Connecticut, Estados Unidos. Uno de los argumentos más constantes de los medios proimperialistas y prosionistas ha sido la “innata” violencia y tendencia al terror por parte del pueblo palestino. Los presentan como portadores de una ideología medieval de martirio y fervor fanático por la muerte.
El método seguido por esos medios ha sido omitir por completo la extensa hoja de lucha pacífica y de resistencia no violenta por parte de los palestinos, por un lado. Y por el otro, se dramatizan y engrandecen los casos de actos violentos, sobre todo, si estos son –para algunos– “inexplicables y salidos de la nada”, como los horribles ataques de Hamás el 7 de octubre pasado. Decía Joseph Goebbels que “una mentira mil veces dicha, se convierte en una gran verdad”1.
El conflicto palestino-israelí –a falta de un término mejor– no comenzó ese día, y la voluntad de los grupos armados palestinos de utilizar la violencia no es el único obstáculo para la paz.
En el centro de esta tragedia intratable, está la incapacidad de una potencia colonial y ocupante –y sus facilitadores– de aceptar el rechazo de un pueblo a su subyugación y su determinación de luchar contra ella.
Cualquiera que sea la forma que haya adoptado esta resistencia –e incluye una larga historia de no violencia y desobediencia civil, así como de lucha armada–, Israel ha respondido con un uso desproporcionado de la fuerza y sin tener en cuenta el costo humano2.
Los medios de comunicación occidentales se han centrado con demasiada frecuencia en la lucha armada palestina, desde Septiembre Negro hasta la presencia armada de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) en el Líbano, los atentados suicidas de finales de la década de 1990 y principios del 2000, la Segunda Intifada y los más recientes ataques con misiles de Hamás contra Israel.
Sin embargo, a menudo se ignora por completo que la resistencia no violenta ha sido la forma fundamental de la lucha de los palestinos por la libertad. De esta manera, los medios procapitalistas y prosionistas los pueden presentar a la opinión pública mundial –con mucho más énfasis en Estados Unidos– como gente violenta y bestial, con los cuales las negociaciones políticas y diplomáticas están excluidas y que, de todas maneras, no cumplirían lo acordado.
A continuación, quiero pasar a mencionar algunos de los momentos más importantes de esta lucha pacífica y resistencia no violenta del pueblo palestino.
En 1972, el Consejo Nacional Palestino decidió que el lugar de la lucha por la autodeterminación debería incluir Cisjordania y la Franja de Gaza. Al año siguiente, había surgido el Frente Nacional Palestino (FNP), una organización incluyente, clandestina y autónoma. Sus principales tareas incluían coordinar huelgas y manifestaciones no violentas para protestar contra el dominio israelí y reafirmar las demandas palestinas de autorepresentación.
Israel respondió con medidas como demoliciones de casas, toques de queda, deportaciones y detenciones administrativas –encarcelamiento sin juicio ni cargos–. Estas formas de castigo colectivo se convirtieron en características cotidianas de la ocupación militar. Después de ocupar Cisjordania y la Franja de Gaza en 1967, Israel prohibió cualquier símbolo abierto del nacionalismo palestino, incluidas banderas y mapas.
En 1976, las elecciones municipales en Cisjordania fueron ganadas por candidatos nacionalistas a la alcaldía, contra oponentes que habían sido seleccionados por la administración militar israelí. Junto con periodistas, organizadores sindicales y líderes de grupos de estudiantes y mujeres, los nuevos alcaldes establecieron el Comité Nacional de Orientación (CNO) en 1978.
Los principales objetivos eran protestar contra los Acuerdos de Camp David entre Egipto e Israel, así como contra cualquier acuerdo sobre Palestina, en el cual no estuvieran representados. Por parte de Israel, se crearon organismos designados que buscaban controlar a los palestinos en los territorios ocupados y, en respuesta, volvieron a exigir la autodeterminación. Una vez más, la protesta se expresó mediante huelgas y manifestaciones coordinadas y no violentas.
En unos pocos años, Israel prohibió el CON. Arrestó o deportó a organizadores claves y puso bajo arresto domiciliario a la mayoría de los alcaldes nacionalistas que no habían deportado. En 1980, extremistas israelíes atacaron a los alcaldes de Ramallah y Nablus con coches bomba, hiriendo a ambos.
