Desde las alturas, un helicóptero roció con agroquímicos la propiedad de Jacobo Xacur, un agroindustrial de la comunidad Dzonot Carretero –municipio de Tizimín, Yucatán–, sin importar que las zonas aledañas a su propiedad fueran apícolas. Sólo ese evento de fumigación fulminó 300 apiarios. Después de interpuestas dos demandas colectivas ante la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) –una en 2018 y otra en 2020– por los daños, el caso está detenido debido al contexto de pandemia, explica a Contralínea Marco Cepul, integrante de la Alianza Maya por las Abejas Kaabnalo’on.
En México, el uso excesivo de agroquímicos –como pesticidas y herbicidas– y la deforestación son las principales amenazas para este insecto. La española Fundación Aquae señala que su “función ecosistémica es imprescindible para los humanos”, y advierte que el 90 por ciento de abejas ha desaparecido en el mundo, “lo que las pone en grave peligro de extinción”.
Esto, a su vez, pone en riesgo la viabilidad de la apicultura, actividad milenaria heredada de la época precolombina. Aunque en este país la reducción de las abejas productoras de miel también ha sido dramática en las últimas 2 décadas, las leyes ambientales están rebasadas y privilegian al sector industrial. Ello, a pesar de que el 10 por ciento de los insectos totales a nivel mundial habite en territorio mexicano.
Lo ocurrido en la comunidad Dzonot Carretero en 2018 ilustra esta situación. Y es que a pesar de que 300 colmenas se extinguieron, la Profepa le dio carpetazo a la primera denuncia, explica Marco Cepul. Por ello, a comienzos de 2020 fue interpuesta la segunda denuncia que actualmente está en pausa. Una vez que la nueva normalidad permita continuar con el proceso “vamos a ver a dónde llegamos”.
En Dzonot Carretero la mayor problemática que enfrentan quienes se dedican a la crianza de abejas es la afectación por agroquímicos o agrotóxicos y fertilizantes, los cuales han provocado la desaparición de apiarios, señala Cepul, quien ha practicado la apicultura desde hace 25 años. Ello, porque el aire arrastra los químicos usados en la fumigación de pastizales para terminar con las malezas. Esto desorienta a las abejas en el viaje de 8 kilómetros que realizan para polinizar y recabar su cuota de néctar y muchas jamás retornan a su colmena.
La contaminación del agua por herbicidas y pesticidas es otro factor por el que las abejas mueren. Un ejemplo es la contaminación por el uso de glifosato, expone Remy Benoit Marie Vandame, investigador de El Colegio de la Frontera Sur (Ecosur). Esa sustancia ha sido hallada en el agua del municipio Tizimín.
El doctor en ecología y experto en el estudio de las abejas explica a Contralínea que esta sustancia elimina la flora importante para esos insectos, como las malezas, las cuales son una fuente de néctar.
Por su parte, el apicultor maya Marco Cepul identifica a Enerall como uno de los megaproyectos que más ha dañado a las colmenas: usa “muchos agroquímicos en la siembra de soya y maíz”. Fundado en 2012 por el empresario Alfonso Romo, Enerall “está afectando el acuífero en la Península de Yucatán, el cual es el más importante a nivel nacional ya que resguarda dos terceras partes del agua renovable del país, de acuerdo con el Atlas de agua en México publicado en 2018 por Comisión Nacional del Agua”, aseguró la organización Greenpeace.
Antonio Trujillo, un apicultor de Chiapas, considera que el uso de estos químicos es una tragedia para quienes se dedican a criar abejas, pues “mueren demasiadas”. Y es que, dice, aunque hay alternativas sustentables lamentablemente la gente modificó mucho su cultura de siembra. Ahora “se les hace más fácil cargar una bomba con el veneno” que utilizar herramientas manuales empleadas por sus ancestros, las cuales no dañaban el suelo, no lo erosionaban. Al contrario, lo enriquecían más “porque la hierba que quitaban se descomponía y se compostaba en el terreno”. En el área donde trabaja Trujillo, en Ocosingo y Palenque, “es menor el daño por lo que aún se puede dialogar con los agricultores y mover las colmenas en zonas donde no hay estás afectaciones”.
La coordinadora del área de Agroecología de la Semarnat, Coral Rojas Serrano, admite que las leyes mexicanas han sido rebasadas ante los desastres que genera la industrialización de la producción agroalimentaria. En entrevista, sostiene que desde hace tiempo los productores de miel empezaron a tener muertes de colmenas muy dramáticas pero no había a quién denunciar, pues la Profepa apuntaba no tener la atribución o que no existía la jurisprudencia.
Por ello, indica, las denuncias han parado en la Suprema Corte de Justicia de la Nación, porque precisamente, y de manera muy lamentable, las leyes mexicanas han sido rebasadas y no protegen a las abejas ni a la naturaleza.
La agreoecólga por la Universidad de Chapingo Coral Rojas advierte que en el país se ha perdido el 30 por ciento de las colmenas, cifra que coincide con el 30 por ciento de la pérdida de los polinizadores mundial.
