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Los movimientos sociales en México: por una agenda de unidad

Publicado por
Pablo Moctezuma Barragán

México es un hervidero de movimientos sociales de norte a sur, de costa a costa. Buscan dar salida a las más diversas problemáticas: sindicalistas, campesinos, ambientalistas, defensores del agua, del maíz y el frijol, opositores a la minería tóxica, normalistas, estudiantes, personas de capacidades diferentes, organizaciones de búsqueda de desaparecidos, médicas y parteras tradicionales, economía solidaria, cooperativistas, maestras y maestros, mexicanistas, movimientos urbanos populares, artistas, promotores culturales, pueblos originarios, comunitarios, promotores de la suspensión del pago de la deuda pública, académicos y ciudadanos preocupados por diversas causas.

Por lo general, estos movimientos se desarrollan de modo aislado, aunque tienen enemigos comunes. Sin embargo, también tienden a ligarse y sumar fuerzas. De esta manera, desarrollan una agenda común.

La unidad se va dando en la acción. No se forja por medio de viejas y desgastantes discusiones ideológicas o por la corporativización de partidos políticos. La unidad de acción se desarrolla por encima de cualquier diferencia: edad, género, preferencia sexual, color de piel, origen nacional, ideología, religión, partido, situación socioeconómica o estilo de vida. Se avanza logrando consensos y causas comunes.

El neoliberalismo y neocolonialismo han logrado imponer sus intereses. Pisotean derechos; atacan a toda organización y colectivo. Lo ha hecho por décadas, pero las leyes naturales imperan. La Tercera Ley de Newton –o principio de acción y reacción– plantea que “toda acción genera una reacción de igual intensidad, pero en sentido opuesto. Siempre que un objeto ejerza una fuerza sobre otro, este último devolverá una fuerza de igual magnitud, pero en sentido opuesto al primero”.

En nuestro caso: a los golpes de la reacción, el pueblo luchará para transformar su realidad. Logrará implementar un nuevo modelo económico, político, social y cultural.

Poco a poco, los movimientos sociales pasarán de ser reactivos y defensivos frente a ciertas coyunturas, acciones u omisiones específicas por parte del Estado. Los gobiernos locales y las corporaciones –como han sido, salvo honrosas excepciones durante el neocolonialismo– tendrán que pasar a ser proactivos. Desarrollarán su potencia y construirán el poder popular. Mismo que garantizará que prevalezca la voluntad del pueblo.

Los movimientos sociales se apoyarán en la experiencia de décadas pasadas y en algunos casos del presente reciente, cuando la fuerza de la gente fue factor clave para la toma de grandes decisiones a favor de los intereses de los mexicanos. Y esa misma experiencia indica que no debemos conformarnos con soluciones parciales o inmediatas. Al contrario, hacen falta medidas profundas y a largo plazo, además de una renovación democrática que permita que prevalezca la voluntad popular.

El pueblo tiene su propia voz. Es necesario que se organice y se exprese. Asimismo, tiene que encontrar consensos que lleven a la más amplia unidad porque en democracia las personas deben decidir y hacer su voluntad. Ha de mandar y sus representantes obedecerán. Debemos superar los mecanismos actuales que hay en el sistema político. Estos buscan enajenar al pueblo, someterlo e imponer una agenda que no es la suya.

En los últimos 200 años, el mecanismo que se ha usado es el reconocimiento de que la soberanía radica en el pueblo. Sin embargo, al mismo tiempo se le exige que la entregue, ya no a un rey como antes de la Independencia, sino al congreso y diversos representantes.

Le llaman “democracia representativa”. El problema es que no se mandata a los políticos, al contrario se les entrega el poder de decisión. Éste pertenece a los ciudadanos. No deben existir mecanismos por medio de los cuales se someta la voluntad popular. A los representantes se les entrega un cheque en blanco con la mera esperanza de que hagan buen uso de él. Sin embargo, no actúan de cara a la gente, sino a las cúpulas que les permitieron acceder al poder y sostenerse en él.

Por lo tanto, en el sistema de partidos los representantes y funcionarios pueden apoyar, obstaculizar y hasta combatir a los movimientos sociales, pues no están mandatados. En las campañas, prometen lo que se les ocurre, pero al llegar al poder hacen lo que quieren. Por lo general, actúan por y para sí mismos. El sistema promueve que la gente espere de manera pasiva que un representante promueva la respuesta a la demanda.

Asimismo, desalienta las movilizaciones. Implementa mecanismos, con los cuales los funcionarios reciben pequeñas comisiones. Negocia “en cortito” con los líderes, a la vez que se va posponiendo la respuesta para cansar a la gente. Además, es común que parte de la información se reserve y no se haga pública.

Al mismo tiempo, usa cualquier artimaña para dividir a los movimientos. Por ejemplo, compra a algunos líderes para promover pleitos y contradicciones. De esta manera, consigue romper la unidad y fragmentar la fuerza. Asimismo, aprovecha el sectarismo de algunos líderes para mantener los movimientos dispersos.

Otro mecanismo utilizado es que el poder legislativo realice conferencias de prensa y foros. En éstos, se simula apertura, pero sólo es una fachada. Aparenta que “se escucha a todas y todos”, sin embargo, la agenda del poder y de las decisiones cupulares no se mueven ni un centímetro, mientras que se eliminan los triunfos populares a través del poder judicial.