Los perpetradores recibieron penas de cárcel leves y algunos fueron absueltos de los cargos. En 1982, los alcaldes palestinos fueron destituidos de sus cargos y reemplazados por personas designadas por la administración civil israelí.
A principios de la década de 1980, las facciones de la Organización de Liberación de Palestina habían establecido estructuras de base en Cisjordania y la Franja de Gaza. Las organizaciones de voluntarios incluían sindicatos, grupos de estudiantes y grupos de mujeres. Israel atacó a los representantes de estas instituciones y colocó a muchos de ellos bajo “detención administrativa”. La intimidación y humillación rutinarias se extendieron a los participantes en estas organizaciones de masas.
También arremetió contra los defensores palestinos de la resistencia no violenta. En 1983, por ejemplo, Mubarak Awad –a veces conocido como “el Gandhi palestino” – creó el Centro Palestino para el Estudio de la No Violencia. Escribió el plan de 12 páginas para la resistencia pasiva en los territorios. En 1988, Israel lo deportó, acusándolo de incitar a un levantamiento civil.
Cuando estalló la Primera Intifada en diciembre de 1987, la decisión colectiva de abstenerse del uso de la violencia –aparte del lanzamiento de piedras– fue estratégica. En las primeras semanas de agitación masiva coordinada y desobediencia civil, se organizó una serie de comités populares locales en Cisjordania y la Franja de Gaza que sustentarían y fortalecerían la Intifada.
Eran responsables de tareas como la preparación para emergencias, el cultivo de la autosuficiencia –incluida la educación de los niños en el hogar para no depender de las autoridades proisraelíes– y las patrullas de seguridad nocturnas, así como la organización de las actividades diarias: huelgas, manifestaciones, boicots de productos israelíes y el impago de impuestos.
En respuesta, el ejército israelí enfrentó a manifestantes desarmados con munición real, encarceló o deportó a los organizadores, impuso toques de queda, cortó el suministro de agua, electricidad y combustible, demolió casas, cerró escuelas durante meses y universidades durante tres años.
Cuando Israel y la OLP firmaron la Declaración de Principios que inició el Proceso de Oslo en septiembre de 1993, había matado a más de 1 mil 70 palestinos –casi todos desarmados– y encarcelado a más de 120 mil –según cifras de B’Tselem–. Ninguna familia se libró del castigo colectivo. Durante la Intifada, murieron 47 civiles israelíes.
En 2005, la sociedad civil palestina llamó a una campaña de boicot, desinversión y sanciones (BDS) contra Israel hasta que cumpliera con el Derecho Internacional y los principios universales de derechos humanos. El movimiento no violento ha ganado un número considerable de seguidores internacionales.
Entonces, el parlamento israelí aprobó una ley draconiana en 2011 que castigaría a cualquier israelí que boicoteara sus instituciones o empresas económicas. En Estados Unidos, 38 estados han aprobado algún tipo de legislación antiBDS.
En marzo de 2018, los palestinos de la Franja de Gaza iniciaron la Gran Marcha del Retorno para exigir el fin del bloqueo israelí y el derecho de retorno de los refugiados. Las protestas fueron en gran medida no violentas, pero el ejército israelí ordenó que se disparara a cualquiera –incluidos manifestantes desarmados, transeúntes, periodistas y personal médico– que se acercara a unos cientos de metros de la barrera de separación entre Israel y Gaza. Según cifras de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), hasta el 22 de marzo de 2019 Israel había matado a 195 palestinos –incluidos 41 niños– y herido a aproximadamente 29 mil personas.
Aunque rara vez aparecen en los titulares internacionales, la historia palestina está llena de episodios de resistencia no violenta a la ocupación militar de Israel. La respuesta ha sido desproporcionada y la abrumadora mayoría de los heridos o muertos han estado de un lado, el lado que no importa a los gobiernos occidentales.
Entre 2009 y septiembre de 2023, Israel mató a 6 mil 407 palestinos e hirió a 152 mil 560, frente a 308 israelíes ultimados y 6 mil 307 heridos por palestinos –según cifras de la ONU–.
Durante 2021, las acciones provocadoras de Israel habrían pasado inadvertidas para la comunidad internacional si no fuera porque el pueblo palestino adoptó una postura colectiva. Utilizó cualquier forma de resistencia, desde Sheikh Jarrah, en Jerusalén Este, hasta Gaza.