Ante la extinción “alarmante y dramática” de las abejas en las últimas 2 décadas también está en riesgo la herencia ancestral de la apicultura, advierte Marco Cepul. Esta práctica es milenaria, un tesoro cultural de América, opina el doctor Remy Benoit Marie Vandame, responsable en el Ecosur de la línea de investigación “Abejas de Chiapas”. Las abejas sin aguijón se han aprovechado desde la época prehispánica para la producción de miel, la producción de cera, y en el marco espiritual.
Por su parte, Coral Serrano apunta que los mayas aprovechaban a la especie meliponas de manera muy importante: desarrollaron técnicas impresionantes para su domesticación, para cuidarlas. En toda la Península de Yucatán, añade, la abeja era aprovechada por la miel con la cual hacían una bebida muy importante con la cual llevaban a cabo rituales e intercambio económico.
“Son herencias ancestrales que nos dejaron nuestros padres, abuelos. Eso es de gran importancia para las comunidades mayas”, señala Marco Cepul, quien también es parte del Comité Técnico de la Alianza Maya por las Abejas.
El “mundo cambiaría drásticamente” sin la existencia de las abejas y sería “un caos”, coinciden en entrevistas por separado la doctora Coral Serrano y el apicultor Antonio Trujillo, miembro de la Asociación Mexicana de Transformación Rural y Urbana. Pues estos insectos son vitales para la reproducción de la vida entera.
La abeja ocupa el primer lugar como polinizador de cultivos, ya que se reproduce en colonias numerosas de muchos individuos; si una colonia está considerada como una colmena, en su interior se albergan de 10 mil a 60 mil individuos.
Sin abejas no habría polinización, por lo tanto no habría desarrollo de frutos. Entonces no habría alimento para la humanidad, dice Antonio Trujillo. Sin la polinización, el 70 por ciento de las frutas y verduras que se consumen actualmente desaparecería. “Gran parte de la agricultura desaparecería”.
Debido a la pérdida de muchas especies de biodiversidad, el mundo cambiaría de manera drástica: habría pérdidas económicas muy importantes y repercusiones muy importantes para la salud, como el escorbuto que se presenta por falta de vitamina C, advierte Coral Serrano. Respecto del desequilibrio económico, pone como ejemplo que muchas familias que producen miel quedarían sin ingresos.
Al respecto, el doctor Remy apunta que el país cuenta con 40 mil apicultores y apicultoras que dependen de la producción de miel. Además de que “las abejas polinizan flora silvestre, y polinizan cultivos, a la hora de polinizar los cultivos contribuyen a la producción agrícola, la producción de alimentos”. La polinización representa el 19 por ciento del valor de la producción agrícola nacional, casi una quinta parte.
“Sería un caos, sería un colapso mundial, tanto económico como de hambre”, dice Trujillo. Llevaría a la especie humana a morir en tan sólo 5 años, estima el apicultor, por el impacto que tendría la ausencia de los principales polinizadores.
Para Coral Serrano, es muy importante sensibilizar a la población porque “no estamos solos, sino que dependemos de otros seres que también dependen de nosotros, de nuestras buenas prácticas. Existen alternativas en las ciudades como en zonas rurales para que las abejas sigan entre nosotros”.
Por su parte, el apicultor Marco Cepul considera fundamental hacer conciencia y “un llamado a todos los apicultores para luchar en contra del uso de agroquímicos y también los modelos de grandes proyectos, proteger a las colmenas pero también su hábitat, el medio ambiente en donde están”.
El doctor Remy Benoit Marie Vandame señala que para la protección de las abejas y evitar que siga su desaparición, el Estado debe cuidar que se aplique la regulación en torno al cambio de uso de suelo, ya que es sabido que donde hay selvas, donde hay bosques “hay cambio de uso de suelo”. Debe actuarse de manera legal contra los deforestadores.
“El día que el gobierno tome realmente este poder o ejerza este control ante la deforestación va ser una ayuda importantísima para las abejas, todas, no sólo para las abejas, para la biodiversidad en general”, agrega el experto.
Como segundo punto señala que la regulación debe ir delimitando mucho más qué plaguicidas se permiten utilizar en México. “Hoy por hoy, quien informa, quien capacita a los agricultores en cuanto al uso de plaguicidas son los mismos vendedores, entonces obviamente están en un conflicto de interés. Tiene que haber una separación total entre el papel de la comercialización y el papel del consejo técnico”. Respecto de los plaguicidas que atentan contra el hábitat de las abejas, también sugiere delimitar su uso y permitir que se utilicen solamente en situaciones donde no las pongan en riesgo.
Como tercer propuesta, el investigador especialista en abejas opina que otro campo de acción para el Estado es en cuanto al cambio climático. Al respecto recuerda que las abejas se encuentran en peligro por los cambios ambientales, es por ello que tanto México, como todos los países del mundo, “necesitan actuar en urgencia contra el cambio climático para ir protegiendo a las abejas”.
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