Vamos a romper con eso. Vamos a darle prioridad a nuestra propia agenda, a nuestras propuestas hacia el futuro. Las diferentes organizaciones, colectivos y personas vamos juntos a organizarnos. Vamos a escucharnos, romper el aislamiento y la fragmentación, en la cual nos ha colocado el neoliberalismo y su sistema político. Vamos a enfocarnos en nuestra propia visión y ver el mundo con nuestros propios ojos, no con la mirada de quienes nos dominan. Así podremos desarrollar la unidad de acción y cimentar la unión popular.

Enfocarse en la agenda del pueblo tiene la virtud de buscar que nos concentremos en el diagnóstico de México y en las medidas a tomar de cara al futuro. De esta manera, servirán como piso para la unidad de acción entre las organizaciones populares de los diversos sectores y lugares del país.

FOTO: CRISANTA ESPINOSA AGUILAR /CUARTOSCURO.COM

Necesitamos la renovación democrática. Hay que crear un sistema político basado en las comunidades organizadas de vivienda, trabajo, estudio y actividad. Sólo así el pueblo será quien decida y se organice para garantizar su soberanía.

No debemos financiar a los partidos. Prostituyen su esencia porque “compran” funcionarios y militantes a sueldo. Actúan por una remuneración y no por un ideal o proyecto. Lo que hay que financiar es el proceso electoral. De esta manera, las campañas no serán un derroche de recursos, sino que crearán condiciones para que los electores propongan y decidan el proyecto a seguir, al tiempo que participarán en atender las discusiones. Los debates entre los candidatos deberán ser en igualdad de condiciones.

Debemos conseguir que no puedan gastar un centavo en propaganda y tengan tiempos iguales en televisión, radio y prensa para sopesar y analizar ideas, así como la factibilidad de la aplicación de las mismas; que el presupuesto para elecciones se aplique a crear brigadas para implementar asambleas en el país, en las cuales se fomente la participación popular, para que de ahí salgan las propuestas, y que antes de escoger un representante se le conozca, se sepa quién es y cómo actúa, porque en el sistema actual la mayoría sólo conoce a los candidatos por sus fotos y algún dicho.

El congreso debe estar obligado a aprobar un diseño presupuestal. Tiene que estar vinculado a los acuerdos aprobados por los votantes en el proceso electoral. De esta manera, se desarrollará el programa que hará efectiva la voluntad popular. Actualmente, la mayoría de las demandas son desechadas con el argumento de que no hay dinero.

Necesitamos un sistema político basado en asambleas democráticas. La asamblea nacional integra los tres poderes y a los funcionarios responsables de aplicar las decisiones que toma la población. La asamblea popular recoge y resignifica esta vieja tradición que se pierde en los tiempos y que tiene profundas raíces.

Se requiere el voto informado. Se necesita que sea la ciudadanía –y no los partidos–, quienes seleccionen a los candidatos, porque sin derecho a la selección no existe el derecho a la elección. Urge eliminar las campañas basadas en el dinero y la propaganda para que sean equitativas y con propuestas.

Es necesario votar por programas y no por candidatos. Éstos deben comprometerse a desarrollar las necesidades de la población. Para ello, se requiere mandar a los representantes para que “manden obedeciendo”. Al mismo tiempo, debe persistir un mecanismo de revocación en cualquier nivel, para que los ciudadanos puedan retirar a los representantes que no cumplan.

FOTO: CRISANTA ESPINOSA AGUILAR /CUARTOSCURO.COM

Es hora de construir la paz desde la comunidad organizada, erradicar la violencia y las desapariciones, garantizar la búsqueda en cualquier rincón del país y lograr el castigo a los culpables. Es hora de reforzar la seguridad que incluya la protección civil ante desastres naturales y la seguridad en todo el territorio nacional. También hay que resolver el grave problema de los desplazamientos forzados y que cese la impunidad, discriminación, misoginia y los privilegios.

Es hora de que las comunidades se empoderen desde la localidad, en las regiones y en México. Actuemos con ética para empoderarnos en lo personal y en lo colectivo. De esta manera, lograr que el pueblo sea quien decida.

La única salida es la acción consciente y organizada de los trabajadores y los ciudadanos para tomar el destino y el control de sus propias vidas con sus manos. Generar poderosos movimientos sociales autónomos que nos llevan por el nuevo camino a seguir para construir el futuro. Los mismos se convertirán en una palanca, ya sea para apoyar y dar rumbo a gobiernos populares y progresistas, o resistencia ante gobiernos conservadores.

¿Cuál es la tarea actual de los partidos? Romper con la mafia de los carteles al servicio de las grandes corporaciones y del imperio; fomentar la concientización popular en el sentido de que la gente entre en acción y sea el pueblo el factor de decisión, mientras que las cúpulas partidarias se apoyarán en la autonomía social y dejarán a un lado la vieja práctica del corporativismo. Los movimientos fomentarán las medidas de un gobierno progresista, siendo su principal apoyo para una profunda transformación.

Es la hora de la movilización social. Tarde o temprano, con grandes esfuerzos, sacrificios y superando obstáculos alcanzará la victoria.

Pablo Moctezuma/Quinta y última parte*

*Doctor en estudios urbanos, politólogo, historiador y militante social

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