Este el episodio –que acabó desembocando en una guerra israelí contra Gaza en mayo– comenzó con un intento rutinario israelí de limpiar étnicamente a los palestinos de varios barrios de Jerusalén Este, como Sheikh Jarrah y Silwan.
La resistencia popular no violenta en Sheikh Jarrah se enfrentó a la extrema violencia israelí, en la cual participaron colonos armados, la policía israelí y las fuerzas de ocupación. Esto provocó que al menos 178 manifestantes palestinos resultaran heridos el 7 de mayo.
Los palestinos de los territorios ocupados comenzaron a movilizarse en solidaridad con sus hermanos de Al Quds –Jerusalén en árabe–, lo cual provocó otra devastadora guerra israelí contra la Franja de Gaza el 10 de mayo.
La masacre del 2021 se saldó con la muerte de más de 250 palestinos, miles de heridos y una destrucción masiva. El 7 de octubre de 2023, Hamás mató a 1 mil 200 israelíes. Desde entonces, Israel ha matado una cantidad indeterminada de palestinos, no menos de 13 mil. La mayoría son civiles, y más de un tercio, niños. Realiza campañas de bombardeos indiscriminados y otros ataques masivos, como castigo colectivo por crímenes que no cometieron.
¿Por qué debería considerarse que el indudable dolor por la muerte de los judíos israelíes socava el argumento de que la prolongada y cada vez más miserable opresión del pueblo palestino es el factor clave detrás de lo que se desarrolló –“de manera tan brutal e inexcusable”, al decir de los medios procapitalistas y prosionistas– ese 7 de octubre?
¿Y por qué cualquier intento de entender la historia de Hamás como parte de un movimiento de insurgencia y resistencia contra la ocupación se caracteriza tan fácilmente prescindiendo del juicio moral?
Cuando António Guterres –secretario general de la ONU– sugirió que los acontecimientos del 7 de octubre debían situarse en su contexto histórico y político, fue acusado de alimentar el antisemitismo de manera muy amplia. Un simple soplo de comprensión y fue condenado.
Era necesario dejar en claro que la resistencia de los palestinos contra la ocupación colonial israelí ha sido no violenta. La violencia se ha generado y continuara generando por el contexto orwelliano de las vidas de 2 millones de personas cautivas en una “cárcel al aire libre” que es la Franja de Gaza; hoy, reducida a escombros. Todo lo cual se extiende a Cisjordania, a Jerusalén Este y a cualquier otro territorio con población palestina.
Notas:
Un informe de la Gestapo afirmaba que se sospechaba que Lídice, a 22 kilómetros –14 millas– al noroeste de Praga, era el escondite de los agresores porque varios oficiales del ejército checo, entonces en Inglaterra, habían salido de allí.
Además, la Gestapo había encontrado un transmisor de radio de la resistencia en Ležáky. El 9 de junio, en el pueblo de Lídice, 172 niños y hombres de entre 14 y 84 años fueron fusilados. Posteriormente, todos los adultos de Ležáky fueron asesinados.
Todas menos cuatro de las mujeres de Lídice fueron deportadas al campo de concentración de Ravensbrück –cuatro estaban embarazadas; fueron sometidas a abortos forzados en el mismo hospital donde Heydrich había muerto y luego fueron enviadas al campo de concentración–.
Algunos niños fueron elegidos para la germanización y 81 fueron asesinados en camiones con gas en el campo de exterminio de Chelmno. Ambas ciudades fueron incendiadas y las ruinas de Lídice fueron arrasadas. En total, al menos 1 mil 300 checos –incluidas 200 mujeres– fueron asesinados en represalia por el asesinato de Heydrich
Cualquier parecido entre Hitler y Netanyahu no es de manera alguna, como se decía en las películas viejas de Hollywood, “pura coincidencia”. En Lídice y en Gaza, el atentado a Reinhard Heydrich y el absurdo ataque de Hamás no son las causas, sino los pretextos para desencadenar el genocidio. Gaza se ha convertido en una Lídice multiplicada por 100.
José R Oro/Prensa Latina
*Ingeniero cubano residente en Estados Unidos
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