La Habana, Cuba. Muchas veces oculto tras las paredes del hogar, de la escuela o del entorno comunitario. Agravado en tiempos de emergencias sanitarias, migraciones y conflictos armados. El maltrato infantil continúa siendo un desafío para el mundo.
La Organización Mundial de la Salud define este fenómeno como cualquier forma de abuso o desatención que afecte a un menor de 18 años. Abarca todo tipo de maltrato físico o afectivo, abuso sexual, desatención, negligencia y explotación comercial o de otra índole que vaya –o pueda ir– en perjuicio de la salud, el desarrollo o la dignidad del menor. También, si pone en peligro su supervivencia en el contexto de una relación de responsabilidad, confianza o poder.
Estudios internacionales dan cuentan de que casi 3 de cada 5 niños de entre 2 y 4 años sufren castigos corporales o violencia psicológica de la mano de padres o cuidadores con regularidad. Además, 1 de cada 5 mujeres y 1 de cada trece hombres declaran haber sufrido abusos sexuales en la infancia. Se calcula que mueren 40 mil 150 menores de 18 años cada año por homicidio; algunos de ellos, probablemente, resultados de malos tratos.
Según expertos, tal cifra subestima la verdadera magnitud del problema. Una importante proporción de los decesos por maltrato infantil es atribuida a caídas, quemaduras, ahogamiento u otras causas de manera errónea. Destacan que las niñas están expuestas a la violencia, la explotación y los abusos sexuales por parte de combatientes, fuerzas de seguridad, miembros de su propia comunidad o trabajadores de asistencia humanitaria en situaciones de conflicto armado o en asentamientos de refugiados.
Aunque se trata de una problemática de alcance global, la violencia contra la infancia está extendida en América y adopta diferentes formas; todas ellas, inaceptables. Un informe de la Organización Panamericana de la Salud de 2020 destaca que este continente tiene la mayor tasa de homicidio infantil del mundo. Asimismo, estima que el 58 por ciento de los menores en América Latina y el 61 por ciento en América del Norte sufrieron abuso físico, sexual o emocional.
El maltrato infantil trae consigo graves consecuencias físicas, sexuales y psicológicas que se arrastran durante el resto de la vida. Entre ellas lesiones –traumatismos craneoencefálicos y discapacidades, sobre todo, en niños pequeños–, estrés postraumático, ansiedad, depresión e infecciones de transmisión sexual, por ejemplo, el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH/Sida). Las adolescentes pueden sufrir otros problemas de salud –trastornos ginecológicos o embarazos no deseados–.
De igual manera, puede mermar el rendimiento cognitivo. Guarda estrecha relación con el abuso de alcohol, el uso indebido de drogas y el tabaquismo, los cuales son factores importantísimos de riesgo de enfermedades no transmisibles como las dolencias cardiovasculares o el cáncer.
También es causa de estrés asociado con alteraciones del desarrollo temprano del cerebro. En condiciones extremas, los sistemas nervioso e inmunológico pueden verse perjudicados. Un adulto que haya sufrido maltrato en la infancia presenta mayor riesgo de sufrir problemas físicos, psicológicos o de comportamiento.
Asimismo, la violencia ejercida contra los niños contribuye a las desigualdades en la educación. Quienes sufren tales agravios tienen 13 por ciento más de probabilidades de no acabar la escolaridad. A ésto, se añaden los efectos económicos como los costos de hospitalización y de tratamiento psicológico en particular. Así como de los servicios de protección de menores y de la atención de salud de larga duración.
Los expertos aseguran que la violencia contra la niñez se puede prevenir. Requiere un enfoque multisectorial, el cual aborde los determinantes sociales. En ello, el sector de la salud desempeña un papel fundamental: debe ayudar a identificar el abuso en etapas muy tempranas, brindar a los sobrevivientes el tratamiento y el apoyo necesario. Igualmente, derivar a los menores a servicios esenciales en otros sectores.
La Organización Mundial de la Salud y la Organización Panamericana de la Salud diseñaron y publicaron un manual clínico que detalla cómo reconocer y responder al maltrato infantil. Prioriza siempre el principio del interés superior del niño, niña o adolescente. El texto se basa en la experiencia de muchas personas del mundo, quienes se dedican a prevenir este fenómeno.
Está destinado a los prestadores de atención de salud de primera línea, los cuales atiendan a infantes en su práctica diaria: médicos generales, personal de enfermería y de partería, ginecólogos, pediatras, profesionales de la salud mental, de respuesta inicial y de atención de emergencia. De la misma manera, puede ser útil a otros especialistas como asistentes sociales, personas que trabajan en instituciones de bienestar social, quienes prestan apoyo psicosocial o para aquellos que laboran en guarderías y en el sistema educativo.
Los expertos apuntan que el contenido beneficiará la labor de los encargados de formular políticas. Y a los administradores para que faciliten y apoyen la prestación de atención clínica a los menores que sufren, o han sufrido, maltrato infantil.
Lourdes Pérez Navarro/Prensa Latina*
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