Las causas, consecuencias y lecciones de la Crisis de Octubre, conflicto diplomático entre Estados Unidos, la desaparecida Unión Soviética y Cuba en 1962, reaparecen sobre la mesa ante nuevos peligros y amenazas nucleares.
En aquel entonces, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) decidió la colocación de misiles en la isla para su defensa frente a una inminente invasión norteamericana y, tras un proceso de negociación entre el líder soviético Nikita Jrushchov y el presidente John F. Kennedy, el arsenal abandonó la nación caribeña.
Sin embargo, apuntó a esta periodista Hassan Pérez Casabona, doctor en Ciencias Históricas y profesor titular del Centro de Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos (Cehseu) de la Universidad de La Habana, que el mundo actual no está signado por dos polos, como hace seis décadas.
A su juicio, vivenciamos un amplio y prolongado proceso de recomposición y reconfiguración de las relaciones internacionales, “en el cual ningún actor puede desempeñarse a sus anchas en menoscabo del resto”, si bien Washington marca, como en aquellos días, la pauta en materia militar.
El académico señaló que la Casa Blanca destina aproximadamente 40 por ciento del gasto anual a esa esfera y, pese a que continúa como la principal potencia a escala global, a partir de la década de 1970 con la derrota en Vietnam, experimenta “un incuestionable proceso de declinación hegemónica”.
Por su parte, Rusia está a la vanguardia en cuestiones como la cohetería estratégica y la defensa antiaérea y China, una República Socialista y Popular, aparece como un gigante económico, desde hace varios años, con posibilidades reales de desplazar a Estados Unidos del primer lugar.
Otra de las enseñanzas emanadas de aquellos hechos de 1962 resulta la unión de las naciones pequeñas como “única vía de que sus planteamientos y aspiraciones sean tenidos en cuenta”, a partir de la articulación de posiciones comunes dentro del complejo panorama foráneo.
Sumado a ello, comentó Pérez Casabona, “no cejar en buscar canales de diálogo para la resolución de conflictos, sin renunciar a aspectos considerados como raigales; integrarnos y trabajar en formas novedosas y creativas de asociación y cooperación”.
De acuerdo con René González Barrios, director del Centro Fidel Castro Ruz y expresidente del Instituto de Historia de Cuba, la reflexión ahora implica consideraciones como el aumento del poderío armamentístico y del número de países con armas nucleares.
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) refiere que permanecen alrededor de 22 mil de ellas en el orbe y, hasta la fecha, acontecieron más de dos mil ensayos nucleares, si bien la historia reconoce apenas dos momentos de su empleo: los bombardeos sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, en 1945.
“El dinero destinado cada año al sector militar resultaría más provechoso en campos como la medicina, el control del cambio climático y el combate a fenómenos naturales cada vez más catastróficos. Vivimos en un peligro constante de que cualquier pretexto desenlace una conflagración atómica”, expresó.
González Barrios añadió que esa amenaza es mayor cuando políticos irresponsables asumen el gobierno de países como Estados Unidos y renacen, en muchos territorios, sentimientos de admiración hacia un nacionalismo de extrema derecha y a las ideas fascistas.
Indudablemente, los temores contemporáneos respecto a una situación similar a la Crisis de Octubre, que colocó a la humanidad al borde de una tercera guerra mundial, responden a la operación militar de Rusia en Ucrania, aunque también emergen tensiones equivalentes en otras zonas geográficas.
En este sentido Fabián Escalante, general de división retirado y exjefe de los servicios de inteligencia en la nación caribeña, aludió recientemente a los esfuerzos de Occidente, la Casa Blanca y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) por cercar a la nación euroasiática para dividirla y aniquilarla.
El también autor de libros como La guerra secreta: Operación Calipso y Más allá de la duda razonable. El asesinato de Kennedy y la inculpación a Cuba, reconoció los esfuerzos de Moscú en los Acuerdos de Minsk, considerada como la única oportunidad para la solución diplomática al conflicto en Donbás.
Para Tomás Diez Acosta, teniente coronel retirado de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), licenciado en Ciencias Políticas y doctor en Ciencias Históricas, ese fue el suceso más peligroso de la conocida como Guerra Fría por el enfrentamiento entre las dos potencias principales de la época.
En declaraciones a esta periodista, el experto recordó que aquella no sería una pugna con armas convencionales, pues mediaba el uso de cohetes nucleares, “en un hecho sin precedentes en la historia del país norteño por la cercanía de los misiles soviéticos a su territorio”.
Asimismo, implicaría a los integrantes del Tratado de Amistad, Colaboración y Asistencia Mutua, conocido como Pacto de Varsovia, y a la OTAN, si bien Washington solo comprobó aquel año la presencia en la isla de medios portadores.
“Supieron con certeza de las armas nucleares en la conferencia tripartita de 1989, celebrada en Moscú, que había tenido encuentros previos en los cayos de la Florida, en marzo de 1987, con la participación de altos funcionarios de la administración de Kennedy”, evocó.
A esa reunión en la URSS asistió una delegación cubana presidida por Jorge Risquet; varios académicos, entre ellos, Rafael Hernández, actual director de la revista Temas, y del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, expertos en las relaciones entre La Habana y Washington.
Durante la misma, el exsecretario de Defensa de Estados Unidos Robert McNamara afirmó sobre las claras evidencias de una posible incursión, organizada desde la Casa Blanca a la isla en la década de 1960: “si yo fuera un dirigente cubano, hubiera pensado que Estados Unidos estaba preparando la invasión”.
El Archivo de Seguridad Nacional, centro académico ubicado en Washington y dedicado durante más de tres décadas al estudio de la Crisis de Octubre, logró la desclasificación de miles de documentos asociados a esos acontecimientos y al plan previo de acciones desestabilizadoras.
Impulsada por la Agencia Central de Inteligencia y el Departamento de Estado, la estrategia ideada tras la derrota de Playa Girón en abril de 1961, pretendía el derrocamiento del gobierno revolucionario mediante pretextos como el hundimiento real o simulado de un barco cargado de refugiados cubanos de camino a la Florida.
“Concibieron acciones tan maquiavélicas como la Operación Northwoods. La administración estadounidense consideraba que a mediados de 1962 ya existiría en Cuba un proceso de ablandamiento o situación de caos que permitiría una intervención militar directa”, señaló a Prensa Latina el historiador Elier Ramírez.
En ese escenario, el líder Fidel Castro recibió la propuesta de Moscú para la instalación de cohetes nucleares en su territorio y, durante 76 días, la isla recibió varios regimientos de misiles de alcance medio e intermedio, alrededor de 41 mil soldados, aviones, tanques e infantería motorizada.
El Archivo reveló, asimismo, que la Crisis comprende desde el 4 de octubre de 1962 cuando el armamento llegó al puerto de Mariel, actual provincia de Artemisa, en el buque Indigirka, hasta el 1 de diciembre de ese año, fecha que recuerda la partida del barco Arkhangelsk con las ojivas nucleares a bordo.
Danay Galletti Hernández/Prensa Latina
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