusia pretende chantajear a la OTAN con las armas nucleares” y le recuerda que una guerra nuclear “no puede ganarla nadie” y que la OTAN ha dejado de hacer pruebas nucleares desde hace varios años (11 de octubre, 2024). Bueno, este señor actúa en forma totalmente errática e irresponsable con un tema de enorme trascendencia para la humanidad.

Recientemente, Israel ha reanudado sus ataques en Siria (lo hizo reiteradamente durante “la guerra de los gasoductos”), pero le llegó ya una advertencia de Rusia, de que intervendrá en su contra en caso de reiterar sus ataques. Rusia es aliado de toda la vida de Siria. Su contribución para ganar la guerra contra el Ejército Islámico y todos los países que allí intervinieron fue determinante, de manera que su advertencia es muy seria.

Israel ha venido atacando a Irán y a Líbano con frecuencia. Irán ha advertido también que puede responder “con una fuerza abrumadora”. En tanto, Líbano en su territorio sur está siendo destruida por Israel. Este último posee desde hace años armas nucleares, ¿las tiene también Irán? Muchos analistas dicen que sí, algunos más dicen que está a punto de obtenerlas. Rusia ha suministrado equipos sofisticados de defensa antiaérea y otras armas a Irán, además de poseer armas hipersónicas casi imposible de ser alcanzadas por las defensas antiaéreas de Israel.

El gobierno de EU ha ordenado ayudar a Israel para contener los ataques de Irán (recientemente, disparó 200 misiles contra suelo judío). Israel ha dicho también que podría usar su arsenal nuclear. El 3 de octubre pasado, el canciller alemán, Olaf Scholz, buscó a Vladimir Putin. No es extraño, porque Alemania es una de las economías más afectadas por el conflicto contra Rusia: compraba un gas barato durante muchos años, lo que fue clave para reducir costos y aumentar la competitividad industrial alemana y su crecimiento, su liderazgo económico en Europa. Hoy, las empresas estadunidenses suministran el gas a un precio mucho mayor. Además, la apuesta militar en la que la OTAN la forzó a involucrarse cada vez más, está en plena decadencia.

Como apreciamos, existe una geopolítica y geoestrategia militar sumamente tensa, casi al límite y muy compleja, y el gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum aún no dice nada. Sólo ha reiterado que actuarán conforme al artículo 89 constitucional: no intervención, solución pacífica de las controversias, auto determinación de los pueblos. Es decir, una actitud contemplativa.

El gobierno mexicano y el liderazgo militar de EU

Los riesgos actuales para México derivados de un conflicto bélico de magnitud, en donde el territorio de Estados Unidos sea un objetivo militar, son reales. Pueden evolucionar hacia una clara amenaza a la seguridad nacional. Me temo que el artículo 89 no alcanza para afrontar una situación como la que se perfila en Europa Oriental y en Medio Oriente. Cuando la crisis centroamericana arreció, los presidentes de dos administraciones (José López Portillo y Miguel de la Madrid) movilizaron la diplomacia regional para cubrir los riesgos a la seguridad nacional de la frontera sur del territorio mexicano. No comparo algo tan disímil, pero una vocación pacifista nunca es contemplativa, sino activa: la paz se construye, no llega sola.

México tomó una iniciativa con el gobierno del presidente López Obrador de instalar una mediación internacional con el primer ministro de la India, el Papa Francisco y el secretario general de la ONU, António Guterres –declarado como persona non grata por Israel–, que fracasó. Pero se puede intentar otras opciones: estamos en una zona miliar estratégica para Estados Unidos, vigilada por el Comando Norte de ese país. ¿Poco puede hacer? ¿Ni una Resolución en la ONU para llamar a los actores bélicos a acotar sus conflictos armados y moderar su propio lenguaje belicista? Hay una humanidad de por medio.

Lo peor es cruzarse de brazos. No conozco otro análisis serio que el hecho por el actual embajador y representante permanente de México en la ONU, el licenciado Vasconcelos, durante una entrevista no oficial para un programa de televisión, donde habló con libertad, pero no es una postura del gobierno actual.

Hace años, en la coyuntura de la primera invasión a Irak por una coalición encabezada por EU y legitimada por la ONU –contexto en el que también se dio la posibilidad de la entrada de México al Consejo de Seguridad (se abrió la opción para un país latinoamericano)– se discutió en nuestro país si era conveniente actuar en forma activa defendiendo principios diplomáticos en casos en que Estados Unidos de América desborda su “poder blando” (influencia multifacética)  y prepara el uso de su “poder duro” (el militar), por el riesgo de chocar con ello y obtener poco a cambio, en la eventualidad incluso, de algún tipo de represalia. Las opiniones se dividieron, era el gobierno de Vicente Fox. Se discutió también el apoyo a EU. La postura final fue un voto en contra.

Dentro de los gobiernos de la 4T-4R, todo indica que se han concentrado preferentemente en la relación bilateral, en su agenda y en los asuntos domésticos. La postura de EU respecto a las guerras actuales puede variar dependiendo del resultado de las elecciones presidenciales: hay dos posturas diferenciadas, continuar la intervención amplia y abierta del lado de Israel, pero no de Ucrania en el caso del candidato republicano Donald Trump.

México tiene que desarrollar una política exterior más creativa, reforzar su rol en la ONU; está cercano a integrarse en las 10 economías más grades del mundo, su actividad exterior tiene que estar en consonancia con esta posibilidad y futura postura. La comunidad académica y en especial los internacionalistas deben estar más activos en esta materia: introducir el tema de la política exterior en los medios masivos de comunicación, en foros y eventos diversos; convocar a esta esencial discusión. No todos damos por hecho que el factótum de la relación exterior de México se subsume y resume en EU. Abrir micrófonos, espacios y posturas político-ideológicas.

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